Cuenta Luis, uno de los dialogantes, una anécdota extraída de Pablo Grillando. Una mujer es continuamente importunada por su marido, pues él sospecha que ella pertenece a la secta de las brujas, mas la mujer lo niega. Una noche el hombre la ve por el ojo de la cerradura untarse, transformarse en ave y salir volando. Así que a la mañana siguiente le propina una paliza y ella se ve obligada a confesar. El verdadero interés del marido es acompañarla a un aquelarre, y así lo hace, con consentimiento del demonio. Pero la reunión no va como él esperaba, puesto que, durante el banquete, cuando le sirven la sal que tanto ha demandado, él clama por Dios, desoyendo los consejos previos de su mujer. Todo se desvanece y él queda a más de cien millas de su aldea. Cuando consigue regresar a casa denuncia a todos los conocidos asistentes al conventículo, que son duramente castigados.
Este es, nuevamente, un ejemplo de un tratado de Grillando, pero podría remitir a un cuento popular, como los que menciona Pedro de Valencia en su "Discurso acerca de los cuentos de las brujas".