Capítulo XLVI: Cómo el Cavallero de la Rosa habló en secreto al rey y a la reyna, y a sus padres, y se dio a conoscer a la reyna y a la duquesa.
Passados tres días que duravan las fiestas d’estos matrimonios, que en el capítulo susodicho se dixeron, el Cavallero de la Rosa dixo al rey y la reyna una noche que delante de Ponorio y de la duquesa les quería dezir otro casamiento. Y que para aquello, si su voluntad era, se retruxesse en su cámara en tanto que era hora de cenar y dançavan los cavalleros y las damas. Y luego el rey y la reyna, y Ponorio y la duquesa, padres del Cavallero de la Rosa, se retruxeron con él, y mandaron que se quedassen en la fiesta todos los otros príncipes y señores y damas, y no dexassen de dançar.

Y desque quedaron todos cinco solos, el Cavallero de la Rosa dixo a la reyna y a su madre que le diessen la mano, diziéndoles quién era; hasta estonces ni después no se sabe que padres con hijo con tanta razón holgassen ni tamaño plazer sintiessen. Es escusado dezir las piadosas lágrimas y besos de la madre y de la reyna, su tía, y las otras cosas que allí passaron. Solamente haze al caso de la historia que se sepa que el Cavallero de la Rosa les amonestó otra vez al rey y a Ponorio, su padre, lo que les dixo quando se les dio a conoçer para que no le descubriessen. Y assí mismo le pidió y encargó a su madre y a la reyna, diziéndoles muchas causas que le movían a esto. Y después que más de dos horas estovieron en aqueste plazer retraýdos, se tornaron a salir fuera, y cenaron todos juntos. Y quando ya fue ora, el Cavallero de la Rosa se despidió para se yr al monesterio, porque nunca quiso possar en otra parte.
 

Capítulo XLVII: Cómo se partió el Cavallero de la Rosa sin se despedir del rey ni de otra persona ninguna, ni llevó compañía, y de lo que suçedió en su partida.

Passado aquel día que el Cavallero de la Rosa se dio a conoçer a su madre y a la reyna, luego el siguiente escrivió una carta para la princesa de Inglaterra y otra para Laterio, el qual no estava sano para yr con él. Y diólas al prior en secreto, y díxole que, quando viesse que Laterio estava muy bien sano y rezio para caminar, que le diesse aquellas cartas, y le dixesse que pusiesse el recabdo que d’él confiava en aquello que le dexava por su carta ordenado.

Mas, porque passe la historia a dezir lo que acaesció en su camino al Cavallero de la Rosa, se dirá primero lo que contenían las cartas que para Laterio y la princesa quedaron escritas en poder del prior, como es dicho:

Carta para Laterio

"Amigo: yo quisiera veros en dispusición que pudiera levaros comigo; y porque no pu[e]do más detenerme, fue forçado que yo me partiesse sin vos, lo qual siento mucho, por la soledad que me ha de ha- /48-v/-zer vuestra persona y discreto consejo, y en esto veréys que no se pudo hazer otra cosa. Por amor mío que, como podáys caminar sin peligro de vuestra salud, os vays a la princesa, mi señora y vuestra, y consoladla y servidla, y certificadla que, si la muerte o prisión no me detienen, que muy presto os veré a entr’am[b]os. Y besad las manos al rey y a la reyna, mis señores, y al reverendo señor, el gran sacerdote, de mi parte, y dadles cuenta de todo lo que hasta mi partida de aquí nos ha subçedido; y que tenga cierta confiança que, pues Dios me hizo dino del Espada Venturosa, que he de ser venturoso con ella, y darles mucho descanso, y servirles todas las congoxas que mi ausencia les ha dado y diere. Y no recibáys pena por mi partida, porque es para más acrescentamiento de mi buena fortuna".

La carta de la princesa

"No gastara más tiempo en hazer esto si no pensara que Laterio os ha de dezir de mí lo que yo no sabría tan largamente escrevir, porque, como testigo de vista y tan amado deudo, podrá certificar mis trabajos y los suyos, y también mi buena andança. Yo me parto de aquí porque, para yr a esse rey, no es menester que ponga en efecto lo que por mí ha de passar antes que a Londres torne. No tengo qué dezir, porque el breve espacio que la necessidad de mi partida me dio para esto no lo permite. Mas básteos que la mayor pena que he tenido y espero es vuestra ausencia y, cessando ésta, cessarán todos mis trabajos. Y entre tanto, suplico a la señora Lucrata que no cessen sus oraciones en mi memoria, pues yo nunca la perderé para acordarme quánto le devo. Al rey y a la reyna, mis señores, quisiera escrevir, si pudiera; y pues no se haze, crean que no pudo ser ni será possible que yo me desacuerde que son mis señores y padres. Y esto mismo podéys, señora, dezir al reverendo gran sacerdote".
 

Continúasse el dicho capítulo XLVIII, en que tracta de lo que Dios hizo del Cavallero de la Rosa después de escritas estas cartas.

Así como el Cavallero de la Rosa ovo escrito estas cartas, él las dio al prior del monesterio, y anduvo por una huerta passeando con él, encomendándole que rogasse él y los otros religiosos de la casa por él. Y el prior se lo prometió, y assí lo hizo dende adelante. Y el prior se quedó en la huerta, y el cavallero se salió de la casa a una floresta que estava junto al monesterio, y no muy apartada de la mar. Y estando allí solo, llegó a él un hombre anciano con una barba muy crescida, blanca como la nieve, y le dixo:

-Vamos si te plaze, que es tarde.

Y luego, sin le responder, se salió con él de la floresta, assí como estava ceñida su Espada Venturosa. Y, según lo que después suçedió, ya este mismo hombre le deviera aver hablado otra vez porque, al tiempo que ellos guiavan hazia la mar, aquel hombre dixo:

-Alarguemos el passo porque, desde que denantes os hablé, ha crescido la mar mucho espacio, y es agora muy buen tiempo para enbarcarnos.

/49-r/ Y el Cavallero Bravo acaso se avía salido a passear, y llegó tan cerca d’ellos que oyó estas palabras, y cómo el Cavallero de la Rosa dixo:

-¿El tiempo es próspero, o es demasiado el viento?

Y el hombre tornó a dezir:

-No, señor, sino como es menester.

Y no oyó más palabra. Y como conoçió al Cavallero de la Rosa y le oyó dezir estas palabras, alargó el passo y llegó al tiempo que ya el Cavallero de la Rosa estava metido en un batel, y se apartava de tierra para yr a una nave que estava algo apartada de la costa. Y a bozes le començó a rogar que le llevasse con él. Y el Cavallero de la Rosa le dixo:

-Amigo, por el amor que me tenéys os ruego que persona de vos no sepa que me habéis visto, y que os váys a Inglaterra, que yo os veré presto en aquella corte, con ayuda de nuestro Señor.

Y, diziendo esto, se apartó tanto el batel que no pudo entender otra palabra; pero paróse, y estuvo quedo allí en la costa, y vido cómo entró en la nave. Y en esse punto se hizo a la vela, y en poco espacio de ora, como el tiempo le era favorable para su navegación, la perdió de vista. Y el Cavallero Bravo se tornó al monesterio muy triste, pero no dixo a ninguno lo que avía visto.

En mucho dolor y tristeza quedaron todos los amigos del Cavallero de la Rosa después que le echaron de menos, y muy maravillados de su arrebatada partida.

Mas, porque es tiempo perdido ocupar la historia en más, de lo que procedió de aquel viaje del Cavallero de la Rosa dize que dende en tres días después que se embarcó en aquella costa de Albania en el mar Arquinio, alias Jonio, que ahora se llama Adriático, aportó a la ysla triangular que modernamente se llama Secilia, y allí se apeó en tierra, y salió solamente con el susodicho hombre anciano que por él avía ydo a Albania. Y am[b]os se fueron a una ermita donde avía otros tres monjes assí ancianos, compañeros de aquél, y aún de más edad. Y aquella noche le ospedaron muy bien y le dieron muy bien de cenar. Y antes que se acostasse, todos quatro se fueron a la cámara del Cavallero de la Rosa, y le dixeron la causa para que le avían fecho venir.
 

Capítulo XLIX: De lo que los quatro nigrománticos dixeron al Cavallero de la Rosa, y lo que él les respondió.

Estos quatro monjes, o más propiamente nigrománticos, se llamaban Osbal, Nostrendo, Baldoc, Pastondo; los quales gran tiempo avía que estavan en compañía, y eran dotíssimos en todas las artes, y principalmente grandes estrólogos y nigrománticos y un[i]versales (33) en todas ciencias. Y con ellas avían alcançado grandes secretos y, queriendo saber quál era el mejor cavallero del mundo, hallaron que era aqueste que tenían por huésped, y por tal embiaron por él. Y le dixeron:

-Amigo, nosotros somos de diversas partes, porque Osbal es de Arabia, y Nostrendo es griego como tú, y Baldoc es de la parte más última al meridión, y yo me llamo Pastondo, y soy natural de las yslas de Sorlinga, cerca de Inglaterra, donde, pocos tiempos ha, tú heziste muchas proezas y cavallerías. El más mançebo de nosotros passa de dozientos años, puesto que en el aspecto parezcamos de menos de cada ochenta. Mas en esto suple nuestro arte las ru- /49-v/ -gas de la senetud. Enamorados los unos del saber de los otros, y cada uno de nos de los otros tres, procuramos de juntarnos puede aver cinco años, y la dulcedumbre de la conversación nuestra nos ha tenido este tiempo en compañía y amistad.

>>Y porque agora, después que de aquí te partas, cada uno de nos yrá su viaje y no nos tornaremos a ver tan presto, acordamos de hazerte venir aquí. Y para esto tomó la mano nuestro amigo Osbal, que fue por ti y te truxo para que te avisemos de algunas cosas que por ti han de passar, y de otras que te deves guardar, y te consejemos cómo te as de conservar.

>>Quien nos movió a hazer esta gentileza contigo fueron los ruegos de Nostrendo. El qual, por ser aficionado a tu persona y condoliéndose del imperio de Grecia, el qual está aparejado para se perder; porque Grefol, emperador de Constantinopla, hermano de Ponorio, tu padre, tiene un hijo que ovo en una religiosa de la orden de Baco, que se llama Balderón; y tiénelo por suçessor del imperio a causa que esta monja, llamada Crispia, es una de las personas que oy más saben en el mundo en nuestro arte; la qual ha hecho tan doto al emperador que casi sabe tanto como ella. Y demás d’esto, la floxedad de Ponorio, tu padre, a quien de derecho viene aquel estado (y a ti, después de sus días), son ocasión para que aquel señorío pueda quedar en possessión de quien no le perteneçe. Y por hazer señalado bien a Grecia y a ti, pues aquello es tuyo, nos ha rogado que todos quatro entendamos en hazer que no lo pierdas. Porque, según el gran poder del emperador, y el mal aparejo que tú ternás para lo cobrar sin nuestro favor, si una vez, después de los días del emperador, se apodera del estado Balderón, es menester que la Fortuna y estos señores, y yo con ellos, te demos la forma.

>>Y es aquesta: el mismo emperador Grefol es uno de los más doctos en nuestro arte que oy biven, a causa de lo que le ha enseñado Crispia, y tiene un anil[l]o hecho por tal manera que quanto contra él se ordena, luego que lo mete en la boca le es revelado, y con esto ha podido proveer con tiempo en grandes cosas y conjuraciones que contra él se han fecho. Y él sabe que nosotros quatro sabemos este secreto, y no otra persona, y que bastaríamos a hazer otro que a aquel suyo quitasse la virtud, y en el que nosotros hiziéssemos se passasse. Y conosce que cada uno de nos por sí no bastaría para esto. Y d’esta causa ha gastado mucho en avernos a las manos si pudiesse, mas no le ha aprovechado.

>>Y demás d’esto, tiene un espejo en que todos los días del mundo se mira, y conosce todo lo que aquel mismo día le ha de acaescer. Y tiene otra cosa, que es más que todas: que ninguno le puede vencer a él ni su hijo, sino quien matare al Gigante de la Ysla Prieta, la qual ysla se llamó después Euboya, y agora al presente se dize Nigroponte. Es este gigante tan fuerte y tan poderoso que no bastan mill cavalleros a resistirle una hora.

>> Todo esto han sabido ordenar y guiar por su arte el emperador, tu tío, y su Crispia. Mira, don Félix, si quien te diere todas estas impossibilidades subjectas, si les serás en cargo; y porque no pienses que te lo queremos encareçer, bástanos a nosotros conosçer que nos lo agradeçe Nostrendo. Esta noche todos haremos el anillo que primero dixe. Y también se dará orden cómo ayas el espejo y venças al gigante para que puedas adquerir después el imperio. Y aún con todo esto has de sofrir muchas fatigas, pero en fin tú serás contento y conseguirás tus deseos.

El cavallero les dio las gracias como persona que muy bien sabía hazerlo, y les dixo:

-Señores, tan larga liberalidad como la que comigo usáys, visto está que la entera bondad de cada uno de vosotros la obra, y no mis méritos. Mas, si mi desseo queréys reçebir por parte de lo que os devo, pues /50-r/ tanto sabéys y alcançáys, conoscido le devéys tener para pensar que, como cavallero, no faltaré, aviendo oportunidad para serviros estas merçedes, y muy mejor lo sabré hazer que sé ofrescéroslo. Y por esto no quiero dezir más, sino que, pues aquí me avéys traýdo, que como en cosa vuestra hagáys y ordenéys todo lo que os paresciere, que yo no saldré de vuestro mandamiento.

Dicho esto le tomó de la mano Nostrendo y le dixo:

-Andad acá, señor, y yréys a cenar, que aquestos señores bien os conosçen, y saben qué soys para hazer y dezir. Dexad a ellos y a mí el cuydado de vuestras cosas.

Y sacó de allí al Cavallero de la Rosa, y metióle en una cámara muy mejor aderesçada y entoldada que en Londres se la diera la princesa, su esposa. Y dexóle sentado en una silla, cerca de una muy rica cama, y delante puesta una mesa con dos candeleros de plata, y al cabo de la cámara avía un muy gentil aparador de plata. Y salióse, y quedó el cavallero allí solo.

Y desde a muy poco espacio entró un gentilhombre como mastresala, una caña en la mano y una tovalla en el ombro; y detrás d’él seys damas muy hermosas, la una con los manteles y la otra con aguamanos, y la otra traýa un salero y cuchillos, y la otra un pañizuelo entre dos platos, y la otra traýa un plato grande con pan. Y con muy gentil cortesía y reverencia, cada una d’ellas començó a servir sin que ninguna ni el mastresala hablassen palabra. Y luego tornaron por el manjar, y cada una d’ellas truxo diferenciado el potaje o fruta, o cosa que traýa. Y desque lo tovieron puesto en la mesa quedaron dándole de cenar el mastresala y la que cortava, y las otras cinco començaron a cantar como sendos ángeles, recontando en lo que dezían todo el processo de la vida del Cavallero de la Rosa desde que él naçió hasta en aquel estado y punto qu’él allí estava. Y, dicho esto, se salieron de la cámara. Y nunca más parescieron, ni el cavallero las vido.

Pero luego entraron otras seys muy más hermosas y apuestas que las primeras, y la una d’ellas tomó los cuchillos a la que cortava. Y aquella se fue de la cámara, y quedaron aquellas seys que a la postre entraron, y acavaron de darle de cenar. Y quitáronle los platos primeros, y diéronle otros, a vezes con manjares desabridos y otros amargos, y otros de mejor sabor. Y al fin de la cena le dieron muchas cosas muy aplazibles al gusto, y que le sabían mejor que quanto jamás avía comido. Pero ninguna de aquestas seys damas habló palabra. E como ovo acabado de cenar el cavallero, levantaron la mesa y, una a una, le abraçaron y besaron y, sin dezirle palabra, le hizieron gran reverencia y se salieron, y el mismo mastresala con ellas. Y el Cavallero de la Rosa les hizo también su cortesía, y no les dixo palabra, y tornóse a ssentar.

Y desde a muy poco espacio entraron todos quatro nigrománticos en la cámara, y Nostrendo le dixo:

-Cavallero, nosotros vamos a nuestro apossento. Y para que durmáys más descansado, ved aquí una sortija que todos avemos hecho; la qual es la que teníe el emperador, vuestro tío. Y desde aquesta ora que es fecha ha privado de la virtud a la suya, y la tiene aquesta apropiada en sí. Y veys aquí otra sortija, que tiene tal propiedad que si, en despertando cada un día dentro de una ora después que recordáredes, la ponéys a par de essa otra en el mismo dedo que ess’otra truxéredes, no podrá el emperador, aunque se mire en el espejo que tiene, conosçer lo que aquel día le oviere de venir.

>>Y para que venga a vuestro poder aquel espejo, avéys de sacar al gigante de la Ysla Prieta quando le matáredes la lengua, y llevarla con vos. Y desque seáys salido de aquella ysla, quemáresla en un gran fuego. Y después que fuere del todo des- /50-v/ -fecha, matarés el fuego, y entre las cenizas se hallará el espejo, el qual en vuestro poder terná muy más entera virtud que agora tiene. Y para que podáys vençer al gigante os concedió Dios la Espada Venturosa, porque con otra ninguna no le puede nadie vencer.

>> Pero avéys de tener aqueste aviso: que nunca jamás le hiráys de punta, porque este gigante tiene tal propiedad que ninguna arma que le dé con la punta queda sin quebrarse. Y para que os conservéys os damos por consejo que nunca fiéys vuestras armas de persona que tengáys en vuestro servicio y compañía, si no fuere Laterio, vuestro amigo y criado, y porque el emperador trae siempre armada guardando la ysla porque no vaya a pelear con el gigante quien a él le ha de vençer, porque sabe, y es assí, que, si dentro d’este año no le vencés y matáys vos o otro, que después él queda seguro y su hijo, y suçessores en el estado.

>>Nosotros queremos que de todos estos inconvinientes salgáys, y para esto dezimos que, quando halláredes una caravela semejante a la que aý os truxo, que entréys en ella, y llevaros ha seguro a la Ysla Prieta, porque, de otra manera, no la veríades jamás. Esto y muchas otras cosas passarán por vos, y nosotros ternemos cuydado de mirar por vuestra persona, aunque estemos lexos.

>>Reposad agora, que para esta noche basta lo que está dicho y hecho. Y porque no tengáys pena pensando en la manera de como avéys cenado, y en las damas que os han servido, sabed que aquellas mugeres son las doze bozes de vuestra fama. Las seys que hablaron y dixeron lo que por vos avía passado hasta aquel punto y tiempo en que las oýstes son las cosas passadas; y las que no hablaron son las que han de escrevir y cantar lo que suçediere de aquí adelante en toda vuestra vida; y porque no tenían aún qué dezir en lo venidero, callaron.

Y dicho aquesto todos quatro le saludaron, y el Cavallero de la Rosa a ellos. Y los nigrománticos se salieron de la cámara, y el cavallero quedó solo. Y desde a muy poco espacio vino un paje, y le dio paño y peyne, y lo descalçó, pero no le habló palabra, ni el cavallero a él. Y acostóse en la cama que antes se dixo, y el paje se llevó las velas, y no quedó claridad ninguna en toda la cámara.

Hase de notar que, al tiempo qu’el nigromántico le dio las dos sortijas y le dixo todo lo que es dicho en presencia de los otros tres compañeros, le dixo:

-No nos deys re[s]puesta, que no la queremos esta noche, que es tarde, y ora que no gastéys tiempo en palabras, sino en vuestro sueño.

Y assí se salieron, como es dicho.
 

Capítulo L: De lo que al día siguiente el Cavallero de la Rosa hizo, y dónde se halló otro día, y a dónde y cómo se fue desde allí.

Bien pensó el Cavallero de la Rosa que avía de amanescer donde se acostava, mas no fue assí. Porque, assí como fue de día y él abrió los ojos, se halló al pie de un muy alto monte, orilla de un río. Y de la otra parte del río veýa a bien lexos una población grande. Y hallóse tan confuso y espantado que no sabía qué hazer de sí. Y como era muy sabio, no le faltava sufrimiento para esperar sus pensamientos y guiarlos con cordura, y dezía entre sí:

-Ya aquellos quatro hombres me avisaron y dixeron que eran nigrománticos; y, pues esto me descubrieron, ningún engaño me han fecho, si en lo demás me dixeron verdad. Las sortijas que me dieron yo las tengo en la mano, y éstas no son de sueño, sino de oro, y ningún prescio tienen si valen para lo que me dixeron. Pues, si no es aquesta tierra Secilia, como ellos dezían, a donde desembarqué de aquella caravela, sea la tierra que la Fortuna quisiere; que, confiando que aquí tengo comigo en la cinta la Espada Venturosa, ¿qué me puede /51-r/ suçeder que yo no lo comporte? Si de aquesto que por mí ha passado y aquellos quatro mágicos me ofrescieron sale y se cumple con verdad, no a ellos, que por ventura de embidia de saber de Crispia y del emperador se movieron, devo yo las principales gracias, ni las doy, sino a aquel sólo Dios poderoso de quien resulta todo el poder y el saber; el qual creo yo que los constriñó y hizo que me industriassen con el mismo arte que el emperador, mi tío, usa para usurpar y transpassar en Balderón mi ligítima suçessión, para que con aquella misma, mediante y principalmente el divino favor del mismo Dios que crió el Cielo y la Tierra, y de quien todas las merçedes proceden, yo pueda adquerir lo que de derecho me perteneçe. Y esto es lo que yo creo más, y en quien más cierta esperança tengo.

Y hincado de rodillas, puestos los ojos en el cielo, hablava y dezía y ymaginava lo que es dicho. Y después que con mucha devoción hizo a Dios oración, començó a andar, paresciéndole que ni por estarse allí ni en yr adelante se aventurava nada. Y guió hazia aquella población que veýa. Y tanto le parescíe que se apartava quanto más andava, a causa que el camino era muy fragoso; y como eran las primeras leguas que él anduvo a pie, hazíasele de mal.

En fin llegó a una barca donde estavan dos hombres, y preguntóles que qué población era aquélla que se veýa de la otra parte del río. Y ellos respondieron:

-¿De dónde venís vos, que no lo sabéys?

Y él calló, que no les dio re[s]puesta. Y los varqueros le tornaron a dezir si quería passar, que ellos le passarían; mas que mirasse cómo yva. Y el Cavallero de la Rosa les dixo que por qué lo dezían, y los varqueros le dixeron que pasasse, y adelante se lo dirían. Y luego tornaron a dezirle:

-¿Cómo no sabéys vos que es aquésta Secilia, donde el emperador de Constantinopla, cúya es, tiene mandado que ningún estrangero entre sin que sea preso y se lo lleven a donde está?

E estonces dixo el Cavallero de la Rosa:

-Pues luego a mí no me prenderán, que natural soy de aqueste reyno.

Y los varqueros dixeron:

-Pues passad en buena ora, que no os dirá nadie ninguna cosa si vos soys de la ysla.

Y luego se metió en la barca y pasó de la otra parte. Mas no se ovo apartado del río un tiro de vallesta quando llegaron seys de cavallo y lo prendieron, y lo bolvieron por otro camino, y lo llevaron a la ciudad de Lantería, que agora se llama Meçina, y lo pusieron en la cárcel pública.

Todo esto era a causa que el emperador sabía por su arte que quien le avía de destruyr y quitar el imperio que avía de venir a Secilia aquel año, y por esso tenía mandado que ninguna persona que entrasse en la ysla dexassen sin le embiar luego a Constantinopla, que a la sazón se llamava Bisancio. Y quando prendieron al Cavallero de la Rosa ya avía descabeçado el emperador más de mil hombres que desde aquella ysla le avían embiado presos en aquel año, y a ninguno de quantos le llevavan perdonava con la vida.

Capítulos LI-LV