Probablemente, el Agustín de Foxá más conocido sea el narrador de cariz falangista que dio a las prensas en 1938 Madrid, de Corte a checa. Sin embargo, hubo también un Agustín de Foxá anterior dedicado en dos libros al cultivo de la poesía. El primer poemario, La niña del caracol, de 1931, «nos lo presenta como un poeta al tanto de la nueva poesía, que ha aprendido del Lorca del Romancero gitano a unir tradición y vanguardia, la música del romance y las audacias metafóricas que tienen su origen en Gómez de la Serna y el surrealismo» (García Martín, 2001: 75). De este volumen son los poemas «Romance del venado», que alude a San Humberto (patrón de los cazadores) para relatar un pequeño cuadro romanceado de temática cinegética; y «Romance del Monasterio de Silos» que es, al cabo, una composición de cariz descriptivo sobre el famoso monasterio burgalés. En El toro, la muerte y el agua, de 1935, el magisterio de Lorca deja paso a la influencia estética nerudiana (no ideológica, es evidente) de Residencia en la tierra (García Martín, 2001: 76), cuyo regusto por las sombras «contrasta con el carácter rubeniano y colorista que suele atribuirse a la poesía de Foxá» (2001: 77), tal y como sucede, desde su significativo título, en «Ciudad en la niebla» ambientado en una ciudad provinciana, en cuya descripción hay numerosas alusiones a elementos arquitectónicos medievales.

 

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