Celestina está a punto de morir y dicta su testamento a un escribano. Totalmente ebria debido a la ingesta constante de vino en su lecho, va legando sus pertenencias. Interesa particularmente la relación de ingredientes hechiceriles y médicos de su botica que incluye en el testamento, ya que sirven para conocer en profundidad los laboratorio tipo que podía poseer una de estas mujeres y, además, menciona alguna de las utilidades de tales materiales. También resulta relevante cómo Celestina se ensoberbece y deja en herencia a sus pupilas un negocio que, según ella, es pionero en la ciudad y lo pone, incluso, a la altura del protomedicato. Por otro lado, no duda en dar instrucciones para ser invocada tras su muerte e instaurar una especia de escuela de magia en la peña Camosina, como si más que una hechicera celestinesca fuera un nigromante. Por último, en una carta que se adjunta al testamento, se dan instrucciones a una joven para que triunfe en el amor, sobre todo desde el punto de vista del interés y la supervivencia.
Este texto resulta clave en la cadena de transmisión celestinesca, pues se trata de una burla descarnada del arquetipo celestinesco, pero, al mismo tiempo, se proporciona una información muy valiosa sobre los ingredientes de las boticas de estas mujeres y se perfila a una Celestina que, arrebatada por la locura previa a la muerte (o por la lucidez) da unos consejos que están encaminados a instaurar una matriarcado hechiceril urbano.