Capítulo XXI[II]

De un rico hombre que hizo por arte y ingenio un parayso y de lo que hazía creer a las gentes, y del valle encantado donde están los diablos.

Esta isla es muy rica, en la qual solía haver un hombre muy rico llamado Catona. Éste tenía un hermosa castillo en una montaña muy alta y él hizo cercar toda esta montaña de muros dentro los quales havía un huerto que tenía muchas maneras de árboles que davan mucha fruta, rosas, flores y muchas fuentes, cerca de las quales hizo edificar muy ricas cámaras pintadas de oro y de azul y de muchas y diversas piedras preciosas, y hizo pintar muchas historias antiguas y modernas, y puso en este huerto muchas maneras de aves que bolavan y cantavan, y todo esto era por ingenio y arte como si fuessen bivas, con otras bestias y aves bivas y cosas de que hombre pudiesse tomar solaz.

Item, hizo tres fuentes corrientes muy adornadas de piedras y hizo cañones debaxo de tierra, de manera que por estas tres fuentes él hazía correr leche, miel y vino; y más, una mujer de quinze años la más hermosa que pudo hallar, y un hermoso mancebo, y entrambos eran vestidos de paños de oro. Y dezía que aquéste era el Parayso, y si algún hombre venía a ver luego lo llevava al parayso y le mostrava las cosas diversas, y e movimiento, y el cantar de las aves; las yervas y las fuentes de miel y leche, y hazía sonar diversos instrumentos alto en una torre sin se ver los ministros, y dezía que aquéllos eran ángeles y que éste era el Parayso prometido por Dios, diziendo: "Daros he tierra que trayga miel y leche, etc.", y después les hazía bever de un brevaje /fo. LV v./ que luego eran embriagados, y entonces él les dezía si querían morir, porque después de muertos vernían a aquel parayso y que ternían donzellas assí como aquél que estava allí, y que como durmiessen con ellas se tornarían vírgines; y que aún los metería en un otro parayso más deleytable en que verían a Dios de natura en su magestad y gloria; y entonces ellos deliberavan de hazer su voluntad; y después él les dezía que fuessen a matar aquel señor que él tenía por contrario y que no huviessen miedo, y que si morían él los metería en el otro parayso cien veces más hermoso que aquél; y assí aquellas gentes yvan a matar al mayor señor de toda su tierra, y ellos se hazían matar por yr a aquel parayso. De manera que el hombre rico d´esta manera se vengava de sus enemigos. Y como los ricos hombres de la tierra fueron informados d´esto, todos los señores se ayuntaron y fueron a cercarlo en su castillo, donde lo tonaron y mataron y destruyeron su parayso.

Capítulo 24