Capítulo IX

De las sierpes y de las piedras preciosas que son en el lago de Adam.

 

Y de aquesta isla se va hombre a otra isla muy grande en la qual ay muchos passos y mucha tierra gastada y ay muchas sierpes y dragones y cocodrillos, que hom- /fo. XXXXII r./ bre no osa estar.

Aquestos cocodrillos son sierpes de color amarillos y colorados, y tienen quatro pies y piernas cortas, y grandes uñas muy agudas; y ay algunos que son tan grandes como diez codos de largo, y quando ellos van por algún lugar blando o arenoso paresce que ha passado por allí alguna viga o gran árbol arrastrando.

Y ay otras muchas bestias salvages, especialmente elephantes. Y en aquesta isla ay una montaña y en medio d´ella ay un gran lago lleno de agua; y dizen los de aquella tierra que Adam y Eva lloraron encima de aquella montaña cien años quando fueron echados del Parayso Terrenal, y dizen que aqueste lago vino primeramente por sus lágrimas. Y en lo hondo de aquel lago halla hombre muchas piedras preciosas y gruessas perlas; en este lago ay cocodrillos y otras muchas serpientes y muchas bestias salvages y gusanos.

El rey de aquesta tierra da cada año una vez de buen grado a las gentes pobres que están cerca d´este lago de aquellas piedras preciosas por amor de Dios y de Adam y porque hallen más. Y por el venino de las sierpres que los comerían se untan con el çumo de una yerva que se llama "limones" las piernas y los braços, y con muchas otras yervas, y entonces ninguno de aquellos gusanos se osa llegar a ellos. Aquesta agua corre y baxa por un costado de la montaña, y en aquesta descendida halla hombre muchas piedras preciosas y yervas. Y dizen que las serpientes ni las bestias salvages de aquel lago no harán mal a ningún hombre estrangero que allá entrasse sino a los de la tierra.

En otras muchas y diversas partes de allá ay ánsares salvages que tienen dos cabeças, y assí mismo ay leones que son azules y son assí grandes como bueyes; y también ay en aquellas tierras muchas maneras de aves y animales que acá no ay.

Y havéys de saber que en esta tierra la mar es tan alta sobre la tierra que paresce que quiere caer sobre las islas, de lo qual yo mucho me maravillo porque no puedo pensar cómo aquello puede tenerse assí sino por la gracia de Dios que la sostiene; y por esto dixo aquel real propheta David en el Psalterio: "Maravillosos son los levantamientos de la mar. Maravilloso es en los Cielos de Dios".

Capítulo X