Fulminato. Felisino. Marcelia. Liberia.
Fulminato.- ¡O, descreo de los retajados, con tantas
trayciones como ay en el mundo! Y que tal ha de passar, como a
Felisino ha contado Pinel. ¿Vida es ésta, que se me ha de
echar aquella bagassa con quantos despenseros ay, y aun que les asse
yo la cena? A ella yo le cruzaré la cara porque viva con su
castigo y a Pinel yo le cortaré las piernas porque sepa atar
la lengua. Pero, al fin, el diablo me mete en pleytos excusados, que
ella no es mi muger, y como es conmigo puta lo será con quien
le agradare. En especial que deve ser todo mentira, pues estotro es
moçalvillo y arriscado. No quiero pleyto con él,
mayormente que ni ellos me vieron quando lo hablavan ni él
sabe que yo sé que él lo ha dicho, para que en no se lo
demandar me tenga por covarde. Allí sale Felisino; quiero
darle un tiento, y como viere ansí haré.
-¿Adónde bueno, hermano?
Felisino.- Sígueme y verlo has, como vieres la ración que agora lleva un moço de despensa a la cal Nueva.
Fulminato.- No te aclares más, que llevarme has para esso por un cabello, aunque los tengo cortos. Y sigue. Pero agora que vamos fuera, me di si me confessarás una verdad.
Felisino.- Si lo es y devo dezirla, sí.
Fulminato.- ¿Qué te dezía Pinel de mí?
Felisino.- Con que te aseguro que no se hablava de tu daño, no me pi- /fol. lxxiij v/ -das más.
Fulminato.- Con esso me has quitado de le no quitar las narizes o la vida. Pero porque a dicha passando quando él te hablava oy que me nombró, me di lo que ay, pues la amicicia sabes que la pintavan descubierto el coraçón.
Felisino.- No me pidas de vidas agenas, que jamás supe ser chismero, en especial que no se tractava sino de quán bien te diga la ropa del colorado, y que quiçá embiaras a Cervantes alguno por ella. Pero dexando esto, me di cómo discantava el amicicia, porque es cosa que a muchos oyo asomar y aninguno oy el cabo.
Fulminato.- Aunque en mí, más has de pedir obras de amigo que relación de la figura, pero diré lo que he oydo a otros. Diz que la tenían los patricios pintada en el Senado Romano entre las otras memorables antiguallas en forma de hombre y en edad de mancebo, con alegre rostro, con presencia robusta, la cara exenpta y sin algún sobrecejo ni ruga, la cabeça descubierta, la ropa áspera y corta y no rica, los pechos abiertos y con la mano diestra enseñando el coraçón descubierto, del qual procedía un letrero matizado de fino oro que dezía: ; de la parte de los pies por baxo yva otro del mesmo matiz que dezía: . Y por allí diz que conoscía quál era buen amigo o no.
Felisino.- Pues declara lo significado.
Fulminato.- Ya te digo que me pidas a mí las obras, y las significaciones pide a Lydorio, que lo oy de su boca todo y no se me acuerda ya.
Felisino.- Pues con todo esso ya estamos en la calle. Pero, cata, cata. ¿Quién será el que salió de allá y tomó a passo largo la banda de arriba?
Fulminato.- Espérame, que cortándole las piernas le haré que te espere y tú le preguntes lo que quisieres.
Felisino.- ¡Qué determinado va el diablo! Y al
cabo, si algo ay, yo me avré de quedar solo. Aunque él
no ha corrido como quien quiere pescar. Quiero, al fin, detenerle,
pues veo que ama la vida como yo.
-¡A, hermano! ¿Y ansí me has de hazer correr
por no te dexar solo?
Fulminato.- ¡O, pesar de los Maobitas contigo! ¡Y no me riesgues la ropa, que de ver tengo qué vellaquerías son éstas!
Felisino.- Anda, está quedo, que ni todas las cosas se han de apurar ni todos los amigos de provar ni todos los enemigos de descubrir.
Fulminato.- Sí, que no acometo yo con esperar acorro de otro que Dios y mi espada.
Felisino.- Bien lo veo; pero tampoco soy yo hombre que te avía de dexar solo. Y otra vez asegúrate más si quieres prender, porque madre e hija nos han sentido; y si algo han hecho, haslas prevenido para buscar suelda y trapos con qué encubrir la herida.
Fulminato.- ¿Y qué escusa le quitará que /fol. lxxiiij r/ yo no las marque?
Felisino.- Habla sin mo[n]te, que si marcares sea tu ganado.
Fulminato.- ¡Hi, hi, hi!
Felisino.- ¿Ríeste? Ansí lo haz siempre y enójate tarde si no quieres tener siempre de qué te arrepentir.
Fulminato.- En cosa de honra no ay paciencia sino escrita.
Felisino.- Bien dizes, que los primeros movimientos no son en mano del hombre, ¿pero hémonos de ayrar sin peccar?
Fulminato.- ¿Por ay me entras? Con las ovejas me aprisco.
Felisino.- Pues donde no te deven sustentación no entres con enojo ni entres sin llamar a la puerta de fuera, porque no te obligues a dar pesar o ver con qué le recebir.
Fulminato.- Pues llamo. Ta, ta, ta.
Marcelia.- Mira, ve quien llama.
Liberia.- Felisino y Fulminato son.
Marcelia.- Pues, ¿el despensero fuese o encontráronle?
Liberia.- No le alcançó Fulminato, que corrió tras él, porque le detuvo Felisino.
Marcelia.- Ve, abre la puerta, que el agudo a los ojos los verá y le haré que se le antoja, porque no sea tan sentible y se haga a la carga. Porque éstos, que lo blasonan todo, ansí los sé yo domar, que lleven el albarda y aun suffran el aguijón y no gruñan, y darles hemos de cevar, pues nos viene de bóbilis, bóbilis y en tanta abundancia que lo hemos de lançar a mal. Y aun esto no es seguro, porque no gana la honra nada de la muger pobre y sola quando tales viandas rebosa[n] por las ventanas. Y tú mira que muestres mejor co[m]plaz a Felisino, pues huelga de te hablar pues comiença ya a bullir la ganancia.
Liberia.- Voy, madre, aunque de mala gana, que más
quisiera que tractáramos de acostarnos.
(Pero asuadas, que no lo aya con sorda ni perezosa mi
madre, que pues ella con Fulminato y con un hato que yo ansí
con Felisino, porque bien haya -dizen- quien a
los suyos semeja).
Fulminato.- ¡O, descreo de Jasón y aun de Medea, con tal tardança! Aun, aun, si ay algún vasiadero o puerta falsa. Pero ya baxan. Quiero ablandar con Marcelia, porque de las ganancias me acuda con tercio y quinto.
Felisino.- ¡O, alabado Dios, que no nos amanscerá ya en la calle! Pero con tal encuentro fácilmente se perderá la quexa.
Liberia.- Mas no, sino venid muy mendoças: tarde y gruñendo. Aun agradesced que se os abre la puerta.
Fulminato.- ¿Y por qué, hermana? Esse galán lleve la pena, que tiene la culpa.
Liberia.- Y aun porque paguen justos por peccadores, a todos hiziera yguales.
Fulminato.- Yo arriba me acojo, que vosotros a la lucha avréys de venir, y aun bien sé quién caerá debaxo y aun quién quedará vencido.
Liberia.- Nunca desbo[z]ona sino malicias.
Felisino.- Pues que nos dexó, perdónale. Pero, dime si me has perdonado el enojo desto- /fol. lxxiiij v/ -tro día.
Liberia.- Más te turan a ti essas mañas que a mí el enojo. Pero está quedo y déxame, que está sola mi madre.
Felisino.- Anda, mi señora, que allá va quien la despierte si dormía.
Fulminato.- Buenas noches, señora Marcelia. ¡Más pesar de quantas piedras y junturas y aun roturas ay en la casa del Turco! ¿Y es cosa de passar que estés en acuerdos y yo quebrando la puerta? ¿Aún, aún, si mis sospechas han de salir ciertas?
Marcelia.- ¿Y de qué?, que vienes muy reñidor.
Fulminato.- De que si no pisas llano, para éstas que en la cara tengo.
Marcelia.- ¡Ay, el diablo lleve este rufián!
Quiérole halagar, no se me atreva. [Ap.]
-A la fe, sí. ¿Bien piensas que no te
entiendo, que vienes corrido por el que se te fue por pies?
¿Pero quién era?
Fulminato.- Esso me di tú.
Marcelia.- Y qué sé yo, mi amor. Que por tu
vida, no sé más de quanto aquella muchacha te
conosció en el correr y habla. Pero, ¡ay!, que no ha
subido Liberia.
-¡A, hija! ¿Qué hazes allá?
Fulminato.- Quedava reñiendo con Felisino.
Marcelia.- ¡O, maldita sea tal bova, que nunca acaba por un aguja qu le perdió!
Fulminato.- Mas no le dé el otro la suya y se rompa la tela. [Ap.]
Marcelia.- ¿Qué dizes, mis ojos? Que me huelgo en verte sin enojos, alegre ya.
Fulminato.- No te espantes, pues por allá los coge hombre.
Marcelia.- Pues no los descargues donde no te lo deven. Pero, espera, veré cómo no suben.
Fulminato.- Anda, no seas sospechosa, que pies tienen y todos son seguros.
Marcelia.- Sí, pero ha de dar cuEnta la persona de sí. Y déxame. ¿Dónde vas, a la cámara? Que no ay allá candela.
Fulminato.- Pues ansí es menester para nuestra cuenta.
Liberia.- ¡Ay, Felisino, cómo no me deviera yo fiar de ti!
Felisino.- Perdona, pues tu hermosura y mi pena me dan occasión de enojarte.
Liberia.- Bien sabes que la muger, mayormente donzella, que haze quiebra en la honra, que amortigua su fama y menoscaba su honestidad. E pues tú te sirves de mi honestidad para tu apetito, has de no lastimar mi honra.
Felisino.- Anda, señora, que ni soy tal que todos pierdan conmigo honra ni a ti te tendré en menos porque liberalmente me hagas semejantes mercedes. En especial que donde fuerça ay, derecho se pierde.
Liberia.- Huelgo yo de te servir. Y porque tengo madre y renzillosa, agora no oso subir llevando mi delicto delante los ojos.
Felisino.- Asuadas, que no ayan estado ellos ociosos. Y si algo fuere, yo responderé.
Liberia.- Mas, déxame subir delante. Y tú, de aquí a un poco, subirás, ya que veas que yo avré puesto la mesa, porque piense mi madre que entonces llegastes.
Felisino.- Pues anda, que en tanto haré yo un poco, que /fol. lxxv r/ por acá me cumple.
Liberia.- Cata, cata, y ascondido se han y dexaron acá la candela. Buena se anda mi madre: uno ydo y otro en casa... Yo, pues, como bova, con uno y tarde me congoxo ayna. A la fe, creo que de oy más avremos de jugar al descubierto. Quiero, pues, allegar en torno del fuego esta vianda en tanto concluyen.
Marcelia.- ¡Ea, pues, déxame salir!, que anda Liberia fuera y no nos aya sentido.
Fulminato.- ¡Donosos escrúpulos te matan a cabo
de rato! Pero vamos donde mandares.
-¡A, hermana Liberia! ¿Y Felisino?
Liberia.- ¿E yo qué cargo tengo dél? Pues que si no quiso subir, suya la culpa.
Fulminato.- Por Dios, que aún sospecho que el asno nunca a osado llegar a ella, como la deve hallar coxquillosa como potranca nueva. [Ap.]
Marcelia.- ¿Qué dizes, Fulminato?
Fulminato.- Acá lo ha Marta con sus
pollos. [Ap.]
-Digo que está bueno este guisado y que
sería bien ablandar a Floriano porque se le desgaje con que
siempre medremos. En especial que agora vengo de su parte a llamarte,
que luego por la mañana le vayas a ver. Y, asuadas, que
siempre se nos pegue de tu yda alguna ganancia.
Marcelia.- Pues confía en essa estaca y verás adónde paras.
Felisino.- Buenas noches y haga buena pro, que a buen tiempo vengo si la señora Liberia no está tan brava como endenantes, que de miedo de su enojo he dado dos bueltas a la rúa, hasta que desfrenasse la chólera.
Marcelia.- No hagas cuenta de sus renzillas, que de bova aún no sabe mostrar amor a quien le tiene. Siéntate que está el pastel grande y maravilloso, y esta cena a ti se agradesce, aunque Fulminato entra en ella primero. Y tú, hija, anda en un salto, cierra la puerta, que la dexaría Felisino de par en par. Y luego vente a sentar y cenaremos de nuestro plazer todos juntos, loando a Dios que nos lo dio.
Polytes. Pinel. Justina. Belisea. Lucendo.
/fol. lxxv v/
Polytes.- ¡O, immenso Dios, y si en más no
tengo verme escabullido de Floriano que haver hecho una gran
hazaña! ¡Y quán en su seso, y quán
importuno estava en el quererse yr conmigo! Descreo de tanto parlero
como ay en esta casa, que apenas he dicho que avía yo de yr
esta noche y ya lo sabía Floriano. Paresce que ansí
como ay hombres que tienen cuenta con la virtud para el obrar,
ansí ay otros que tienen cuenta con lo que oyen para medrar. E
ansí como el virtuoso meresce lo que gana por sí mesmo,
ansí el chismoso, visto que no es para ganar con sí o
por sí, acuerda de ganar con contar lo que otros hazen para
esperar lo que el señor le dé. Y al fin, como el
señor no le contenta el mal que haze su criado, tampoco toma
buen crédito del traydor que le vende los criados. Y
ansí con negar lo que a Floriano avían dicho de verdad,
él me creyendo, a ellos quede por metirosos y a mí por
libre. Y es castigo justo que a los mentirosos que les cuentan mil
mentiras, quando después les contaren verdad, no tengan
más crédito que la Cassandra con sus naturales
troyanos. E yo, aunque mentiendo, condené delante de Floriano
la verdad de los otros; suya la culpa, porque ni todas las verdades
se han de dezir en todo tiempo ni a los amos y señores ha de
dar hombre cuenta de todas sus cosas. Porque él, sabiendo
vuestros secretos de vuestra boca, sabe que ansí sabrá
los otros suyos también de la vuestra; y ganáys que ni
se fíe de vos y que os trayga muy sobre ojo. Pero buelto a mi
negocio, él me mandó agora que fuesse y llevasse
algunos criados de casa en mi guarda, de manera que yo yendo en su
nombre hago mi facto. Y llevo compañía la que me
paresciere, sin me obligar con ellos a otro tanto; pues al fin,
cumpliendo el mandado de quien los mantiene, hazen lo que yo les pido
y a mí cumple. Y pues yo ya tengo las armas que me cumplen y
el caso pide, aunque vale más yr solo que mal
acompañado, pero quiero llevar algún moço,
porque al fin el solo da occasión que más se le
atrevan. Bien está. He allí a Pinel, que es determinado
a todo.
-¡A, hermano! ¿Es después de cena?
Pinel.- A tu mandado y a mi provecho. Por esso mira si ay en qué conozcas lo que haré por ti.
Polytes.- Yo te agradezco tu liberal offerta. Y sepas que me embía Floriano a un mandado, y mandóme que no vaya solo.
Pinel.- Pues no quiero que busques otro. Y espera; en un salto subo a la cámara por algo que lleve con la espada.
Polytes.- ¿Y cómo, ya vie- /fol. lxxvj r/ -nes? Bien paresce que tengas obra con la palabra.
Pinel.- A lo menos tendré voluntad buena. Y sin más aguardar, guía.
Polytes.- Mucho me obligas, hermano.
Pinel.- Esto, que es acompañarte, dévolo al mandado de quien a ti te manda yr. En lo demás, hasta que veas en la necessidad -si la uviere- mis obras, no me las antepagues con gracias. Porque menos se amaña hombre a hazer por lo ya pagado que por lo que espera ser pagado, y ansí dizen que dineros pagados, braços quebrados.
Polytes.- En todo hablas bien y fío que obrarás mejor. Y a la mano de Dios vamos de aquí, porque yendo sin testigos no tendremos juezes de nuestra yda ni sentenciadores de nuestra tardança.
Pinel.- Tú guía, o dime por dónde, que hasta caer no torceré, y después de verme caydo harás como te paresciere en defender mi cuerpo, que muy al mando de tu voluntad llevas en mí.
Polytes.- Aunque confío en Dios de nuestra seguridad, pero porque a tu voluntad buena deve mi lengua no tener callado cosa, como porque también prevendrás en lo que devamos hazer sabiendo dónde ymos, y porque no sería buena amistad comunicar al amigo los trabajos y no le dar parte en los plazeres, [incluso] aquell[os] que se suffre[n] y los que no pueden ser communicados darle cuenta dellos, lo qual haré yo agora.
Pinel.- Mas antes, con hazerme plazer, cumple que prevenga el entendimiento para guiar los passos de los pies y prevenir los peligros del cuerpo, porque hombre apercebido, medio combatido.
Polytes.- Es, pues, el paradero de nuestra jornada en casa de Lucendo.
Pinel.- Ya, ya; no busques más testigos en contar lo que sea, pues sabiendo donde vamos, adevino el a qué. Y tú allá puedes hazer quanto te permitiere, que yo te aguardaré quanto tardares.
Polytes.- Ansí lo tengo yo de ti creydo. Pero pues estamos acá, ¿qué medio tendré en la entrada?
Pinel.- En esso me perdona, que no sé essos passos. Pero si miraste, luz ascondieron en aquella ventana que cae hazia la esquina de la huerta, y quiçá que hazen allí mandamiento de sangre. Por esso, si vienes llamado, será bien que hagas cómo sepan que eres venido, porque no se pierda tiempo.
Polytes.- Bien dizes. Pero cata, que aún el relox no ha dado las doze.
Pinel.- Pues, ¿que es menester el relox para la entrada? Lo que me paresce es que mires dónde y quándo te mandaron venir, porque en estas cosas piérdese mucho en un punto.
Polytes.- Pues ansí te digo que por esta huerta a las doze me mandaron venir.
Pinel.- Pues, ¿entrar dentro?, la /fol. lxxvj v/ puerta no te dará lugar, excepto si no eres cuerpo glorioso o te ayudasse el demonio. E ansí digo que te subas sobre esta pared, y de aquella ventana donde vi la lumbre os podréys hablar, que viene a dar con el canto del muro de la huerta. O si uviere para qué, de allí darás orden en descendir abaxo, aunque esto sea muy sobre seguro.
Polytes.- Tu consejo quiero tomar, pero las armas me ayudan mal a trepar la pared y yo quede algo baxo para alcançar arriba.
Pinel.- Anda, que quando hombre aventura la vida por acompañarte, poco se aventura en que me enlodes la ropa con los pies en que te aproveches deste mi hombro para escalera. Y despacha presto, que otra vez vi lumbre de passo y quiçá te hazen despertadores para que acuestes hazia allí.
Polytes.- Pues perdona, y alto a la mano de Dios.
Justina.- ¡A, señora!, toda la gente duerme. Por esso mira si te determinas a yrle a hablar por aquella rexa de la esquina que cae más sobre el muro del jardín. Y luego, que da el relox las doze.
Belisea.- ¿Miraste si duermen todos?
Justina.- Ve segura de esso.
Belisea.- Pues sin chapines y en vasquiña me voy.
Justina.- Échate essa saboyana de grana, siquiera por el sereno.
Belisea.- No podré suffrirla, que se me hará pesada.
Justina.- Pues agora has de andar al provecho y no por el contento, porque ropa de seda, que es liviana, haze mucho ruydo para en tales casos.
Belisea.- Avisadamente hablas. Pero parésceme que ay ruydo en el jardín.
Justina.- Mala eras para yr a hurtar. Espera, abriré los lienços y veré qué ay.
Polytes.- Dame, hermano, la espada y rodela mía. Y perdóname por un rato, que bullicio oyo a esta ventana de sobre este muro.
Pinel.- Toma. Desque concluyas, dame un silvo, que por alrededor destas paredes andaré. Y no dilates tanto la plática que te halle ay el día, y por ser visto pierdas lo mucho por no perder lo poco.
Polytes.- En todo te entiendo, y lo haré, como verás.
Justina.- ¡Hala! ¿Quién anda sobre las paredes? ¿Entráys a hurtar fruta?
Polytes.- Donde vuestra lindeza estuviere, mi señora. Ni ay otra cosa que buscar ni quién con tal guarda se atreva a hurtar.
Justina.- ¡Ay, señora!, llega, que él es, si quieres hablarle a solas.
Belisea.- ¡Ay, que querría y ni oso, ni tampoco tengo qué le hablar! Mas, ¿de qué holgaría saber? ¿Si está bueno su amo? ¿Pero para qué?
Justina.- Anda, señora, que obra pía es embiar a visitar los enfermos y saber de ellos. Pero llega, no le detengamos como espantajo sobre la pared. Y mira que no dilates la plática de manera /fol. lxxvij r/ que seas vista, que yo me pongo por guarda de aquella puerta de la quadra. Y tú llega sin temor.
Polytes.- ¡A, señora mía! ¿No me queréys hablar?
Belisea.- ¡O, mezquina, y cómo soy forçada a hazer lo que no puede dexar de parescerme a mí mesma mal! Pero quiero condescender a esta mi passión en esto, para ver si contenta dará lugar a que en lo demás me govierne la razón. Quiero, pues que torna a llamar, hablarle, que él no me conoscerá. [Ap.]
Polytes.- Por Dios, que temo que soy burlado. Pero,
¿qué digo? Que de mano de mi señora vine y por
ella no puede salirme mal successo. [Ap.]
-¡A, señora mía!
Belisea.- ¿Quién soys, que ansí llamáys, y a tal hora y en tal instancia?
Polytes.- Es el obediente de vuestro mandado.
Belisea.- Pues dezidme vuestro nombre.
Polytes.- ¿Para qué de nuevo preguntáys a este vuestro Polytes por su nombre, pues acordándose de vos se olvida de sí?
Belisea.- ¿Y quién pensáys que yo soy, que ansí os llamáys tan mío?
Polytes.- Vos soys mi señora y la que puede mandarme aventurar la vida. Soys la que después de Dios me puede quitar el vivir y tornármele. Soys la que tiene las llaves de mi querer, y en cuya mano está mi coraçón y en cuya libertad mi subjeción, y en cuya hermosura mi memoria y en cuya misericordia mi libertad. Soys a mis ojos la flor del mundo y en quien la hermosura está más encumbrada, pues vos, mi señora Justina, soys espejo donde todas las damas conoscen ser faltosas, y qualquier amante halla mil causas de se os rendir por captivo de vuestra hermosura.
Belisea.- Sin duda que essa dama, que ansí loáys, os deve mucho; y a ella todas las mugeres deven loor por ser ella muger entre ellas y que ansí pone en ella el estado mugeril gran corona de gloria. Y dado que yo y las demás os devamos poco servicio, pues a sola éssa que vos amáys days la gloria y a las demás los defectos, pero porque os conozco que estáys bien empleado y por ser cuyo os publicáys, holgaré hazeros todo complazimiento.
Polytes.- ¡O, cómo la affectión no da
lugar al entendimiento todas vezes a hazer su operación! Y
ansí yo agora he hablado sin saber con quién, aunque la
fe que tengo en la palabra de mi señora no me da lugar a
sospechar que me pueda succeder aviessamente. Y porque ésta,
con quien hablo, me paresce Belisea, quiero saber con quién lo
he. [Ap.]
-¡A, señora! Si mal he hablado, os suplico por
el perdón con dexirme quién soys.
Belisea.- Ni a vos haze mucho al caso mi perdón ni el saber mi nombre, pues no me conosceréys. Baste que me conozcáys por /fol. lxxvij v/ muy servidora de la que tanto y con razón vos loáys. Y porque sé yo lo que ella vale, tengo por cierto que en ser vos tan suyo avrá ella escogido conforme a su valor. Y ansí os quiero hazer tal servicio que os quiero avisar que no penséys que os ha burlado quien os mandó venir, pero por estar aún occupada, que Belisea la ama tanto que no la parte de sí, me embió a mí a que os avisasse no toméys pena con su tardança, porque ella será luego que se desembarace de con Belisea, mi señora, que anda algo mala. Y pues yo hize mi mensaje, porque conmigo no gastéys tan mal empleado tiempo, me dad licencia [e] yréme.
Polytes.- Señora, fuera del merescimiento que vuestra persona en el hablar representa, por venir en cuyo nombre venís me tendréys a vuestro servicio. Y tengo por muy buena occupación la mía en semejante gastar de tiempo. Pero suplícoos me digáys qué mal es el de la señora Belisea.
Belisea.- No ay quien entienda su mal.
Polytes.- Pésame de ello. Pero pluguiesse a Dios que fuesse del mal de Floriano, por su mal apiadarse de los pacientes.
Belisea.- Por vuestra fe, que me digáys qué mal tiene vuestro señor para ver qué mal es el de mi señora.
Polytes.- Él está enfermo porque ella está tan sana; y él está sujecto y captivo por ser ella tan libre.
Belisea.- No penséys que tengo tal entendimiento que os entienda, si más no me habláys claro.
Polytes.- ¡Por Dios, que todavía digo que es Belisea! [Ap.]
Belisea.- ¿Pues no queréys dezirlo?
Polytes.- Señora, no sé si abrá más orejas de las vuestras, pues las paredes suelen oyr a ratos.
Belisea.- Ved vos si de allá ay seguridad, que acá todo está saneado esse temor. Por esso me dezid del mal de esse cavallero, que acá a todas pesaría dél, aunque los hombres sabéys dezir que morís, y morís; y deste mal que os quexáys los menos entierran. Ansí que mientras viene la que esperáys, pues no tenemos en qué, occupemos el tiempo yo en oyros y vos, galán, en dezirme esto.
Polytes.- Bien creo yo, señora, que devéys de ser tan cruda como las otras. Pero por no tachar lo que no sé loar por no os conoscer, digo que en Floriano, con tener tantas gracias repartidas de Dios y tanta prosperidad de bienes naturales y adquisitos, pero veo que todo le es nada en comparación del daño que le haze acá essa señora Belisea. Porque ni le oyen hablar sino de ella, y todo es loarla y todo es morir por ella. Tanto que, si yo a ella no viera ser tan hermosa, a él tuviera por sandío en pasar tal como a ella tengo por cruel en dexar perder ansí la flor de la cavallería. Aunque no ay quien sepa bien su mal, porque él /fol. lxxviij r/ se tiene por tan ganancioso en padescer que, si no es a quien tiene muy necessidad, no dirá qué siente, pero a todos loará la que ama. Y ansí no sé, señora, qué os dezir de Floriano y Belisea, sino que él es su mártir de ella y ella la más libre y cruel para él; que a no ser mal nombre para tal dama, dixera que era verdugo de amor.
Belisea.- ¡Pero aun si bien supiéssedes qué entera y libre muger es! Pero, ¿por qué la culpáys? Pues quiçá, o ella no sabe su mal ni deve de caer en obligación a le socorrer. Pues que passe nadie por mí lo que yo no le mando ni soy occasión, ¿qué culpa le tendré? Mayormente que esse cavallero fingirá esse mal por mi señora, porque tales son las condiciones de los que saben estimar la honra de una muger, y tal muger como Belisea.
Polytes.- ¡Por Dios, que me desatina esta muger y que
no creo que es la que yo sospechava! Pero quiero dar razón de
mí, sea quien fuere. [Ap.]
-No penséys, señora, que pongo culpa yo a
essa señora porque sea buena y honesta y de tanto
mérito en todo lo que de ella se dize, pero, porque guardando
todo esto, pudiera ella a su salvo, sin se mostrar tan sacudida,
atraer con su hermosura y con su cordura ser siempre señora de
sí, y como honesta guardarse donde no le avían de
forçar, que ya no se usa como solía, dado que se dessee
más que nunca. Y también usança de corte es
servir los cavalleros a las damas, y todo es honesto y todo es bueno.
Y siempre vi que las çahareñas más ayna caen si
las siguen; y si caen, con más deshonra suya, porque ellas se
avían vendido por muy fuertes.
Belisea.- A esso no sé qué os responder, pues cada qual mirará por sí y Dios por todos. Pero dezidme, ¿quánto ha que está tan malo esse señor?
Polytes.- Cada día anda tal, que no se peoría en su mal, pues siempre está del peor. Pero de ayer acá que pensamos -con aver por qué- que le fuera mejor. No sé si podrá escapar, según anda el pobre, que es lástima. Que tengo para mí que si ella lo viesse, aunque fuesse una leona, ablandaría, pues sus lágrimas pienso que ablandarían las piedras, quanto más los coraçones. Y todo lo que dize a solas es razonar con ella. Y ansí está por ella, que presto pienso que rogará ella por su alma, pues tan desapiadada le ha sido del coraçón.
Belisea.- Perdonadme, galán, que oyo no sé qué acá dentro. Quiero ver si viene la que esperáys.
Polytes.- Pues, señora, por merced, que en su venida
presto me seáys favorable.
(Yda es, y por Dios, que aún me estoy en mis treze en
sospechar /fol. lxxviij v/ ser Belisea).
Pinel.- ¡O, hi de puta el diablo y quien no tuviera buenos pies! El diablo traxo a cabo de rato al alguazil por aquí y tan acompañado; algo deve barruntar o aver olido. Pero quiero saber qué fue de Polytes, que si allí le topó, será bien menester que se avise Floriano luego. Parésceme que aún está allí. Bien fue. Torno a mi passeo.
Belisea.- ¡O, sin ventura de mí! ¡O, qué gran mal es el mío! ¡A, Justina!, ¿duermes?
Justina.- Sí, dormía. ¿Pero, qué mandas?
Belisea.- Que vayas y le despidas presto; y en ningún caso le digas que era yo. Y mira que te aguardo; luego ve tras mí, que me hallo mala.
Justina.- Yo voy, que asuadas que te hizo mal el
sereno.
-¡Hola! ¿Quién está [a]y a tal
hora?
Polytes.- Soy tu captivo. Y agora bien conozco que tú eres de verdad quien yo amo.
Justina.- Perdóname que no pude antes aver venido. ¿Pero ha mucho que veniste? ¿Y quién traes en tu guarda?
Polytes.- Poco a sido mi aguardar, pues merescí veros. Y en guarda de mi coraçón traygo a ti, que sabrás quál está.
Justina.- ¡O, mi buen querido, y cómo con justa causa pongo yo la honra en condición por verte y hablarte! Aunque no te quisiera gozar a tanto trabajo tuyo y tanto apartamiento mío, en especial con tan poco tiempo como al presente la necessidad me concede.
Polytes.- ¿Pues qué cosa avrá que vos no querindo os compela a yros?
Justina.- Es que va de aquí muy mala mi señora.
Polytes.- Luego con ella he departido hasta agora, que me dixo que venía en tu nombre.
Justina.- ¡Ay!, que no quise dezir sino que vine de con ella agora, y la dexo mala y me espera ya.
Polytes.- Anda, señora, déxala padezca, en especial si padesce el mal que yo por ti y Floriano por ella. Pero dime si era la que va de aquí, que cierto en todo me paresció ella.
Justina.- Escusado es negarte lo que tú conosciste.
Polytes.- ¿Y qué me quería?
Justina.- Esso me di tú a mí.
Polytes.- No hizo sino preguntarme una y otra vez por Floriano, y al cabo que le dixze que estava muy malo, ansí me dexó tan en seco que pensé que ella yva también mala; y ansí la dexé yr.
Justina.- Agora confirmaste mi sospecha. Y tú sepas de cierto que Belisea está muy rendida al amor de Floriano. Y ansí ella no me dexó a mí hablarte por te preguntar por el que ella ama. Y porque agora oyó arriba bullicio, te ve presto con perdonarme. Y espera de mi aviso que te mandaré para quando nos veamos más a nuestro salvo. Y ve con Dios, que oyo hablar a Lucendo, mi señor.
Polytes.- Los ángeles queden en tu guarda.
Pinel.- ¿Qué hazes, hermano, /fol. lxxix r/ baxaste?
Polytes.- Anda, vamos a la mano de Dios. Y dime, ¿qué ruydo fue uno que oy endenantes?
Pinel.- Pues que tú tuviste ventura de que ni a ti viesse el alguazil ni a mí cogiesse. Encaminemos para casa antes que torne y allá comunicaremos los ydiomas.
Lucendo.- ¿Qué hazes, hija? ¿Cómo tan tarde estás por acostar? Asuadas, que devías de andar en tus acostumbradas devociones. Mira que te haze mal desvelarte. Y también, como otras vezes te he dicho, más quiere Dios el obedescer que el sacrificar. Y pues sabes que es mi voluntad que te temples más el rigor en estas cosas, porque sin la prudencia aun las virtudes se tornan en vicios.
Justina.- ¡O, mezquina yo, y si no está mi señor Lucendo con la hija! Quiero oyr si tractan de casamiento para ver qué esperança tendré en mis cosas.
Belisea.- ¡Ay, señor!, y como mal peccado no soy tan devota que no sea más menester espuela que freno para mí en esse caso, y si no estoy durmiendo es más falta de salud que sobra de devoción.
Lucendo.- Pues ansí yo vea gozo de ti que no me calles cosa tuya, porque como tengo crédito de tu cordura fíome de tu poca experiencia, en que pienso que me granjerás toda buena vejez con tu descanso y contentamiento y salud.
Belisea.- Bien veo, mi señor, que como tantos regalos no se den ni se devan a todos hijos, que ansí tú obras conmigo como padre, y amoroso padre y regalador padre en más de lo que yo te merezco, sino es en ser tu hija. Y como esto se me represente, ansí temo el darte algún enojo, que toda mi vida me querría ver en tu mamparo.
Lucendo.- Esso, hija, será como Dios fuere servido. Pero, por tu vida, que ansí me siento atado del amor con que te amo, que por gozar de tu vista como bien querida me descuydo en lo que devo como padre al buscar la permanencia de tu estado. Y bien sé yo que lo yerro, porque tu estado y mi edad ya piden que yo te diesse tal marido que fuesse contigo hijo para mi vejez y señor para mi casa y governador para mi estado, y sustentador de la nobleza de nuestros progenitores y augmento y gozo para mis canos días. Pero a esto me estorvan dos cosas: lo uno, el temor que al partirte de mí me pone el amor que tengo a tu virtud; y lo segundo, que como las cosas de casamiento fuera de ser guiadas por Dios consisten en un delicado punto, temo intentar aquello que asido es malo de soltar, y mal uñido peor de suffrir. Por manera que desseo no te quitar de mí; y devo y querría verte puesta en tal descanso que diesse /fol. lxxix v/ descansado fin a mis tan canos días. Y aunque no es dado a las hijas el hablar en esto, como te tengo por tan cuerda que sin affectión ni passión hallaré tu buen parescer, y porque antes de dezirte qual sea en esto mi parescer, quiero oyr el tuyo y tu voluntad. Y agora es muy tarde para esto. Tú te acuesta y piensa sobre ello, y declárame tu querer para que de tu voluntad y mi desseo se haga un acertado consejo; y del consejo yo tracte del hecho. Y porque agora te veo con rostro de honesta turbación de la plática, ni quiero tu tan sin pensarlo ni desvelarte más, sino, por mi vida, que luego te desnudes y duermas con reposo; y hasta que yo te hable más en esto, te descuyda y reposa. Y quédate con mi bendición y la de Dios.
Justina. Belisea.
Justina.- ¡O, quán gran cosa es el amor del padre! ¡O, cómo me paresce que ni las cosas van del talle que él piensa encaminallas con la hija ni aun pienso que ha de faltar algún grande mal, si Dios no lo remedia! Porque Belisea ya declina en el amor de Floriano y él, que no afloxa en el seguirla y Marcelia que tercia y yo que favorezco, de manera que somos muchos contra un herido y descuydado de nuestras tramas, tan a su costa. Y aunque hasta agora ella se ha mamparado con la honra y honestidad, por mi salud que si el amor levanta estandarte contra ella y comiença de tirarle al coraçón sus doradas flechas que todo se le rinda, porque no ay poder, sin el del muy alto, que oy en la tierra a tal potencia resista. Entrar quiero como que no sé nada de lo que ha passado, para que si ella me lo contare todo, veré qué se acredita de mí; y si algo me callare, también veré yo que en lo que tengo de dezille o hazer por ella que ha de ser a mi salvo, y siempre guardando algo para mí.
Belisea.- ¡A, Justina!, acaba ya de entrar, que te has tardado mucho y no sé si /fol. lxxx r/ mi padre te vio allá.
Justina.- Pensé, señora, que aún dormías y ansí no entrava. Ni pienses que me vio mi señor allá, porque en le sintiendo me puse en cobro y todo se ha hecho bien, a Dios gracias.
Belisea.- Llégate acá y siéntate sobre esta cama, que me siento con tantas penas y tan rodeada de congoxas que no querría que me dexasses sola un momento. Pero dime, ¿oyste la plática de mi padre?
Justina.- ¿Y con quién?
Belisea.- Conmigo, que vino desnudo con sola una ropa, con dezir que oyó no sé qué ruydo en su cámara y vino a verme con pensar no sé qué.
Justina.- ¡Ay, señora, y cuéntame esso! ¿Y riñóte, a dicha?
Belisea.- ¡Ay, Justina, y cómo creo que para el descanso de su vejez y para mi mayor guarda y honestidad a él y aun a mí fuera bueno haverme él retraydo mis desasosiegos antes que aprovar mis obras!
Justina.- Anda, que bien sabe él lo que tiene en ti. Pero dime, ¿qué fue?
Belisea.- Bien querría contártelo punto por punto, pero díxome tantas cosas que no te sabré más de en substancia dezirte: que tiene tanta confiança de mi bondad, sin poner freno como zeloso padre a mis desventurados hechos. Y como veo yo que en esto él no acierta, ansí no sabré dezirte cómo dexa en mi querer y voluntad suelta toda la voluntad suya para en mis cosas, porque en ver yo esta confiança buena de mi padre bueno de su hija estimada buena totalmente en mis obras al revés, a mí con obligarme a la virtud me redarguyó de mis vicios. Y ansí pienso que como forçada soy llevada a las manos del amor, y como confusa huyo de las puertas de la virtud.
Justina.- Mira, señora, que soy Justina, que no cabe en mi entendimiento tantos retruégados. Y ansí, si quieres hablarme, a fin que te entienda habla como con tu criada y como con tu fiel sirviente, y como con la que pondrá la vida por tu mandado y honra; y finalmente, háblame claro, para que entendiéndote no yerre en lo que cumpliera a ti y a mi cargo fuere de obrar. O si no, como señora puedes guardar tus cosas y cozellas en tu pecho si no te hizieren daño a la voluntad.
Belisea.- Bien veo que con tener tú tanta prenda de mis secretos, en tu confiança depositados por mí, hazes, porque quieres, como quieres de mí potajes a tu modo. Y esto porque bien adevinas de mí que quien te ha dicho el origen de mi pena, y todo lo que a mí es penoso, a mi honestidad afrontoso y a mi honra vergonçoso, que también en todo lo demás tocante a mis fatigas no te podré encubrir cosa. Porque ya de mí tengo menos confiança conosciendo mis manifiestos defectos que de ti te- /fol. lxxx v/ -miendo algunas sospechosas so las sospechas. Y por esto, nunca los hombres avrían de dar tanta parte a nadie de sí que no les quedasse para sí de sí algo guardado. Pero como tú me vayas ya a cada passo por mis obras dando alcance en mis pensamientos, no sería buen callarte lo que has de oyrme tú después de mí como descuydada, sin tener que me agradescer porque te lo digo; y también por lo que tú, avisada, verás en mis descuydos, lo que mi notorio y gran mal no podrá encubrirte. Ansí que, veniendo al punto, te digo que ya bien tú verás y sabrás cómo no sé cómo ni por qué vía me hallo tan mudada de mí, que aunque veo que hago contra lo que devo, me siento desseosa de oyr nombrar el nombre de Floriano, de mí antes tan huydo. Y junto con esto, siento ya pena de su pena y pésame de su mal. Y ansí me turbó tanto aquel paje endenantes en dezirme que está muy malo, que de desmayada me fue forçado dexarle tan secamente que pienso que en mis preguntas y alteraciones entendió mi turbación. Ansí, pues, veniéndome a mi cámara sola de sosiego y acompañada deste mal, acudió mi señor padre con su buen crédito -sin por qué- que de mí tiene, y comiénçame a dezir que querría casarme y que lo dessea. Y según las condiciones que él me puso del casamiento y lo que él querría que tuviesse quien fuesse mi marido, ni yo sé cómo de mi mal yo pueda sanar no se cumpliendo lo que al presente me pide la voluntad, pues de otra manera es escusado, ni tampoco sé cómo le responda quál sea mi voluntad. Porque si digo lo que quiere mi voluntad, he de dezir -que no te lo puedo a ti encubrir- que quiero y amo a Floriano. Y dezir esto va muy fuera de lo que él querría; pues dezir otra cosa contra mí y mintiendo, ni lo haré ni podré.
Justina.- ¿Y qué es lo que él quiere en el que querría por yerno?
Belisea.- Quiérele como hijo; quiérele natural; quiérele que, allende de los bienes de fortuna y natura, que sea de tanta obediencia para mi padre como yo, que soy hija, y que no me saque -por la vida de mi padre- de su presencia ni de su casa y plato como agora.
Justina.- ¿Y en esso te atas? ¿Y por esso te congoxas? Y calla, mi señora, que para todo pone Dios remedio queriéndolo Él, en especial en ésta. A la fe, si a ti te paresce que está bien a lo que tú desseas y meresces, cierra con ello; que ello, una por una hecho, él lo tendrá por bueno, visto que no se puede deshazer. Pero, y dime, mi señora, ¿tu padre quiere cierto ca- /fol. lxxxj r/ -sarte?
Belisea.- Él ansí me lo ha platicado agora; y aun también sé que lo ha intentado días ha con quien a mí jamás cayó en voluntad, y temo que cierre con ello porque de allá le combaten. Y si lo haze sin pedir mi consentimiento primero, presupuesto lo que él cree de mí que no le saldré de obediencia, yo me veo perplexa. Porque por una parte, como a tal padre devo toda subjectión; y por otra parte, es cosa muy agra tomar la muger compañía perpetua contra su voluntad.
Justina.- Todo esto va bueno. Agora creo yo que Dios encamina mis negocios. [Ap.]
Belisea.- ¿Qué dizes?
Justina.- Digo que no tomes estas cosas tan por el cabo. Tracta primero con Marcelia, que lo tramó primero; e infórmate de quién sea este cavallero; sabe si es libre, que de serte merescedor, aunque tú merezcas mucho, no lo dudo yo. Y si la cosa es la que cumple y desseamos, hágase y después buscar la suelda a los remedios. Porque muchas vezes haze daño tomar las cosas y pensarlas de tan atrás, porque suelen al medio y al cabo variar los successos.
Belisea.- ¡Ay, no digas tal cosa!, porque siempre el entendimiento ha de antevenir y guíar a la voluntad para que el entendimiento proponga y la voluntad elija, y las manos acompañen después a la obra. Porque las obras prevenidas y meditadas las menos vezes se yerran, excepto o si el entendimiento es muy torpe o la potencia para el obrar poca.
Justina.- Todo, como lo dizes, es ansí. Pero ha de ser que el pensamiento o el entendimiento en su meditar la tal obra ha de tomar principios de ella mesma para prevenir los medios y los fines. Pero agora, ¿aún no hemos entrado en el juego y quieres que alcemos ya las tablas? Y como dizen, hija no tenemos y nombre le ponemos. Ya que yo sé tu voluntad, te suplico que pues quesiste communicarme tus cosas, también tengas por bien de en algo te dexar guiar por mi poca capacidad y menos juyzio, aunque en esto, a Dios gracias, libre. Y aunque te parezca -lo que es- que yo no tenga saber para tan gran empresa, ya sabes que a las vezes el simple sin passión es mejor juez que el sabio apassionado, mayormente quando a de juzgar en sus proprias causas; y también, tanto por tanto menos veen dos ojos que quatro. Y ansí podría ser que yo como ando más y bullo más y puedo, con no perder punto de honra ni gravedad como tú, bulliendo entremeterme en más cosas que tú, por donde tú /fol. lxxxj v/ estando a tu seguro queda, te podré yo yr descubriendo todo el juego.
Belisea.- ¡Ay, que estas cosas son tan delicadas que no son para entre todas manos!
Justina.- Pues también sabes, señora, que el muy delicado y frágil vidrio con hierro se rebuelve y con hierro se bruñe y haze, y con hierro se tracta de los que lo labran. Pero si son buenos los que lo labran, lo menos se quiebra, y ansí la honra no en todos peligros peresce, porque lo que de Dios está ha de yr al cabo. Y con tanto, pues comiença a amanescer, te quiero dexar dormir porque dexemos de dar occasión a las que levantándose te vieren assí y te juzgaren a mal tal estada toda la noche en vela. Y yo te haré venir a Marcelia veniendo el día, y tractando con ella despidirás los ñublados de tus tristezas, Dios mediante, para todo bien. Y suplícote que duermas y pongas tus cuydados en mi pecho.
Belisea.- Con la confiança de tu buen zelo me esfuerço a forçarme a mí para confiarme de ti en todo y por todo. Y ansí como a mí aya te tengo de seguir en todo y por todo, pues yo tal estoy con que mi honra y honestidad estén muy enteras. Y quiérolo desde luego començar y dormir si pudiere; por esso cierra essa puerta y quita essa vela, pues no es menester.
Justina.- Pues yo también voy a pasar un sueño por aliviar al cuerpo para que tome más fuerças para en tu servicio. Y encomiéndote al Señor del mundo y criador de los cielos.
Marcelia. Felisino. Fulminato.
Lydorio. Floriano. Polytes.
Marcelia.- Pues que ya estamos todos a punto, movamos antes que sea más tarde y veré qué me quiera Floriano.
Felisino.- Poco más o menos todos lo adevinamos ya.
Fulminato.- Por los sepulchros de mis antepassados, que es vergüença ver cómo tan sin por qué pene y muera este /fol. lxxxij r/ hombre.
Marcelia.- Pus bulle poca gente, me ve declarando qué llamas sin por qué, pues que si tú sabes qué cosa es ser hombre y aun, si yo le fuera como él, me preciara de perderme por tal dama.
Felisino.- Todos haríamos esso mesmo por tal joya, aunque al cabo, como sea una, uno la ha de llevar y los otros quedarán descontentos y no pagos de haver penado por ella.
Fulminato.- ¿Qué cosa, pues, mugeres que les bastara uno? Aunque no lo digo por ti, Marcelia.
Marcelia.- Por sólo que voy presente te agradezco la cortesía, aunque después de enlodada. Pero pues hablas lo que tu pensamiento malicioso te dize y siente, y ansí no te pido sino, ¿por qué pena, a tu parescer, sin por qué un hombre que por de buen entendimiento supo escoger una muger?, que cierto no es digna lengua tan maldiziente como la tuya aun de loarla quanto más ponerla en tacha, que muy fuera va de su sangre y nobleza y bondad y honestidad y honra. Y guárdate de juzgar a nadie si no quieres condenarte a ti mesmo.
Felisino.- Y aun muchas vezes, ansí como por los meneos de gesto saca un buen entendimiento por conjectura lo que otro tenga en el pensamiento, como agora la señora Marcelia entendió que tachavas a Floriano y Belisea, ansí también muchas vezes atrevidamente se sueltan los hombres a juzgar lo que no alcançan por alguna cosa que veen, que no basta para hazerlos acertar; como agora tú, Fulminato, menos acertaste en tachar al amante mancebo cavallero Floriano, que es enamorado al modo de cavallero, y paréscete a ti que a menos costa -como tú a otra que has de balde, porque de balde es muy comprada-, que ansí él pudiera haver una señora tal a menos costa suya.
Fulminato.- Mas dime si no es ansí, que por su dinero hallara oy quinientas que le rueguen.
Felisino.- Y ansí no hallará otra que le merezca.
Marcelia.- Bien da a entender Fulminato quán pegadizo sea en el aprovecharse de mugeres y quán dessamorado en querer a ninguna. Pues ruega a Dios que no vengas a ser constante en amar y tan herido de amor que sientas y entiendas cómo amor no se alcança sino con amor. Y ansí como tú por dinero avrás oy en el pueblo quinientas de que gozar, como dizes, ansí las mesmas por el mesmo gozo y por la moneda buscarán cada una otros quinientos; y ni por esso amarán a ninguno, porque las cosas que se ponen en venta véndense según son los compradores y según la variedad de /fol. lxxxij v/ los tiempos.
Felisino.- Y aun tengo por averiguado que si se saca, que como él sólo tenga ojo a la moneda, que le harán confrade de San Corniel.
Fulminato.- Y aun por esso como yo de emprestado. Pero aunque seáys entramos contra mí, sí que Floriano todo el fin de lo que haze es por gozar de la que ama.
Felisino.- Ansí es.
Fulminato.- Pues luego, ¡qué diablo son menester essos rodeos ni cartas ni plantos, que por el sancto relox de Roma, que soy más quito y estimado de mugeres que Floriano, y que tengo por derramar la primera lágrima por alguna y que ninguna se me a escapado! ¿Y por qué, si pensáys, soy quisto tanto de éllas? A la fe, porque hago y callo; y todas quieren esto: y las más de valor y las más guardadas y las más honestas. Haviendo de tractar desto, más quieren un hecho que veynte haré, porque dizen que: haré, haré, mala casa comporné.
Marcelia.- ¡O, cómo quisiera que no estuviéramos ya a la puerta del palacio, para darte a entender cómo, si te loas de muchas gozadas -lo que no creo-, no te loarás de ser de muchas querido! Y que si, como dizes, caen las buenas -lo que no es sino en las menos-, que de las muy pocas las muy menos vienen a esso, y si vienen será por flaqueza, y porque se atreven a dexarse vencer de la tentación grave con la oportunidad encubierta por no dar quiebra en el crédito público; y entonces las tales en tal hecho no buscan el ser amadas sino el librarse de la furiosa concupiscible, que a muchos sabios y fuertes basta a derrocar; y aun los hombres dados a esto, con la facilidad que ganan lo que buscan, con éssa la olvidan, y ansí tanto aman quanto les cuesta lo ganado. De donde proviene que con ser engañadas las recogidas mugeres de los hombres burladores y mentirosos y desamorados, ellos son de muchas amados, porque cada una le ama porque cada una se le rendió por bien querer. Y ellos a ninguna aman, porque ninguna les costó amor de las voluntades, sino que las amaron por el amor de los cuerpos de las escarnidas.
Felisino.- Altamente lo has provado, señora Marcelia. Pero ya se ataja la plática con la venida del camarero.
Fulminato.- Y aun pese a tal porque él viene, que yo saliera de algunos escrúpulos que me quedan del razonamiento. Pero otro día nos dará Dios.
Lydorio.- Buenos días, señora. Y los escuderos te agradezcan que no les reño porque ansí desaparescen. Y tú, Felisino, ve presto en busca del paje Polytes, que /fol. lxxxiij r/ también pide por él Floriano. Que agora me escabullí dél, que me ha tenido toda la noche contándome cosas, que colegidas he cogido que: o pierde el seso o él es de muerte. Yo me voy un rato a reposar. Si me llamare, buscadme en mi aposento. Y tú, señora Marcelia, perdona.
Marcelia.- Señor, ve a descansar. Nosotros entremos a él, que no es possible que el mal ture mucho si Dios le quiere dar remedio.
Fulminato.- Pues quiero ver si duerme. Pero, ya, ya, por demás es, que cantando está devaneos.
Floriano.- ¿Pajes, quién está ay?
Fulminato.- Señor, Fulminato es, que no durmiendo en tu servicio te trae a Marcelia, que mandaste llamar.
Floriano.- Ni sé quién es ni para qué le mandé llamar.
Marcelia.- Espera; veréle y veráme.
-¡A, mi señor Floriano!, que vengo a saber
cómo te fue en la romería de Prado.
Floriano.- ¡O, la mi Marcelia, que agora te conozco! Y con razón, porque a no te ser tan contraria en mí la fortuna, mucho te devía yo en me aver presentado delante de mi señora y haverme traydo este anillo, sin el qual yo fuera ya defuncto.
Marcelia.- Anda, señor, no desmayes, que más espero hazer por tu servicio si me lo mandas, que agora que tengo manto sin vergüença osaré parescer por tu servicio donde gane mayores mercedes, con tanto que no me mandes yr descubierta a parte de afrenta, porque traygo malas sayas que me corro de verme.
Floriano.- Anda, hermana, que si tú me vistiesses a mí de alegría, poco es a mí hazerte despedir todas tus necessidades y vestirte de sayas y más sayas.
Marcelia.- Con besar tus illustres manos por tan magníficas promesas, porque no se vaya la mañana en balde me di ¿qué mandas?
Floriano.- Querría restituyr este anillo a cuyo es y saber de mi señora.
Marcelia.- Pues, ¿quieres que se desempeñe mi palabra con llevarle? Dámele luego y voy, que también me han embiado a llamar de su parte. Y de lo que de mi yda te prometo traer es alguna joya que tengas en más que ésta.
Fulminato.- ¡O, pese a la tierra con esta embaydora, y si no creo que ha de robar a este hombre! Pero saque y pele, que yo con quatro manos a la partición. [Ap.]
Floriano.- ¿Qué dizes, Fulminato? Ve, llámame a Polytes, que también quiero saber un poco de él delante desta dueña.
Fulminato.- ¿Aun si lo quiere a solas con estotra? Porque dizen que el perro con ravia, de los palos trava, y aunque no voy muy satisfecho, pero allá se lo ayan, que si algo fuere, ay se me quedan las paredes y aun la heredad y también /fol. lxxxiij v/ avrá más ganancia que partir.
Polytes.- ¿Qué haze?
Fulminato.- Entra y verás los secretos que tiene muy de mañana con Marcelia, que yo iva en tu busca.
Polytes.- ¡No creo que te come donde te agora rascas!
Fulminato.- Anda ya, que más me come la hambre, que voy a buscar con qué me desayune. Y por tu fe, que aunque pidan por mí que no me sientes ganancia, no me vayas en rastro.
Polytes.- Entro, que ansí lo haré.
Floriano.- Dime, Polytes, ¿por qué no me has venido a dezir cómo te fue anoche, y si viste a mi señora, pues ansí te lo mandé? Y dímelo luego, que alegre me paresce que vienes.
Polytes.- Yo la vi y buena. Otras cosas muchas ay, pero para su tiempo.
Marcelia.- Señor, dame licencia y daré lugar a [t]u embaxada.
Floriano.- No quiero que te vayas, sino que lo oyas todo; porque al confessor y al juez y al médico se les a de dar toda relación porque después no yerren. Y tú no me calles cosa que ayas passado.
Polytes.- Pues quieres, señor, que publique hombre de día lo que passa solo en la noche, passa ansí: que yo fuy a hablar por una rexa de las baxas que caen a la huerta con una donzella
Marcelia.- ¿Y cómo se llama?
Polytes.- No ay para qué dezirlo.
Floriano.- Dilo, por mi amor.
Polytes.- La donzella se llama Justina, de quien tú, señor, devrías de tener noticia. Y ésta, que por su industria devió ser, me hizo hablar con Belisea, la qual se me dissimuló ser otra, aunque luego yo la conoscí.
Floriano.- Dichoso tú, y yo bienaventurado si me uviera ydo contigo como yo quería. Pero, ¿qué te dezía?
Polytes.- Señor, todo era preguntarme por ti. Y esto con tales palabras y con tantos ahíncos que yo vi bien que ella yva sintiendo en sí el mal que yo le dixe que tú passavas por ella, sin pensar que era ella, sino diziendo el mal que passavas por Belisea. Y al cabo, con harto sentimiento, sin dárseme a conoscer me dexó.
Floriano.- Pues no me calles cosa. Y di, ¿cómo supiste ser élla?
Polytes.- Porque luego ella me embió a la que yo buscava, y ella me certificó ansí de ello como de que aunque a costa suya e industria desta donzella, pero que su señora está tan otra que huelga de preguntar por ti y hablar lo más del tiempo de ti, lo qual soy yo buen testigo por el rato que le hablé.
Floriano.- Anda, luego me llama al camarero.
Polytes.- ¡Aún no creo en la vida sino pienso que sospechava bien Fulminato!, porque aunque Floriano tenga el amor en Belisea, el aparejo le incitará al gozo destotra, porque dizen que el aparejo haze a /fol. lxxxiiij r/ muchos castos, luxuriosos; y a muchos fieles, ladrones; y a los justos, peccadores, si Dios no acorre. Pero allá se lo ayan, que ella bien se lo sabrá pegar y aun le sabrá pelar; y aun que no es tal que le hieda el huelgo, mayormente que a hambre no ay mal pan.
Marcelia.- Aun si le toma, pues, a estotro dentera con mi sola presencia, porque no haze sino despedir a todos. Pues a la fe, vea lo que le cumple, que yo con hazer de la que se ruega no le quebraré los braços ni descorcharé los chapines huyendo, porque al fin aquí me vendrían honra y provecho. ¿Pero cata qué buscar haze entre las almohadas? Si busca la bolsa, pues venga, que a todo diré adveniat. Pero mi gozo en el pozo, que papeles saca. Alguna carta de devaneos será para Belisea. Y él parésceme que se olvida que estoy con él. Pues quiero jugar de mala y traerle a la memoria que estamos solos, para que si algo se le antoja concluya en breve. [Ap.]
Floriano.- ¿Dizes algo, Marcelia? Perdona que buscava un papel.
Marcelia.- Todo perdón te diera. Pero pues no entiendes por señas, quiero hablarte alto y más claro. Mira si me quieres algo en secreto antes que venga alguien, pues estamos solos.
Floriano.- Sólo encargarte que me vayas a saber de mi señora, si es lo que el paje me dixo. Y llévale este su anillo; y llévale este jo[y]el de esta fina esmeralda para que si la quisiere tomar como cosa mía; si no, tómele por tuya, con que sepa que yo te la di para ella. Y llevarle has este papel; y ponle en su mano ansí cerrado. Y mira que si mi ventura fuere que yo le vea traer essa joya, tú llevarás de mí las mercedes. Y para luego que me vengas con buena respuesta de todo, te haré tener aquí el sastre que te vista toda. Y di al que te paresciere de mi parte que se vaya contigo. Y mira que no te tardes, si quieres que yo muerto tú pierdas tu buen gualardón y yo la vida.
Marcelia.- Agora os digo yo que no salimos todos a un camino. [Ap.]
Floriano.- ¿Qué dizes?
Marcelia.- Que luego tomo el camino.
Floriano.- Pues ve con Dios.
Polytes.- Qué relamiendo que se sale la
señora. Aun, quiçá, que labraron la heredad de
Fulminato.
-¡A, señora Marcelia! ¿Mandas que te
acompañe?
Marcelia.- Si fuera para mi casa, grata me fuera tu offerta, pero voy donde no creo que te avré menester, aunque bien tengo entendido ya el por qué tan tarde y de mala gana asomas a mi casa.
Polytes.- Sin falta que es porque jamás me dexa Floriano. Pero dexando eno- /fol. lxxxiiij v/ -jos aparte, te ruego que si allá se offreciere en qué donde vas, que me seas buen tercero, y si me quieres hazer la merced por entero, sea que des esta carta en su mano a Justina.
Marcelia.- Anda, Polytes, que aunque te quieras aprovechar de mis fuerças para contra mí, pero porque veas quán sin interés ni doblez te amo, haré lo que me mandas y te daré el recaudo de lo que me dixeren. Y quédate a Dios, que no quiero dar que dezir a los que nos vieren ni tardarme en mi mensajería.
Polytes.- San Miguel vaya contigo, que voy yo
también en busca del camarero.
(Allá va el diablo. Y qué faldear lleva. Asuadas, que o
lleva ya ganancia o la espera, porque ni ella da passo sin por
qué ni Floriano haze sino hazerle mercedes. Pero allá
se avenga. Cada qual corte su ropa como la boca le pidiere y la bolsa
le mandare).
Marcelia. Despensero. Justina. Belisea.
Marcelia.- Agora que voy en mi cabo desde aquí a la casa de Lucendo, quiero yr pensando en lo que allá me podrá succeder, porque ya de emtramas partes va tramada la tela según veo, pues que de entramas partes me han buscado tan apriesa para que se la texa. Pero no sé qué medio me tenga en los comienços de la claridad, en el descubrir mis gramalleras, porque estas donzellas son tan espantadizas que temen antes del golpe. Mas lo que a mí me paresce más acertado y para mi provecho mejor será, que si la veo picadilla, venderme caro, porque pite también para la lumbre del candil con que yo alumbro y aun encandilo a tales bovos, como los que al presente traygo entre manos. Y aun para mi santi- /fol. lxxxv r/ -guada, que aunque a ella no le viene de casta el ser davidosa, que si la hallo en el garlito que en pago de lo que le llevo -y lo que yo le sabré mentir y que ella querrá creer- que ella me ha de dar las tocas y camisas, pues el otro me da las ropas, por las quales le bolveré luego con la respuesta. Y aunque de acá sea mala, que la oya de mi boca buena, porque la buena nueva es hermana de la alegría, y la alegría, prima de la liberalidad. Porque, a la fe, después que ellos juntos ni avrá Marcelia ni aun ración ni más mensajes, porque oy en día todos dan porque les den. Pues ydlos a ver desque ellos contentos y juntos, que haziendo de los graves os darán con un tan seco en los ojos, y con un tan sin sal, y un tan sin çumo ni gracia que a vos se os pegue la lengua al paladar para no les pedir. Y ellos, atando las manos al dar, sueltan la lengua a dilataros la venida para otro día con mandaros por algún paje dezir que . Y aquel día ellos le tienen tan olvidado luego como el del juyzio; por tanto, agora me cumple a mí el primer descorchar, tener presta le lengua al pedir y abiertas las manos al asir, porque más vale vergüença en cara que lástima en coraçón. Y en estos palacios con no medrar los comedidos ni vergonçosos al pedir, también diz que no oye Dios a quien no le llama. Que pues yo le traygo a él en mi poder y aun ella ya me viene a las uñas, mientras están enfermos del mal que yo les curo, a la fe, dilatando la cura pedir para las unturas, porque mientras ellos más dolientes, mi bolsa y mi casa sanará más. Y ellos, haviéndome menester con lo que a ellos les paresciere, y yo les haré encreyente, avrá más occasión a que me vengan siempre a mis manos, sueltas al tomar, con las suyas embaraçadas con el traerme con que su enfermedad rica sane mi necessidad pobre. Y aun el majadero de Fulminato si me ha cogido en opinión de bova para esperar de mí ganancia, y en tal parescer haze ya del voto tal, y como se sueña rico se quiere mostrar ya mandón. Pues ándese tras mí, que dél me aprovecharé para suplir soledades; y después, qualquier occasión me bastará para dexarle soplar sus manos mientras yo lavo las mías. Que estos tales halos de tomar la persona de manera que siempre se tengan por desasidos, porque con darles el dedo no os quieran el braço; porque en viendo que se hinchan con un favor, dar- /fol. lxxxv v/ -les una coz de desvío con que revienten y tractarlos como quien los ha menester, porque quien sus carros unta, sus bueyes ayuda, pero de manera que no se os atrevan. Porque quien de mucho mal es ducho, poco bien le empalaga, en especial que creo yo que éste en toda su vida salió de cavallerizas y burdeles sino en mi casa, y agora piensa ya el don duelo que de ruin se cae a la persona el pelo, y que ayer entró rogando y que oy se ha de assentar mandando. Pues aguarde que se me caya el bocado de la boca por bova, que quando más se quisiere llamar a possessión le haré yo que se quede del agalla. Y aun le tengo de enseñar que mientras labrare en la heredad que agora labra, siempre ha de pagar las rentas adelantadas y aun no se descuydar en la labrança, porque ha de saber que daré mi tierra a quien mejor me la barbechare. Y aun, por mi vida, que para en esto, he allí el despensero de Lucendo, que con ruegos y dineros y aun no menos labor se tendría por dichoso de tener la possessión. Y aun por mi salud que creo que avré de aguardar en su cámara a que sea de día allá adonde voy, porque en estos palacios ya está harto el sol de alumbrar a los otros quando a ellos les amanesce. Porque paresce que es estado de cavalleros no se recoger al compás del sol como los otros, sino hazer del día y de la noche partes para hazer su día. Y esto, a mi ver, o porque mejor cuenten sus patrañas a la luz de las velas [o] porque de menos sean oydas sus necedades y de más sean aprovadas sus boverías. Porque entonces, como son veedores de sus dichos y juezes de sus obras, sus criados no osan desengañarlos en lo que yerran por no perder de ellos la medra que esperan. Y ansí no ay oy en día quien menos sea desengañado ni menos verdad le sea dicha que un señor, porque la cobdicia de los que esperan de lo que él tiene y el acatamiento de los inferiores tapa las lenguas a los que los podrían desengañar. Cata, cata estotro, ¿qué plazer le ha tomado con verme? A la fe, pues abra él la boca al reyr que yo la bolsa al recebir. Y sepa que en la fe de mi casa que él se salvará, si él lo haze siempre como ha començado.
Despensero.- No te me encubras, que ya eres conoscida. Pero, ¿dónde bueno tan de mañana?
Marcelia.- A verte.
Despensero.- Dios te visite tan de mañana. Pero, ¿qué es lo que ay por acá?
Marcelia.- Vengo huyendo de la justicia a me acoger con mi señora Belisea.
Despensero.- Pues, en tanto que arriba se levantan, me da la mano y sube esta esca- /[fol. lxxxvj r]/ -lerita de mi cámara que también está sagrada para tu temor, con que perdones el mal asseo de la posada, pues que donde no pisa muger no ay cosa compuesta.
Marcelia.- ¡Bendito Dios, que las halláys para algo provechosas! Pero perdóname la subida porque entran y salen en estos palacios, y oy en día de todos se ha de guardar la persona y a ninguno offender. Pero, hablando al punto, me di si será levantada Belisea, porque vengo de la missa del alva y antojóseme de visitarla antes que me torne a encerrar en mi casa, porque a la verdad se lo devo. ¿Y tú también, dónde yvas tan de mañana?
Despensero.- A visitarte también, y a ver si me querrías oy por combidado.
Marcelia.- La memoria que tines de mí te agradezco. Pero ya sabes que, aunque no falte voluntad, mal puede una viuda pobre hazer essos cumplimientos faltando el con qué.
Despensero.- Esso mío era de proveer. Pero pues no avrá lugar agora, embiaré para la noche para mí y un paje de cámara de Lucendo, que también tiene desseo de te servir y aun querría cortar unas camisas de tu mano, porque en esto tienes loa.
Marcelia.- Pues para esso en todo tiempo podrá yr, porque ya que yo falte queda Liberia, mi hija, que ya haze mejor labor que yo. Y mira [si] mandas otra cosa, que me quiero yr arriba.
Despensero.- Y anda estos pocos passos, que también
te serán de romería. Y mientras miras mi aposento tal
qual le hallares, embiaré un muchacho a saber si arriba han
abierto ya las puertas.
-Moço, pon aquí sillas y ve arriba y sabe si es
levantada Belisea. Y mira si verás a la donzella Justina que
te lo dirá. Y no vengas sin buen recaudo.
Justina.- ¡O, cómo devo de haver dormido poco!, pues con ser ya todas las mugeres acostadas anoche muy antes que yo, agora ninguna anda en pie. Quiero salir fuera a los corredores. Veamos si hallo algún paje con quien tornar a embiar por Marcelia, porque Belisea en pensar en estas sus cosas me paresce que ha passado la noche, pues agora la oy estar sospirando. Y a mi ver ella començó tarde a caminar, y veo que ha corrido tanto que Dios quiera que no desmaye antes del fin de la jornada, porque en todas las cosas el medio es de tener siempre. ¿Pero qué moço es quél que ansí va corriendo en verme? Creo que de verme tan mal atondada me cobró temor con verme sola.
Marcelia.- ¡Ay, Jesús, apártate allá, señor, que sube no sé quién!
Despensero.- Pues perdona en lo passado. Y voy a ver quién sube.
Marcelia.- ¡Allá yrás, diablo! ¡Y qué pegadizo es! Aunque bien se le cae /[fol. lxxxvj v]/ la moneda, que con este real de a quatro bien haré yo la costa de dos días. Pero ya torna.
Despensero.- Señora, diz que en este punto queda Justina en el corredor.
Marcelia.- Pues perdona que no puedo tardar punto. Y tú yrás a hora competente a mi casa y podrás llevar al que me nombraste para ver qué quiere.
Despensero.- Ansí se hará.
(¡Cata qué faldear lleva el diablo! Que más
insaciable de apetitos es que la tierra en el recebir agua. Pero
quiero mandar lo que tengo de mandar para allá antes que aya
testigos. Y avisaré al paje Brisindo que se vaya con mi
moço quando llevare la vianda para que dé una tentativa
a la muchacha mientras la madre anda por acá en estaciones. Y
aun esto avrá de ser presto, porque no le prevenga otro y
halle ya la posada occupada, porque aunque pienso que la muchacha
aún nunca se sangró, pero tales leciones le lee la
madre que pienso que ya deve de andar buscando hallar
desoccupación para entrar al officio de la madre, pues
bien aya quien a los suyos sale. Y porque Brisindo y ella
pienso que se avendrán bien, voy a avisarle antes que pierda
punto por mi tardança, pues es obra de charidad avisar a los
próximos lo que les cumple).
Justina.- Quiérome acoger adentro antes que el ama me vea y tengamos que gruñír. Pero, cata, cata, y qué reboçada viene la dama. Ya, ya, el lobo anda en el rebaño, que Marcelia es. Quiero hazer que no la he visto porque no se levante a mayores con pensar que la estava yo ya aguardando.
Marcelia.- No huyas, que vista eres, mi Justina hermana.
Justina.- ¡Ay, Jesús, y qué saltear es este tan de mañana! Que vengo tan desnuda que he vergüença aún de verme yo a mí mesma, que mi mal dormir de esta noche me ha hecho antevenir tanto la mañana.
Marcelia.- Anda ya, que si yo fuera quien te quitó el sueño esta noche aún más desnuda te quisiera, porque al fin el oro bien paresce sin esmaltes y aun a las vezes mejor.
Justina.- Porque no te entiendo, me sigue a mi cámara para que te me declares, donde no nos vea sino Dios.
Marcelia.- ¿Y a mí qué me va que me vean todos? Cata que no entraría en esta casa si pensasse que no holgavan conmigo, porque en mi casa me verás algún día donde toda soy mía y de Dios y del rey y de los buenos, y donde no estoy tan encogida como tú, aunque en menor casa, pues vivo con más libertad para hazer honra a quien la devo sin essos sobresaltos ni ascondrijos. ¿Pero qué tal está Belisea?
Justina.- Quiçá tú lo sabrás mejor. Pero no me taches por encogida /fol. lxxxvij r/ en no yr a tu casa. Y en lo demás que dizes, alcança tu licencia y verás allá si soy encogida, porque en cada parte se han de guardar los estilos de la tierra.
Marcelia.- Pues por vida tuya y del tu galán Polytes, que yo busque occasión con que te vayas conmigo.
Justina.- ¡Ay!, cata que me corro en llamar a nadie mi galán. Pero dime, ¿quién es ésse que me nombraste?
Marcelia.- Ya, ya. ¿Que tan bovilla te me tornas? Pues porque sepas que sé quién a ti ni a Belisea no dexó dormir esta noche, toma esse papel tan cerrado como él me le dio [para] que te le diesse; y si te puedo llevar conmigo, allá le verás y verás que no hablo de coro. Y porque tengo mucho que hazer, me mira si duerme tu señora, porque quiero ver qué me quiere y saber cómo le fue en Prado con el toro. Que contigo, que te me corres y eres una simplezilla, no quiero nada, pues tú más lo querrás con Polytes. Y tienes razón, porque a la verdad él es joya para tal engaste. Y ve presto porque te quede tiempo para leer tu carta, que si yo supiera leer quiçá te hurtara la bendición en verla y en responder a ella el que tú avrás de dar, pues al fin ello se avrá de hazer tarde o ayna, ya me entiendes.
Justina.- No oso altercar contigo, que estás muy
puntosa. Espera, que luego torno.
(¡Y válgala el diablo, si no pienso que es adevina, que
ansí sabe ya lo que tan poco ha que passó!)
Belisea.- Entra, Justina, que no duermo. ¿Qué hora es?
Justina.- De mañana es. Yo tampoco he dormido en tu servicio, que aquí está ya Marcelia esperando.
Belisea.- ¿Y hanla visto las mugeres?
Justina.- Ninguna.
Belisea.- Pues luego te entra acá con ella.
Justina.- Y aun esso es lo que busco, sino verme con el gozo de leer mi carta, que me parescen coplas, que es cosa muy a mi gusto si son buenas. Y también avré menester dar la respuesta a Marcelia. [Ap.]
Belisea.- Anda, menéate presto. ¿Qué dizes de Marcelia?
Justina.- Que te quiere muy en secreto.
Belisea.- Pues entre sola. Y tú abre un quartel de aquella ventana y mira que no entre acá nadie en tanto.
Justina.- Ansí lo haré. Voy.
(Y aún, que si mi carta no lo impide, tengo de oyr lo que
entramas passaren, por avisar.)
Marcelia.- ¿Ya vienes?
Justina.- Poca detenencia avía en mi mensaje según con la priesa que te llama Belisea. Y no te olvides de mi yda; y entra hasta su cama.
Marcelia.- En todo tendré cuydado. A buen entendedor poca plática.
Belisea.- ¿Quién entra?
Marcelia.- Es tu sierva, Marcelia, desseosa de tu bien. Pero sácame, señora, de la alteración que me po- /fol. lxxxvij v/ -ne en te ver en la cama con dezirme qué tal estás, y sea dezirme que estás buena.
Belisea.- Buena venida sea la tuya. ¿Y cómo, di, no me visitas más a menudo, pues sabes que no verás cosa en toda esta casa que te quite la occasión de la venida?
Marcelia.- ¡Ay, mi angelito, y quánta gracia puso Dios en ti para poner en admiración a los mayores y atraer a los yguales, y con graciosa gravedad despertar a todos los inferiores a tu servicio! Pero dime, ¿cómo te va agora?
Belisea.- Por cierto, tú me preguntas aquello que menos sé de mí, porque ni estoy tan mala que guarde la cama, pues aún es gran mañana, ni tampoco estoy tan buena que en la cama esté por dormir ni descansar; ni menos levantada me alivio, ni sentada reposo, ni andando no me desmaye, porque me paresce que mis miembros govierna ageno imperio. Y con todo esso he sentido esta noche unas bas[c]as en el coraçón que me hazen antevenir el día con el dormir.
Marcelia.- A la fe, mi ángel, aunque yo bien duermo sin perro como tú le tienes, pero con el ladrar grande de mis necessidades no es para mí tan de mañana agora, que no vengo [sino] de oyr la missa del alva de Nuestra Señora de los Remedios. Pero como tú, Dios me guarde, no lo has de ganar ya para el comer, duermes con más sosiego. Pero dexando mis necessidades, que todas me las hará dexar la falta de salud que tú tienes, me di algo de tu mal, ya que estoy acá, porque si no es uno que ya tú sabes, podrá ser otro que yo sospecho.
Belisea.- De entramos éssos no te entiendo. Pero dímelos tú para que, yo entendiéndome, me puedas tú entender y yo a ti.
Marcelia.- El primero, señora, será el acostumbrado; porque aunque yo te acuerdo bien niña, y no me tengo yo por vieja, asuadas que sepas ya qué es, pues suele traer semejantes descontentos, aunque por sernos tan ordinario no lo tenemos por enfermedad, en especial que no es [sino] evacuación de muchas postemas de malos humores.
Justina.- Mi fe, escusado me es por agora leer mi carta para gustarla como es razón, pues estoy en sobresalto de los que passan. Y también me cumple oyr lo que hablan las dos para andar sobre aviso.
Marcelia.- Y no te me encojas tanto. ¿No vistes de qué ha empacho? Sí, que mal es, que con ser costumbre en mugeres y no perdonar ninguna que viva sana y ser evacuación natural, más es defecto /fol. lxxxviij r/ de natura que vicio de particular culpa. Por donde con él ninguna en particular se ha de sentir agraviada más que otra. Pues en quanto al ser mugeres, todas somos yguales.
Belisea.- Anda ya, que ni tengo esse mal ni menos querría ser subjecta a él. Pero di el que sospechas, que soy más inclinada a saberlo que no estotro.
Marcelia.- Siempre nos paresce más lo que no tenemos y menos lo que sabemos. Y de aquí dizen que naturalmente dessea el hombre saber. Pero buelto a lo que me pides, antes que te diga qué mal es en ti el que dize mi sospecha, te suplico que me digas qué sientes y a qué parte del cuerpo carga más el dolor, porque ni yo precipitando sentencia diga lo que no alcanço, ni tú con pensar que yo acierto te quieras curar del baço, teniendo enfermo el coraçón.
Belisea.- ¡Ay, que ay está la rayz de mi mal!
Marcelia.- ¿Pues de qué piensas que se te ha recrescido?
Justina.- ¡Mejor la quemen a la hechizera! ¿Que no sabe el mal que es?, pues ella se lo acarreó y otro se lo da.
Marcelia.- ¿A mí, señora, por qué no me respondes? Quiérote cubrir de ropa, porque quiçá el friezito de la mañana te dará alteración de madre.
Belisea.- ¡Ay, que no es frío, sino fuego que me abrasa! Y no es madre, sino hija que solía ser mi regalada, que yo llamava honesta pudicicia, y ésta la avía engendrado en mi voluntad un amoroso y pujante amor de la virtud. Pero agora, hermana y amiga mía, este tal amor se va desviando de mí y sin saber cómo ni de dónde ni para qué se van entretexiendo estrañas occupaciones, de las que mi casta temperancia y mi fuerte limpieza solían traer a mi memoria para delectación de la voluntad y contentamiento del entendimiento, muy dado a la virtud. Ansí que te he dicho de mí más de lo que sé sin te haver dicho mi mal, porque es esta dolencia en mí tan moderna y tan al punto me tiene toda mudada en nuevo ser, que con no saber lo que es aun lo que sé no oso publicar por mi corrimiento, por ver que me oyan querellar de mal tan delicado y tan sin señales de calentura a la estimación de los otros, y a mi sentir ser un fuego que pienso que me tiene ya abrasado el coraçón, según las bas[c]as que en él he sentido hasta este punto. Y si agora calla, o pienso que es por ser ya consumido o que descansa para más penar.
Marcelia.- ¡Dentro estáys, pues, doña leonaza! [Ap.]
Belisea.- ¿Qué dizes? Y di, ¿para qué me pides relación de mi mal, /fol. lxxxviij v/ pues que sabiendo que todo está en el coraçón, no me curas si puedes?
Marcelia.- Pues porque veas cómo Dios encamina todo, cata aquí la tu sortija que me diste para aquel tan herido y tu buen cavallero Floriano. ¡Ay, Jesús, Jesús! ¡Señora, señora!
Belisea.- Calla, calla, no des vozes, que yo tornaré.
Marcelia.- Pues toma, póntela en el dedo del coraçón, que en ella te embía el suyo sano por ti el tu enfermo Floriano. Y ten más suffrimiento, si quieres que vaya adelante la cura.
Belisea.- ¡Ay, que ni essa sortija puede curarme ni es mi mal de remedio, si no sabes más en él! Porque ya te dixe que las rayzes nascen de la voluntad y en ésta no puede causar movimiento terrestre compuesto. Ya te dixe también que se me yva enflaquesciendo en mí el amor casto; y en el amor ya sabes que no cabe violencia, pues es virtud que haze asiento en la voluntad, por donde fuerça exterior de un compuesto corporal elementado no podrá disponer en lo puro spiritual. Y ansí, no te confíes que essa sortija sane el mal de la voluntad.
Marcelia.- Agora que algo más te me aclaraste, quiero que sepas lo que sé de tu mal y la cura que tenga.
Belisea.- Pues sea luego.
Marcelia.- Sepas que essa tu hija, que llamaste honesta pudicicia, de pocos tan amada como oy en día de muy pocos conoscida, engéndrase en la voluntad; y limpieza de la voluntad o la ay en pocos o tura tan poco que no basta a engendrar nada. Y esta tal hija en ti engendróse con un amor; y agora essa tu voluntad, que siempre la engendrava en ti, hizo punto; y en haziendo punto paró a la rectitud; y en parando a la rectitud faltó la virtud; y en faltando la virtud nasció el desorden; y en nasciendo el desorden, en lugar de la hija -una virtuosa primera-, hanse engendrado en la desordenada tu voluntad dos hijos, y éstos llámanse amores lascivos. Y como éstos agora nascan en ti de nuevo, quiere tu voluntad conoscerlos para amarlos. Y como sean más de uno en apellido, aunque no en ser, y muchos en effecto, aunque ninguno en ser substancial, ámalos la voluntad. Lo uno, porque todas las cosas nuevas aplazen; y lo otro, porque éstos, con ser el nombre más de uno y hijos, y la primera una e hija y cansada y quasi olvidada en ti ya; y también con que tienen la sensualidad éstos de su valía contra la honesta prudencia y la carne no los rehuye y la voluntad no los despide, de aquí es que la hija que dizes teme, y los hijos nuevos que digo prevalescen.
Justina.- ¡O, hi de Dios, /fol. lxxxix r/ y qué altamente han hablado debaxo de sus figuras entramas! Pero quiero ver en qué paran.
Belisea.- Tantas contrariedades de mi salud me has propuesto que más desconfío de sanar. Y aunque agora pienso que sé menos de mi mal, pero dime, ¿cómo son differentes en effectos? Pues diziendo que son dos, dizes que nascen de un principio y dizes que no tienen actual ser.
Marcelia.- Señora, estos dos que ansí engendra la voluntad desordenada por la concupiscible, en quanto nascen de la voluntad llámanse amor; y en quanto es desregulada, por no ser la voluntad una, llámanse amores. Y en quanto al primer nombre, su effecto es amar; y en quanto al segundo, como falta la regla y nivel de la razón, ansí son más de uno por sus effectos. Por manera que donde ay esta cosa intellectual, que ansí llamamos amor o amores, ni ay concierto en el querer ni en el aborrescer ni en el vivir, porque unas vezes el tal paciente ama lo que ya aborresció, en tanto que en sí paresce que desama la virtud, que algún tiempo mucho le deleytava. Y el que deste mal está herido, dessea la muerte por acabar la pena, y busca la vida por prolongar su tormento. Y siéntese mucho el tal tormento, y es tan dulce que entonces se llama dichoso el penado quando más y con mayor razón pena, de manera que este mal, con siempre matar, nunca acaba de quitar la vida. Tiene en las potencias del ánima otros effectos, porque paresce que os muda la voluntad queriendo lo que más os mata; quita la memoria, por manera que ni os queráys acordar de vos ni podéys acordaros de Dios, ni oséys acordaros del mundo ni sepáys acordaros de la vida, ni os desmandéys a la memoria de la muerte ni os entremetáys en la memoria de la honra, ni de los amigos ni de los padres, ni os vaque lugar para os acordar del descanso del proprio contentamiento, pues en el entendimiento obra tanto que os haze avivar en cosas jamás pensadas, y haze que no sepáys otras vezes aun entender de vos mesmo qué tal estáys ni apenas quién seáys.
Justina.- ¡O, y cómo que aquélla habla maestralmente con experiencia de lo que es ansí! Pero veamos qué dirá Belisea.
Belisea.- ¡Ay, mi Marcelia, y cómo eres sabia, pues me has descubierto el venero de mi mal! Pero dime, ¿de qué se engendra essa tal ponçoña?
Marcelia.- Mi señora, como esta virtud que es amar siempre presuponga, allende del subjecto donde está, otra cosa por objecto, ansí se comiença en uno y haze parada y fiel assistencia en otro; y /fol. lxxxix v/ después torna a parar en el mesmo de donde salió. Y ansí dizen que el coraçón amante más está donde ama que donde habita, porque quando amamos una cosa, aquel amor que ay de nuevo en nuestra voluntad fue causado por estraña y agena virtud, que llevó y atraxo para sí nuestra voluntad. Y ansí nos movemos a amar la tal cosa, porque nos paresce digna de nuestro amor. Y ansí, después no la queríamos partir de la memoria por el gozo que en ella halla nuestra voluntad. Pero estas cosas amadas son differentes, porque el avariento ama las riquezas y en ella[s] pone su fin; y el sobervio la sobervia; y el goloso el comer; y el hombre amante a la muger que ama; y la muger amante al hombre que ama. Y el que ansí ama siempre querría que le nombrassen la cosa que ama. Y la muger que ama, como de menor virtud, ansí hazen más impressión estos effectos en ella, porque con amar tanto al amigo siempre le querría presente; y visto, se turba; y oyéndole nombrar se demuda. Y esto es o por tristeza de la absencia del que ama o por el temor reverencial que en ella pone el amor del tal amado. E de aquí verás tú, mi señora, quánto poder tenga en el amante aquella cosa que es amada, que trayda a la memoria altera el supuesto del paciente, como haría -pongo exemplo-, que si tú estuviesses enamorada de aquel tan galán y próspero cavallero Floriano, en oyéndole nombrar absente te alterarías y enviéndole delante de ti te turbarías. Pero, ¿qué hazes? ¿Qué sientes, ángel mío? ¿Por qué ansí lloras? ¡Ay, por amor de Dios, que te me esfuerces! Que por tu vida, mi perla preciosa, que no querría sino ser agora un Floriano para aquí te retoçar por quitarte essa tristeza.
Belisea.- ¡Ay, buena amiga!, que agora veo que avía en mí mucha razón para tener tantas bascas, pue hallo en mí que la absencia de esse cavallero me tiene triste, y el nombrármele causa nuevas turbaciones. Porque aun essa tan grande ravia de amor, que tú llamas, aún no ha consumido las fuerças de mi honestidad para que no me altere con las nuevas pláticas. Pero pues ya conozco mi mal y no te lo puedo encubrir, y pues tú le juzgas tan peligroso y yo le hallo tan poderoso, búscame el remedio con que sane este coraçón tan triste y poco experimentado a suffrir tales afanes; o si no, llévasele a ésse que me le tiene y se está cevando en él para que, pues yo no puedo ya no le amar, a lo menos muriendo de presto pudiesse no dar tal quiebra en la honra de la casa de /fol. xc r/ mi padre. Y tórnale la sortija, que para el sanar yo te dándo, enfermé. Pues ni yo sanaré con ella ni él dexará de enfermar sin ella. Y si con su salud ha de haver remedio en mi mal, remédiese primero la suya como principal causa, y después la mía como accesoria y causada y dependiente.
Marcelia.- Anda, señora, póntele en el dedo del coraçón en memoria que Floriano le traxo y verás la mejoría que sientes. Y suplícote que juntamente te pongas este rico joyel desta esmeralda, que ansí con su cinta verde la traya el tu Floriano. Y toma essa carta, y mira qué me respondes, pues quieres tractar de tu salud.
Belisea.- ¡Ay, Marcelia, qué grande es la virtud deste mal mío, que tú llamas de amor, que todo esto amo y todo lo quiero y todo lo tomo, y no puedo no le tomar y veo que hago mal en tomarlo! Y porque ya andan las mugeres por la casa, quiero que te vayas luego, que la respuesta yo te la daré quando pudiere.
Marcelia.- Cata, ángel mío, que como no experta en este mal, no caes en la cuenta del daño que te hará essa dilación.
Belisea.- Pues cata que no puedo tan de presto ahogar mi honestidad para que del todo govierne la sensualidad. ¿Pero qué te paresce ti?
Marcelia.- Que le hables, para que entramos deys el orden que os pluguiere en vuestros males.
Belisea.- Las carnes me tiemblan en pensarlo, aunque la sensualidad me dize que lo haga.
Marcelia.- Pues mira que en los males furiosos es peligroso passar un punto; por esso mándale venir esta noche y háblale lo que te parezca.
Belisea.- ¿Paréscete?
Marcelia.- Digo lo que te cumple.
Belisea.- Llámame a Justina.
Justina.- Quiero entrar antes que me llamen.
Belisea.- Di, Justina, ¿qué te paresce que haga en lo que me aconseja Marcelia?
Justina.- Señora, aunque no sé lo que es, pero presupuesto que no te dirá cosa que no sea de tu bien, me paresce que el consejo siempre es bueno y mayormente del amigo.
Belisea.- Pues allá os concertad las dos, que yo quiero guiarme por lo que entramas viéredes mejor. Y dile que venga esta noche a la hora que a las dos os parezca, y a dónde y cómo más viéredes cumplir a mi honra.
Marcelia.- Pues hasme de otorgar una merced.
Belisea.- ¿Di, qué es?
Marcelia.- Que me dexes llevar conmigo a Justina, porque agora avré empacho de yr sola disfraçada. Y fíala de mí, que yo la tornaré a traer.
Belisea.- Ella es para fiar por sí, porque en más la tengo yo que tanto. Pero agora no puedo escusarla; otro día avrá para todo. Pero tú, Justina, en pago del tiempo que has occupado a Marcelia de su lavor, le da la pieça de /fol. xc v/ Holanda que sobró de mis camisas; y dale uno de mis sayuelos de terciopelo, el que quisieres, para su hija; y uno de mis volantes de los mejores; y dale para chapines dos pieçás de oro. Y tú perdona, que una donzella no tiene qué dar, pero algún día tendré.
Marcelia.- La merced es grande, y por todo te beso las manos. Que bien sabes donde hazes que no lo sabrá olvidar, aunque no lo pueda servir.
Belisea.- Anda, Justina, dale cobro luego y venme a dar de vestir.
Justina.- Todo se hará a punto.
-Agora, mientras saco lo que te he de dar destas arcas,
me di ¿qué tal queda Belisea?
Marcelia.- Mira, hermana, no me entres por ay, a quien cueze y amassa, no hurtes hogaça. Todo lo oyste y cuerda eres; y a ti no va menos que a tu señora. Por esso, en dos palabras concluyo en que, pues queda en tu govierno el hecho y en mi consejo, yo les mandaré a los requebrados de entramas que vengan juntos esta noche a la una, que es propria hora de reposo. Por esso dime por dónde y de presto, que ciernen estas mugeres en torno de nosostras no nos entiendan, y dime qué venía en el papel de tu galán y qué respuesta le embías.
Justina.- Toma ya todo lo que te mandaron dar y ve con Dios, que a esso que me pides, pues ha de venir, vengan por el jardín, que si yo pudiere les tendré abierta la puerta entre doze y una; o si no, súbanse por las paredes, porque ansí diré yo que ellos se entraron. Y después de hecho, yo lo avré bien con mi señora, aunque se torne a mí, porque si se lo digo no baxará allá.
Marcelia.- Pues tú y Polytes, asuadas, que no ayáys menester liga para asiros, porque Dios -os guarde la mocedad- os ayuda, y la semejança es causa de amor.
Justina.- Anda, que no quiero altercar contigo, que todo lo calas y nada callas. Pero mira que les avises que son las paredes muy altas, por de dentro más que de fuera.
Marcelia.- Bien paresce que como amas, temes. Yo lo tramaré todo allá. Y voyme.
Justina.- Dios vaya contigo.
(¡Pero al diablo la no encomiendo! ¡Y qué taymada y
avisada está en todo, y qué desembuelta va! Yo seguro
que no le deve yr mal a ella en estas romerías, que quando de
acá lleva tanto, ¿qué será de allá?
Pero buena pro le haga, que con los buenos han de medrar los
sirvientes menesterosos, porque si el gualardón no terciasse
ni avría señor servido ni pobre subjecto. Yo quiero
acudir a Belisea por desembaraçarme, para tener a punto alguna
buena colación para sobreplática en el jardín.
Aunque yo sé que ella no baxaría allá si
supiesse que ellos han de estar dentro, porque ella /fol. xcj r/
por entre las puertas del jardín a la calle le quiere hablar.
Pero porque aquello no es tan seguro, más quiero que se torne
a mí y después me loe lo hecho que no hazer lo que
manda sin mirar lo que le cumple. Aunque, si por bien es, ellos e
concertarán y quedará todo apaziguado).