Sprenger, Jacobo; Institoris, Enrique (Kraemer).
Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas, para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza).
Tratado teológico reprobatorio.
1486 (composición), 1487 (edición).
Alemania, s.e.
Bruja
Bruja
En la cuestión II de la Segunda Parte, se trae a colación el caso de un obispo de Alemania, en tiempos del Papa Nicolás (V), que hubo de viajar a Roma para arreglar unos asuntos. Allí se enamoró de una joven, a la que colmó de atenciones y dejó al cuidado de dos de sus sirvientes, a los cuales también dejó la custodia de unas joyas. La muchacha pensó que si el obispo moría, fruto de un maleficio, ella podría hacerse con tales riquezas. Así que se puso manos a la obra, pues era una bruja. El buen hombre cayó enfermo de repente y nadie podía ayudarle. Al tercer día llegó una vieja afirmando que podría curarlo, le explicó que había sido víctima de un maleficio y solo podría librarse de él si ella, la vieja, enviaba la enfermedad a la bruja causante del mal, y sería la joven quien moriría en su lugar. El obispo lo consultó con el Papa, quien dio su consentimiento, y así se hizo. El obispo, que sufría por tal situación fue a visitar a la muchacha, pero ella no quiso su perdón ni absolución, murió lanzando maldiciones y siendo bien consciente de que sería recibida por los demonios.
Este ejemplo sirve para explicar que un maleficio solo puede contrarrestarse con otro, y eso no se considera lícito, pero no hay otro modo. En este caso, se aplica el mal diabólico sobre la bruja, pero por parte de otra vieja bruja, de modo que el demonio sigue logrando su objetivo: el mal.