Los límites del asco y la belleza, Juan Antonio Vizcaíno, La Razón, 24 de febrero de 2001.

Angélica González es una de las personalidades artísticas más valiosas del teatro español. Si desde sus comienzos en 1993 sus obras ya respiraban una rareza propia de la vanguardia (tan poco cultivada seriamente en estos pagos) más insolente, osada y poética, su rica e interrumpida trayectoria no hace sino confirmar las coordenadas de un mundo propio. Angélica, es una mujer de teatro integral que se mide tanto con la escritura dramática como con la puesta en escena, y -¡más diffcil todavía!- con la misma interpretación de sus protagonistas. Una valiosa «rara avis» del teatro español más furiosamente innovador. En "El matrimonio Palabrakis" la autora vuelve a ahondar en los planteamientos de su personal entendimiento del teatro, sin lograr su mejor trabajo, pero, demostrando coherencia y fidelidad a sus presupuestos estéticos. El martímonio Palabrakis se revuelca sobre un lecho de cabezas y miembros de muñecas, ejercitando una singular danza de velas a los compases de una solemne música bairoca. Poderosa imagen para comenzar. Quizá no sea del todo bueno que la misma autora dirija sus textos y los intérprete, porque crecer a tiempo de tres con un ritmo tan vertiginoso es triplemente dificil. Por otra parte, hay que considerar que la escritura de Liddell concluye en la palabra escénica de González, la directora. Como actriz tíene un encanto y un sentido de la provocación tan arrogantes como seductores.

Irresistible atractivo

La autora se adentra quizá aquí en la más narrativa y truculenta de sus obras. No es del todo bueno. La fragmentación poemática de su discurso teatral colisiona con las reglas de la peripecia, la lógica y la atemporalidad. Su propuesta es más un racimo de sugerencias que una historia cerrada y Palabrakis es la más episódica de sus obras, La provocación, el sexo explícito, la escatología, la perversión y otras fáscinantes extravagancias, ocupan un lugar muy importante en sus trabajos siempre ceremoniales.

Por otra parte, sobre este matrimonio conflictivo se cierne toda una dolorosa visión de la vida, de las repugnancias generacionales entre hijos y padres. Es duro e irresestiblemente atractivo, porque en su aciaga búsqueda siempre resulta teatral, hermoso y vertiginoso.

siguiente