La obra poética de Luis de Oteyza, iniciada en 1903 con Flores de almendro y continuada en 1905 y 1908 con Brumas y Baladas, toma como elementos centrales los impulsos modernistas de Rubén Darío, que tanto habían calado en la el campo literario español de la época. De ese momento es «El caballero de la dicha», publicado en 1909 en el diario El imparcial, que relata algunos aspectos de la vida de un caballero andante medieval, desde un punto de vista un tanto alegórico, lo que, junto con la ausencia de referencias concretas, aleja a la composición de la realidad material del medievo. Es el lector, en este sentido, quien se siente imbuido por una atmósfera medieval. De forma similar sucede en «Flores místicas», publicado en 1920 en el diario La libertad, puesto que lo único vinculable es la ubicación del poema en el sombrío patio de una vieja abadía. Translucen, en estos versos, algunos detalles decadentes, así como una voluntad de fijación en los pequeños detalles (como la delicadeza de las flores); características que bien podríamos relacionar con la obra poética de cierto Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez y, evidentemente, de Valle-Inclán.

 

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