Notas

Capí[tulo] XXXVIII: de la castidad

1. Castidad, según Aristóteles, es una virtud por la qual razonablemente se refrena el aguijón de la carne.

2. Enxemplo. Esta virtud se puede comparar a la tórtola, que no faze jamás maldad ni traición a su compañía, e si muere el uno d'ellos, el masclo o la fembra, el que queda guarda siempre castidad, e jamás después se acompanya con las otras aves, e siempre faze dende adelante su vida solitaria e no se assienta jamás en árbol verde.

3. Sant Hierónimo dize que la castidad ligeramente se pierde a los que no refrenan la lengua, / el coraçón, los ojos.

4. En la Suma de los vicios se lee que el que quiere haver perfectamente la virtud de castidad se deve guardar de seis cosas. La primera es guardarse de comer e bever demasiado, ca en la Vida de los sanctos padres se lee que assí como es impossible tener la llama del fuego quando está en la paja, assí es imposible refrenar el ardiente voluntad de la luxuria quando el cuerpo está bien lleno; la segunda es guardarse de la ociosidad, e por esso dize Ovidio: “Esquiva la oci[o]sidad e remediarás a la luxuria”; la tercera es guardarse de conversar con mujer. Sant Bernardo dize que conversar el hombre e la mujer, e no peccar, es mayor cosa que resuscitar muertos; la quarta es guardarse de los rufianes e personas que vivan de luxuria, e por esso dixo Sant Greogorio: “No hay vicio que tan vilmente corrompa la carne, como la luxuria”. Esto prueva Jesuchristo en su Evangelio en aquella figura de los tres convidados, que el uno fue a mercar una alquería, e el otro fue a provar un yugo de bueyes, e el otro casose, e todos los otros se excusaron, salvo el postrero, por lo qual dio a entender que más lo detenía e corrompía la luxuria, que los otros vicios, e esto porque es vicio natural, e por esso es menester haver d'él mayor cuidado que de los otros; la quinta es no conversar ni estar en donde se fable de lu [g iiij] xuria o se obre, e por esso dize Sant Silvestro que el vicio de la luxuria es de natura de simia, que quiere fazer lo que vee fazer a otros; la sexta es guardarse del oír, cantar, sonar e bailar. Pitágoras dize: “Las yerbas verdes salen e nascen cabe las aguas”.

5. De la virtud de castidad se lee en la Vida de los sanctos padres, que fue un cavallero, señor de muchas villas, el qual se enamoró de una monja de su tierra a la qual él havía fecho requerir de amores muchas vezes. E ella defendíase d'él continuamente. E el dicho señor púsose un día con gran furia, monstrando gana de bolver al monesterio, e fue allá e sacó por fuerça la monja del monesterio. E levándola a su casa e viendo la pobre señora que el llorar le valía poco, pidiole de gracia que le dixiesse por qué fazía su señoría más a ella que a las otras aquel ultraje e fuerça. El cavallero le respuso: “Por causa de vuestros ojos, que son tan graciosos”. La monja, considerando que sus ojos le davan ocasión de perder esta noble virtud de castidad, deliberó de contentarlo, e púsose de rodillas e rogole diziendo: “Señor, por el amor de Dios e mío vos supplico, pues soy cierta de vuestro desseo e tengo muy gran desseo por vuestro m[e]recer de contentar vuestra voluntad, sea merecedora que recabe de vuestra nobleza que me dexe ir primero fasta mi celda, en presencia vuestra, por algunas cosas que he menester para'l servicio de vuestra señoría, e luego de buel / ta, estaré aparejada para serviros e iré adonde vuestra merced mandare”. E el señor la dexó ir. E luego, la magnífica monja tomó un cuchillo e sacose los ojos, e fizo llamar al señor, e díxole: “Pues vos estáis tan enamorado de mis ojos, védeslos ahí, tomadlos e levádoslos e fartadvos d'ellos a vuestro plazer”. E el senyor, viendo esto, fuese muy espantado e triste. E la monja salvó su virginidad, queriendo ante perder los ojos que su alma. Como dize Nuestro Señor en su Evangelio: “Si tu ojo te scandalizare, sácatele”.