Tras una primera publicación de juventud en 1892, Poesías, a menudo reducida por los estudiosos posteriores a unas breves notas, cuando no a un completo olvido (Nebot Nebot, 2014: 45), Antonio de Zayas publicó Joyeles bizantinos en 1902, un poemario enmarcado en la estética modernista que es resultado de la estancia diplomática del poeta en Estambul entre febrero de 1896 y junio de 1898: «El arte –fundamentalmente arquitectónico–, las costumbres y los paisajes que ofrecía la capital turca lo emocionaron vivamente» (Nebot Nebot, 2014: 63), los cuales son tratados a partir del tamiz de un exotismo (principalmente musulmán), que conecta con el interés modernista y parnasianista por culturas ajenas. El sujeto lírico de los poemas de Joyeles bizantinos aquí destacados se oculta, persigue la belleza formal y pone en primer término la preferencia por los temas antiguos, en unas composiciones que son, en su mayoría, descripciones de diversos espacios que fueron construidos durante la Edad Media: la Alhambra, un claustro, Santa Sofía, o la Torre de Gálata. Como vemos, la Granada árabe y Estambul se convierten, por lo tanto, en materia poética, en una clara lectura orientalista del mundo musulmán. Retratos antiguos, también de 1902, es un museo de obras pictóricas. Los poemas se construyen, así, a partir de la écfrasis de cuadros de diferentes épocas, tras la idea de hermandad entre las artes, que el modernismo hispánico impulsó con renovado empeño (Nebot Nebot, 2014: 123). Cuatro de estos poemas describen retratos medievales: «Cecilia de Gonzaga» (relacionado con dos obras de Pisanello: la medalla que el artista realizó a Cecilia de Gonzaga y/o la pintura sobre tabla «Retrato de una princesa del Este»), «El Condottiero» (relacionado con el cuadro homónimo de Antonello de Messina), «Lucrezia Crivelli» (relacionado con el cuadro «La belle ferronière», de Leonardo da Vinci), y «Doncella alemana» (relacionado con algún retrato sin identificar de Jan Van Eyck).

 

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