Fulminato. Felisino. Pinel. Polytes. Lydorio.
Fulminato.- Agora que, hermanos, estamos en casa, quiero daros razón de lo que en casa de Marcelia vistes que passó, que me havéis pedido que os diga.
Felisino.- Como ya te lo havíamos pedido tantas vezes, ya yo tomava el tu callar por respuesta.
Pinel.- Yo, porque sospeché que fue sobre la capa, callava yo ya, porque veo que no lo recibe Fulminato de buen gusto.
Felisino.- Agora digo que me espanto de tantos chismosos, y por esso dizen que el miel y la mentira para el fondo tira, y ansí luego es alcançado un mentiroso. Dicho me havían a mí, pues, que anoche havían capeado a Fulminato, y aun que si no tuviera buenos pies que quiçá con el capear fuera el caparle.
Pinel.- Tirte afuera, esso malo era. Pero dixéronme a mí que él dexó la capa por huyr de dos garçones que le corrieron la çapata. Pero como después yo mesmo la vi llevar al ladrón que yo no pude alcançar y /fol. cxlij v/ sacarla den casa Marcelia, todo lo tuve por burlería.
Fulminato.- No el balde dixo Esopete a su amo que no avía cosa más amarga ni más aguda que la lengua. Y no en balde es dicho: , y que no ay peor cosa ni mayor pestilencia para toda congregación pacífica que la lengua doblada que siembra discordias. Y ansí huelgo que veáys qué crédito se ha de dar a semejantes flaquezas dichas de Fulminato de oy más. Pues que si dexé la capa caer fue porque no cayesse el ánimo desseoso de alcançar a aquellos vellacos, que sentí por más sueltos de pies que yo.
Felisino.- A la fe, en tal caso poco es dexar la capa. Pero dexando esto, nos di qué avías con Marcelia, que no ay quien os entienda a los dos vuestras algaravías; vosotros os enojáys y os consideráys quando se os antoja.
Fulminato.- Y aun essa más gracia me dio Dios, que nunca muger me acabó de entender, porque con ellas siempre os havéys de haver bien, vuestro derecho a salvo, de manera que si la castigaredes os tema y si la halagaredes no se os atreva.
Pinel.- Y aun ansí dizen que la muger y la sardina, de rostros en el fuego. Y aun que la muger y el fuego para que luzgan, a coçes, aunque esto tiene haz y envés. Porque si la muger se aveza al castigo y os toma el pulso hasta quanto os pese la mano, tiene ya, como hecha a las armas, el ser castigada por solo daros enojo y salir con la suya.
Fulminato.- A la fe, no la dexar criar malas costumbres desde nueva, porque una bestia mular, cobrando un siniestro, ella muere pero no le pierde, y ansí no menos es de la muger. Por donde digo que el ser buena o mala una muger, todo consiste en saberla tractar a los principios, que la hazéys a la carga de vuestra voluntad.
Pinel.- Pues dessa manera, ¿cómo quieres tú apoderarte con Marcelia, que la començaste a entrar al cabo de Dios os salve? Porque ni le podrás ya quitar la marca del que la selló primero ni las costumbres en que ya se ha criado y madurescido, y aun començando a envejecer la pienses quitar, pues ya en ella mudar costumbre esle a par de muerte.
Felisino.- Y aun por eso me paresce a mí que haze mal Fulminato en querer domar ya yegua con potranca tan grande como la madre, en especial que no la tiene tan por suya que con tales tractos no le cambie por otro que la regale.
Pinel.- Mas quiçá está ya hecho, porque no la veo yo tan buena de contentar que con la ordinaria prebenda de Fulminato se mantenga. Pues har- /fol. cxliij r/ -tar, bien vemos que es por demás, pues es muger y no vieja y suelta, que diz que buey suelto bien se lame.
Fulminato.- A la fe, en sólo el apetito hambriento de recebir y pedir la he hallado siempre suelta.
Pinel.- ¿Pues cómo? ¿Y agora sabes que la muger es un género de animal imperfecto que para suplir su imperfectión en lo uno siempre dessea al varón como la tierra al agua? ¿Y no sabes que ansí abre las manos al tomar, que no sabe tener rienda en el recebir? Y no me pidas más de que sea una muger avarienta, que yo te la vendo por viciosa y confusión de toda virtud. Y si esto no es ansí, dígalo el señor Lydorio, pues lo traxo Dios a tan buen tiempo.
Lydorio.- ¿Qué es lo que tengo de dezir?
Felisino.- Que estava provando Pinel que el vicio de la avaricia es muy peligroso, mayormente en las mugeres. Esto te preguntan si es ansí.
Lydorio.- Digo que dize muy gran verdad, porque ansí está escripto, que la rayz de todos los males es la cobdicia. Y aun, ansí dize el sabio que no ay mayor maldad que amar el dinero; y en tanto es malo el vicio de la avaricia que es contado por idolatría, que es dexar de adorar al Criador adornando la criatura.
Fulminato.- En ley de christiano no ay peor mal.
Lydorio.- Pues esse tan grande le causa la avaricia en el hombre, como vicio más detestable de los otros vicios, porque donde asienta roba todas las virtudes, y donde él está ay tiniebla; y este vicio es un ñublado de las virtudes, que todas las absconde. Y ansí aquel potente Marco Crasso amató en sí muchas virtudes que tuvo con sólo ser avariento. Y aun es vicio que con hazer robar lo ageno haze al que lo ha robado ser robado y enagenado de sí mesmo, por ser esclavo de la riqueza que ha robado y tiene; y ansí dizen que el avariento más es tenido de la riqueza que la riqueza dél. A esta causa, muchos de los amadores antiguos de la sciencia desterravan de sus academias la riqueza por poder aposentar la sciencia, y de sus casas lançavan el thesoro por encerrar el sosiego, y de sus personas alongavan el amor del dinero por se hazer amadores ricos de la virtud.
Fulminato.- Si las cosas havían de yr medidas por esse peso, a pocos convenía el peso de la moneda, y menos de la muger por lo que yo me sé.
Lydorio.- Ansí es, que a todos es dañosa la avaricia y a la hembra es pestilencia, y aun pestilencia de las modernas que no las hallan cura los médicos. Porque dadme una muger avarienta y no me nombréys virtud que le quadre ni vicio que no aya en ella o se presuma haver; porque si es moça y hermosa y avara, /fol. cxliij v/ yo os la daré más común que el pan en la plaça y los abbades en las iglesias; y si es fea y moça y avara, potajes haze de su persona y embustes para contentar a los hombres para ganarles la moneda; que no se pueden nombrar porque faltaría tiempo, ni se deven dezir por la reverencia de las que son buenas.
Felisino.- Y aun cierto, oy en día gran acatamiento se deve hazer a una muger buena.
Lydorio.- Y aun en tanto se deve estimar la cosa, quanto con más difficultad se halla, porque sin perjudicar ninguna en particular, mi opinión es que pocas ay que quieran dexarse caer a la mano del hombre que no quieran que [l]es dé. Y si no lo sabéys, ¿quántas casadas y ricas y que tienen hechos los maridos a mandado suyo y muy a su mano, y viénense a pegar a vezes con uno que es asco verle?
Pinel.- Que digo, señor, -hablando con perdón- que aunque los maridos sean muy viles y los amigos muy loçanos y muy a desseo y contento de ellas, y ellas en estremo ricas, siempre quieren doblada substancia, que es la del marido en todo y la del amigo en el cuerpo y en la bolsa. E ya que les falte buena color para pedir a los pobres, que lo han de lazerear por darlo a ellas -que les sobra-, a lo menos toman achaque de pedir con dezir: .
Fulminato.- Por el cerrojo de Burgos, que hablas como experto.
Felisino.- Asuadas, que en tales andolencias se les desgaja a él el partido.
Pinel.- Sea lo que fuere, cada qual siente sus duelos y Dios remedia los de todos. Y di, señor Lydorio, hasta concluyr tu plática, por qué, si no tractas de todo género de mugeres, injurias las unas y abonas las otras, porque a mi ver, más presa haze la avaricia en los viejos, aunque no alcanço el por qué.
Lydorio.- Porque como les va faltando el mundo en el vivir, querrían tenerle -como dizen- por los cabeçones, y buscan la virtud adquisita terrena como les va faltando la virtud natural, y ansí todos guradan. Porque como ellos van faltando ya al mundo, ansí piensan que todo les tiene que faltar a ellos. Y por tanto buelvo a mi intento, que la avaricia en la muger, y muger vieja, es más peligroso mal porque la haze embaidora, hechizera, alcahueta y amiga y aliada del demonio.
Fulminato.- Y aun pese a tal con las que desde temprano aprendieron todos essos officios.
Pinel.- ¡Ay te duele aún! Pues con tu pan te lo comas, que a la verdad ello es ansí; que como ay oy en día imitadores de los virtuosos passados, también ay remedadores de los viciosos antiguos.
Lydorio.- Y aun para el remedar los viciosos más precipites son las mugeres y para intentar un vicio qualificado. ¿Porque quién de los hombres intentará hechos procaces y nefandos y feos y malos en todo género, como muchas de las mugeres de los siglos primeros? Y porque calle[n] los que en historias sacras son referidos por la gravedad y magestad de las sacras escrituras, ¿quién, empero, yguala con la avaricia de aquella Tarpeia, siendo donzella y recogida, y a quien no faltava cosa en la casa del alcayde del Capitolio, su padre? Pues no diremos que andando por el mundo aprendió tanto que con avaricia pudiesse poner a Roma en el estrecho que la puso. ¿Quién, por tan poca cosa, hiziera tan gran mal como Eriphile en vender el marido tan bueno y estimado y que tanto la quería? ¿Quién hiziera, con suzia carnalidad, lo que Pasíphae, muger del rey Minos? ¿Quién con saña vengativa perpetrara lo que las dos hermanas Progne y Philomela? ¿Quién por solos amores, aun no gozados ni aun más fundados, con sólo ver el amante y aun desde lexos se dexara prender de la yerva de flecha de amor en la manera que Scylla para executar su venenosa ponçoña en cortar la cabeça a su viejo y dormido padre el rey Niso? ¿Quién se atreviera a lo que Myrrha, enamorada de su padre Cinara? ¿Quién pudiera abatir tanta gloria de reyes y desolar tantos reynos y acocear tanta gloria de famas de monarchas como el mal govierno de la persona de Cleopatra en Egypto, ni Helena en Troya y Grecia, y si concluymos, con la nuestra Cava en España? Es nunca acabar escodriñar libros en buscar exemplos para probación de cosa en sí tan notoria.
Fulminato.- De aquí infiero yo, para salir de la plática, que tenían razón los antiguos en tener por cosa de gran tomo y poder a la Fortuna, pues podía y bastava a favorescer a que personas tan affeminadas y s[o]ezes y flacas saliessen poderosamente con hechos de tanto mal y daño, como las antiguas que Lydorio ha contado y [como] muchas de las modernas, que yo me sé, que tracto con gente que las sabe y las haze. Pues más agudo tiene el ingenio una mala hembra para en males que diez varones para intenar de repente un mal y un caso feo y un hecho espantoso a los buenos y temeroso a los flacos.
Felisino.- Pues, por Dios, que tú, Fulminato, levantaste plática cuya consideración muchas vezes me tiene atónito: ver quán dispares cosas encamina la Fortuna.
Pinel.- A la fe, los males encamínalos la astucia del nuestro enemigo, y accéptalos y aun óbralos la nuestra propria, y los bienes encamínalos el govierno y providencia divina. Porque si yo quiero, y Dios quiere guardarme, ni basta una fortuna imaginada ni muger artera ni aun el diablo tan poderoso para derrocarme a un mal que sea daño del alma, que en lo demás temporal callo, y subjéctome al parescer de los sabios en esto y a la Iglesia en la fe.
Lydorio.- Tú dizes bien, Pinel, que la escusa, que no los escusará a los que no quieren enmendarse del mal, es dezir que lo hizo el demonio, que fue su hado, que lo governó ansí la Fortuna, que fingidamente era deificada de los insipientes y ciegos antiguos, teniéndola por diosa con otros muchos mentidos dioses que ellos inventavan a sus propósitos cada uno.
Pinel.- Pues porque uno de los bordones comunes de los enmorados que hablan de sus amores, escriviendo o trobando, luego a mano tractan querellas de la Fortuna, nos di, señor Lydorio, algo de la Fortuna.
Lydorio.- Digo que más querellas formaría ella de ellos si supiesse quexarse.
Fulminato.- ¿Pues qué cosa es, que tanto de ella hablamos y tan poco la conoscemos?
Lydorio.- Según el error de los antiguos, ella era una de sus dioses mentidos, como ya dixe, y fingiéronla que governava a su libre querer este mundo, y traya los hombres en una voluble rueda asentados, por manera que al que le plazía, bolviendo su rueda, baxava, y al que le plazía levantava; a unos dava lo que a otros primero quitava, y a unos vestía desnudando a otros.
Fulminato.- Esso a cada passo lo vemos, que muchos que no merescían la sal que comen les sobra el bien, y otros que lo merescen y son para ello no tienen un pan; y unos bien sirviendo no medran y otros crescen sin por qué como esponja, con no ser para dar migas a un gato, porque salga cierto el vulgar, que da Dios havas a quien no tiene quixadas. Y ansí como parezca que estas sean obras de Fortuna, cierto, como no guarde la justicia en su distribuyr, no deve de ser buena cosa.
Lydorio.- La Fortuna es un súbito y no pensado caso de las cosas que suelen acontescer.
Felisino.- Y aun ansí veo que la Fortuna es una manera de feria, que cada merchán habla de ella como en ella le fue. Porque la Fortuna por muchos es llamada, por otros culpada; por muchos desseada y por otros huyda; por muchos loada y por otros muy reprehendida; por muchos honrada y por otros baldonada y menospreciada y tachada. Por unos es tenida por ciega, vagabunda, inconstante, varia, incierta, favorescedora de indignos y enemiga y contraria de bue- /fol. cxlv r/ -nos y valerosos y animosos, y por otra parte si la miramos la veremos en sus effectos totalmente contraria de todo esto.
Lydorio.- Todo esso y aún más cabe en el ser, sin ningún actual ser de la Fortuna. Porque a las vezes vence la potencia de mil y el consejo de ciento con sólo uno, y amata la juventud y aviva la edad decrépita según le plaze, y ansí la llama un poeta inconstante, frágil, fementida, deleznable. Y por tanto, los antiguos que la adoravan por diosa la fingieron como donzella, ciega y con alas, y dávanle un cuerno o bozina en la mano para tocarle como a montería y con él derramava oro por una parte y esparzía sangre por la otra. Y dávanle en la otra mano un governalle de navío y poníanla un pie, sobre el qual se sustentava, puesto sobre un áncora, y en aquello declarando sus atributos que ellos le davan, entendiendo de ella que governava el mar y la tierra, porque tenía un pie en el áncora y el otro encaminava a poner sobre la tierra sin llegar con él al agua. Y que dava riquezas a unos y afanes y muerte a otros de los que seguían tras su llamado. Y llamava a son de montería por la inconstancia que ella en sí tenía y el poco sosiego que tienen los hombres que andan en la montería occupados y por la incertinidad que a manera de caça, inciertas son las ganancias de la caça; y un muy engolosinado afán de incierta possessión de lo que muchas vezes buscando, o no pueden descubrirlo o sólo lo pueden ver y las menos vezes cobrar. Pintavan más a la Fortuna ciega o bendávanla los ojos, significando que los favores o riquezas o afanes que dava son por un caso fortuyto y por un acaescimiento no pensado. Pero esto que ellos llamavan Fortuna y algunos llaman por nombre de hado, que también los ciegos gentiles cuydadosos de buscar dioses y descuydados de conoscer al Dios criador verdadero veneravan las hadas, que ellos llamavan Parcas por diosas, hijas de la diosa de la necessidad, porque les davan poder aun sobre los otros dioses en lo que ellas disponían quanto a la governación de los hombres y del mundo. Y ansí dezían que lo que ellas tenían determinado entre sí que de necessidad acontescía y no por puro acertamiento. Pero esta fuerça o poder de los hados no tiene más ser ni más poder -como ni el de la Fortuna-, ni más eran de en quanto los que las veneravan les querían dar. Porque desde siempre que /fol. cxlv v/ ay cosas causadas han de tener principio en la causa primera, y todas las cosas que en sí tienen successo y orden natural las dispone naturaleza imperada por Dios. Y todo lo que se haze, que su ser no sea privación -como es el peccado-, pero sea cosa que tenga ser, en quanto es causado procede de la causa primera, que es Dios, y es cosa ordenada; la guía y ordena y dispone la divina providencia y saber infinito de Dios, o que por sí o que por sus causas generales que en Él tomaron la tal virtud. Porque ni ay más Fortuna ni ay más hado que fuerce al hombre a hazer lo que en su libre poder consiste, ni es escusación de los que quieren larga licencia para peccar dezir que les forçó el hado o la Fortuna, que si bien hazen, por Dios lo obran, y si mal, por sí mesmos. Puesto que quanto a las inclinaciones naturales variamente son en los hombres, que unos son más inclinados a un plazer o a un vicio que otros, y otros más a una virtud que otros, pero en solo esto ni consiste el merescimiento ni desmerecimiento ni es causa principal ni de nuestro bien ni de nuestro mal. E si el paje no saliera ya a llamarme, más dilatara en esto, porque es plática provechosa a mancebos que quieren saber oyendo y acertar sabiendo.
Felisino.- Y aun ansí nos pluguiera a todos de que fuera ello adelante. Pero desde agora te lo suplicamos para otra semejante coyuntura y vagaroso espacio como el que agora hemos tenido, que no ha sido poco.
Polytes.- ¡A, señor Lydorio!, Floriano llama a ti y a Fulminato.
Fulminato.- Pues bien fuera que me embiara a dezir para qué, para que de camino llevara mis armas si el caso lo pide.
Polytes.- Anda ya, que baste la capa que dexaste caer huyendo y la espada que yo te saqué de la mano algún día. [Ap.]
Pinel.- ¡O, pese a tal, que si te oyera no cupiéramos en casa! Y tú anda luego a Marcelia que te queda aguardando, y rogóme que te lo dixesse, que creo que te ha hallado buen fregadero de su comezón.
Polytes.- Pue serle ha escusado pensar de rascarse con tal mano; ay está el bravo de Fulminato.
Fulminato.- ¿Qué dizes de mí?
Polytes.- Que entres a Floriano porque ya ha entrado el camarero, y llamándoos juntos pondrás sospecha en Floriano que te acovardas en la obra, si algo de tomo te quiere mandar.
Fulminato.- Pues por quitar a él y aun a vosotros de essos escrúpulos, entro.
Felisino.- Pues, Pinel, hermano, vamos a la despensa y prevengamos los cuerpos antes que por ventura /fol. cxlvj r/ los hallen flacos las armas si nos las mandan tomar.
Polytes.- Y aun esso es lo acertado. Yo también entro tras Fulminato, que Marcelia, aunque sea entendida, a lo menos no será de mí ni oyda ni creyda ni obedescida.
Marcelia. Liberia. Belisea. Justina.
Marcelia.- Pues que ya claramente he visto el desapegado amor que Polytes me muestra tan al descubierto, ni yo en le aguardar más hago mi provecho, ni aun para lo que le yo quiero ya que venga tengo buena esperança dél, y pues él tiene ya muger con quien cumplir y niña y apropiada a su juventud, quiero contentarme ya dél con lo passado en lo porvenir, perdiendo esperança. Pues si con no se hazer lo que queremos, esso hemos de querer que podamos, y ansí como ansí no lo avía gana, dixo la raposa. Yo quiero dar conmigo en casa de Belisea con la carta que traygo en el seno de Floriano, porque no es razón que tan presto a dineros pagados le muestre los pies quebrados. Pero, ¡maldita sea esta rapaza! ¡Qué callejera se ha tornado, que no para de ydas y venidas en casa de Gracilia, que ni agora la veo para poderme yr ni he tenido tiempo ni ella ha parescido para preguntarle qué fue de la capa de aquel desuella caras! Voyme de aquí, que quiçá de camino le daré mala ventura.
Liberia.- ¡O, bendito Dios, que ansí se ha hecho tan bien, que aún está mi madre arriba! Asuadas, que también havrá tenido occupaciones acá, como yo en casa de mi prima con aquel diablo de ropavejero. Y no vistes el diablo quántos rodeos traxo con mi prima hasta que la hizo quedarme sola con él, y aun- /fol. cxlvj v/ -que pienso que tan bien lo entendió mi prima como él, que lo negociava. Y aun como yo, que no me pesó mucho, a la verdad, porque al fin aquello me gané por el presente, y más mi savoyana muy a mi propósito y guarnescida, que por lo menos lleva una vara de raso y la costa de la seda de los pespuntes y la hechura, que por mi salud él me pagó harto mejor que un escudero peynado; aunque al diablo le encomiendo si con ser tan orgulloso no me dava un hedor de sí, que a hadafina me paresce que tengo de oler toda esta semana. Pero pues tiene la persona lo que le cumple y a su provecho, passar cochura por hermosura; que a mi prima, pues, le traygo la llave de la puerta que le cerré, quando venga por ella, si mi madre no está en casa, me tengo de mostrar tan enojada que con haverse hecho, yo quede por ser entendida y ella quede espantada de mí. Pero mi madre baxa; quiera Dios que de camino no ayamos bregas por la capa, que sabe Dios quánto rehuso este trance. Pero al fin, el otro se quedará sin ella, y el que la llevó sin la loba; y con mi madre no faltará con qué la satisfazer, quanto más que pocos ñublados duran un mes ni tales renzillas allegan al año.
Marcelia.- ¿De dónde vienes, di? ¿Nunca has de parar en casa?
Liberia.- Vengo de sacar esta lavor de en casa de mi prima antes que le llevassen un dechado donde está, que es agora nueva y se la emprestaron y muy de priesa una donzella que la hurtó a su señora por cosa muy preciada.
Marcelia.- Pues dime, ¿qué fue de la capa de grana?
Liberia.- ¿Para qué, madre, buscas achaques de reñir conmigo el mal de Fulminato? ¿Ya no diste palabra a Polytes y a los otros de no hablar más en ello, pues ya el Fulminato la da por perdida pues en presencia de Pinel y de mi prima y mía se nos coló el ladrón con ella, que Pinel no bastó a le alcançar?
Marcelia.- ¿Pues paréscete que fuera mejor para que tú te la cubrieras que no que la hurtaran por tu descuydo, ya que Fulminato la dexa?
Liberia.- A la he, bien ansí. Déxala él porque más no puede y aun por no se afrontar en dezir que la dexó caer por huyr de los otros. Pero, por mi salud, que no es tan franco que si él supiera que la teníamos nos la perdonara, y aun que si él supiera y gente no viniera, que él no lo havía oy sino por sacarte alguna moneda por ella. Y aun, por mi salud, dexando todo esto, que en ser /fol. cxlvij r/ suya no la viesse nadie a mis cuestas, porque ni era mi honra ni él acabara de çaherir que fuera suya y me la havía dado. Ansí que, madre, más me quiero libre descubierta que con capa de tanta subjectión.
Marcelia.- Bien dizes, pues, hablando la verdad. No te vayas de casa y cierra tu puerta, y adereça essa casa y ten avisada a tu prima que no te falte a la cena, pues la tendremos a discreción a costa agena. Y no te descuydes de la puerta quedar abierta, pues vale más que llame quien viniere, y no estando yo en casa a todos puedes escusar la entrada, pues más hemos de tener del ser buenas y honestas, porque al mundo maligno y a la vezindad sospechosa hemos de ser recatadas. Ansí que anda, cierra que lo vea yo, que luego torno.
Liberia.- Bien me ha querido Dios, pues tan a mi salvo se ha hecho todo. Yo quiero entender en adereçar mi casa, que a mí se me trasluze que esta noche havremos mi madre y yo tener platos y aun camas dobladas. Porque según veo, el despensero si viene no querrá yr fuera a dormir, y si al compañero yo le albergo como a Felisino la primera noche sin que mi madre lo entienda, como aun no ha imaginado lo otro, yo andaré a las parejas con mi madre el camino del plazer sin gastar calçado del crédito de mi integridad. Y si no fuere ansí, salga por do saliere, pues al fin ello lo ha de saber y yo no lo tengo de dexar de hazer. Pues quiero, como dizen, a tuerto o a derecho que mi casa vaya hasta el techo, como lo va la de mi madre, pues bien aya quien a los suyos sale.
Belisea.- ¿Qué hazías agora, Justina?
Justina.- Estava pensando cómo nos ha de succeder esta noche y cómo diré a Floriano lo que le tengo de dezir.
Belisea.- ¿Y qué es esso que le has de dezir?
Justina.- Que te pida por muger mañana en todo caso.
Belisea.- ¿Y que aún todavía te paresce que será bien ansí?
Justina.- Tanto que no me paresce consejo mejor.
Belisea.- Cata que estas cosas suelen salir muy a otro puesto que las encamina el desseo de los que las tractan, quando a Dios plaze.
Justina.- Contra tal poder no ay lança enhiesta. Pero aquí no pienso yo que usamos contra Dios, sino con Él y por Él.
Marcelia.- Bien me ha encaminado Dios, que no he visto ni he sido visto de cosa que ponga estorvo. Y pues ya me sé el por dónde, entro en busca de Justina.
Justina.- Señora, señora, cata dónde entra Marcelia.
Belisea.- Pues yo me entro a mi cámara. Quédate y llévamela allá, pues que no ay por aquí quien /fol. cxlvij v/ nos vea.
Justina.- A la fe, señora, como ladrón de casa, tan presto será contigo en tu cámara como tú, pues ya ella viene dentro.
Marcelia.- ¡O, qué buen encuentro, hermana Justina! ¿Pues, y cómo huye de mí mi señora Belisea!
Justina.- Calla y anda y sígueme, que te quiere en su cámara, pues esta sala es lugar común.
Belisea.- ¡O, Marcelia, vengas por cierto muy en buen hora! Cierra, Justina, essa puerta de mi cámara y tórnate aquí conmigo; y tú, hermana Marcelia, te sienta aquí par de mí en este estrado. Y dime, porque acortemos pláticas pues es tiempo éste donde entran y salen las mugeres y aun otros a verme, ¿fuyste a lo que te rogué en casa de aquel cavallero?
Marcelia.- Y luego de camino y vengo de buelta, que antes no me ha dexado preguntándome cosas, vine a te dar la respuesta de lo que hize. Que yo le di tu anillo y él le puso luego con muy grande acatamiento en el dedo del coraçón.
Belisea.- ¿Pues qué hazía?
Justina.- ¿Tórnome [a] apartar, pues que hablas en secreto, señora?
Belisea.- Anda, llega, que bien huelgo que seas testigo del gozo que siento en hablar con Marcelia destas cosas. Pero dime, ¿qué hazía Floriano?
Marcelia.- Señora, toma esse papel que a la sazón que yo llegué acabava de escrevir, que lo que dixo dándomelo fue: "Toma, hermana, y lleva a mi señora este papel para que, hasta que yo vaya a verla y cumpla su mandado, ella tenga en qué se occupar en leerle. E dirásle que le suplico enmiende lo que faltare, porque yo no sé lo que en él va escrito, mas de que estando meditando en la gloria de su presencia, la mano adestrada por el entendimiento, yva escribiendo sin yo pensar qué escrivía, aunque bien sé que pensava y meditava en mi señora; y sé también que la mano no sabrá escrevir cosa que no sea de mi señora". Ansí que en esto podrás ver lo que Floriano hazía; y en lo que agora te doy en este papel verás, asuadas, lo que él quería que tú hiziesses por él. Y mira que ya te lo he dicho de mí para ti, y agora te pongo por testigo a Justina que no me culpará Dios el no te haver aconsejado, que mires que -por honesta y casta que seas- ya él es tu marido y tú su muger, y entre el marido y la muger para que aya perfecto vínculo de matrimonio son menester las cosas que te quiero dezir, si me das licencia.
Belisea.- Antes holgaré de oyrlas y Justina no menos holgará, pues a ella, como a mí, incumbe saberlas. Y a ti, que lo has tramado y tienes tan buen crédito de mí y aun de ella, compe- /fol. cxlviij r/ -te el dezir lo que la falta de experiencia a nosostras excusa no saber y a ti obliga a dezir.
Marcelia.- Pues que ya me paresce que, loado Dios que lo encaminó tan bien y lo acabará mejor, lo tengo de haver con entramas, digo que entre el marido y la muger, para que el estado del matrimonio les sea bueno de llevar, es menester lo primero que aya la liga del amor, y lo segundo el del consentimiento de las voluntades en lo interior, y el de las promessas en las palabras en quanto a lo de fuera. Y es menester que tengan un querer y una voluntad y un para en lo malo y un para en la virtud. Es menester que aya paz en la habitación, porque donde no ay paz no mora Dios, y donde no mora Dios no ay ni puede haver bien de perpetuidad.
Justina.- Por cierto, en todo me paresce que hablas sabiamente y que no ay más que dezir.
Marcelia.- Pues antes quiero que sepáys, pues os tengo de hablar al claro, que si no ay más que dezir en mí, que ay más que hazer en vosotras.
Belisea.- ¿Y qué?
Marcelia.- Los effectos del matrimonio, en quanto al ánima y en quanto es sacramento, díganlo los letrados castos y estudiosos. Pero los effectos en quanto al ayuntamiento de las personas dirélo yo, que ya por aver passado por ello me veo con una hija en mi casa viva y otro hijo que me llevó Dios al cielo. Y creedme, aunque entramas os miréys más y os concomáys más y os compongáys más, que mientras los maridos no os descompusieren de vírgines, que ni saldrá a luz el por qué del matrimonio ni aun faltará en vosotras qué dessear y en ellos de qué se querellar, y por esso dizen que antes que te cases mires lo que hazes. Y este refrán entiéndole yo ansí, que antes que la muger o el hombre se casen miren lo que hazen, que todo es en casa agena y todo será con peccado y todo será malo. Pero después de dicho el la muger y el hombre, más es menester el hazer que el mirar, pues como dizen; todo se cae en casa.
Belisea.- No tengo por buena tu declaración ni aun por seguro tu consejo, que ya no quiero dezir que no te hemos entendido adonde nos encaminan tus razones, porque esso ha de hazer la muger, de que no tengan que la retraher.
Marcelia.- A la fe, ya, señora, sobre mojado lloverá, según veo, porque pues tú dixiste sí por donde te llamen casada, muy annexo es el dezir que havrás de salir preñada, pues en la preñez de la casada no se hablará de qué /fol. cxlviij v/ se empreñó, sino de que dio por donde a ello se obligó.
Justina.- Caro costaría si tras el dicho anduviesse el hecho, pues más serían las arrepentidas y aun las escarnecidas que las escogidas.
Marcelia.- Y aun sin esso y con esso son más las arrepentidas; y quiera Dios que acabado el meollo del pan de la boda y haviendo de entrar por la corteza de los cuydados y sinsabores del mantener de la casa y servir al marido y contentar a los hijos y pagar los criados, no os comience a salir el descontento. Pero porque ya han tocado a vísperas y a mí el cuydado de la casa me quita el reposo y a vosotras el regozijo que esperáys os quita el reposo, tú, señora Belisea, me da licencia para me yr, y perdón por lo hablado si en algo tengo excedido, y ruégote que no te arrepientas de no te haver aprovechado del tiempo. Y con esto me voy, porque tú puedas leer tu papel, que te lleva las atenciones en lo que te hablan. Y para el día de la boda no me despido de te venir presto a besar las manos y aun después a empañar los hijos.
Belisea.- Esso será como Dios lo ordenare. Ve con Dios.
Marcelia.- Los ángeles queden en tu guarda y Dios me dexe verte como yo lo he tramado y desseo para que me hagas continuas mercedes como a una dedicada a tu servicio. Y con esto, de tu licencia me voy a oyr vísperas y encomendar estas cosas a Dios.
Belisea.- Ansí te lo ruego que lo hagas, pues yo me tendré el cuydado de mirar por tus necessidades. Ve con Dios. Tú, Justina, torna a cerrar essa cámara y ven acá. Dime agora, ¿qué te paresce quán al descubierto me he havido con Marcelia en le oyr sus palabras, que algún día no se osaran dezir delante de mí?
Justina.- Y aun por esso dizen que de sabios es mudar paresceres, según la sazón y los tiempos lo piden. Porque créeme, señora, que aunque no le quise favorescer en sus razones, pero bien veya que no yva tan fuera de camino que no nos convenciesse en sus dichos, porque ya que te casas has de hazer, no lo que quieres, pero lo que deves. Pero porque en esto está ya harto hablado, te suplico, que pues estamos a solas y havremos menester el tiempo que nos queda, de occuparle en dormir un poco antes de media noche porque no andemos desveladas después, según lo poco que esperamos dormir de media noche adelante. Por tanto, me da essa carta o papel para que yo te le lea y tú le vayas premeditando. Y aunque te parescerá que pido mucho, pero pues ya /fol. cxlix r/ te tornaste a encerrar conmigo y no es razón de estar mucho sin le leer, y tú leyéndole querrás después darme parte de lo que diga, dámela luego en que yo te le lea, porque tu entendimiento ande más libre entendiendo lo que yo leeré y lo que tu buen esposo estava en ti meditando a solas.
Belisea.- Aunque hago mal en poner su letra en otro poder, pero porque como dizes, tú leyendo yo vaya mejor gustando, toma y léemelo muy de tu espacio y según la autoridad de la escriptura lo requiere y mi contentamiento dessea, y el tiempo nos da lugar a ello pues no ay quien nos estorve. Y quiero, Justina, que agora muy del todo acabes de conoscer lo mucho en que te estimo y lo mucho que fío de ti, pues te doy parte de mis cosas y las pongo a tus ojos que las vean antes que yo, y a tu lengua que me las relate antes que yo las aya gustado.
Justina.- No quiero de nuevo rendirte gracias de esto, pues no bastaré a ello; pero porque no se pierda tiempo, de que tengas que te arrepentir, oye, que la letra es muy buena y legible y clara, conforme al entendimiento del que la notó. Que dize ansí la letra, que me paresce, señora, que es en troba:
Contemplación de Floriano en absencia de su señora
Dama de merescimiento,
a mis ojos más hermosa,
gloria de mi perdimiento,
alivio de mi tormento,
de flores de damas rosa.
Esperança de perdidos
ganados en os amar,
pues despertáys mis gemidos,
levantad vos mis sentidos
para que os sepan loar.Hízoos Dios tan robadora
de coraçones humanos,
que vos quedáys por señora
de aquél que os viere a la hora
y él se queda en vuestras manos.
Y ansí yo, vuestro captivo,
pues miraros merescí,
con dichosa muerte vivo
y por gran gloria recivo
por vos me olvidar de mí.Porque en veros, si quedara
fuera de vuestra prisión,
a mí mesmo condenara
y de mi poder quitara
este vuestro coraçón.
Porque quien de vos partiere
libre de vuestra cadena,
no sé qué más muerte quiere
que el rato que en sí viviere
fuera de cárcel tan buena.Ansí quiero que sepáys
que no me es de agradescer
por dezir que me matáys,
pues más gloria en mí causáys /fol. cxlix v/
quanto es más mi padescer.
Pues por vos los amadores
tendrán gloria en ser vencidos,
venturosos mis dolores,
pues en la prisión de amores
soy de los esclarescidos.Hízome Dios venturoso
en ver vuestra hermosura;
ganó nombre victorioso
donde quier que dezir oso.
Porque vista mi baxeza
de quien ve vuestro poder
mirando vuestra grandeza,
dirá que vuestra alteza
puesta en mí se va a perder.Y ansí ruego no miréys
a vuestro merescimiento,
porque no os apiadaréys
déste, que morir veréys,
en tan dichoso tormento.
Mas mirad la obligación
que posistes en mirarme
para quedar yo en prisión,
donde pide la razón
que dessee no librarme.Porque más seré perdido
quanto por mí me cobrare,
y en más gloria soy subido
y más soy favorescido
si por vuestro me nombrare.
Pues ternéys cierto de mí
jamás os poder dexar,
dama más linda que vi,
nos offendáys vos en mí
queriéndome castigar.No me juzguéys lisongero
por dezir que me matáys,
que de mayor muerte muero
porque no morí primero
y esto os ruego me creáys.
Y si por esto os paresce
que devéys de castigarme,
da la pena que meresce
al que por vuestro se offresce
y luego mandad matarme.Porque vista la occasión
que tengo para quereros,
fue forçosa mi prisión
obligando mi razó
a ser vuestro luego en veros.
Y ansí vos podéys hazer
como a cosa vuestra en mí;
mas si a mí pensáys perder
sin a vos en mí offender,
catad que no será ansí.Mandastes que a veros fuesse,
aunque no havía que mandarme,
que quien vuestro rostro viesse
no es possible no se os diesse
por vuestro, qual quise darme.
Mas mirad lo que mandáys
y mirad lo que podéys,
que si la mano no alçáys
al tormento que me days,
muy presto me perderéys.Y aunque pensáys que en perderme,
linda dama, no perdéys, /fol. cl r/
si sin vos podéys averme,
fácil os es deshazerme,
mas tal no me hallaréys.
Porque yo sin vos no vivo
y en vos no puedo morir;
cárcel de libre captivo,
pena do gloria recivo,
¿dónde yré sin vos no yr?Vos, dama, soys mi esprança,
vos mi muerte, vida y gloria,
vos mi bienaventurança,
vos de mis males bonança,
vos pinzel de mi memoria.
Yo sin vos soy el perdido,
yo sin vos el que más muero,
yo sin vos el mesmo olvido,
yo sin vos el mal nascido,
yo sin vos quien mal me quiero.Vos sin mí de más valer,
vos sin mí más sublimada,
vos sin mí soys de querer,
vos sin mí soys de temer,
vos sin mí soys adorada.
Yo por vos soy muy dichoso,
yo por vos quien resuscita,
yo por vos vanaglorioso,
yo por vos el más gozoso
que en casa de amor habita.Y pues tal por vos me veys
y sin vos yo tal me hallo,
ni vos mi muerte querréys
y aun dezir que no podréys
matarme, oso affirmallo.
Lo uno, pues vos halláys
en vos, dama, mi vivir;
también porque os engañáys
si de nuevo vos pensáys
matar mi viejo morir.Por tanto, mi nuevo amor,
despida mi nueva muerte
tu grande nuevo favor,
contra mi nuevo dolor
de nuevo causado en verte.
Y aunque yo por verte muero,
más muriera en no te ver,
que aunque ansí muero, no muero,
pues muero al vivir primero
que viví sin tuyo ser.
Comparación
Mi triste vivir passado
que tu claridad no vía,
fue un tiempo de ñublado,
sepulcro triste y cerrado
que mi virtud consumía.
Un contino navegar
por un mar de pensamientos
con lastre de gran pesar,
sin governalle llevar
viento en popa de tormentos.Andar de ciego sin guía,
comer que gusto no dava,
caminar do no sabía,
hablar lo que no entendía,
buscar lo que no hallava.
Un vivir muy soñoliento,
un ver de fiestas sin ojos,
casa muy sin fundamiento,
cardo corredor al viento
llevado por mil antojos./fol. cl v/
Mas después que la creciente
de aguas dulces del amor,
derivadas de tal fuente,
de dama tan eminente
me mostraron su dulçor,
la gloria de lo passado
del todo me haze lançar
del gusto dello enojado,
bien como hombre mareado
lancé fuera el tal manjar.
Applica
Y ansí queda el coraçón
de lo gozado vazío
y con nueva alteración,
lleno de doble passión
con temor de algún desvío.
Porque en verle de mí ageno,
aunque para más salud,
dama, aunque por vos peno,
adóroos y a mí condeno
con temor de ingratitud.Aunque yo no condenaros
osaré, sino serviros,
y con siempre dessearos
no oso, triste, llamaros
más claro que con sospiros.
Porque mi tan grande gloria
ha de ser muy embidiada;
tened vos de mí memoria
y ansí saldré con victoria
de todos sin más espada.Aunque osaré affirmar,
con que algo me consuelo,
que nadie os sabrá amar
ni nadie os osa llamar,
pues voláys tan par del cielo,
pero yo que merescí
veros sin luego acabarme,
quando de vos me partí,
contemplando a vos en mí
tengo por justo estimarme.Partíme sin os dexar,
dexando vuestra presencia,
que si por no me alexar
os pensáys de mí enojar,
dadme luego penitencia.
Porque menos no podré
de os dar tales enojos
ni ser vuestro callaré,
hasta que muerto tendré
la tierra sobre los ojos.Y aún allí, si hablar pudiesse,
mi lengua os confessaría
por qué el coraçón viviesse,
en el qual, si se abriesse,
vuestro nombre se hallaría.
Y ansí sé que si queréys
que no muera yo jamás,
en la mano lo tenéys,
y aún muy más me mataréys
con muerte que tura más.
Concluye
Concluyo, dama, al pediros
más gracias de las pedidas,
que si oys mis sospiros
veréys que en esto escriviros
mis ansias van esculpidas.
Y dichoso este papel /fol. clj r/
quando esté en vuestra mano,
mas yo dichoso por él,
que en lo pensar queda hufano
este vuestro captivo Floriano.
Justina.- ¡O, alto entendimiento de hombre, y dichosa tú, señora, que tal esposo has cobrado, porque yo me embevescí en su lectura tanto, que ni he sentido ni entendido con quién lo havía! Toma, toma, mi señora, que razón es que tengas tú un tal papel como éste, y aun razón es que galardones mucho un tal captivo con le dar toda libertad que en ti pudiere, pues no menos libertas a ti. Y porque yo te siento que tienes gana de le tornar a leer, y con razón, yo salgo a entender que te den presto de cenar, porque diré que te quieres luego acostar.
Belisea.- Anda, haz lo que te paresciere, que ni estoy bien en mí ni sé qué te diga de lo que siento, sino que me dexes, que quiero tornar a leer esta contemplación del que mi coraçón ama.
Floriano. Polytes. Fulminato. Felisino. Pinel. Belisea. Justina.
Floriano.- ¡O, soberano poder de Dios, y qué
descuydo el mío! Que ya creo que es cerca del día
porque me paresce haver un año que me eché a
dormir.
-¡Polytes, Polytes!
Polytes.- Señor.
Floriano.- ¿Qué hora es?
Polytes.- Dará[n] las onze.
Floriano.- ¿Del día?
Polytes.- ¡Adova por ay! [Ap.]
-Señor, digo que aun no es media noche.
Floriano.- Mira bien en ello, no te engañes y me destruyas.
Polytes.- Todos los reloxes he contado, y aun el chico de la sala no ha dado más de las onze agora.
Floriano.- Pues dime, ¿acuérdasete bien si nos mandaron yr antes?
Polytes.- Ya tornamos a las de antaño. [Ap.]
Floriano.- ¿Pues qué dizes?
Polytes.- /fol. clj v/ Señor, mandáronnos estar allá en dando la una.
Floriano.- Pues luego tiempo es ya de començarse a adereçar los que han de yr conmigo.
Polytes.- ¡Qué hambre tiene el diablo de lo que
tengo para mí que no ha de ser para cobrar!
[Ap.]
-Anda, señor, que aún ay harto tiempo,
porque como todos están ya prevenidos no es menester darles
tan mala noche; basta llamarlos media hora antes. Porque para salir
antes con antes y andar rondando allá la casa, ornando las
calles, en lo primero se aventura a perder mucho y en lo segundo no
se gana nada.
Floriano.- Pues dame ese discante. Y en tanto, apercibe a éssos, para que en dando las doze estemos todos para botar, porque más vale ganar por antemano que perder por punto menos.
Polytes.- Toma, señor, cata ay la vihuela; y las
velas quedan ardiendo. Yo voy a entender en lo que mandas.
(¡O, válame Dios, y qué adelantadizo está
Floriano en el cuydado de ver a Belisea! El se echó armado,
como ha de yr, sobre la cama y aun no ha hecho sino sospirar, que no
ha pegado ojo y ya se le haze tarde. Por esso dizen que es gran
afán esperar, mayormente en tal caso, pues a mí bien
pienso que no me va menos que a él en yr a punto, pero dormido
he un buen rato. Y aun Floriano temo que no va tan sobre seguro como
yo, porque Belisea todo me paresce que lo encamina por un amor
virtuoso, si no buelve la hoja. Pero éstos me paresce que
están durmiendo de veras, como quien no les va nada en el yr o
no).
-¡A, Fulminato!, asuadas que tú buscas cómo
no yr allá esta noche. ¡A, Fulminato! ¿No
despiertas?
Fulminato.- ¡O, reniego del hijo de Latona! ¿Y qué andas trasgueando? ¿Y qué buscas ya tan presto?
Polytes.- Que os llama Floriano.
Pinel.- Pues alto, démonos priessa a vestir.
Felisino.- ¡O, cómo agora andava en lo mejor del sueño, y aun que te perdonara la muerte del Soldán por el sueño de hasta medio día!
Fulminato.- No estamos en casa de tanto sosiego. Pero el mal que veo es que de catorze moços despuelas que somos y de quinze escuderos y otros tantos continos y otros tres tantos officiales y una chusma de pajes, y los más hombres, toda la lazería ha de cargar sobre los que agora aquí estamos.
Felisino.- Favores son de señor echar mano del criado de quien más se fía.
Pinel.- Y aun por esso llama Floriano a Fulminato a cada passo. ¿Pero qué te quería anoche que te mandava buscar de priesa? ¿Por ventura si eran quexas de la tu Marcelia?
Fulminato.- No fueran luego más sus días.
Pinel.- /fol. clij r/ Cosa de parlerías serían.
Fulminato.- Pues no fue menos, sino que me pedía qué fuera de mí la noche de marras.
Polytes.- ¿Y hablóte de la capa?
Fulminato.- Quando fuere hombre contando, déxale acabar y no preguntarás sin razón, porque todo se anduvo y todo se lo parlaron, pero a todo le satisfize, que desque le dixe que me aparté en seguida de unos den casa de Lucendo, que sentí que yrían a parlar a su señor que nos avrían visto, por donde Lucendo reñiría con su hija Belisea, y yo por más correr y acortarles los passos perdí la capa, que aunque se me cayera una pierna que no la sintiera, podiendo correr.
Felisino.- ¿Pues en qué paró la plática?
Fulminato.- En amonestarme que me oviesse bien con todos y en dezirme que ya tiene mandada hazer librea rica para toda su gente, porque quiere armar unos torneos. Y porque ellos no los osara hazer sin mí, mayormente que son de a pie, por contentarme me manda dar otra capa de las suyas, la qual luego me dio anoche el camarero, que vale por tres de la otra; sino que por el rico recamado no la traeré muy a la contina, si quiera porque no digan que las justicias no me la quitan y que disimulan conmigo y con otros luego executan.
Pinel.- Y aun éste es el renegadero destos palacios. Que éste por panfarrón medre más que tres buenos y fieles sirvientes. [Ap.]
Fulminato.- ¿Qué dizes, Pinel? ¿Pésate de mi bien?
Pinel.- Peccado es la embidia, que me cabe mal en la posada. Pero digo que en todo eres venturoso.
Polytes.- A la fe, al que Dios ha de ayudar, sábele bien hallar. Pero si os paresce vamos de aquí, no salga Floriano.
Felisino.- Vamos, que yo ya estoy hecho un relox.
Pinel.- Pues yo para tenerme con dos no me falta hevilla, si piedras no andan, que desatinan de noche mucho.
Polytes.- Pues, asuadas, que a todo esso vaya Fulminato con el faldamento de la capa por escudo y la espada en la vayna.
Fulminato.- Pues no estás fuera de mi propósito, porque donde yo fuere, si soy conoscido, no havré menester desenvaynar para que no dexen el campo franco.
Polytes.- Oyd, hermanos, que está Floriano tañendo y bien con la vihuela.
Fulminato.- Sus cuidados y los míos todos son de un peso. Por Dios, no tenga él en más que le amanezca tañendo y dexarnos ansí bausanes, que yo tengo a quantos nos podrán salir al encuentro esta noche, y si no veldo, que ya comiença a cantar.
Felisino.- Oye, oye, que aún no ha[n] dado las doze y allá no hemos de estar /fol. clij v/ antes de la una, sino es para perder tiempo.
Pinel.- Pues por cierto, harto ganado tiempo será gozar de tal música, aunque ni durmamos ni comamos. Oyd.
Pavana de su señora
Floriano.-
Vos soys, Belisea, mi gloria cumplida,
mi bien todo entero, mi nueva esperança;
por veros ya muero con tanta tardança
por ver que la hora aún no es ya venida.
Al tiempo maldigo,
pues usa conmigo
con su tardança de enemigo.¡Ay, quándo podré yo verme en la gloria
de aquel parayso de vuestro vergel!
Dichosas las plantas que vos veys en él,
mas yo más que todos en vuestra memoria.
Mas, ¡ay!, que hora veo
que muy poco creo
del bien que en vos halla mi desseo.
Fulminato.- A la fe, al buen hombre acuérdansele los passos del pasto que allá devió de tener, y como cavallo castizo, con aquella reminiscencia relincha.
Felisino.- Y calla, que ni gustas ni nos dexas oyr. ¿Que con tal protanca no te paresce que qualquier potro avivaría?
Floriano.-
Vos sola soys gloria por vos merescida,
pues otro ninguno no ay que os merezca;
vos soys de las damas la más escogida,
dichoso el amante que por vos padezca.
Mas, ¡ay!, si yo fuesse
quien solo os sirviesse
y solo quien por vos muriesse.Vos soys el rectracto del summo poder
que Dios a mostrado en las criaturas,
angélica imagen que acá en las baxuras /fol. cliij r/
ensalçáys a Dios en tal os hazer.
Soys sola una
a quien Fortuna
obedesce desde la cuna.Vos soys mi prisión y mi libertad,
yo vuestro captivo y tan venturoso
que es tanta mi gloria que hablarla no oso,
porque es offendida vuestra majestad.
Ansí yo callo
el bien que hallo
en ser vuestro libre vasallo.Vos soys paradero de mis pensamientos,
vos soys el pinzel con que mi memoria
esculpe en mi alma tal contentamiento,
que en vos halla objecto de su mayor gloria.
Pues con gran razón
el mi coraçón
descansa con tal contemplación.
Polytes.- ¡O, qué alta pavana y qué bien cantada! Quiero, pues ya calla, entrar para que sepa que le aguardamos.
Floriano.- ¿Qué hora es, di, Polytes?
Polytes.- Señor, acaba de dar las doze y todos están ya a punto.
Floriano.- Pues alto, vamos y cierra esta cámara; y
el postigo de la puerta principal harásle quedar apretado.
-Pero di, Fulminato, ¿vas sin armas por te differenciar
de essotros que van bien a punto, o vas ansí más suelto
para poder dar un arremetida a tornar a mirar por la casa, porque en
tanto no nos roben?
Fulminato.- Bien huelgo, señor, que me ayas entendido, porque para tantos ladrones como andan en estos tiempos no haze poco bien mi sagaz prevenimiento, en especial que a todo entiendo de acudir acá y allá. Y aun quiero dar una cala a las calles hasta allá porque podáys yr sin estropieço, si no fuere de cosa de espinilla.
Pinel.- Siempre el diablo ayuda a los suyos, que ya éste tiene con qué se nos escabullir como la otra noche, y aun con qué se lo agradezca Floriano como con gran valentía y ardid.
Felisino.- Ay verás que todo es /fol. cliij v/ ventura este mundo.
Polytes.- Yo seguro, pues, que aunque él va delante, que antes que nos allá él esté en la cama.
Fulminato.- Allá yrán estos necios, pues ya les hurté el cuerpo, buelvo a guardar la casa desde mi cama.
Felisino.- Ya no paresce Fulminato.
Polytes.- Antes se me antojó que hizo que yva delante y se abscondió al rincón del portal.
Floriano.- ¡Ea!, vosotros, venid callando, que ya estamos a la puerta de la huerta. Vosotros os apartad por ay, donde aguardéys más secretos.
Polytes.- Oye, señor, que dentro hablan.
Belisea.- ¡A, Justina! ¿Duermes?
Justina.- Antes oyo hablar a la puerta. Ya tocaron; la seña es aquella. Allá voy.
Polytes.- Señor, ya abren. Si mandas, estemos a punto, que más vale por sí o por no que estemos para dar antes que para recebir.
Floriano.- Bien hablavas si yo no viniera a ver a mi señora, de donde no puede salir mal.
Justina.- ¡O, bendito el señor que te me dexó ver bueno! Mi señora queda sola par de la fuentezica del cenadero. Por esso, acaba, señor, de entrar. Cerraré, que no la dexemos sola.
Floriano.- Pues yo voy allá.
Justina.- Señor, perdona, déxame primero ver
qué haze.
-¡A, señora!, dame albricias, que aquí mi
señor Floriano.
Belisea.- Passo, passo, loca, que yo te las mando.
Floriano.- Y aun yo también, pues de ellas mía es la ganancia. Y perdóname, que llegué antes que me lo mandasses.
Belisea.- La licencia del entrar en la huerta te escusa en todas essas culpas, en especial que tu persona meresce mucho más; y el grande amor sano que te tengo se estiende a hazer yo mucho más por ti que esto que es perdonarte, donde sobre yo bien quererte y esperar de verte, no ha procedido yerro de tu parte en el llegar, si primero no le ovo de la mía en te mandar venir. Y ansí, dexando yo rodeos ni proemios, te sienta donde ya otra vez te dieron licencia, y tú no has desmerecido en mí porque no vaya muy adelante. Agora, pues, que señor mío estás sentado y yo sentada, te ruego me digas por qué tú allá en tu casa en mi absencia -porque según el papel que me dio Marcelia ayer tarde- ni tú deves de haver dormido ni deves de darte de vagar a ti mesmo para pensar en lo que a tu salud cumpla. Pues mira que ya de oy más no quiero sino que como cosa de mí a mí querida y apreciada te tractes bien y a los tuyos, y pongas todo reposo en tu casa, tomándole tú en tu persona primero. Y lo segundo que te pido que me digas es, ¿para qué juntamen- /fol. cliiij r/ -te quieres que yo ni tú andemos hechos trasgos de noche y por los huertos sin dormir? Porque si lo hazes por obligarme a más amarte y a menos olvidarte, sepas que no tiene lugar en mí, donde el amor que te tengo pueda crescer más. Si lo hazes por pensar que tu cobdicia desordenada hallará algún momento, a bueltas de tantas muestras de amor y favores, descuydo en mi cuydado sobre la guarda de la integridad de mi persona, piensa [que] trabajas en vano pensar alcançar más de mí mientras nuestras visitas no tuvieren licencia de ser más de día y públicas que agora. Y pues yo a la bastarda he dicho lo que quiero, tú agora muy al breve me responde sobre lo dicho tu parescer. Y huelgo que aunque essos ayan oydo mi tosco hablar, tu elegante facundia ya pueda yo oyr sola. Por tanto, por hazerte plazer, pues bien sé que no vienes sino por sólo verme y sólo hablarme, apártate allá, Justina, ay en mi presencia, pues tienes también con quién devas hazer otro tanto como yo, con tanto que no aya en ti más que retraer.
Justina.- Pues antes que me quexe de que me pidas zelos de mi guarda ni antes que yo haga lo que me mandas y lo que mi señor Floriano dessea, que es yo apartarme, quiero, si tú me das licencia y su merced me lo permite, hablarle yo primero delante de ti y aun del que trae consigo, pues mi plática será en bien común de todos, por tanto dévese preferir al bien particular.
Belisea.- Algún desatino será, asuadas.
Justina.- Señora, no me afrentes en presencia de tu querido, que también havrá quien torne por mí si por bien es.
Floriano.- Que tenéys justicia grande. Dezid lo que os paresce, pues conmigo es la plática, que con no me apartar de mi señora todo os oyré, para que ella dé la sentencia de vuestra justicia contra mí.
Justina.- Antes seremos todos en tu servicio y favor y muy a lo manifiesto. Pero quiero desengañarte de una cosa, que por no la saber no podrás prevenirla, y aconsejarte otra, como a mi señor.
Floriano.- Dezid, mi Justina, lo que os paresciere, con que no sea en daño de mi señora ni en dissuadime de ser suyo.
Justina.- Antes todo va a parar en esso que tú desseas y yo querría ver muy cumplido. Pero desengáñote, que aunque te ama mi señora tanto como puede y más que [ni] te sabe ni osa dezir, ni yo alcanço, a lo menos sé esto de ella, que aunque la fuerça del amor la trae a este lugar y la traerá todas las ve- /fol. cliiij v/ -zes que no aya estorvo y tú se lo pidas, pero en todo haze contra su condición. Y ansí, pues la amas tanto y la tienes por esposa -como lo es- tuya, no la traygas tan a su costa a tu contentamiento, en especial que ni tú podrás escalar los jardines cada noche ni ella estar en vela esperándote, y ni tú llevarás desque ydo más de saber que te ama y oyr que te habla. Porque para yr más adelante, tiénese ella tan puesta debaxo de una llave de guarda de su persona y honra, la qual llave trae mi señor Lucendo, su padre, de manera que si no se la pides a él y él quiere darla, ni tú hallarás más thesoro del hallado ni ay más mineros que romper.
Floriano.- Por cierto, vos havéys hablado bien y vuestro consejo me deve de cumplir. Y digo que qualquier cosa haré que me digáys, pues sé que es para mi bien. Pero no sé qué llave es essa que tengo de pedir, que si es de oro yo la haría tan grande como la puerta mayor desta casa.
Justina.- No son menester rodeos, sino que, mi señor, pues tienes el de esposa de mi señora, que pidas el de su padre y tendrásla por muger, como la Sancta Ilglesia lo manda y tú lo desseas y ella lo querría y su padre no lo desdirá. Pero cumple que sea oy en todo caso, porque andan muchos tras mi señor que le han pedido la hija, y no lo turbes todo en ser postrero.
Floriano.- Por cierto, si ello consiste en sólo esso, que antes de comer le embíe de mi parte el más merescedor tercero y delegado que tuviere.
Justina.- Pues sabe que montará tanto quanto desque ello hecho. Confío en Dios que me lo dirás antes de veynte días.
Floriano.- ¿Pues qué me monta a mí que me lo persuadáys vos si mi señora no me lo manda, para que sea el consejo y el mandamiento todo uno en gran merced mía?
Belisea.- Señor, no osaré salir del mandado de Justina. Y ansí me paresce que te aconseja bien para que nuestras cosas no anden siempre a lumbre de estrellas sino a claridad del sol, pues de ello Dios será servido.
Floriano.- Pues yo digo que lo haré como a quien tanto le va en ello. Y por el consejo os quedo obligado, Justina, y por la merced, sin esperar licencia, te tomo las manos y las beso.
Justina.- Ya, ya, agora que me quedáys buenos
obedientes, me aparto a usar de mi licencia a parlar contigo,
señor Polytes.
-¿Paréscete que quedan buenos? ¿Pues ya
tú tornas a tus porfías? Di, ¿paréscete que
no as de guardar más tiempo, que estando delante de mi
señora y allí junto no pue- /fol. clv r/ -des poner
freno a tus meneos y tassa a tus desseos?
Polytes.- Perdóname, señora de mi vida, que les hablaste tan bien cortado y tan liberalmente y tan a punto todo hablado, que no sé cómo pudo la razón refrenarme en no te tomar en mis braços y arrebatarte delante de ellos al medio del razonamiento, y a ellos dar lugar que obrassen y a ti tender sobre estas olientes violetas, debaxo la suavidad destos jazmines tan bien encañados.
Justina.- A la fe, agora os digo que sí. Por mi salud que havéys dentrar por una puerta tú y tu señor, y que hasta que aquella llave que le dixe cobre, que no cobres tú más que él. Por esso, está como honesto, quedo acompañado, si no quieres como atrevido y desmandado quedar deshonesto solo.
Polytes.- Pues el amor que te tengo me manda que no te obedezca; mi atrevimiento me obliga a que te suffra quantas injurias me dixeres.
Justina.- Pues tampoco pienses que está todo hecho en que, a trueque de hablar yo lo que quiera, te dexe obrar lo que desseas. Que si tú no miras más por mí, en que nos oyrá Belisea, miraré yo por ti en yrme para ella, de manera que dañes a tu señor y a ti.
Polytes.- Anda, mi señora, que estos jazmines nos encubren y el armonía de las aves anteviene a nuestro sonido y el gargantear de la fuente atapa nuestro bullicio; quanto más que ellos están a solas y son dos y amantes, marido y muger, y entenderán en sumar sus cuentas.
Justina.- Pues por mi salud que agora no sumes tú ésta. ¡Ay, desdichada yo, y qué tesón eres que no oso quexarme de tus demasías por no dar mala sospecha de mi deshonra y tu mal miramiento!
Polytes.- Perdona, mi señora, que donde fuerça ay, derecho se pierde, y do ay amor no cabe occasión, pues vale más buena possessión que larga esperança.
Belisea.- Agora que, señor mío, la sensualidad con permitirle lo razonable en ti querrá ser más atrevida para pensar que dándole el dedo ha de llevar la mano, y en mí la mía me podría hazer más olvidadiza y descuydada de lo que me ha mandado la razón, de lo qual no osaré exceder, parésceme que nos salgamos a nuestra mano con lo hecho; tú en que gozavas y desseavas y yo como tuya te di entrada en mi jardín para cogerla, que los hombres dezís que es fructa de palacio. Ansí que agora, amigo, te reposa, porque ni demos occasión de que nos juzg[u]en los criados donde no tienen los amos /fol. clv v/ por qué, y también porque avezemos a la sensualidad yr bien enfrenada por la mano de la razón, de manera que dándole la razón rienda corra quanto pudiere, y dándole la soffrenada pare sin más resabio ni corcobo de falta de subjectión a quien lo manda que pare quando es justo y que se espacie quando se le permite.
Floriano.- ¡Ay!, señora de mi coraçón, que os amo tanto que paresce según la sensualidad que no quisiera amaros tanto por no obedesceros tan liberalmente por sólo no os enojar. Y junto con esto, véoos tan señora en favorescerme y tan buena y honesta en el governarme, que no tiene mi sensualidad, desmandada en el medio de su mayor contentamiento y gozo, atrevimiento ni fuerça para resistir a vuestra razón. Por donde oso dezir que quisiera poderos querer tanto como os quiero y hallaros algo menos buena que soys, porque ansí tan al descubierto no se vieran ser tan contrarios vuestra gran bondad con mi gran ardiente sensualidad; y en hazer lo que hago, en parar como me lo mandáys, quiero más ser cobarde hombre que desmandado y reprehendido vuestro amante.
Belisea.- En tanto, mi señor, te tendré en más, en quanto tú teniéndome en más buscares más licencias para gozar en mí lo que con la voluntad agora a su tiempo me tengo toda por tuya. Y ansí, pues, que con no hablar tanto como la otra noche, el obrar y occupación de las manos paresce que ha dado priesa a que se fuesse la noche y venga ya el día, sin offrecerme de nuevo por tuya me dexa entre los de mi casa agora mostrarme ser mía. Y con esta paz de todo amor, con las lágrimas en los ojos me despido contra mi voluntad, por la necessidad de la honra mía que tan por tuya, es justo que me tenga en más de aquí adelante. Y ruégote que en lo que te he permitido tocar, sea como cosa tuya, y en lo que me he guardado, sea que me perdones como por cosa mía hasta que Dios lo ordene, el qual te guíe y te me dexe ver presto como yo desseo y mi honra me obliga.
Floriano.- Por yrme con la dulçura de vuestra plática no quiero azedar mi gusto con ya más responderos, de que con vuestra licencia me voy para entender en lo que Justina me aconsejó.
Justina.- ¡Ay, señor mío, y qué mal lo has hecho conmigo! Pero, mezquina yo, que son ya despartidos y creo que han visto el daño que en mí has hecho.
Polytes.- Señora, ansí havrán visto el bien grande mío. Y pues ya no ay tiempo para más razones, vamos con Floriano porque /fol. clvj r/ cierres la puerta.
Justina.- Señor Floriano, Dios vaya contigo. Y cata que cumple que no pongas descuydo en lo que te dixe, porque a mi señor Lucendo le dan gran priesa y él dala mayor a la hija, y mi señora resiste hasta ver conjectura, en que si dize el padre que tú le pides por muger, pues la ama tanto que le ha de pedir su parescer y contentamiento, pueda ella sin nota suya dezir que quiere a ti, nombrado entre los otros.
Floriano.- Muy bien será ansí. Yo entiendo en ello oy, antes que coma. Y tú queda con Dios.
Felisino.- Ya salen, hermano Pinel. Pues vamos.
Floriano.- Todos callando nos vamos que es tarde y no quiero que seamos conoscidos por las calles ni vistos entrar de los de casa.
Polytes.- Señor, todo se podrá hazer ansí, Dios mediante. Movamos.
Justina.- Ya son ydos; Dios vaya con ellos. Ya he cerrado la puerta y ruydo hizo más que suele, que no paresce sino que pregona mi mal govierno. Mezquina yo, que mal supe aprovecharme del consejo y buen exemplo de mi señora. Pero quiero yr allá, no sospeche algo, que agora me cumple a mí poner, como dizen, cuero y correas para que ellos concluyan su hecho, antes que por su dilación de la honestidad de mi señora se venga a manifestar la presteza de la poca guarda mía.
Belisea.- ¿Qué has hecho allá tanto? ¿Fuéronse?
Justina.- Sí, señora, y ya cerré la puerta.
Belisea.- ¿Pues a ti cómo te fue con tu Polytes?
Justina.- Señora, estávame contando de que antes que partiessen esta noche cantó Floriano a la vihuela, de mientras los criados se armavan para acompañarle, una pavana en tu loor y discantando la entrada del jardín, cosa muy alta y facunda.
Belisea.- ¿Pues por qué no se la pedías?
Justina.- Ya no me quedó por esso, que ya me quedó de haverla y traérmela para la primera vista, que Dios querrá que sea presto, porque bien viste cómo al claro se lo dixe a Floriano y aun agora al despedirle a la puerta le torné a hazer acordante en ello, diziéndole el cómo se haga y por qué cumple que sea ansí y luego, y él quedó que no comería antes que te pida por muger. Y hecho esto, yo lo doy por concluydo.
Belisea.- Vamos, cierra essa escalera. Yrme he a dormir un rato, que me hallo algo descontenta.
Justina.- Vamos, mi señora, que esso causa la absencia del tu esposo, pero presto se te quitará con llamarle marido para que os gozéys a honra vuestra y contento de /fol. clvj v/ mi señor tu padre, para que os dé Dios fruto de bendición que perpetúe vuestra casa, y ellos y todos digamos que:
que graciosa y compendiosa, llamada Florinea,
nuevamente compuesta. Impressa
en Medina del Campo en casa
de Guillermo de Millis,
tras la iglesia Mayor.
Año de
1554