Marcelia. Liberia. Gracilia. Pinel. Estudiante.
Marcelia.- ¡O, quán dichosa he estado oy en venturas! Y pues oy todo me va de bien en mejor, quiero aguijar tras la fortuna e yr a mi casa a sólo dexar estas preseas y caminar por la ganancia que espero de Floriano. Pero qué encerrada está mi hijuela, y otras vezes tiene toda la casa de par en par. Ta, ta, ta. Asuadas, que según sus cuydados que duerme ella agora. Quiero ver si podrá caberme la mano y abrir esta aldava desta escalera. Bien está, hasta en esto tuve dicha de abrir tan presto. Y por tanto, dizen, que es peligroso el ladrón de casa.
Liberia.- ¡Ay, mala landre me mate! ¡Desdichada y
perdida yo, que mi madre suena ya arriba! ¡Ay, señor, por
la passión de Dios!, que te metas en aquella nassa de aquel
rincón que está en lo obscuro, porque mi madre luego
entrará acá en la cámara. Y en tanto, yo salgo a
detenerla en palabras.
/fol. cxxvij v/ -¡Ay Jesús, madre, y cómo
abres ansí la puerta sin llamar, que toda me has turbado de
miedo, que pensé que era otro!
Marcelia.- Mas estate tú dormiendo al cabo de medio día, ¿que ansí se haze la labor?
Liberia.- Mejor me ayude Dios que dormía.
Marcelia.- Pero ace[c]havas los ratones. Mas con todo, ¿qué suena en la cámara? Espera, veré quién es.
Liberia.- Oye, madre, lo que passa, que es una poquedad, que havrás vergüença de oyrlo.
Marcelia.- ¿Qué es?
Liberia.- De mi prima, que porque le quebró la su muchacha un cántaro la dexó medio muerta y ella se me acogió a casa, tal que no está de ver. Que, por mi vida, si ella se fuera a los alcaldes, como quiera si yo la dexara, que no le fuera bien a mi prima, en especial que ésta es una muchacha callada y esclava en servicio y sabe quántas flaquezas ay en mi prima. Mira, pues, si fuesse con ellas a plaça, qué ganava mi prima, que no sabe suffrir algo.
Marcelia.- ¿Pues qué es de la moça?
Liberia.- Ay la tengo medio por fuerça, que desque te oyó llamar, pensando que era su ama, se me abscondió. Pero como ya te reconoscimos ser tú, estávame agora rogando que no te dixesse nada. Y creo que se metió tras tu cama, más arañada la cara que no sé qué me diga.
Marcelia.- Anda, sácala acá.
Liberia.- ¡Ay, madre!, por amor de mí y por el siglo de mi padre que no la afrontemos, porque se ecomendó a mí que la encubriesse y mejor será que por bien yo la torne a mi prima que no que se nos huya de entre manos.
Marcelia.- Pues luego estése, que yo la dexaré. Y quiero entrar allá a desembaraçarme desto que traygo.
Liberia.- Pues daca, que yo lo pondré allá.
Marcelia.- Y calla, bova, que pues ella está escondida y yo no la buscaré, mejor es que me vea entrar y que no la veo ni hago caso de ella y ansí no pensará que yo sé que está dentro. Y luego en saliendo, yré a tu prima y le daré una mano sobre ello de lengua.
Liberia.- ¡O, soberana Virgen Sancta María, y guárdame oy con mi honra! Que yo no osaré entrar con ella dentro, porque si halla al otro yo no paro en esta casa.
Marcelia.- ¿Dime, Liberia, por qué no hazes esta cama, que paresce que puercos la hoçaron? En toda tu vida has de ser para nada. Cata, hija, que las moças han de ser calladas y desembueltas y suffridas y estar en su casa y no andar de vezino en vezino. Y cata que dizen que oy te reñiré y mañana te halagaré.
Liberia.- /fol. cxxviij r/ Por mi salud, que aquella plática endereça mi madre a la moça, que piensa que está allá escondida.
Marcelia.- Este joyel quiero guardar en este cofre
mío, que la capa aquí se quedará sobre esta cama
hasta que yo buelva, que la coja y la guarde. Pero cata,
¿qué diablo de loba es ésta que está en
este estradillo de mi cama? Y qué porquería tan grande.
¡Jesús, Jesús, qué hedor de orines que el
jarro está derramado! ¡O, maldita sea esta lebronaza, que
de un día para otro se los dexa en el jarro, que basta a dar
pestilencia tal hedentina!
-Di, maldita tú seas, que huyendo salgo de tal hedor,
¿no puedes derramar los orines luego de mañana? Y aquella
loba que allí queda, ¿cuya es o cómo está
allí?
Liberia.- ¿Luego no te lo he dicho?
Marcelia.- ¿Y qué?
Liberia.- Que diz que queda un abad o estudiante en casa de mi prima; y ella que dio en la moça y la moça tomó la puerta y con su loba a cuestas. A gran dicha, yo que asomé a la puerta, la vi que se yva a presentar y a quexar al alcalde Ronquillo, y llevava la loba para testigo de las cosas de mi prima. Por esso, mire si hize chico bien en detener la moça, según yva denodada y mal parada y con su loba a vista de todo el mundo.
Marcelia.- ¿Que esso passa?
Liberia.- No te añado punto.
Marcelia.- ¡O, maldita sea aquella loca, que nunca mirará lo que haze, que todo piensa que es ser de su llaneza de condición! ¡O, hi de puta, pues a qué páxaro se yva la muchacha! Si una vez entrara en este barrio, por nuestros peccados, que hallara razonable presa. Y aquella necia, después de que él la eche la garra y la afrente, en Dios val con su sentenciar en cerco: búscame por ay la suelda.
Liberia.- Y aun por esso, madre, hize yo lo que he hecho.
Marcelia.- Heziste lo mejor del mundo. Dame acá la loba y llevársela he so el manto y diréle lo que no quiera oyr. Que por mi vida, que a mi sombra está tenida y honrada y acreditada, que no es poco en este barrio. Y mirad vos qué quenta diera de sí y de mí traerme alcaldes, y aun tales, a mi casa y a la suya.
Liberia.- Toma la loba. Aunque me paresce fuera mejor que por ella viniera mi prima para que ansí por fuerça yo haga los perdones.
Marcelia.- Y calla, bova. ¿Y si está el dueño en casa, cómo saldrá? En especial si ya ay allá enojos sobre ella, de manera que los vezinos sean públicos testigos de nuestros occultos defectos. Quédate, hija, y mira por /fol. cxxviij v/ tu casa y por la honra; y no me aguardes a comer, pues tienes harta vianda; come y alaba a Dios. Y si el despensero embiare algo, aderéçalo todo a punto. Y aun si vieres que es menester, llama a tu prima; o si no, essa su moça que te ayude.
Liberia.- ¡O, bendita sea la Reyna de los ángeles, que de tal piélago me ha sacado! Pero agora queda otro barranco, en que sepa mi prima oyr y suffrir y dissimular con mi madre. ¡Y estotro asno, maguera polidillo, y qué tanta ciscadera tuvo que ni guardó loba! Y quiera Dios que la cobremos; y también derramó los orines. Abaxo me voy para que si torna mi madre y allá no se hizo bien, acá lo tornemos a soldar de otra manera.
Gracilia.- ¿Dónde bueno por acá, tan sobarcada, señora tía? ¿Traes algo que comer?
Marcelia.- Traygo que reñir, que si en tu casa te hallara, como estás a la puerta, tú oyeras oy de mí. Veamos si es cosa de muger cuerda, y más teniendo el estudiante en tu casa, arañar la moça porque te quiebre un cántaro, de manera que si tu prima no la tomara esta loba ella yva buena a quexarse a Ronquillo de ti, tal que no yva para ver. Por tu vida, que mires más por la honra.
Gracilia.- Ya, ya, algún trasparamento deve tener mi prima en casa y quiso escusarse conmigo, porque mi muchacha bien contenta y almorzada fue. Pero porque no lo entienda mi tía, quiero yo dissimular y hazer de la enojada. [Ap.]
Marcelia.- ¿Pues no me respondes? ¿Paréscete que ponías buena tu honra, y aun la mía, que tengo de tornar por ti de audiencia en audiencia?
Gracilia.- ¿Y qué podía llevar aquella picuda, que yo la quemaré oy la lengua porque vaya con nuevas de lo que la persona no sospecha? Y dado que algo haga, es para los ojos de Dios y en su casa. Pero aquella novelera, golosa putilla, yo la marcaré oy, aunque en tu casa esté. Perdóname por ello y déxame yr por ella.
Marcelia.- Anda ya, loquilla; no juegues ansí con la honra con rapazas que dirán lo suyo y lo ageno. Toma la loba y éntrate luego en casa y despide al dueño; y repósate y loa a Dios. Y después te puedes yr con tu prima, que queda sola, y comeréys juntas y aun quiçá cenaréys, que yo voy a un poco de priesa y no sé qué espacio me darán allá. Y cata que no me has de dezir a la muchacha peor que su nombre por esta de agora; después, si otra hiziere, que lo pague junto, como el perro los palos. Y quédate a Dios y acójete luego con esse vestido, que no /fol. cxxix r/ sabes quién passará que le conozca, y te oya y te entienda lo que passas dentro de tu casa; y también que ya sabes qué vezindado tenemos en este barrio, que todos son cintinelas de casas agenas.
Gracilia.- Agora, señora tía, ve donde vas,
que bolviendo nos veremos y verás que no soy tan culpante como
me hazes por el dicho de una muchacha, Pero al fin, por amor de ti,
yo digo que toda mi justicia dexaré en tu mano, aunque mucho
me violentas en no me dexar en mi casa hazer lo que devo. Pero ve con
Dios, que ella hará otra y pagarlo ha todo.
(Agora que es ida, guardo por si o por no la loba, que siquiera por
la infamia que me cuesta no la llevará con tan poco rescate el
licenciado que deve tener mi prima, que poco más o menos, por
lo que aquí vi este día, lo imagino. Agora voy a ver
qué haze mi prima, que por mi salud que toma bien el officio
de la madre, y aun que las haze y las cubre bien y aun saca bien
brasas con mano agena).
Liberia.- Ya no paresce nadie, y mi madre ya la vi yr de en casa de Gracilia. Y pues deve de quedar bien soldada la quiebra, pues mi madre no bolvió a mí, quiero yr a echarle de la nassa y aun de casa. ¿Pero mezquina yo, que no sé que me haga de la loba?
Gracilia.- ¿Qué hazes, prima? ¿Qué alboroto es este tuyo y el con qué fue tu madre a mí? ¿Qué tienes, qué tienes acá? Que por poco lo borráramos todo, sino que quiso Dios que luego entendí en las pláticas de mi tía que devías tú de tener algún trasparamento.
Liberia.- ¡Ay, mezquina de mí, que estoy tan turbada y cortada que ni estoy para menearme ni para saber responderte! ¿Pero qué fue de la loba?
Gracilia.- Mas dime, ¿qué fue del asno?
Liberia.- ¡Ay, mezquina, que en la nassa de la cámara de mi madre está!
Gracilia.- ¿En aquel gran cestón que está en lo obscuro de la cámara?
Liberia.- En aquel donde vaziamos la pluma de unos cabeçales este día.
Gracilia.- Hermoso estará en suda y en blando. Pero, asuadas, que será el matriculado de Sant Julián.
Liberia.- El mesmo es, mala landre me mate, que de importuno no pude valerme dél.
Gracilia.- Pues que lo pague como asno por esso, pues, [es] el gallillo loquillo de los requiebros de mi puerta destotro día. Déxame con él, que la loba no la viste él más; y aunque es poco por ser lo que yo creo, ya tú se lo havrías a él pagado. Y no te me corras, que por mi salud que hazes bien, porque tan donzella te pedirán agora por muger como antes. Pero dime, ¿qué /fol. cxxix v/ haremos antes que buelva tu madre, si ya ella no lo entendió o vio o barruntó
Liberia.- Ella, ni poco ni mucho, sino que me creyó que tenía tu moça y que le tomé aquella loba que llevava de no sé quién que quedava en tu casa.
Gracilia.- Pues luego, por mi salud, que pues con tú hazerlo lo pago yo en la sospecha, que yo haga de la bova como si lo oviera havido él conmigo lo que havrá contigo, si él no fue muy lerdo y tú muy bova, aunque no te tengo por tal.
Liberia.- ¡Ay, déxame a mí, si hize o no, de correr tanto! Pero mira que sin la loba no le echaremos de casa; ni aun por medio del día no sé cómo él yrá en cuerpo donde todos digan: . Cata que más hemos de mirar del interés.
Gracilia.- Agora te digo que estás restituydora del todo. Pero he allí a Pinel, que soldará estos embaraços.
Pinel.- ¡O, señora Gracilia, qué mala eres de sacar de rastro!
Gracilia.- Donde no estoy no parezco, como el rey. Pero ya pues Dios te traxo a tal coyuntura, ayúdanos a echar fuera un loco que se le ha metido en la cámara de mi tía a mi prima, que está tan mani[d]a de miedo que venga su madre y piense otra cosa.
Pinel.- Pues vamos luego, porque de priesa vengo a te hablar dos palabras.
Gracilia.- Pues déxanos subir a nosotras; y si le pudiésemos hazer baxar, Dios qué bien, y si no, subirás a nos favorescer.
Pinel.- Aquí aguardo en el portal. Sea presto.
Gracilia.- Pues mira, prima, que yo hablaré alto, de
manera que él piense que soy tu madre. Y verás lo que
oy hago por ti.
-¡A, Liberia! Di, maldita seas, ¿no te
menearás más un día que otro? Acaba ya, que
viene aquí el señor mi primo por essa nassa que
está en mi cámara, que ya días ha que ma la pide
para echar trigo.
Liberia.- ¿Y tú no ves, madre, que está llena quasi de pluma?
Gracilia.- ¡Anda ya, maldita seas! Esté como estuviere, que tal se la he mandado. Desembaráçasela, no le hagas aguardar, que están ay los hombres que la han de llevar. Y tú ya sabes que él que es un renegado, y no cabremos aquí con él si luego no desembaraçamos.
Estudiante.- ¡O, al diablo encomiendo estas putas, y sino me tienen peor que pato con pluma y aun agora que me aya de ver nadie! ¡O, qué gran mal es andar el hombre sin armas, que yo saliera oy de manera que lo llevara el diablo todo! Pero no creo en los grados que tengo si aquí está mi loba; pero pues yo tengo el pago de mi locura, con esta capa de grana /fol. cxxx r/ me cubro y boto a la mano de Dios. Pero no sé por dó tengo de salir ni cómo.
Pinel.- No me parsce que le pueden hazer baxar. Quiero
amenazarle de acá.
-¿Qué es dél, qué es
dél? Que no creo en tal sino le saco el alma si
allá subo.
Estudiante.- No es cosa ésta de parar.
Gracilia.- Ya, señor, no aya más. Déxale, por tu vida; no cures de subir que ya va por la escalera del corral huyendo.
Pinel.- Descreo de mí si no le tengo de conoscer y sacarle el alma.
Gracilia.- Tenle, Liberia, tenle, no suba y le mate, que yo miraré por esta escalera del corralejo que no suba nadie.
Estudiante.- A la fe, esto ya va de hecho. No me arrampen oy en esta casa puta. Salgo, que más vale vergüença en cara, etc.
Gracilia.- ¡Ay, ay, Jesús, Jesús, el ladrón que lleva hurtada la capa!
Pinel.- Esto ya va de veras. Subo a ver qué es.
-¿Qué es esto, señora Gracilia?
¿Cómo estás tan emplumada?
Gracilia.- ¡Ay, que va el loco y ladrón con su capa colorada arreboçado y sembrando pluma! Y veys quál me paró al passar y aun me arrojó dos puntapiés, sino que me quiso Dios librar, que matárame.
Pinel.- ¿Y essa capa? Si es la que le falta a Fulminato.
Liberia.- ¡Ay, mezquina yo, que ella deve ser! ¿Y qué dirá mi madre?
Pinel.- Yo voy tras él, que no se me irá.
Gracilia.- Calla ya, prima, que esto está hecho. Y si Pinel no le pudiere cobrar, ya todos le vimo salir con el hurto y delante todos se nos fue; no tienes culpa. Y también cuya es la capa la cobrará y aun nos vengará del que la lleva, pues ya sabemos quién es, quanto más que Pinel es tal moço que dará cobro dél. Yo me voy a mi casa a poner en cobro la loba, que no lo sabrá si[no] Dios y nosotras. Y della harás mañana en mi casa una saboyana, porque sepa el licenciado a cómo se vende la carne en tu tablaje. Y agora te queda y cierra bien tu puerta por si o por no, que yo voy a aguardar a Pinel que me quiere hablar; y si truxere la capa, allí la tendrás con la loba.
Liberia.- Pues ve con Dios, hasta que esto lo riamos otro día con más sosiego, plaziendo al Señor.
Lydorio. Fulminato. Marcelia. Felisino. Pinel.
Lydorio.- Grande es el reposo que oy veo en esta casa. Dios
quiera que sea para mayor bien, porque veo a Floriano metido en un
camino que no sé qué tal querrá Dios que sea el
paradero. Ayer tarde me paresce que se tractava de que havía
de yr a verse con la que él llama su señora, y no me
paresce que quiso acompañarse de más de solos tres
moços y un paje, teniendo tantos continos y gente de casta a
su mandado que comen su pan. Pues andar de noche no lo tengo por
bueno ni seguro; pero no andar muy a lo seguro téngolo por
locura, porque de noche ni se conosce quál es bueno ni
quál es malo. Pues ya que va de noche, mejor es que le digan ,
por verle con autoridad y a recaudo, que no que digan . Y lo que me
paresce mal es que no ay hombre en casa, ni contino ni mayordomo, ni
veedor ni otro que diga que le ha visto, mas de que dizen que duerme.
Gran descuydo ha sido este mío, porque dado que yo haga la
voluntad de Floriano en dexarle solo, pues él se
acompaña de muchachos y gente de baxa suerte, pero al fin
viendo yo el daño no hago lo que devo a la fe del buen duque
Florineo, su padre, que en buen passo esté su alma. Cierto que
de oy más la consciencia me carga y el temor del daño
pide que yo ande más alerta sobre las cosas de Floriano.
¿Pero qué puede mi buen zelo y gran lealtad hazer con
solo buen desseo y poca possibilidad? Porque el aviso y correction
fraternal dévela dar el hombre adonde cabe y callarla donde
con el consejo haréys mayor daño, y causáys
malquerencia y cresce la malicia y dóblase la pertinacia. De
manera que lo que se hazía en el que errava con sola
inclinación moça y sensual y con persuasión de
los aparejos y con falta de resistencia de la razón,
después lo haga con doble peccado de voluntad maligna,
peccando contra Dios con pretender de daros pena a vos que le
avisastes y corregistes. De Floriano, pues, yo tengo lástima a
su honra y gravedad y hazienda y alma. Lo /fol. cxxxj r/ primero
porque le comiençan a cobrar en opinión de poco
assentado y mal concertado en sí y en su casa. Lo segundo
porque da parte de sus flaquezas y tracta y communica un duque
Floriano y en ojos de una corte imperial con un paje y unos
moços despuelas. Lo tercero, he lástima a su
hazienda, que la veo andar baylando en manos de amigos
públicos de ella y enemigos secretos de él. Y
véole yr tras chismosos, tras rufianes, tras putas, tras
alcahuetas y con gente que con su dones se honren, y de la honra
dél despedacen camino de los burdeles, do se gaste mal
la hazienda del que la heredó bien y la possee bien, y la
dispensa y govierna mal. Lo quarto, he lástima a un alma que
con ser por sí noble en ser hechura a imagen de Dios y con
haverle dado Dios compañía de cuerpo, no de sangre y
ralea vil pero noble y generosa y real, con todas estas
circunstancias ella es peor tractada y más mal mantenida de
virtuosas obras que si cayera en suerte de ser un porquero. Porque
allí, tras su vil ganado, ella se podía salvar; y
aquí, mandando a tantos buenos y sabios y nobles y virtuoos y
generosos, ella anda aperreada y hecha estropajo a la
disposición de la sensualidad moça y libre y rica y mal
aconsejada, como la ay en Floriano al presente, si Dios no lo
remedia. Porque veo que el oydo y el creer de Floriano pende de las
mentiras y embustes desta gente, que con él tracta a
salvo de su ganancia y a pérdida de Floriano. Y veréys
que no dará audiencia ni crédito a un criado antiguo,
leal, servicial, amador de su honra, defensor de su persona,
augmentador de la gloria de su estado; y aun, lo que peor y
más peligroso es, que os cobrará enemiga porque le
retraéys de los vicios, le desseáys la salud y le
procuráys por la hazienda y le tractáys de
ensalçar su honra. Y esto es porque ay oy en día pocos
criados antiguos fieles bien medrados en las casas de los
señores. Porque el fiel criado, condoliéndose del
daño de su señor, atrévese con buen zelo y amor
a le avisar y retraer; y como por esto ve que cae en desgracia del
señor, álçase a su mano, busca un achaque; y el
señor que huelga que él le tenga para yrse a su casa
con sus hijos y muger, y dexa de autorizar el palacio del
señor moço y mal aconsejado; y ansí faltan las
muchas canas y sobran las muchas chismerías. Y
aquéllos, por fieles, vanse con quitarles la ración
porque no assisten, y /fol. cxxxj v/ darles a más librar
-más por vergüença que compelle al
señor que por voluntad que le combide- el medio
acostamiento porque se van como buenos, y llévanle doblado los
livianos que assisten porque se pican de andar más galanes que
graves. Y porque éstos, con lo no merescer, por medrar se
subjectan a todo, y los otros con haverlo ya merescido confían
en su bondad y lealtad que merescen algo, y ansí oy en
día la gente que más mentiras y más adulaciones
oye y menos verdades espera son los señores, que se hazen
enemigos de quien los ama, queriéndolos sanctos y virtuosos y
amigos de quien los abrorresce en la virtud. Porque tanto menos medra
un criado sobervio quanto el señor es más humilde, y
tanto más medra un criado luxurioso, que anda callejero y
ventaneros los ojos a ver qué cobdiciar y a ver qué
poder avisar al señor de que vio acullá la hermosa,
quanto más el señor es dado a las mugeres. Y
ansí se han tornado los palacios acorro de viciosos, porque se
despueblan de viejos y se acompañan de moços, y porque
ay poca audiencia de verdades y gran gula de mentiras, porque oy en
día es muy cierto el vulgar: que mal me quieren mis
comadres, etc. Y por esto, con poca autoridad de los palacios,
los sirvientes de pelillo, los mentirosos, chismosos, malsines,
truhanes, dezidores maliciosos, chocarreros, como hallan audiencia en
el señor ansí los tornan de su talle, si Dios y la
buena condición no los difiende de inviciarse. Porque como
dize el Psalmo: . Y aun en tanto es muy peligrosa al bueno la mala
compañía, en quanto más ayna se nos pega la mala
costumbre que no la buena, porque más daña una viciosa
palabra que aprovecha un largo sermón. Y ansí dize la
Escritura que corrompen las buenas costumbres las perversas palabras.
Y el que quiere guardarse del mal no se deve fiar de sí mesmo,
con dezir que tiene buena inclinación, que es sabio y
alcança lo que es malo, que es noble y que la nobleza le
combidará a la virtud. Porque donde no anda el favor
particular de Dios y donde tercia la ruin compañía y la
propria sensualidad obra, no ay muro firme que defienda, porque el
señor no guarda la ciudad -dize el Psalmo- por
demás vela el que la guarda. Que agora ninguno más
sabio que Salomón, ninguno más rico, ninguno más
/fol. cxxxij r/ acatado, pero ni le valió el ser rey ni le
mamparó la su sabiduría ni se le acordó del
favor que Dios le havía mostrado con terciar la sensualidad
propria con la compañía de las mugeres estrangeras que
le hizieron ydolatrar, que es el mayor de los peccados, porque tras
el negar a Dios nada queda que perder el hombre que algo sea. Pero
aquí asoma una buena joya de los de la confradía.
Quiero saber dél lo que ha passado, aunque dudo si
él sabrá dezirme verdad, ni aun yo pensar que él
la diga para me obligar a creerle, porque el que por mentiroso es
tenido, aunque diga verdad no es creydo.
-¡Ha, Fulminato! ¿De dónde vienes?
Fulminato.- Vengo de la armería y de hazia Santiago.
Lydorio.- Todo esso es un camino. ¿Por qué tú lo divides?
Fulminato.- Porque allá fuy a diversas cosas, porque a la cal de Santiago fuy a buscar mi capa de grana que me havía dado Floriano en pago de la que me harparon los seys por su servicio y honra en la cal de Francos.
Lydorio.- El que te la dio Floriano bien lo sé. El por qué: días ha que te lo oy a ti contar, que para tus hazañas pocas vezes buscas tú más testigos de tu lengua que lo relate. ¿Pero cómo la vienes de buscar y de allí?
Fulminato.- ¿Luego no sabes lo que passó anoche?
Lydorio.- ¿Y qué?
Fulminato.- Pues porque no digas que no ay testigos de mis hazañas, preguntarlo has a los que ivan anoche con mi amo.
Lydorio.- En tanto que ellos no parescen, dímelo tú brevemente, porque si llevare camino de creerse, creértelo he, y sino oyrlo he.
Fulminato.- Ya sabrás la yda de Floriano.
Lydorio.- Bien la sé.
Fulminato.- Pues también sabrás el a qué y adónde.
Lydorio.- Presúmolo. Ven al punto.
Fulminato.- Pues yendo por aquella calle, yo que iva delante asegurando el campo, saliéronme unos quatro de través, que por yr ellos bien armados y a mí me ver con sola espada y capa, presumieron de se me atrever. Pero en dos palabras los puse en tal estrecho que por la calle abaxo, tomando las viñas, se me salvaron por pura pata. Yendo, pues, yo tan cevado en ellos y tan goloso de alcançarlos y ellos tan sueltos en el correr, me hizieron descuydar de la capa, hasta que oy la eché [de] menos queriéndola cubrir.
Lydorio.- Son tus hazañas tales y tan estraños tus hechos que ni te culpo, porque yendo desarmado y siendo tan buen corredor y yendo ellos armados no los alcançaste, mayormente si corríades en oppuesto: unos para huyr de los otros. Pero pues que en tal caso y por tan buen señor perdiste la capa, /fol. cxxxij v/ quien te dio aquélla por un hecho te dará otra por esta valentía. ¿Pero a qué ivas a la armería?
Fulminato.- Diziéndote lo que passé, bien deves de adevinar a qué iva yo a los armeros, porque las armas quedaron tales que no eran para traer, ni la espada buena para poder entrar en la vayna con mellas.
Lydorio.- Dime, Fulminato, ¿cómo diste a adobar las armas, que yendo corriendo tras los otros desarmado no llevavas, ni la espada se melló en los que por su buen correr no alcançaste?
Fulminato.- ¿Cuéntasme los bocados? Pues espera, que yo te responderé por tiempo entero. Muy ganoso estás, señor Lydorio, de que no te calle nada. Porque como aquellos se me fueron por pies, vine a la posada y arméme con bolverlos a buscar; quando quise vestirme de sobre capa para tapar la malla, halléme sin capa, pero tomé otra. Y saliendo en busca de mi caça, topé otros seys, que en el herir no me parescieron los primeros; pero como Fulminato yva a buen recaudo, a fieros golpes los desbaraté, y aun heridos de ellos me tormaron las viñas todos.
Lydorio.- Ya has contado de ti. Agora me di qué fue de Floriano y los otros.
Fulminato.- Aunque con peligro por la falta de mi persona, pero con buena ventura, fueron y negociaron y tornáronse en salvo, porque yo havía andado al ojeo.
Marcelia.- ¡O, gracias a Dios que ya llegué acá y me pude descabullir de tan importuna cosa como este mayordomo del abad, que al cabo al cabo nunca veo que su árbol me da más de hoja de parola, y con quién lo ha!
Lydorio.- Cata, cata, he allí la partera de los
partos de Floriano. A buen tiempo viene para informarme de lo que
passa, que harto mal es el nuestro quando ha de preguntar hombre a
una gente tal de los secretos del señor, que ellos no
sirven.
-¡O, quen ora buena vengas, señora Marcelia!
¿Ay algo de bueno en tus nuevas?
Marcelia.- Siempre yo las he traydo buenas a esta casa. Y agora si me pones con Floriano no las havrá menos. Y que sé yo que en qualquier occupación que él esté se desoccupará con el plazer de mi venida.
Lydorio.- Esso creo yo antes que si fuera un varón de Dios. [Ap.]
Marcelia.- ¿Dizes algo, señor?
Lydorio.- No más de que pues tales nuevas traes y con tanta priesa, anda, acá entremos.
Fulminato.- No miráys el majadero, que estando hablando conmigo me dexó y se va acompañando una menos muy poco que pública del burdel. Pues reniego de la espada de Sant George y aun de la escriva- /fol. cxxxiij r/ -nía de Sant Lucas, si al cielo no se me acoge, si no escrivo con el cuchillo del puñal en aquella cara puta el nombre de Fulminato, porque quien la comprare sepa que me deve mi décima; y aun que a Lydorio yo le dé a conoscer cómo se despide otro día de la persona.
Felisino.- ¿Qué es aquello que haze el
valiente? ¿Qué tal tirar de barba tiene y dar de pie y
mirar en arco? Quiero ver qué cuento tenemos nuevo y si son
enterrados los de anoche.
-Di, Fulminato, ¿de qué te muestras tan
enojado?
Fulminato.- ¿Y cómo no lo tengo de estar? Y aun de mí mesmo.
Felisino.- De essa manera tú mesmo harás tus amistades. ¿Pero qué fue?
Fulminato.- De acordarme quán poco corrí anoche.
Felisino.- ¿Heriéronte?
Fulminato.- ¿Qué herir? Pluguiera a Dios que no me conoscieran porque me esperaran y aun me lo pagaran, porque no es menester más de que me reconozcan los que saben mis golpes para que en viendo mi espada fuera me huyan; tanto que me pesa muchas vezes porque me conoscen. Y ansí me dissimulo quanto me suffre la accelerada condición, porque si esto no fuesse más de tres gallillos traería yo de mi mano sin las crestillas de orgullo que traen tan salidillas. Pero ya sabes, hermano, que mudar costumbre es a par de muerte, que te doy mi fe que si con mi condición pudiesse acabar de ser algo asegurado que yo tuviesse más pesca, aunque no tengo redes ni aun caña.
Felisino.- Por esso dizen: cata que quien no assegura no prende. Pero mira quánta mentira ay en el mundo y aun embidia de tus hechos: ya avían dicho que te corrieron la çapata unos dos.
Fulminato.- Dime quién lo dize, porque una tal vellaquería, quando vaya a oydos de mi amo, lleve ya el castigo a cuestas.
Felisino.- No ay para qué sepas quién. Pero mudando hitos, no quiero que me digas qué heziste anoche, que luego disparaste a nunca más ver, porque bien presumo que andarías en passos de tu officio. Mas ruégote que me digas qué fue de tu capa de grana.
Fulminato.- Huélgome que me ayas conoscido, porque quiero como amigo -que otro no lo ha sabido de mí- que sepas que anoche fuy en seguida de unos no sé quántos rufiancillos atrevidillos, y como los amonté, valiéndoles los pies, bolví en vuestra busca y nunca os pude encontrar. Pero para satisfazerme a mí mesmo, salté sobre el muro de la huerta de la dama; y como no sentí dentro bullicio, dexé de saltar dentro a buscaros allá. Y ansí tornando a saltar /fol. cxxxiij v/ al suelo para venir en vuestro rastro por temor que me tendríades menester, y hallé que al subir de presto se me cayó la capa. Y voto a la sancta letra dominical deste año de quarenta y siete, que en tantico que fue todo ello ni hallé ni rastro de quién me la llevase ni sonido de pies a quién seguir; y ansí me vine en cuerpo, dándoseme poco de una capa perdida por buen coraçón. Y cierto, he pensado sobre ello y hallo por mi cuenta que algunos ladroncillos hijos de vezinos se deven de andar de noche siguiéndome a trecho de mí, como ya todos me conoscen, para que si hago algún hecho ellos sepan contarlo por ganar honra en que estavan a mi lado, y aun también para coger las capas de los que ya saben que me han de huyr y jugar a, como dizen, si me viste, alcéosla, y si no me viste, llevéosla.
Felisino.- Y aun esso devió de ser. Y cierto, que ellos se merescen poca cortesía. Pero cata allí a Pinel, que es buen testigo de quánto ha que te buscamos, porque anoche pidiendo por ti Floriano, ya que veníamos, nos mandó buscarte y que todos tres le hablássemos oy.
Fulminato.- Él también se huelga de saber mis hazañas, porque más leción toma en mis obras para sus cavallerías que en quantos libros tiene de romanos antiguos, pues en ellos lee de dízese, y en mí vee de házese; y como sabes, ay gran rato del dicto al facto.
Pinel.- Estéys en buen hora.
Felisino.- ¿Cómo vienes tan alterado el rostro?
Pinel.- Pues no lo puedo encubrir, no quiero callar, que he corrido en servicio de Fulminato.
Fulminato.- ¿Cómo ansí?
Pinel.- Porque un ladrón salió den casa de tu amiga con tu capa hurtada y aun sembrando pluma. Yo que llegava en tu busca y le vi salir de mala manera, y las moças gritando tras él, tomó su seguida y acogióseme en Sanct Julián, de arte que no pudiendo haverle bolví a Gracilia y contóme una farsa de que vengo atónito.
Fulminato.- Pues esso quede para su tiempo, que yo voy a sacarle de la iglesia.
Felisino.- Pues él va tan denodado, vámonos a buscar de almorzar.
Pinel.- Sigue, que después lo reyremos todo, que bien ay de qué.
Lydorio. Marcelia. Polytes. Floriano.
Lydorio.- Por cierto, tú me has contado grandes cosas. Y aunque yo siempre pretendí apartar a Floriano desta cosa, pero pues ella es tal y la cosa va tan travada, no culpo a Floriano, pues como mancebo le prendió el amor y como cavallero sabio se ha empleado tan bien que, si el padre de ella huelga, todo yrá encaminado por Dios y no tendré por tan vana la ganancia de nuestra jornada en llevar tal señora a los vassallos del duque.
Marcelia.- Ay verás cómo, aunque a harto peligro mío, pero mis passos guiava Dios en servicio de tan buen cavallero. Y quiero que sepas que Lucendo, el padre de ella, con ser cavallero de tanta estima y casta y poder en el reyno, y con ser uno de los más sabios que oy tienen ditado en España, quiere y tiene en tanto a la hija que no pensará que erraré en cosa que haga; y hecho, qualquier cosa le perdonará ligeramente. Pero bien tengo yo por mí, que aunque he sido yo harta parte para ponerla en el grande amor que tiene a Floriano, que ni yo ni él ni todo el mundo la harán caer en lo que Floriano querría de ella luego. Y sey cierto que ella está de las enamoradas y penadas de amor de Floriano que jamás amor prendió. Pero está la más casta y constante en el no errar en tal caso que oy ay donzella en el mundo, la menos combatida y la más recogida y la más guardada que sea.
Lydorio.- Por tanto, me confirmo en más pensar que
nos la tiene Dios para que nos mande y la sirvamos; y con
razón, pues pocas tales flores tendrá oy el mundo.
-¿Dime, Polytes, duerme aún?
Polytes.- Mas ya se viste. Y salgo a que se vista el capellán a la missa, que la quiere oyr.
Lydorio.- Pues entremos, señora Marcelia, que ya ha mucho que te detienes.
Marcelia.- Oyamos, si mandas, qué es lo que dize, que hablando está y no nos ha sentido.
Floriano.- ¡O, venturoso Floriano, cómo es poco
el plazer que muestras para tu gran gozo! ¡O, mi señora
Belisea, y si este sospiro te fuesse a dezir cómo estoy en tu
contemplación! Pero bien sé que te devo más y
más, y mucho devo a Justina; en gran cargo soy a la bue-
/fol. cxxxiiij v/ -na Marcelia y no lo perderá en mí.
De manera que Polytes y Justina tengan bien con qué me servir,
pues los casé y me lo mandó mi señora, cuyo es
quánto tengo y el señorío con ello. Y a Marcelia
yo la daré con que en su casa mientras viviere tenga por
qué se acordar de mí. Y a todos los de mi casa quiero
hazer mercedes para que cada uno, según es, ansí sienta
parte de mi alegría, pues a todos los de mi casa tengo
obligación, que me siguieron sin pedirme dónde yo yva y
me han servido honrosamente. Yo quiero que todos vean qué
señora tienen porque yo la tengo. Y a mí me quiero yo
tractar no como mío, sino como cuyo me conozco. Por manera que
con la mejoría de mi salud y con mi buena ventura crezca el
bien y gozo de toda mi casa.
-¡Pajes, pajes! ¿Quién está
[a]y?
Lydorio.- Señor, aquí estoy yo, que agora entro con Marcelia.
Floriano.- ¿Que ay está Marcelia? Bien me dava el alma que cosa de mi señora Belisea estava cerca de mí, de cuya participación crescía tanto mi gozo. Llégate acá, llégate acá, que ya te veo, que como a tercera de mi bien te tengo de dar un abraço. Y no te me enojes, que todo nasce de buen amor.
Marcelia.- A la fe, si sus abraços me mantendrán. [Ap.]
Floriano.- ¿Qué dizes, mi Marcelia?
Marcelia.- Que me paresces adevino, pues agora vengo de en casa de mi señora Belisea, y aun si bien supiesses qué de secretos te traygo.
Floriano.- Cata, hermana, que el coraçón amante muchas vezes adevina. ¿Pero dime, dime qué me traes?
Lydorio.- Dame licencia que me salga, porque te querrá en secreto esta dueña.
Floriano.- No quiero que te vayas, sino que pues es cosa de mi señora lo oyas todo para que te confundas viendo del bien que me pretendiste siempre quitar.
Lydorio.- Por el favor y por la reprehensión, pues veo que tú acertaste y yo salí errado, te tengo en gran merced lo que me has dicho agora.
Floriano.- Pues oye y calla. Dime, Marcelia hermana, ¿queda buena mi señora?
Marcelia.- Buena y más tuya que podrás creer, porque esta mañana me mandó que te lo certificasse y jurasse ansí.
Floriano.- ¡Ay, qué poco me monta que ella lo diga, si anssí no es!
Lydorio.- Oye, señor, a Marcelia y cree a lo que tu señora dize.
Floriano.- ¡Ay, Lydorio, que muy con razón me riñes mi mal hablar! Y aun quisiera que con peores palabras me retraxeras de lo que el orgulloso plazer hizo desmandar mi lengua.
Marcelia.- Pues oye, señor, lo segundo que te manda tu esposa dezir, que aunque esté Lydorio delante lo diré, pues son ya embaxadas de muger a /fol. cxxxv r/ su marido; aunque también hasta os besar a entramos las manos por mis señores no te devría a ti llamar marido y señor de mi señora.
Floriano.- Anda, Marcelia, que sin besarla a entramos llevarás de mí las mercedes. Y di.
Marcelia.- Pues agora que no es tiempo de hablarte por circunloquios ni guardar secretos en esto, digo que tu esposa no ve la hora que la veas y te vea. Y ansí te embía a dezir que no faltes para la hora que te mandó y en señal de su esposa te embía como a su esposo este anillo, que yo le vi quitar del su dedo del coraçón, y que quiere que luego te le pongas tú para que de tu mano, quando vayas, ella te le tome por tuyo. Esto es lo que me dixo con otras muchas cosas. Y quédame aguardando, que antes de yr a mi casa tengo de bolver a darle cuenta de lo que he hecho; y sepas que ya me dio mercedes de desposada. Agora he dicho mi embaxada; dame licencia, porque ando desmayada de çanquear en ayunas; y también es hora que tú ya comas.
Floriano.- Tus buenas nuevas he recebido de grande alegría y quiero hazer lo que me dizes en comer, y aun quiero forçarte a que comas conmigo oy.
Marcelia.- Señor, avrásme de perdonar, que no soy para tu mesa sin grande nota, en especial que me aguarda mi señora Belisea. Por esso mira qué mandas que le diga y dame licencia.
Floriano.- Pues que ansí quieres, te ruego que le des este papel en que lea hasta que yo vaya a mi glorificación a cumplir su mandado. Y quiero que le digas que esta mañana en su contemplación occupado, yendo la mano escriviendo lo que la mente yva pensando, al cabo salió essa lavor, la qual no sé lo que es ni aun lo he leydo, mas de como lo he contemplado y lo hallé escripto de mi mano y que poco ha que lo acabé de escrivir. Y en pago de tus trabajos quiero que te den, porque me dizen que tienes una hija para casar ya, para en dándole marido treynta mil maravedís. Y tú, Lydorio, harás la cédula y que le acudan con ellos el día que la madre la entregue a su marido. Y más quiero, que si a dicha la casare con persona de mi casa, que tú, Lydorio, seas padrino y le des para ayuda de los vestidos a entramos otros veynte mil maravedís, los quales tú tomarás de mi recámara y dárselos has de tu mano a la de ellos. Y quiero que les hagas la costa del día de su boda, como de tu mano honrosamente. Y a Marcelia darle has una librança de veynte cargas de trigo, que se las den /fol. cxxxv v/ esta semana para mantenimiento de su casa deste año; y oy la lleven de comer de mi plato, porque no avrá guisado nada andando en mi servicio; y luego le den cinquenta ducados para sus menesteres. Y perdona.
Marcelia.- Tus illustres manos me has de dar por mi señor.
Floriano.- Anda, hermana Marcelia, que no dexaré de siempre te favorescer. Ve con Dios. Y tú, Lydorio, dame presto de vestir; oyré missa y luego me den de comer, porque quiero yr oy a palacio, que ha días que no fuy allá.
Lydorio.- Yo salgo a dar obra en todo. Tú, señora y hermana Marcelia, huelgo que lo ha mirado Floriano bien contigo; y porque por mí no lo perderás, mira quién te llevará los dineros y la cédula del pan y más la del casamiento de tu hija, que para buen pro de sobremesa te lo llevará Fulminato, que es mucho tuyo, si quieres.
Marcelia.- Mas antes bastará que los lleve Polytes, o si no, quien tú mandares.
Lydorio.- Pues yo lo embiaré, aunque lo dexes en mi crédito. Y tú tracta de casar la hija, que yo haré lo que su señoría me mandó de muy libre voluntad, por cierto.
Marcelia.- Nuestro Señor te lo pague, que bien
conosces que tengo necessidades de pobre viuda, que luego tienes
intento de darme la merced asituada por el que Dios en todo prospere.
Y pues tienes que hazer y a mí no me falta, con tu licencia te
encomiendo a Dios y me voy.
(Pero, ¡o, válame Dios, y si todo esto sale verdad, en
buen ora entró esta gente por mis umbrales! Yo me voy a mi
casa a esperar la vaquilla con la soguilla, como dizen, y
si juegan a luego toma en lo de agora, yré alegre a ver a
Belisea y tendré esperança de lo venidero. Y esta mi
alegría quiero desde agora enfrenar con temperencia, porque de
la mucha alegría y gasajado mío no sepan todos mi
riqueza, y sabida no me tracten de la muerte. Porque diz que no ay
vida más contada de días que la del rico, en especial
de los que pretenden dél más su moneda que
dexará que no los consejos que les dará, y es bien
escarmentar en cabeça agena. Porque a Celestina, según
dizen, los dones de Calisto con la cobdicia de los que la tractavan
le quitaron a ella la vida y a ellos la justicia en castigo. Que dado
que ella fue sagaz para los otros, a lo menos no lo fuera para
sí en ganar y guardar, porque más prudencia quiere el
guardar lo ganado que el allegar lo incierto. Y ansí los
hombres que previenen sus cosas las menos vezes las yerran, porque
/fol. cxxxvj r/ dizen: hombre apercebido, medio
combatido. Y con esto, encamino para mi casa loando a
Dios).
Fulminato. Liberia. Marcelia. Gracilia. Polytes. Pinel. Felisino.
Fulminato.- Reniego del sepulcro de Absalón y del sceptro de Roboán si no me burlo [de] Pinel, y que por hazer del valiente y echarme a cargo que corrió tras el otro por mi capa, dixo que la llevava el ladrón, etc. Bien dizen que ni ay que fiar en los hombres ni son de creer todas palabras. Y pues fue mayor mi bovería en creerlo que su mentira en dezirlo, quiero que pasen mocha por cornuda a pagar en la mesma moneda. Y pues por aquí no hallo rastro de cosa mía, voy a Marcelia y sabré de ella por qué no me habló oy quando habló al camarero; y aun, si no me aplaca con algo de la ganancia y la hallo sola, si no la marco para que sepa en qué estima me ha de tener. Y aun le pediré mi capa, diziendo que la dexé en su casa, porque ni creo que dexa de ser puta con otros como conmigo ni aun de estas sus venidas tan a menudo la deve de haver ydo mal. Y pues yo la metí en el juego, ha de partir por medio la ganancia, porque tampoco no me tengo por tal que piense de albardarme sin que dé corcobos, porque no ay que fiar déstas que han perdido la vergüença y traen el alma en venta, porque no les da más penar por poco que por mucho, y ansí a todo hazen rostro diziendo: preso por mil, preso por mil y quinientos.Y pues dizen que la tierra ni la hembra, quien no la ara en balde siembra, quiero darle un torcedor con que me pague la capa, o que a lo menos por falta de no le mostrar yo el diente no piense de almorzarme y merendar y embaucarme, y al cabo diga que ládreme el perro y no me muerda, y echarle he la cuerda. /fol. cxxxvj v/ Y de oy más, pues no me querrá restituyr, será bien que andemos a hecho y pago. He allí viene la hijuela den casa de la prima; asuadas, tales tres joyuelas para los lobos, que agora que bulle la ganancia todos hazen sopas en la miel del modorro, pues veo que esto todo le llueve a Floriano en casa, o por mejor hablar, le llueve de su casa.
Liberia.- Espantada vengo de quánto paño traen estos estudiantes en un manto, que ovo saboyana en la loba y aun sobró a mi prima para un sayuelo; el diablo del sastre, que también sacó para su pendón. ¡Y maguera del corrillo, cómo se desasnava el buen rabbí y qué hazía de desboronar requiebros! Aunque mi prima con sus raposías ella le encestará, de manera que en el hazer de las ropas sea el sastre de Ciguñuela, que ponía la costa y hazía de balde la obra. Pero he aquí el que fuera bien escusado, en especial si busca la capa.
Fulminato.- ¿Qué hazéys por acá?
Liberia.- Vengo de sacar una lavor de casa de mi prima, que verná agora tras mí porque sola he miedo.
Fulminato.- ¿Y dó está tu madre?
Liberia.- Es yda a la joyería a buscar lavor de tienda. ¿Pero qué mandavas?
Fulminato.- Vengo por mi capa.
Liberia.- ¿Y adónde la dexaste que vienes por ella?
Fulminato.- Anda, que no estoy para burlas agora.
Liberia.- Pues si tú no vienes para mis burlas, menos estoy yo para tus veras. Y si te ensañas, ensáñate a solas, que yo buélvome para mi prima.
Fulminato.- ¡Y válgala el diablo, y con qué raveada me dexó sin más ni más en blanco! Pues subo arriba y cierro esta escalera, que si veo en qué, yo me entregaré de mis daños.
Marcelia.- ¿Quién sube ay?
Fulminato.- Cata, cata, no ay que fiar en bagassas. ¿Y
cómo me dixo que no estava acá la madre? ¿Pues aun
si tuviesse algún gayón en casa? Pues subo, que si la
hallo sola quiçá pelaremos el pato a medias.
-¿Paréscete que te han tomado de sobresalto en el
hurto?
Marcelia.- Siempre te armas más de malicias que despierten ira que no de armas que atemorizen contrario. Pero cierto, que mi hijuela pone tal cobro en la casa, que a haver qué, tenían buena medra los que juegan de alça ropa.
Fulminato.- Lindo lançar de alesna ha sido ésse para te hazer pobre y para te escusar de no me dar mi capa de grana. Pues a la fe, también tiene culpa quien da la occasión por poner mal cobro como el que lo hurta.
Marcelia.- ¡Ay, Sancta María, y si es verdad que ha entrado ladrón en mi casa oy!
Fulminato.- Gentil discante es ésse. ¿Si tú no lo sabes, quieres que lo sepa yo? Dame mi capa, no se cubra oy el /fol. cxxxvij r/ diablo con ella en esta casa.
Marcelia.- Agora que pienso que hablas de veras, di, ¿qué capa pides a mí?
Fulminato.- La mía.
Marcelia.- ¿Y dónde está?
Fulminato.- ¡Qué renegadero para un tal renegador como Fulminato! ¿Dexando yo mi capa en tu casa, me preguntas dónde está?
Marcelia.- Cata que tornes en ti. Y si buscas achaques para reñir, no conmigo, que en paz alabo a Dios en mi casa.
Fulminato.- ¡Agora te canonizarán por sancta! Pero en tanto, acortemos razones y dame mi capa que te di a guardar.
Marcelia.- ¿Y quándo?
Fulminato.- La noche que fuy a guardar a Floriano y los suyos, que si no por mí ya los comiera la tierra.
Marcelia.- Y aun anxí xexona. [Ap.]
Fulminato.- ¿Qué dizes entre dientes?
Marcelia.- Que la busques por allá, donde se te cayó o la dexaste.
Fulminato.- Aun pesará a tal con la cayda. Bien sé que te la di por yr más suelto, para que por pies no se me fuesse nadie.
Marcelia.- Aun quiçá lo creyera, sino que entreoy.
Fulminato.- Pues dime quién te dize de mí otra cosa para que te trayga en su mesma gorra su cabeça.
Marcelia.- Ya, ya, bien conozco tus blasones.[Ap.]
Fulminato.- ¿Qué dizes?
Marcelia.- Digo que no querría en mi casa altercaciones sin por qué, porque no puedo creer que dexasses caer la capa por huyr, un tan valiente como tú, de solos dos enemigos.
Fulminato.- Essas y otras tales cosas te dirá a ti aquel chismoso de Lydorio. Pues no oyré missa antes que no me devan nada. Y aun quiçá vos, doña bagassa, si no os saco el alma, porque en mi presencia y sin más hazer caso de mí os me encerréys con nadie y que agora vengáys a parir antes de los nueve meses essas vellaquerías de que os empreñastes con aquel gayón, que se nos haze un sancto de Pajares, y al cabo deve de ser por ganar tierra con Floriano por malsín.
Marcelia.- Calla, calla, infamador de buenos, malvado, que no abres boca que no sea tu lengua de vívora.
Fulminato.- ¿No veys quán sin vergüença se me torna a los ojos?
Marcelia.- Soy mejor que vos, que si no por mí no oviérades descargado los piojos de acuestas.
Fulminato.- ¿Essas palabras a mí? ¡De las que tengo en la cara reniego si no os saco el alma!No os cale huyr por la escalera, que yo os acabaré oy los días.
Marcelia.- ¡Virgen María de los Remedios, líbrame deste furioso!
Gracilia.- Bien te dezía yo, prima, que havía yo visto entrar a tu madre en casa rato ha. Pero oye, oye, qué tropel baxa por la escalera.
Fulminato.- ¡No os me yréys, doña mala hembra!
Liberia.- ¡Ay, Sancta María, valme, que gran mal es éste, que a mi madre oyo en el /fol. cxxxvij v/ entresuelo y la escalera está cerrada! ¡Jesús, Jesús! ¡Justicia, aquí del rey, que mata aquel traydor a mi madre!
Fulminato.- Pues yo reniego de todos los adoradores del sol si oy no quiebro la puerta y os embío a poblar la silla que en el infierno os espera.
Polytes.- Quán a buen tiempo llego que no tendré que llamar, que en el portal veo a la de Pinel y la de Felisino. Pero, ¿qué es aquello, que dan gritos? Quiero agujar, que gente se allega.
Pinel.- ¡A, hermano Felisino!, al paje que hemos traydo en ojo veo yr corriendo. Aguija, que algo ay allá.
Felisino.- Alarga el passo, que gente corre en cas de Marcelia.
Polytes.- Apartaos fuera, rapazes. ¡A, señoras!, ¿qué es esto?
Liberia.- ¡Ay, señor, por un solo Dios, que matan a mi madre!
Polytes.- Calla, calla, que mejor lo hará Dios. Cerrad essa puerta, que ya conozco quién es. No será nada. Mírame, señora Gracilia, por essa plata, que yo quebraré esta puerta del escalera que tan cerrada está por de dentro.
Gracilia.- Daca y acorre antes que la mate.
Felisino.- ¿Qué es esto? ¿Fuera, fuera, rapazes! ¡Ea, gente de pro, que no es nada! Andad con Dios, que todos somos de casa.
Polytes.- Cierra, Pinel, essa puerta de la calle, no venga la justicia, que Fulminato no deve de estar agora en sí. Allá irás, diablo de puerta, qué rezia estava.
Marcelia.- ¡Justicia, que me mata este ladrón!
Fulminato.- No os valerán vozes oy.
Pinel.- La puerta de la calle ya la cerré. Dale, dale, Felisino, a esse diablo, pues que tan mal mira por la honra de Floriano.
Polytes.- Qué sin sentido está de passión, que le tengo la espada por los gavilanes y el braço quedo y aun no lo siente.
Felisino.- ¿Qué es esto, Fulminato? ¿Quieres que por tu locura hagamos aquí algún desatino?
Fulminato.- Cata, cata, ¿y por dónde entrastes a quitarme de cevar el espada en putas carnes, ya que no alcancé a los otros?
Felisino.- Y calla, y súbete arriba.
Fulminato.- Pues dexadme el espada.
Polytes.- Subamos arriba, que luego te la daré en te viendo más manso.
Fulminato.- Dexadme, que yo acá haré oy a esta embaydora...
Marcelia.- Vos mentís como un gran rufianazo. ¿Ansí me han de tractar en mi casa? Justicia demando a Dios, y al rey me voy a quexar; y no tengo de parar hasta los pies de Floriano para ver si por serle yo tan servidora me han de maltractar los suyos.
Pinel.- Y calla, señora Marcelia, pues ya sabes que todos somos criados de Floriano, y por él te servimos y por tu persona te honraremos. Que bien sabes ya que Fulminato te ama y quiere, sino que tiene aquellos ímpetus primeros furiosos.
Marcelia.- A la fe, el malaventurado, con las de seguida vaya él a tractar de fieros a cada passo, que en mi casa estoy y no le devo nada, y él a mí más que vale.
Liberia.- ¡Ay, madre!, no llores más y adereça essos atuendos de tocados, que pues lo quiere nuestra desventura que por hazer bien se nos atrevan como a solas mugeres, demos gracias al Señor del cielo en todo.
Marcelia.- Tú me causas esto, en andárteme fuera de casa.
Gracilia.- Por mi vida, que no hazía sino yrme a mostrar una lavor. Pero pues en lo hecho no ay suelda, remédiese lo de adelante en mirar, tía, a quién das tu peurta y tu silla. Y tú, súbete luego arriba; y tú, prima, vamos a la puerta de la calle y abrámosla, porque oyo de fuera gran tabahola, y asoseguémoslo con sentarnos seguras a la puerta, y no llamemos testigos de nuestras flaquezas.
Pinel.- Bien hablas, señora Gracilia. Yo me baxo con vosotras por más assegurarlo todo.
Liberia.- Mas antes os yd entramos, porque la justicia no entre a escodriñar nuestros rincones. Que mi madre y yo nos yremos arriba y llevaré yo essos platos con que estás embaraçada.
Gracilia.- Pues háganse las amistades luego.
Pinel.- Y aun ayudaremos a descorchar los platos antes que la vianda se enfríe.
Liberia.- Pues anda, madre, que subo delante.
Marcelia.- Agora que hay terceros, quiero meter las cabras en el corral a este panfarrón con hazer de la enojada, pues tengo por qué, y dezir que me voy a quexar a Floriano. [Ap.]
Fulminato.- ¿Parésceos que havéys hecho poco mal en quitarme de hazer servicio a Dios en quitar malos del mundo?
Felisino.- ¿Y quién te hizo a ti Justicia de Dios? Calla, que no quieres mirar por la honra de la casa de Floriano.
Polytes.- ¡Por Dios, la honra estaría buena, fiada de quien no la sabe estimar! [Ap.]
Fulminato.- ¿Qué dizes, Polytes? Y dame mi espada, que no sé cómo te la fié.
Polytes.- A la fe, a más no poder. Pero digo que si esto viene a oydos de Floriano, tú has echado oy buena madrugada.
Felisino.- Y aun por esso temo yo que Marcelia no vaya con quexas, que no cabremos en casa con Floriano.
Marcelia.- Esperad, pues, que yo os confirmaré en
esse temor. [Ap.]
-Liberia, dame presto mi manto, porque ansí como
estoy me voy a Floriano.
Felisino.- ¿Veys lo que yo dezía? Que agora tracta de yrse.
Fulminato.- Pues que no me dexastes acabarla, estorvalde la yda, si no yo la acortaré los passos antes que allá llegue.
Polytes.- Esperad, que yo lo soldaré todo, que
aquí viene en mi manga un paño, un buen
acallanecios.
-¡A, señora Marcelia!, pues yo no fuy el
malhechor, óyeme dos palabras en esta alcoba.
Marcelia.- Por amor de ti más que esso haré, pero sea que me dexéys yr presto.
Felisino.- ¡Ay, señora, no te fies de esse barbiponiente!
Polytes.- ¿Pues mándoos yo tener embidia, señora? Ves, éste no es lugar ni tiempo de largas pláticas; cata aquí cincuenta ducados en oro todos y más esta librança. Y que Floriano te ruega que luego comas esso, que por amor de ti tomé trabajo de traer, que te embía de su plato, que por su mano me dio su mesmo plato que le sirvieron. Y por amor de mí que perdones los enojos todos y no se hable más en lo passado; y de aquí adelante mira más por tu casa. Y mira que Felisino es muy tu servidor y harto ha reñido a Fulminato; por esso baste ya.
Marcelia.- Por amor de ti mucho haré, y digo que no hablaré más en ello. Y tú toma essas quatro pieças de oro para guantes y no porfíes en no las tomar, y perdona lo poco.
Polytes.- Por amor de ti las tomo. Y mira que ninguno déstos sabe nada desto, por esso sal a ellos y dissimula y cumple con todos y fíate de pocos.
Pinel.- ¡A, señora Gracilia!, pues ya se ha derramado el tropel que estava a la puerta y arriba ya callan con la paz, subamos a comer del alboroque.
Gracilia.- Sumabos luego.
Polytes.- ¡A, hermana Liberia!, dame mis platos.
Liberia.- En esta alazena están, como los truxiste.
Polytes.- Señora Marcelia, Floriano te embía esto con que combides a Fulminato.
Pinel.- Esso me paresce bien.
Felisino.- Y aun a mí me paresce que Fulminato desmanche dos rucios o uno de dos reales para el vino y fruta tras la comida; y no se repita aquí palabra de renzilla passada.
Polytes.- Pues que quedáys apareados tres por tres y yo sobro del juego, con tu licencia, señora Marcelia, me voy, pues ya Liberia me ha desembaraçado y aun limpiado los platos. Y tú, Fulminato, toma las armas, aunque de derecho eran de la señora Marcelia.
Felisino.- No passe la plática adelante.
Fulminato.- Pues cata, hermano Polytes, que esto no buele en casa.
Polytes.- Por mi parte queda seguro. Y todos quedéys con la paz de Dios.
Marcelia.- Pues en pago de que he hecho todo lo que me has agora mandado, te ruego que buelvas por la respuesta de tu embaxada, pues el tiempo no da lugar a que agora tú te pares y yo no haga lo que he /fol. cxxxix r/ menester, que es comer, pues aún estoy en ayuna[s].
Polytes.- Quédate a Dios, que todo se hará
como mandares.
(Pero mejor te ahorquen, que no te entiendo; ni aun mejor yo viva,
que tienes remedio conmigo)
Gracilia.- Y voy a llamar mi moça que vaya por vino y lo que fuere menester, pues ya tengo los dos reales. Y en tanto poned la mesa, que no tardo nada con ayuda de Dios, pues aún no tengo gota en los pies.
Belisea. Justina. Lucendo.
Belisea.- ¿Dime, Justina, qué te paresce que podrá hazer agora aquél cuya memoria tiene occupados todos mis sentidos? Porque te hago saber, pues ya no es tiempo de callarte cosa, que queriendo más recogerme para más quitarme de pensamientos penosos, el pensamiento que más me dexa atormentada es el que en otra cosa no me occupa, sino en memoria de Floriano, porque le amo y quiero y con su memoria vivo y su absencia me mata. Pero, ¡ay de mí!, que no puede mi poca libertad dexármele ver ni mi recogimiento me le dexa hablar; mi castidad me haze illícita su conversación y el amor querría siempre conversarle; la honra de la casa de mi padre me cierra sus entradas y salidas secretas que la sensualidad querría; por manera que para más bien le querer me tengo de aborrescer a mí y a mis cosas. Pero, al fin, yo lo he querido y Dios lo tiene determinado, y ansí torno a dezir que soy suya y que nunca otro será señor de mi cuerpo sino Floriano, que lo es de mi voluntad.
Justina.- ¡O, qué grande es el poder del amor que ansí desencasa un compuesto bien concertado y derrama una voluntad bien ordenada! [Ap.]
Belisea.- ¿No me respondes, Justina?
Justina.- ¿Qué te responderé, debaxo de la gran compassión que te tengo por la batalla que en ti ay de /fol. cxxxix v/ la sensualidad contra la razón, que tiene temor de perder la possessión de su señorío en ti?
Belisea.- Pues con más piedad y con más razón te apiadarías de mi triste coraçón, que anda ya a punto de su perdimiento, si bien supiesses mi mal, el qual aunque yo le passo, ni le sé ni le entiendo, mas de que veo que el tu compadescerte de mí me monta nada si el que tiene mi coraçón no se apiada dél. Y como temo que me olvida, no descansa mi voluntad ni cessa de pedir a mis ojos que se le pongan delante para que todas las potencias se aviven y reconozcan el bien de dónde les viene. E yo te digo, Justina, que yo bien querría que mi voluntad fuesse muy obedescida en esto, porque yo viéndole pensaría que no me olvidava, pues la absencia es madastra del amor.
Justina.- Quando el amor no es postizo, ni cresce en la presencia ni mengua en la absencia ni se varía con los tiempos. Pues la voluntad y entendimiento de donde quiera buelan a ver lo que aman. Y Floriano, ¿amarte?, pruévalo bien los tormentos que le causava tu amor; ¿y dessearte?, bien tengo yo por mí que cuenta los momentos hasta verse en la hora y, visto delante de ti, presumo que a mí apenas cree, porque dizen que lo que mucho se dessea no se cree aunque se vea.
Belisea.- Pues que assí me aseguras del temor que yo podía temer, y yo lo estoy bien de que él no deve tener duda de que le amo y jamás le olvido, ¿qué te paresce que haremos en lo que esperamos de nos ver? Pues ni yo le podré dexar de amar como a señor y amigo y marido ni podré hazer por él cosa que passo tuerça de la razón en guarda de mi honra y honestidad.
Justina.- Pues que estamos a solas, ¿para qué tendré la boca llena de agua en no te dezir lo que por haver bien pensado no será posssible callarlo, vista occasión de dezirte desengañadas verdades?
Belisea.- De esso huelgo, y no esperes de mí más licencia, sino que sin salva me digas lo que te paresce libre, ¿qué yo devo hazer tan captiva?
Justina.- Digo que no presumas tener las cubas llenas y las suegras beodas. Y cata que si le amas [como] marido, que toda eres suya de justicia muger. Y si te honras de lo uno y te huelgas de verle y quererle, huelga de obedescerle. Pues mal merescerás la honra de su muger sin tener él el provecho del matrimonio, pues dizen que honra y provecho no van en un saco.
Belisea.- Bien dixeras, que ya te entiendo tu intento, que honra y provecho no van en un saco, quando el pro /fol. cxl r/ vecho no deroga a la honra y quando la honra y el provecho son de uno. Pero agora tú quieres ascribirme a mí la honra, y tienes razón que lo es en ser suya, y a él el provecho en el gozo.
Justina.- Pues bien sabes que quando velan los novios les dizen que serán dos personas en una sola carne. Porque quiero que oyas, que bien lo sabes ya, que la honra y provecho de tu marido es tuya, y la tuya de tu marido juntamente.
Belisea.- Bien has hablado. Pero cata que la honra es cosa muy vedriada y muy sotil y muy frágil, y junto con esto la que haze inmortales los hombres, la que los haze de estima, la que les da imperios, la que los haze ser servidos, pues vemos que los antiguos por sola la honra arriscaron quanto fuera de ella tenían.
Justina.- Ansí es, que la honra mayor contentamiento da al hombre que qualquier temporal otro provecho. Pero tornando a mi intento, nunca la muger pierde honra con su marido debaxo deste vínculo de dos voluntades, no se teniendo respecto a otra disparidad, como es si él es de mucha estima y ella de baxa ralea o al contrario; o el uno en estremo pobre y el otro muy rico; o en las qualidades del alma, quando el uno moro o judío, o muy vicioso notoriamente y el otro notoriamente contrario de aquello. Pero donde no ay estos estorvos, quando dos personas que van a las parejas, que sólo ay la differencia en ser el uno hombre y el otro muger, se ayuntan, como concurre Dios en aquel vínculo para hazer una persona de dos voluntades, que eran antes y después se tornan en una, allí ay mayor honra de entramos quando más entramos son sólo uno. Y con esto baste, porque no soy tan desvergonçada que tenga vocablos más claros, que más vale vergüença en cara sobre tal vínculo que manzilla en coraçón con tan no castos pensamientos y tan desasosegados desseos.
Belisea.- Embuelves tantas razones para concluyr lo que quieres que algunas vezes como de los cabellos traes la razón para que aprueve tu justicia. Y por tanto, ya no quiero sino que, pues siempre me lo persuadiste, me aconsejes cómo se concluya. De manera que a lo que a Dios es notorio, que passa entre nosotros sin su offensa a mi parescer, sea público a las gentes sin escándalo, de manera que entiendan juntamente ser guiado por Dios. Pues sabes que no sólo el buen nombre le ha de buscar hombre con Dios, pero aun con las gentes.
Justina.- Y aun es ansí, que el buen nom- /fol. cxl v/ -bre vale más que toda riqueza, y que éste más tarde se cobra delante las gentes, y aún más presto se pierde con ellas que no delante Dios, pues el uno mira más en la voluntad y los otros aun calumnian las buenas obras. Pero lo que me paresce en estotro es que, pues a las mugeres en semejantes casos no se nos permite acometer y aun se nos dan avisos para guardarnos de no ser acometidas -como flacas en la resistencia y muy impugnadas en esto a la virtud-, y al hombre, como más libre, lo uno y lo otro le es permitido, digo que Floriano te pida por muger a mi señor Lucendo, tu padre. Que como ello ya esté hecho y Dios lo ha encaminado, Él lo concluyrá y hará que el viejo veniendo en ello, Dios se sirva, y vosotros gozéys y el mundo lo loe, pues no ay disparidad de las que arriba ya dixe de entramos. Y aún más digo, que si quieres la cosa más breve y mandas, yo lo hablaré a tu padre, aunque bien sé que arrastro paño de tan alto negocio para tan baxo delegado.
Belisea.- Lo que yo quiero que tú hagas es que tú, como de tuyo, lo persuadas a Floriano esso.
Justina.- Que lo haré, venida la hora. Pero allí viene mi señor solo; asuadas que venga a te hablar en casamiento, porque oy han estado con él dos señores, los más altos del reyno, que sé que tenían hijos que te recibirían por muger qualquier de ellos.
Belisea.- ¡Ay, Justina!, si vieres que me quiere a solas, busca occasión con que nos dividas presto, si no yo soy perdida.
Justina.- Pierde cuydado. Pero cóbrale en estar sobre aviso en que no te cace en algo de Floriano, que ya sabes qué sabio y sagaz padre tienes.
Lucendo.- ¿Qué hazes, hija? ¿Estás buena?
Belisea.- Por cierto, señor, que aún no he tornado bien en mí desde estotro día.
Lucendo.- No me maravillo, hija, porque tú eres delicada y el mal que entra poco a poco, sale de tarde en tarde. Siempre ten cuydado de mirar por ti y no salir de los consejos de los médicos para no tornar a recaer. Siéntate, hija, en tu estrado; y tú, Justina, salte allá fuera. Ya sabes, hija, cómo Dios lo manda y naturaleza inclina a los padres en el cuydado de la provisión de los hijos, en especial de aquellos hijos que la naturaleza más desnudó en su nascimiento. Porque un paxarito, después de sacados los hijos, en muchas cosas no tiene menester mirar por ellos, como es el vestirlos, el limpiarlos, ni el enseñarlos [a] hablar ni andar ni dezirles lo que han de comer, porque con solo traérselo mientras no son para yr por ello, naturaleza y la neces- /fol. cxlj r/ -sidad les dize quál coman y quál dexen; y un animal por su mesma manera, cada uno como es. Pero al hombre, con darle Dios esta excellencia de tener uso de razón, le hizo en lo demás menesteroso de las abundancias agenas, porque de ageno viste y come y calça, y aun no a todos se les da el saberlo buscar, y hallado guardarlo. Y si el cuydado de los hijos ansí pende de los padres, much[a] más carga y solícita el de las hijas, como más menesterosas. Y como uno destos cuydados sea dexar en estado las hijas en que puedan servir a Dios, ansí yo con esta obligación natural, como por el gran amor que te tengo quito de mis proprios cuydados muchos ratos del día para dar lugar a los que me vienen de contino de verte ya en mis días en estado del matrimonio puesta. Y porque ya muchos de mis vezinos han caminado tras el pendón de la muerte y no sé quándo a mí me llamará su trompeta, cierto que no he de quedar, incierto del quándo tengo de yr, queríate, hija, dar antes mi bendición con tu compañero en el thálamo conjugal. Muchos de grande estado al mundo te me piden, y a ninguno, aunque muy importunado, he dado ni mano, porque te querría emplear -como thesoro que yo más estimo después del alma propria- muy a mi honra y tu contentamiento. Porque en todas las obras políticas del hombre humano havría de haver voluntad del que las obra, y en especial en este estado, que con pazes de gran bendición y contra voluntad tomado y en desgracia es gran servidumbre y vida peor que de galera. Por tanto, sin me detener más días, me di tu deliberada voluntad en esto, porque sobre aquella asiente yo la mía en la conclusión de lo que ya tanto y tantos me molestan. Y cierto, si en alguna cosa me paresce a mí havían de hazer su querer las hijas, havría de ser en esto; pero hallo que por las leyes divinas y canónicas y civiles las costriñen a no salir de la obediencia de los padres. E por esso, aprovándolo por bueno, tú harás mi voluntad en que me digas la tuya luego.
Belisea.- Siendo yo la hija que más deve a su padre que de mi manera havrá en esta vida, nunca Dios quiera que comience en mí el exemplo de la ingratitud y mal consentimiento en el no te obedescer muy por entero a lo que me mandares. Porque si otras hijas son obligadas a sus padres porque son padres, yo a ti porque eres padre y madre y señor y regalador y abrigo mío. Pero más pienso que meresceré delante de ti en hazer tu mandado en esto, en forçarme a /fol. cxlj v/ querer hallarme sin ti un hora, que no por otras causas que la honestidad suele mover a las honestas hijas en obedescer a sus buenos padres. Y ansí sepas que quando me dieres marido, le tomaré; quando me metieres monja, lo seré; y quando me mandares yr de tu casa, yré; y quando quisieres que no vaya, no yré, aunque tanto más mejor te obedesceré en que quieras que no te dexe, quanto menos regalo espero tener sin tu presencia. Pero más quiero como hija hazer tu voluntad que como regalada dessear mi contentamiento. Y ansí no determino de dezir a cosa que tu voluntad sea; ansí no te quiero sacar condición alguna, porque en apartarme de ti hallo la mayor pérdida que jamás hija perdió; y en no hazer tu voluntad sería la más de culpar del mundo.
Lucendo.- Has hablado, hija, tan prudentemente que con tu tan libre que me das me dexas más captivo mi querer al tuyo. Y ansí te prometo, al amor que te tengo, que tractando esto no te mire como hija en te mandar, sino como a muger en no hazer cosa sin tu expresso consejo y contentamiento. Y por esta razón te quiero en particular dezir quiénes son los que te me piden y con quién soy más inclinado a cerrar en esta cosa, para ver lo que de cada uno sientes.
Belisea.- ¡Ay, mezquina yo, que agora que entramos en lo especial temo, que hasta agora todo ha sido querer en general y ansí no estava yo tan constreñida a declararme con quién quiero por nombre y a quién no quiero! [Ap.]
Lucendo.- ¿A quién dizes que te inclinas más en lo particular, que no te oy bien? E ya te digo que ni por dezirme tu parescer te tendré por más atrevida ni por hablarme claro por menos buena y honesta.
Belisea.- Señor, a Dios gracias, la poca contractación que tengo fuera de con mi gente me quita del vicio que llaman accepción de personas, en tachar a unos y aprovar a otros, pues at odos los ignoro y a todos quiero bien; y a mí tengo por no merescedora del menor y más s[o]ez que tu voluntad fuere de me dar. Pero mira que viene Justina y deve de quererte algo.
Justina.- Mucho va adelante la plática; quiero despartirlos.
Lucendo.- ¿Quieres algo, Justina?
Justina.- Señor, que mires que ha rato que se apeó el Adelantado Mayor, y deve destarte aguardando.
Lucendo.- Pues voy, que esta plática se concluirá para la obra otro día, plaziendo a Dios. Quédate, Justina, con tu señora. Y tú, hija, mira que te solazes, pues de tu plazer huelgo yo mucho.
Belisea.- Yo te haré esse plazer de oy más.
Justina.- ¿Qué te paresce, señora, quán a mano tramé la mentira?
/fol. cxlij r/
Belisea.- ¡Ay!, que peor es si sale en balde, que luego tornará enojado.
Justina.- Entonces no faltará otra, y otras diez, en especial que ya él vino endenates. Pero como viene tantas vezes, no sé si tornó a yr o no. ¿Pero cómo te ha ydo?
Belisea.- ¿Qué quieres que me vaya? Pues ya a lo claro, quiere concluyr de casarme.
Justina.- ¿Y qué le dixiste?
Belisea.- Que no saldré de su mandado.
Justina.- Bien fue ansí. ¿Pero en lo particular, de quién te nombró?
Belisea.- Ya lo començava quando nos atajaste. Pero quedó que otro día me lo dirá para que yo escogiesse quál mejor me agradasse a mi parescer.
Justina.- Agora te digo que está andado el medio camino y piensa que ordena Dios esto. Yo aviso esta noche a Floriano para que sea él uno de los que te pidieren, para que si a bueltas de los otros te lo nombrare tu padre puedas cerrar con él, y ansí no se sentirá.
Belisea.- Bien está. Ansí se hará bien. Encomendémoslo a Dios todo.