Es, supuestamente, la misma Celestina de la tragicomedia rojana, que afirma haber resucitado, pero en realidad nunca murió, sino que se refugió de la ira de Pármeno y Sempronio en casa del Arcediano. Sin embargo, Celestina aprovechará esa historia acerca de su resurrección para ganarse más fama de la que ante tenía, ya que afirma haber vuelto a la vida portando todos los secretos del mismísimo Plutón. Esto significa que la anciana reconoce que la unían unos fuertes lazos al diablo, pues ha sido a él a quien ha visitado en el otro lado, y esa supuesta muerte la habría dotado de más poder, puesto que ha pasado un tiempo al lado de su Maestro. Por otro lado, explica que conoce el paradero de varios tesoros ocultos. Eso sí, en el caso de amores del que se ocupa en esta ocasión, el de Felides y Polandria, no cometerá los mismos errores que con Calisto y Melibea, y prescindirá de invocaciones y hechizos. Alardea en todo momento de sus conocimientos, de sus capacidades, de su laboratorio…, pero no pondrá nada de eso en práctica, y el curso de los amores de este texto seguirá su vía natural y conocerá un fin afortunado.
Feliciano de Silva modifica sustancialmente la esencia, el mensaje de la obra de Rojas. Al “resucitar” a Celestina, frente a los otros personajes que sí murieron en la tragicomedia, las malas artes de la vieja quedan sin castigo alguno y ella consigue su objetivo y, además, continúa con sus correrías, sobre todo en referencia a la tercería amorosa, mas no a la hechicería, que se transforma en un mero envoltorio de la figura de Celestina.