Celestina es una alcahueta que, además de ejercer el oficio de tercera, se dedica a practicar la hechicería como complemento a sus demás ocupaciones. Su carácter mágico queda claro desde el mismo momento en que se la nombra y describe, pero es en el Acto V cuando pronuncia un conjuro al mismo tiempo que confecciona un hechizo de carácter amatorio para forzar la voluntad de Melibea. Por ello, ese instante resulta determinante para clasificarla entre las hechiceras. Su final trágico puede remitir a que las fuerzas oscuras desatadas por su conjuro andan de por medio.
Uno de los aspectos más interesantes de este texto es la ambigüedad con que el autor perfila la funcionalidad de la magia, de modo que se dibujan varias corrientes entre los críticos de este texto y de sus continuaciones. De un lado, se sitúan aquellos que consideran la magia un motivo meramente ornamental (José Luis Canet, Antonio Garrosa, Mª Rosa Lida de Malkiel, Fernando Toro-Garland…); de otro, aquellos que toman la hechicería como un tema fundamental en la trama (Alan Deyermond, Peter Russell, Dorothy Severin, Ana Vián…); y una tercera línea apelaría a la ambigüedad consciente con la que Rojas trata este asunto (Juan Manuel Escudero).