Capítulo VI

De la isla de Rodas y de una cabeça de un hombre que salió del sepulchro de una donzella. 

 

Aquesta isla tomaron por fuerça al emperador de Constantinopla, la qual isla solía ser llamada Colos. D´esto es buen testigo sant Pablo y lo muestra en sus epístolas escriviendo a los d´esta isla ad colosenses. Llámase oy en día Rodas porque, según escrive Eusebio, dize que cuando los fundamentos d´esta ciudad se hazían fue hallado un ramo de rosas tan fresco como si entonces se cogiera: por eso la llamaron "Rosas", y andando el tiempo, se ha corrompido el vocablo y llámase oy en día "Rodas". Esta isla es oy casi toda la llave de la christiandad; el gran Turco la ha tenido muchas vezes cercada en gran trecho con todo su poder, y por voluntad de Dios nunca la ha podido ganar. Y tiene, entre las otras cosas de su guarda, una cosa milagrosa, y es que en el castillo crían muchos perros, los quales como quiere anochecer los embían a guardar la isla; y tienen tal conocimiento que si encuentran con algún moro lo hazen pedaços, y si encuentran con algún cativo christiano, lo halagan y le hazen muchas fiestas y le muestran el camino para yr a la ciudad. Es muy abundosa la tierra, y muy fértil de toda manera de frutas y muchas maneras de drogas que de ella sacan. De Constantinopla a aquella isla ay trezientas leguas yendo por la mar.

 

De Rodas van a Chipre, donde se hazen buenos vinos y fuertes, y primero son bermejos y después se tornan blancos, y tanto quanto más viejos son se hazen más blancos. Aquí solía haver una hermosa ciudad la qual se llamava Sietelias, y es perdida por la locura de un mancebo: porque allí havía una donzella y fue muerta súbitamente, y fue puesta en una tumba de mármol, y por grande amor que el dicho mancebo le tenía, se fue a la tumba y la abrió y se echó con ella. Después de nueve meses oyó una boz el dicho mancebo que le dixo: "Vete a la tumba de aquella donzella y mira bien aquello que tú has engendrado en ella, y guárdalo bien; haz que no dexes nada, porque si no vas no te lo ternía en bien". El qual, yendo a la tumba, abrióla y luego boló encima d´él una cabeça muy desfigurada fuerte y cruel de mirar, la qual cercó toda la ciudad y tierra, y luego la ciudad se tornó en abismo. Y / fo. VII r./ assí en aquel lugar es muy peligroso passo, porque es tornada en agua y no es muy honda. Y de Rodas a Chipre ay bien cien leguas, aunque bien puede yr hombre a Chipre sin passar por Rodas dexando a Rodas a una parte.

Capítulo VII