No responde la obra de Juan Ramón Jiménez a una poética anclada en lo realista ni en los hechos o acontecimientos históricos, sino que está conformada por una serie de composiciones que brotan de la individualidad del poeta encerrado en la torre de marfil. Es esta, en palabras del Premio Nobel español, una poesía pura, que persigue la belleza a través del lenguaje, de la musicalidad, del colorido, etc. Es por ello que los elementos medievales de los poemas aquí recopilados no tienen nombres propios, más bien son impresiones, objetos o espacios reconocibles de otra época, como sucede con el «El palacio viejo», con los muros de «El castillo», con «Las campanas del convento» o con las murallas de «En la ciudad de piedra, húmeda y solitaria». Decir lo medieval, en tanto símbolo de aquello que proviene de otras épocas, no es una finalidad, sino el medio para la reflexión íntima sobre el paso del tiempo o para la rememoración nostálgica, tal y como sucede en «Baladas del castillo de la infancia». Es, por lo tanto, una poesía que en muy contadas y escogidas ocasiones está ambientada en espacios medievales. Son pocos estos poemas, es cierto, pero no por ello hemos querido dejar de recogerlos en estas páginas.

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