Descripción
En Lemoa, una mujer se quedaba por la noche hilando. En una ocasión, mientras estaba aplicada a su labor, un gato se presentó ante ella y se quedó observándola, de manera misteriosa, y bufando. Así se repitió la misma historia tres noches, por lo que la mujer resolvió contárselo a su marido, quien decidió quedarse hilando, vestido con las ropas de su esposa, para ver al gato.
El felino no faltó a su cita, pero, extrañado ante el aspecto de la que se suponía hilandera, exclamó: "!¿El hombre hilando?!", a lo que él respondió: "¿El gato hablando?", y le lanzó la vara de la rueca, con la que le rompió una pata.
Nunca volvieron, ni él ni su cónyuge, al gato, pero sí se vio en la aldea a una vieja cojeando, al día siguiente de tal episodio.
Observaciones
Hallamos nuevamente el motivo de la bruja herida en forma de animal.
Existe una variante de este relato en "Leyendas navarras de brujas", pues esta historia es muy conocida en Navarra. Algo distinta se cuenta en Huitzi, donde se omite el gato y es directamente una bruja vieja y fea la que se cuela por la chimenea y pide a la hilandera tocino. El marido la sustituye una noche, como en la narración que hemos visto, y en lugar de dar tocino a la vieja, hace como si lo estuviera guisando para servírselo y, finalmente, se lo echa a la cara. A la mañana siguiente, una vecina aparece con la cara quemada y así se puede identificar a la bruja, quien ya no regresa a casa de la hilandera.
También encontramos una variante en Arrate, en "Leyendas guipuzcoanas de brujas", de José Dueso. La única diferencia es que cuando el hombre va a atacar al gato se queda como paralizado, y el felino se transforma en tres chotas, que se marchan. En ese mismo libro, aparece otro relato similar, "La hilandera y el gato negro", en el que al final el hombre mata al gato y lo tira por la ventana, al día siguiente descubrirán que era una vecina bruja.