Zaragoza, Pedro Escuer ("Novelas amorosas y ejemplares, primera parte)
Doña Juana
Otros
Doña Juana es un personaje difícil de clasificar, dado que no es una hechicera en sí, sino que se ve obligada a, en un momento dado, ejecutar un acto mágico, tras la negativa del estudiante de Salamanca que tenía contratado, a continuar con la aplicación de las artes ocultas. El joven proporciona, eso sí, a doña Juana todas las premisas básicas para que ella, por primera y última vez en su vida, actúe como hechicera eventual. Esta situación se da de forma casual, por lo que Juana es una mujer que adopta el rol de hechicera de forma fugaz. No se especifican en el texto las instrucciones que el estudiante da a la muchacha, solo se explica que todas las noches había de encerrarse en su aposento y pronunciar unos conjuros.
Su objetivo era recuperar a Octavio, quien se marchó lejos para olvidarla, ya que tuvo lugar una pendencia entre Fernando y él, y doña Juana le pidió que no se enfrentara a Fernando, su futuro marido. Ahora la joven se ha dado cuenta de que el candidato más adecuado para ser su esposo es Octavio.
Por fin, una noche en que pronuncia su conjuro con más fuerza de la habitual, se persona Octavio, pero como espíritu cargado de cadenas. Ha fallecido y amonesta a la Juana para que abandone la clase de existencia que lleva y se dedique a otros menesteres, si no quiere terminar condenada.
De ahí que ella decida dedicar todo el tiempo que le reste a salvar su alma.
Doña Juana posee puntos en común con, por ejemplo, doña Laura, de "La fuerza del amor", que recurre a una hechicera y debe cumplir también ella misma con un encargo mágico que le dará una importante lección. Del mismo modo, hallamos similitudes con la dama de "El licenciado Vidriera", que solo sigue las instrucciones de una morisca. No se trata de hechiceras en sí, sino del vehículo de otros actantes mágicos de la trama, aunque ese hecho las infecta igualmente y las hace dignas de consideración y análisis desde una perspectiva ocultista.