En el Discurso II del Libro II, se aportan toda una serie de nombres y confesiones referidas al modo de acudir al sabbat y por quién o quiénes eran conducidos o incitados los diferentes brujos y brujas. Se cita a: Marie de la Ralde, Jannette de Abadie, Margueritte, Catherine de Arreiouaque, Marie de Dindarre, y otras de quienes no se especifica el nombre.
Estas mujeres explican, cada una con unos detalles diferentes, que confieren a su confesión la condición de "variante" de un mismo motivo, cómo fueron iniciadas por otras vecinas, a veces cuando todavía eran unas niñas; algunas veces el diablo las lleva y otras se avisan unas a otras para acudir hasta allí; incluso aunque no deseen volver a acudir, pueden ser arrebatadas involuntariamente por el demonio. Algunas brujas hablan, además, de algunos aspectos del aquelarre, tales como las relaciones íntimas con el diablo (cuyo semen sería muy frío), que había personas que tocaban la flauta y el tamboril, o cómo se fabricaban venenos allí. Además, las asistentes se jactaban de provocar tormentas para que los barcos naufragaran.
Todo esto le sirve a Lancre para afirmar que el transporte al aquelarre se da de manera real y corporal; no se trata de una ilusión o una alucinación. Y cuando una persona es arrebatada mientras duerme o mientras se halla presa, y otros testigos afirman que no se movió del sitio en el que estaba, es porque el diablo sí la llevó materialmente, pero dejó en su lugar un fantasma con su misma forma.