La obra lírica de Ramón Pérez de Ayala no es especialmente extensa. La conforman tres volúmenes que utilizan significativamente la imagen del sendero (tan propia de Berceo y de Dante) en los títulos: La paz del sendero (1904), El sendero innumerable (1916) y El sendero andante (1921). No es, por lo tanto, extraño que el primero de los poemas que hemos recogido, y que abre el primero de sus poemarios, se inicie con unos versos que dialogan con la introducción de los Milagros de Nuestra Señora a partir de la imagen del romero. En su segundo libro, El sendero innumerable, hay un destacable poema titulado «Ejemplo», que parte de la leyenda de San Agustín de Hipona y el niño de la playa para, después, iniciar una reflexión dialogada entre el santo y la voz lírica, que lo ubica ante sus propias contradicciones como doctor de la Iglesia.

 

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