Cada obra de Altolaguirre es un compendio de poesías ya publicadas y de composiciones inéditas cuya coherencia temática viene dada por un estado de ánimo que «marca los motivos, los temas, las imágenes de idas y venidas de poemas en los diferentes libros, convirtiendo la actividad lírica en una actividad casi autobiográfica donde el poeta da y aprende todo», decía Llorente San Martín (1996: 165). En este sentido, «El mar», la primera de las composiciones antologadas, alude a lo medieval a partir de una reformulación de la copla tercera de Jorge Manrique. Es un poema melancólico que reflexiona sobre la muerte desde «esa especie de inocencia angélica que traspasa sus versos de mística espiritualidad, de amorosa forma estremecida, de pudorosa expresión de siempre» (Bergamín, 1984: 95), como si un destino del que no puede escapar le exigiera huir de la realidad visible (Llorente San Martín, 1996: 167). El estallido de la Guerra Civil llevó a Altolaguirre, como a tantos otros poetas de su generación, hacia una lírica de denuncia de las atrocidades de la guerra en la que, sin embargo, también tuvo cabida lo épico en, por ejemplo, la heroicidad de los ocho valientes mineros que mueren al tomar El Carpio (Caudet, 1993: 452), cuya torre medieval da título al segundo y último poema antologado y alrededor de la cual gira la acción relatada.

 

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