/[aviijv.]/
Escuchen
vuestras orejas, muy poderosa señora, y den un poco de
audiencia a mis palabras y ruegos por el Dios que adoráys; y
por el poder de nuestra fiesta, que me deys consejo provechoso a mi
demanda. Yo soy hija, como sabéys, de nobles padres, natural
desta ciudad; llámanme del nombre que es lleno de gracia, y es
mi apellido Lara. He recebido de Dios y de natura don estremado de
hermosura, como mi gesto os muestra. Y aprovechándome
más del nombre que del sobre nombre, soy muy graciosa y
apazible al que se deleyta de mirar[m]e. De cuya causa muchos
han trabajado de ocupar mis ojos de su plazer, los quales yo he
desechado con resistir fuerte a sus assechanças y
acometimientos. Mas porque me paresce injusto que yo sola quiebre la
ley que las otras han guardado (conviene a saber de enamorarme)
porque soy de muchos requestada, he determinado de hazello.
E posponiendo de la una parte muchos
que me siguen, de los quales algunos son más ricos que
Mida, otros más hermosos que
Absalón, y algunos otros muy liberales, entre
todos ellos me aplazen tres en ygual grado. El uno creo ques
más fuerte que Hétor. La liberalidad
del segundo es tanta que en todo el mundo se sabe. El tercero es tan
sabio que excede en saber a quantos fueron y son. Pero como las
calidades déstos son diversas, yo dudo quál dellos
tomaré mirando que en la hedad antigua qualquier calidad
destas engañó los coraçones de las hembras.
Así como a Dianira con
Hércules, a Clitemestra con
Egisto, y a Sesto Tarquino con
Marcia. Por tanto, vuestra alteza me aconseje porque
no me engañe de los tres quál devo tomar para
más mi seguridad.
/br./
Una dama es requerida
quiera determinarse
a querer, pues es querida
y es por razón vencida
que deve enamorarse
duno ques muy esforçado,
dotro sabio en mucho grado
o dotro muy liberal.
Diga vuestra alteza quál
destos tres será tomado
para ser su enamorado.
Gentil
dama, no ay ninguno destos tres que no sea merecedor del amor de
qualquier dama, por hermosa e graciosa que sea, mas porque en este
caso no se han de combatir castillos, ni menos darse los reynos de
Alexandre ni los tesoros de Tholomeo,
e no sólo se ha de guardar con discreción luengamente
el amor, y la honra, la qual no guardará la fuerça ni
la liberalidad, sino sólo el saber. Digo que de vos y de otra
qualquier dama se deve antes tomar el sabio por amigo, que el
esforçado ni liberal.
Mucho es contrario el parecer de
vuestra alteza del mío porque yo soy de opinión que
qualquiera de los dos se devía antes tomar que el sabio. La
razón es ésta: Amor, así como vemos, tiene esta
propiedad e condición, que multiplicando su fuerça en
un coraçón, assí se apodera del que qualquier
otra cosa que en él esté /bv./ aposentada, la
señorea y echa fuera, moviéndole a su plazer, e
ningún acaescimiento puede resistir que no convenga que le
sigan los que dél son señoreados aunque les pese. Que
¿quién dubda que Biblis no
conoscía que era malo amar a su hermano? ¿Quién
contradirá que no le era manifiesto a Alexandre que se
podía anegar en el Elexponto si en él se metía
en tiempo de fortuna? Y nadie negará que
Pássiphe no conocía que era más
hermoso el hombre que el toro. Mas cada uno déstos, vencido
del deleyte y fuera de todo conocimiento le seguían. Pues si
él tiene poder de quitar el conocimiento al que conosce, si al
sabio le quitare el seso, ninguna otra cosa le quedará. E si
al esforçado o al liberal les quita el poco seso que
tenían, aumentará más su virtud y valdrá
y será para más quel sabio enamorado.
Allende desto, amor tiene estotra
propiedad que es cosa que no se puede largo tiempo encubrir, y
descubriéndose suelen recrecerse peligros y para éstos
¿qué remedio dará el sabio que tenía
perdido el seso? Por cierto ninguno. Que el fuerte con su fortaleza,
en el peligro podrá ayudar a sí y a los otros, y el
liberal por su liberalidad terná ganados amigos que le
aprovechen para sus necessidades. E por esto me paresce a mí
que no devo de seguir el parescer de vuestra alteza.
Si lo que vos dezís fuesse
verdad, ninguno sería sabio. Mas este vuestro enamorado, si es
sabio de la manera que dezís, antes le ternía yo por
sinple, e siendo tal, no es razón que sea amado. Mas dado que
los dioses permitan que sea assí, no por esso negaremos que
los sabios bien conoscen el mal y óbranle, y por eso no
pierden el seso. Que cierto es que quandoquier que ellos quisieren
refrenar su voluntad con la razón e sabiduría que
alcançan, que se bolverán en su /bijr./acostunbrado
seso, guiando sus movimientos y apetitos con recio e devido estilo. E
de aquella manera siempre, o por muy largo tiempo serán sus
amores ocultos y secretos. De arte que menos inconvinientes se
seguirán del que es un poco sabio que del esforçado ni
liberal. E si por ventura acaesciere descubrirse el tal amor, el
sabio refrenará sus ojos de mirar, y el entendimiento en las
palabras. E con saber proveerá cómo su honra y la de su
amiga se salven. E aun para la salud si fuere menester no
faltará el ayuda del sabio, antes aprovechará. La qual
faltará en el esforçado y en el liberal. Que los
valedores y amigos ganados por liberalidad, suelen en las fortunas y
adversidades faltar e salir viles.
Pues ¿quál será la
donzella de tan poca discreción que se llegue a tal partido,
que siéndole todos estos inconvenientes manifiestos, y que su
amor ha de ser descubierto, que escoja y elija antes de dalle al
esforçado o al liberal que al sabio? Ninguna creo que aya
desta condición. E por esto mi parescer es que se ame antes el
sabio que los otros dos. E assí lo determino.
Pues ha podido el saber
toda la tierra regir
más que tierra ni poder
ni liberal despender,
éste se ha de elegir.
Pues luego qualquiera dama
qual amor la enciende o llama
de tres el sabio discreto
ame lo que más perfeto
para no perder su fama.