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Resumen |
Este artículo examina el estado de la cuestión sobre la magia y la brujería en La Celestina. Lo hace centrándose en un muy sintomático silencio: el silencio alrededor de la intervención seminal de Silvia Federici sobre el asunto en su ya clásico Calibán y la bruja, silencio que en mi opinión no desmerece el calificativo de escandaloso. Sostengo que la obra maestra de Fernando de Rojas no puede ser propiamente evaluada sin prestar completa y escrupulosa atención a los complejos procesos históricos que subyacen a las dinámicas de caza de brujas en la baja Edad Media. La caza de brujas no es un fenómeno religioso o incluso un fenómeno político, o (para ser más precisos) es un fenómeno religioso y un fenómeno político solo en la medida en que participa del más amplio panorama de la acumulación primitiva durante la transición del modo de producción feudal al modo de producción capitalista. Culpando obsesivamente a la Iglesia católica y a sus aparatos represivos (i.e., la Inquisición), la crítica liberal menoscaba este simple hecho. En mi cuestionamiento de esta tendencia hermenéutica, originalmente apadrinada por José Antonio Maravall en los sesenta y seguramente hegemónica hoy, muestro cómo La Celestina no puede entenderse sino como un testimonio nostálgico de la no tan lejana economía medieval del procomún. [Resumen del autor] |
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