En el Discurso IV del Libro II, hallamos el germen de una interesante historia cuyo antagonista sería la bruja, innominada.
Hablando del poder del veneno de las brujas, el que usan para sus maleficios, se cuenta que un joven se quitó en una ocasión sus zuecos durante un momento, instante que aprovechó una bruja para introducir en uno de ellos el veneno que portaba. La consecuencia fue que el joven, una vez puestos de nuevo los zuecos, quedó cojo del pie que sufrió el maleficio, y nunca más se recuperó.