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Capítulo LXVI: De cómo el almirante y Laterio acordaron de buscar a don Félix, su señor, y del medio que para ello tomaron.

Ya avía ocho o diez días qu’el almirante se avía dado a conoçer quando un día, estando platicando con Laterio, le dixo:

-¿Sabéys, señor, qué me pareçe que se devría hazer para que supiéssemos si don Félix es venido en Inglaterra, o para que sepamos su venida assí como venga? Una diligencia que se me figura que podría mucho aprovechar, si os pareçiere, y es aquésta: en estas dos naves que comigo vinieron avrá hasta ciento y cinquenta personas, entre las quales ay más de la mitad que son cavalleros y hidalgos y otros hombres de bien y de fecho. Y cada uno d’estos conosçerá muy bien a don Félix si lo vee como vos, señor, o yo. Éstos devrían de ponerse de dos en dos por todos los puertos y lugares de la costa d’esta ysla; y que, como han de comer en las naos o en donde estovieren, que coman donde les mandaremos que estén. Y si algunos días o tiempo passaren sin que sepamos nueva de don Félix, recogeremos esta gente y yo y ellos tornaremos a la mar a buscarle, o a morir en ella; porque yo no he de tornar en Constantinopla, ni Dios lo consienta, sin saber qué ha hecho Dios de don Félix, mi señor.

Muy bien le paresçió a Laterio lo que el almirante dezía, y assí le respondió:

-Señor, bien paresce que vuestras palabras son de quien soys, y muy bien es que se ponga en obra lo que dezís. Mas, pues Dios aquí os truxo y os avéys dado a conoscer a estos señores y a la princesa, razón es que se les dé parte d’esto y de todo lo que hiziéredes. Y esta noche nos yremos a palacio y se podrá consultar este paresçer; y, consultado, pongamos todos en obra lo que allí se acordare.

Mucho se satisfizo el almirante del acuerdo que tomava Laterio, y así lo hizieron la misma noche. Y lo consultaron con todos aquellos señores y señoras, y todos se conformaron con lo qu’el almirante dezía, y le dieron las gracias por su cuydado.

Y luego se hizo una memoria de todos los puertos y abras y calas de mar que en las costas de toda la ysla avía. Y assí dixeron qu’el almirante nombrasse de los que con él venían los que le paresciesse que sería bien qu’estoviessen en cada parte. Y así los nombró, y el rey dio sus cartas para que en todos aquellos lugares se les diesse muy largamente todo lo que oviessen menester. Y el mismo almirante y Laterio también quisieron ser de los que fuessen a buscar o esperar a don Féliz en uno de aquellos puertos, como se ha dicho. Y luego el siguiente día lo pusieron en obra, y salieron de Londres para esto.
 

Capítulo LXVII: Cómo el almirante tomó cargo de yr al puerto de Antona y Laterio se puso en Dobra, y los otros cavalleros y gente de los griegos en otras partes.

Acordado que aquella gente que venía con el almirante de Constantinopla se pusiessen en aquellos puertos y partes donde navíos pudiessen venir en toda la costa de la ysla, Laterio tomó cargo de residir en Dobra, y el almirante se fue a Antona; y otros se pusieron en Falamva y Emplemva y Cornualla, y en las yslas de Sorlinga, y en todas las otras partes que les paresció.

Y cuando el almirante llegó a Antona, yva con determinación de estar allí dos meses, y otro tanto avía cada uno de estar en los otros puertos que les cabía, y en fin de los dos meses se avían de recoger en Londres para tornar a navegar en /62-v/ esta demanda hasta ver el fin d’ella, o de las vidas de todos. Porque ninguno d’ellos avía sin este propósito, como muy leales cavalleros y criados de tal señor. Y pareçe que quiso Dios, como adelante se dirá, que en pago de los trabajos qu’el almirante avía sofrido, qu’él fuesse el que primero viesse a don Félix, y el que primero fuesse consolado, de todos los que avían salido con él de Constantinopla.

Mas bien avía ya cinco o seys días que don Félix estava en aquel puerto quando el almirante allí llegó; y como salió algo mal dispuesto de la mar quiso estarse allí por se rehazer de fuerças antes que a Londres fuesse. Y acaso oyó hablar lo que avía passado sobre la preñez de la princesa y, como lo avía oýdo a diversas personas y gente de poca calidad, cada uno lo dezía de su manera, y en algún cuydado le tenía puesto hasta saber cómo avía passado aquello.
 

Capítulo LXVIII: De cómo el almirante topó con don Félix, su señor, y lo conosció, y de lo que entre am[b]os passó en esta primera vista.

Salía el almirante passeándose por la costa de la ma[r] (37) solo, sin compañía de persona ninguna, mas muy acompañado de cuydado y tristeza y con mucha causa, porque no sabía de su señor ni lo que avía de hazer de ssí. Y acaso vido passear un mançebo de muy buena dispusición, vestido como marinero, y parescióle ta[n]bien que puso mucho los ojos en él, y figurósele que llevava meneo de persona para más qu’el ábito que llevava. Y llamóle a alta boz, porque passó algo apartado d’él, y díxole:

-¡A, señor, no os apartéys de los griegos!

Y dixo aquesta palabra sin pensar en ella, sino que la abundancia de lo que estava en el coraçón y en su pensamiento la truxo a la lengua. Y en esse punto el mançebo se detuvo, que no dio passo, y en la ora los ánimos les començaron a dar mucho sentimiento en los pechos. Y la sangre se reconoçió y, sin hablar palabra, don Félix se fue al almirante los braços abiertos; y el almirante, hincado de rodillas, le besó muchas vezes las manos.

Y con estremada alegría se sentaron en la costa a departir, y cada uno d’ellos sumariamente dixo al otro todos sus trabajos y peregrinaciones; y cómo el almirante, en la relación de su vida y viaje, fue discurriendo hasta dezir cómo ya era conocido de la princesa y del rey, y de todos ellos, y de cómo avía hablado a Laterio; y assí mismo le contó cómo havía suçedido lo de la acusación de la princesa y cómo un cavallero, que no sabían quién era, la avía librado de la muerte; y cómo havía parido un hijo que avían llamado Liporento; y de cómo avían determinado el almirante y los otros cavalleros griegos y Laterio de aguardarle en todos los puertos de aquel reyno hasta dos meses; y, aquéllos passados, bolver a la mar a le buscar. Y en fin de todo le hizo relación cierta, aunque breve, porque el almirante no veýa la ora que llevar a don Félix a Londres, a dar a la princesa el gozo que con su venida havía de sentir.

A /63-r/ todo esto don Félix estuvo muy atento y con mucho plazer lo oyó. Y también dixo él lo que le havía acaescido después que en la mar se perdió, y luego dixo:

-En verdad, almirante, señalado bien me ha fecho Dios en veros bivo, porque yo no pensava que vos ni ninguno de los que comigo salistes de Constantinopla lo érades, y de todos he tenido la congoxa que era razón, y de vuestra persona muy mayor, porque avía muchas causas para ello. Sean dadas gracias al muy alto Dios, pues assí le ha plazido.

>> Yo llegué a este puerto cinco días ha, y no he partido para Londres porque me he hallado muy cansado de la mar, y quise estarme aquí desconoçido por hazer exercicio y convalescer, y a esto venía agora por esta costa. Mas lo que avemos de hablar en el lugar para ordenar nuestro camino hagámoslo agora. Dezidme, almirante, dónde está Laterio; porque yo querría qu’él, o vos, dixéssedes a la princesa y al rey y a la reyna qu’estoy fuera de la mar en éste su reyno con dos o tres renglones de mi mano que vos o él llevásedes. Porque, si sin hazer esto yo fuesse y súbitamente me viessen, no tengo en duda sino que podrían morir de gozo, como ya ha acaecido a algunas personas que dessearon ver lo que amavan y, venido a desora, en tanta alegría se transportaron sus coraçones que pudo causarles la muerte. Y después que yo aya escripto partiréme luego tras la carta para Londres, por darles lugar a que poco a poco comiençen su alegría y no pueda haver en ella el inconveniente peligroso que he dicho, si de sobresalto les viniesse.

El almirante le dixo:

-Señor, bien paresce el amor grande que tenéys a Laterio, que os acordastes que sería bien que él diesse esta buena nueva a la princesa, mi señora, y sin dubda Laterio os tiene bien servida y mereçida essa buena voluntad. Mas, pues él está en Dobra y en le llamar se perdería tiempo, o en yros por allí se rodearía camino; y si le embiássedes la carta para que desde allí se fuesse con ella a Londres, él no podría hablar en vos como testigo de vista, si vuestra merçed fuere, querría que vos pluguiesse hazerme dino de tal mensaje; o sedlo vos, que será hazerme más merçed, porque cada ora de las que passaren después que la princesa, mi señora, sepa vuestra venida, se le hará un año. Y un paje que tengo aquí comigo podrá yr a Dobra a llamar a Laterio, o embiarle un mensajero con otro renglón de vuestra mano.

Y de todo lo qu’el almirante dixo holgó mucho don Félix. Y como quedaron de un parescer para que assí se hiziesse, se fueron a la possada del almirante, y allí dexó las ropas de marinero y se vistió de las qu’el almirante tenía. Y luego pusieron en efecto su partida. Y don Félix no quiso qu’el paje fuesse a llevar la carta a Laterio, porque era aquel moço griego, y avíase hallado con el almirante en todos sus marineros trabajos; antes quiso que se quedasse con él para yr preguntándole lo que les avía acaescido. Y desde allí de Antona embiaron un correo a Laterio con una carta de don Félix, y el almirante se partió luego con otra para la princesa. Y don Félix se puso en camino tras él en la misma ora, solamente con el paje.
 

Capítulo LXIX: En que dize lo que se contenía en la carta que don Félix escrivió a la princesa, haziéndole saber su venida y cómo yva de camino para Londres.

La carta para la princesa

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"Ninguna fortuna ni tiempos contrarios ni grandes números de trabajos, que por mí han passado después que partí de Londres, han sido tan bastantes que me apartassen un momento de pensar en vos y en la pena que mi ausencia os ha dado, que ésta ha sido la mayor que yo he tenido en la mar y en la tierra. Y si por las adversidades que he passado pudo mi ventura llegar a tomar puerto donde se me certificasse la esperança de veros tan presto, no se atribuye a mis méritos, sino a vuestras oraciones y a las del rey y la reyna, mis señores, y del gran sacerdote, mi señor tío, cuyas reales y reverendíssimas manos yo beso. Y por no perder tiempo ni passo del camino que llevo a veros a todos, ni escrivo a sus altezas y señoría, ni ésta es más larga; porque también me pareçe qu’es ofensa grande la que os haría si en más de dar prisa a mi camino me ocupasse".
 

Capítulo LXX: En que dize lo que se contenía en la carta que don Félix escrivió a Laterio.

"Amigo primo Laterio:

El almirante de Constantinopla, que el mismo deudo me tiene, me halló en este puerto de Antona, donde ha cinco días que llegué, muy cansado de la mar y trabajosa vida d’ella; y él se parte en este punto a la princesa con una letra mía, y yo me voy tras él. Supe que hazíades penitencia en Dobra esperándome; por amor mío que, vista aquesta, os vays derechamente a Londres, y no curéys de atravesar caminos a buscarme, porque yo yré tan presto como vos a la ciudad, donde cada uno dirá su peregrinación. Yo estoy bueno y he avido estremo plazer de saber que lo estáys, y assí le huve con oýr qu’el almirante y vos os oviéssedes conosçido antes que yo viniesse, porque la princesa avrá avido con él alguna ora de descanso entre tantas de su pena".

Capítulos LXXI-LXXV