Notas

Capí[tulo] XXIV: de la verdad [e iiij]

1. Verdad, según Augustino, es usar de lo verdadero sin mezcla de falsedad alguna.

2. E puédese comparar esta virtud a los fijos de la perdiz, que una los pone, e otra los furta e cóvalos; e quando nascen las perdiganitas, la natura les muestra a conoscer en la voz la verdadera madre, a fin que, súbitamente, en oyéndola cantar, dexan la madre postiza e corren tras la verdadera. Assí es de la verdad, que a la postre, siempre viene a ser conocida.

3. E de esta virtud dize Jesús, fijo de Sidrach: “No contrastes a la verdad en alguna manera, ca no podrías fazer cosa peor”.

4. Aristóteles dize: “Al que amare la verdad, Nuestro Señor Dios, que es verdad, lo amará”. Otrosí dize: “El que dize la verdad, no se fatiga, mas el que quiere colorar o esconder una mentira, tiene gran cuidado e ansia”.

5. Catón dize: “Lo que has prometido a uno, no lo offrezcas a otro”.

6. Sant Agustín dize: “Muchas vezes la voz del pueblo es voz de Dios”.

7. De la virtud de verdad se lee en la Vida de los sanctos padres que fue un gentilhombre, gran cavallero, que havía dexado el mundo con muchas riquezas por servir a Dios en un monesterio de monges. E hoviendo perseverado algún tiempo en el monesterio, el abad deliberó vender ciertos asnos que tenía viejos para el servicio del monesterio, e mercar otros jóvenes. E porque este / gentilhombre que se havía fecho monge havía estado gran parte de su vida en el mundo, creyó el abad que fuesse bueno para vender e mercar, e por esso el abad envió al dicho gentilhombre a una ciudad en donde havía una feria, para vender los asnos viejos e mercar otros jóvenes que fuessen mejores para el servicio e necessidades del monesterio. E diole por companya un donado. E luego que fue partido este monge nuevo, estoviendo en el mercado, preguntáronle muchos si eran buenos aquellos asnos. E él respondía: “¿Creéis vosotros que nuestro monesterio haya venido a tanta pobreza, que si fuessen buenos los vendiéssemos?”. E aquéllos preguntáronle más, diziendo: “¿Por qué tiene assí pelado la cola e la esquina?” E el monge respondía: “Porque son viejos e no pueden levar la carga, e muchas vezes caen con ella e por fuerça les havemos de pelar la cola para levantarlos; e por los muchos palos tienen peladas las cuestas”. E tornando el monge al monesterio sin haver vendido los asnos, el donado que havía ido con él dixo al abad todo lo que havía oído dezir al monge en la feria, porque le diesse penitencia. E el abad envió por él, e reprehendiolo mucho. E respuso el monge: “¿Creéis vos, padre, que yo haya entrado en esta religión para enganyar a alguno e dañar mi alma diziendo / mentiras por vender asnos? ¿No sabéis vos que yo he dexado en el mundo muchos asnos e cavallos, casas e possessiones, e muchas otras riquezas por venir a servir a aquél que es sobirana verdad, e por salir de las mentiras d'este falso mundo, las quales, viviendo en él, siempre abhorrecí? Pues mucho más las devo abhorrecer estoviendo aquí”. E oyendo el abad tales palabras, no le pudo responder cosa alguna.