En el libro III, Discurso V, Lancre trata de verificar que puede nacer descendencia de la unión entre una mujer y un demonio. Por ello cuenta la historia (de un carácter maravilloso indiscutible, pero que no hace que el autor la tome en menos consideración) de un joven que llegó en una misteriosa barquilla, cuando varios príncipes se hallaban reunidos en un palacio de la diócesis de Colonia, junto al Rin. De la barca tiraba una cigüeña que estaba atada a ella por una cadena de oro. El muchacho, soldado, desembarcó y posteriormente se casó con una mujer de la zona y tuvo con ella varios hijos. Al cabo de un tiempo, regresó la barca, del mismo modo en que un día había llegado por vez primera, y el soldado se marchó en ella. Nunca más volvieron a verlo.
La conclusión de Lancre es que se trataba de un íncubo.
Para el autor un simple cuento maravilloso sirve como testimonio para justificar sus afirmaciones.