Hablar de Miguel Hernández es hablar de una poesía revolucionaria, ligada a la causa de la República desde sus inicios y cuyo compromiso se acrecienta durante la Guerra Civil y durante su posterior encarcelación hasta su muerte. Pero existe también un primer Miguel Hernández, aquel que escribe un adolescente «Canto exaltado de amor a la naturaleza» con una referencia a San Francisco de Asís y, sobre todo, aquel que todavía afincado en su Orihuela natal publicaba sus versos, con apenas veinte años, en diversos diarios de la capital. «Oriental», «Motivos de leyenda» y «La reconquista» pertenecen a este periodo. En sus versos rezuma un poso orientalista, al retomar viejas leyendas y viejos personajes del pasado musulmán de la Península y de Orihuela, lo cual no es para nada extraño si tenemos en cuenta la gran tradición festiva oriolana de los moros y cristianos. Por esa razón están salpicadas estas obras de nombres como el de Armengola, cuya historia legendaria se transmitió oralmente en Orihuela y cuya presencia es todavía visible en las famosas festividades de moros y cristianos de la localidad (Galiano Pérez, 2017). Pero no solo este Miguel Hernández recurre a motivos medievales, sino también el poeta que escribió Perito en lunas lo hizo en «Abril-gongorino», en cuyos versos encontramos una alusión al Cid. Rodrigo Díaz de Vivar está referenciado, a su vez, en otras dos composiciones: «La morada – amarilla» (publicada en El gallo crisis) y su famoso «Llamo a la juventud», de Viento del pueblo. Este último es de sumo interés, puesto que fue escrito en una época en la que ya los escritores franquistas estaban acaparando la figura del Cid como símbolo de la cruzada que, desde su óptica, estaban llevando a cabo en España. Miguel Hernández va a reclamar al Cid para las filas republicanas, al decir que si él viera las atrocidades cometidas por los golpistas subiría en su airado potro y contribuiría «a derribar trimotores /como quien derriba mieses». «Los hombres viejos», por su parte, de El hombre acecha, es un poema dirigido a los reaccionarios castellanos, a quienes compara con los hombres medievales, otorgando así una imagen oscura y reaccionaria del medievo: «Venís de la Edad Media donde no habéis nacido, / porque no sois del tiempo presente ni del ausente».

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