Relación que hizo el Doctor don Lope de Ysasti [...] acerca de las maléficas de Catabria
Relación de sucesos
1618
Julio Caro Baroja, 1933
joven bruja
Bruja
En algún lugar de Guipúzcoa, que no se detalla, un saludador señaló como bruja a una joven de familia honrada, quien, ante el sacerdote, negó la veracidad de esta acusación. Sin embargo, exhortada por una amiga suya (pues si no confesaba, iría al infierno), decidió personarse nuevamente ante el cura del pueblo y relatar la verdad: ella fue iniciada en la brujería por un hombre navarro, que la tentó dándole una manzana y la llevó a un campo en el que, durante tres noches, guardó junto a otras muchachas un rebaño de sapos. Allí los asistentes se cubrían con máscaras, se entretenían básicamente bailando y cuando comenzaba a amanecer, todo se hundía de repente y ella era llevada a la misma cama de la que había sido arrebatada antes. Despúes de ese tiempo (tres noches), no regresó jamás al aquelarre, ya que el brujo fue apresado por la justicia.
Ni siquiera tenía la marca diabólica, dado que abandonó enseguida las prácticas brujeriles.
Este relato es muy interesante porque da cuenta, por un parte, de la visión popular del aquelarre, que viene a ser en casos como este una fiesta de máscaras con particular importancia de la danza, poco más; y, por otra, de detalles relativos a la marca diabólica, un motivo relevante en el campo de lo brujeril, pero sobre lo que muchas veces es difícil encontrar información.
Dos hechos destacan en esta historia: 1) un saludador reconoce a la bruja, aunque se indica posteriormente que no porta ninguna señal (podría darse el caso de que el saludador pudiera ver otra marca que podían exhibir las brujas en la niña del ojo izquierdo, muy difícil de detectar); 2) se hace hincapié en el hecho de que la muchacha no quedó señalada (pues el resto de brujos y brujas que sí se dedicaban a estos menesteres de manera prolongada quedaban marcados en algún lugar de su cuerpo; de modo que la creencia en este herraje estaba bastante extendida).