Tras una primera publicación de juventud en 1892, Poesías, a menudo reducida por los estudiosos posteriores a unas breves notas, cuando no a un completo olvido (Nebot Nebot, 2014: 45), Antonio de Zayas publicó Joyeles bizantinos en 1902, un poemario enmarcado en la estética modernista que es resultado de la estancia diplomática del poeta en Estambul entre febrero de 1896 y junio de 1898. Por su parte, Retratos antiguos, también de 1902, es un museo de obras pictóricas. Los poemas se construyen, así, a partir de la écfrasis de cuadros de diferentes épocas, tras la idea de hermandad entre las artes, que el modernismo hispánico impulsó con renovado empeño (Nebot Nebot, 2014: 123). Las composiciones de ambos poemarios fueron recogidas en el primer volumen de esta antología y a ella remitimos para la consulta de información más detallada. En lo que respecta a lo medieval en la poesía de Antonio de Zayas, tenemos que saltar hasta Plus ultra, de 1924, libro en que el parnasianismo y el orientalismo de la primera época se ha ido abandonando. Los cuatro poemas aquí destacados focalizan en un mismo tema: la Virgen de Covadonga. Alrededor de este motivo transversal, tratado desde una clara óptica católica, Zayas nos habla de los primeros compases de la caída del reino visigodo de Toledo por la conquista musulmana y, enmarcado en ello, de la traición del Conde don Julián y la Cava; también, de los primeros avances de Don Pelayo y los astures; así como de diversos milagros de la virgen de Covadonga y de variados detalles y hechos históricos medievales, que salpican algunos de los versos de las cuatro composiciones.

 

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