Los elementos medievales en la poesía de Unamuno, como pudimos comprobar en el primer volumen de estas antologías, son ya patentes en su primer libro de 1907, Poesías, muy marcado por su activa participación en la Institución Libre de Enseñanza (Jongh-Rossel, 1986). Posteriormente, «Granja de Moreruela», ya recopilado aquí, de Teresa. Rimas de un poeta desconocido, de 1924, nos traslada a una atmósfera medieval al hacernos partícipes de la visión de un monasterio y su claustro, siguiendo así la línea abierta en sus primeros poemarios. En este mismo libro encontramos el interesantísimo «Fray Bernardino de Aguilar», que rescata una pequeña leyenda de un monje de la orden de San Jerónimo, extraída de la Historia de la orden de San Jerónimo, escrita por José de Sigüenza en 1600 y reeditada en varias ocasiones (alguna de ellas, como la que citamos en la bibliografía, en fechas cercanas a la composición del poema). Los últimos dos poemas incluidos pertenecen a su Romancero del destierro, de 1928. El romance XVIII, «Voy contando los segundos…», incluye una pequeña alusión a Dante, cuya Divina comedia se había convertido en estos años en una importante fuente para los poetas del periodo, como demuestran otras muchas referencias en composiciones de la época que aquí hemos recogido (ver tablas). Es, sin duda, mucho más interesante el romance I, «Rey Alfonso, rey Alfonso…», puramente medieval, que relata diferentes detalles de la vida de Alfonso V el Africano, históricamente conocido por haber disputado el trono de Castilla a Isabel I (la Católica) tras su matrimonio con Juana la Beltraneja.

 

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