En este texto no se puede hablar, en sí, de motivo mágico, sino simplemente de pacto diabólico. No estamos ante un nigromante que establece contacto con el diablo a través de una invocación, nos hallamos ante Ricardo, un empresario de éxito que está atravesando delicados momentos económicos, y es visitado por un "Caballero de negro", el cual se presenta como el diablo y le ofrece un trato. Dado que Ricardo ha cometido muchos pecados en su vida, solo le falta uno: el asesinato; si comete uno, el demonio, tras firmar el contrato, lo colmará de poder y riqueza. El crimen será al azar; el Caballero escoge un punto del mapa y al instante ven a un pescador que vuelve de faenar. Ricardo se muestra dispuesto a matar, aunque es el propio Satán quien, con un soplo de aire, hace que Péter, la víctima, se despeñe.
Tiempo después, Ricardo, rico y exitoso otra vez, se persona en el pueblecito marítimo en el que falleció Péter. El remordimiento no lo deja vivir y traba amistad con su esposa, Estela, y su familia. El amor comienza a anidar en su corazón, pero la culpa tiene más peso. Y en el momento en que se siente dispuesto a renunciar a todas sus riquezas para quedarse junto a Estela, descubre que el asesino de Péter no fue él, sino Cristián, su cuñado, que ha confesado los hechos. El diablo burló a Ricardo, haciéndole creer que él había cometido el crimen.
Cuando el Caballero se persona nuevamente ante el protagonista, este le explica que renuncia a sus riquezas y que quiere empezar de nuevo, dado que él no asesinó a Péter. El demonio, que se mueve en el campo de la voluntad, le recrimina su intención; él sí tuvo intención de matar, y eso es lo que cuenta. ¿Cómo se piensa redimir ahora? El amor hacia Estela es la respuesta.
Junto a ella comienza una nueva vida, y el contrato diabólico queda anulado.
Como vemos, no topamos con ningún nigromante, brujo o similares, pero sí estamos ante la estela de Fausto, por lo que merece la pena reseñar esta pieza dramática.