Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas, para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza).
Tratado teológico reprobatorio.
1486 (composición), 1487 (edición).
Alemania, s.e.
Inés y Ana
Bruja
En la Parte II, cap. XV, los inquisidores relatan algo de lo que tuvieron conocimiento directo. En la diócesis de Costanza, muy cerca de Ratisbona, una fuerte tempestad había destruido todos los frutos y la siembra en una milla a la redonda. Todos los vecinos y también las autoridades pensaban que era obra de las brujas y se sospechaba sobre todo de dos: Inés y Ana.
Se las detuvo y se las aisló, para interrogarlas por separado. La primera en confesar su familiaridad con el diablo (hubo tortura) fue Inés, que llevaba a su servicio ya dieciocho años. También fue ella la causante de una tempestad, pues el demonio fue a buscarla y le pidió que tomara agua y lo acompañara. Así llegaron a la llanura de Kuppel y comenzaron el rito para provocar lluvia: ella cavó un agujero, echó el agua y la removió con el dedo; el demonio transportó el agua por los ires y produjo la tormenta. Allí Ana vio frente a ella a otra bruja haciendo lo propio: Ana de Mindelheim.
Cuando al día siguiente se interrogó a Ana confesó lo mismo, sin divergencias (bajo tortura).
Al tercer día ambas fueron quemadas.
Se trata de una trágica historia en la que media la tortura y no se sabe hasta qué punto las confesiones fueron tan similares, o si bien respondían a un patrón común o fueron inducidas por las preguntas de los inquisidores.