De Claudina solo poseemos testimonios de otros personajes, puesto que la madre de Pármeno ya murió, dejando como su digna heredera a Celestina. Se nos dice que fue la maestra hechiceril de Celestina y también fue acusada de bruja, por frecuentar las encrucijadas, pero esto no es suficiente para convertir a esta figura en una sierva de Satán que acude a aquelarres, por lo que tanto Claudina como su discípula son simples hechiceras de andar por casa que utilizan sus conocimientos para ganarse la vida.

Aunque Claudina no posee un papel en la trama en sí, las referencias a ella resultan determinantes para profundizar en el carácter hechiceril de Celestina y también para ahondar en la relevancia de las artes mágicas en este texto.

Esta alcahueta-hechicera es un personaje muy similar a Celestina, pero, en realidad, representa el pasado de la figura rojana, ya que nos encontramos ante la mentora de Celestina. Claudina, en la obra, asiste a Policiano en un caso de amores, aunque no es requerida inmediatamente y su intrusión en la trama es, de alguna manera, accidental. Aun así, cobra mucha importancia cuando comienza a encargarse de los amoríos de Policiano y Filomena. Recurre a un hechizo y una invocación diabólica, actos en los que pone toda su confianza, y, de hecho, se explicita que han sido los conjuros de esta mágica los causantes tanto de los sentimientos de Filomena como del final desgraciado. Esta hechicera muere tras una brutal paliza, aunque antes lega su laboratorio y la tutela de sus hijos a Celestina. Igualmente, mueren los desdichados amantes, Policiano por un desgraciado accidente con un león y Filomena pierde la vida por voluntad propia.

En este texto Claudina muestra, quizás, más confianza en sus acciones mágicas que Celestina y se deja menos ambigua la influencia diabólica, desatada por los conjuros de esta hechicera. Sin embargo, siempre queda en entredicho si se ha forzado o no la voluntad de Filomena.