En el Discurso I del Libro III, Lancre se detiene, una vez más, en un ejemplo de pacto diabólico y, en este caso, ofrece, además, el texto que el susodicho Gaufridy escribió para cerrar el trato.
Este individuo es, según el autor, sacerdote, hechicero y brujo. Un día, leyendo un libro de magia el diablo se personó e inmediatamente comenzó el proceso del pacto. Louis aceptó porque le interesaron mucho las condiciones, ya que le sería otorgada la capacidad de dominar a las mujeres y conseguir sus favores sexuales solo con soplarles en la nariz.
Una vez firmado el pacto (en el texto, como ya he dicho, se facilitan los término de ese trato), a los tres días, el diablo reapareció y cumplió su parte. Por ello, Gaufridy pudo fornicar con cuantas mujeres quiso tras soplarles en la nariz. Así lo hizo con Madeleine de la Palud, y copuló con ella en varias ocasiones. Al cabo de dos o tres días, le fue entregado a la joven el demonio Asmodeo, para que la sirviera y conservara su fogosidad. Más tarde, fue ofrecida a Belcebú, quien se presentó en forma de gentilhombre y le exigió que le hiciera una promesa. Tras este acto, el propio Gaufridy la pinchó con un punzón en el nudillo del penúltimo dedo y le sacó sangre.
Aquí termina el relato, con un final abierto. Podemos intuir que la muchacha, con esa sangre, cierra también un pacto. De ese modo, contra su voluntad, manipulada por terceros, ha sido conducida a la perdición. Lancre termina su parlamento advirtiendo de las condiciones poco ventajosas de estos pactos, por lo que podemos también deducir que el sacerdote brujo ha sido usado como cebo para atraer a almas más puras.
Otra de las razones que puede propiciar la materialización del demonio y el ofrecimiento del pacto es el hecho de que se consulten libros de magia.