Hablar de la obra Antonio Machado es muy probablemente hablar de la poesía que más influencia ha tenido en la historia literaria del siglo XX en España. Soledades. Galerías y otros poemas (1902-1907) se enmarca en la relevante corriente modernista que se desarrolló con el advenimiento del nuevo siglo tras la estela de Rubén Darío y de buena parte de la poesía europea de la época (Verlaine, por ejemplo). Hablamos de un libro con claros tintes simbolistas cuyas temáticas orillan «los vínculos paradójicos que conectan pasado, presente y futuro, y la búsqueda de la autenticidad, que es distinta a la «esencialidad y temporalidad» (Rodríguez García, 2009: 139). Quizás, ese carácter simbolista, que hace de Soledades un poemario más introspectivo y, hasta cierto punto, alejado de la realidad material, inmediata e histórica, es lo que dificulta la inclusión de la temática medieval, únicamente visible en el poema «Glosa», que se abre con los famosos versos de la tercera copla de Jorge Manrique y reclama, después, el magisterio del poeta palentino. El tránsito hacia Campos de Castilla sustituye el «narcisismo» y la «interioridad romántica» del primer Machado por «la alteridad histórica» de Soria (Borsó, 2007: 395-398). En los versos que focalizan en el paisaje soriano, como los «A orillas del Duero», «Orillas del Duero» o «Soria fría, Soria pura…», aparecen, respectivamente, referencias al Cid y a Alfonso VI, al romancero y, finalmente, a los castillos y murallas de las orillas del río. «Desde mi rincón», un elogio al libro Castilla de Azorín y, a su vez, un recorrido por las tierras castellanas, está salpicado por referencias al Libro del buen amor, a Juan Ruiz, a Celestina o a Amadís de Gaula, que, junto al resto de elementos del poema, intentan despertar una España sumida todavía en el desastre noventayochista: «Para salvar la nueva epifanía / hay que acudir, ya es hora, / con el hacha y el fuego al nuevo día». Por su parte, si Jorge Manrique había sido el protagonista de los versos de «Glosa», Gonzalo de Berceo lo será de «Mis poetas», composición repleta de intertextualidades, a caballo entre un ars poética y una loa, en la que Machado reclama y alaba la sencillez berceana: «Su verso es dulce y grave; monótonas hileras / de chopos invernales en donde nada brilla».

 

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