Dos personajes temerosos de enfrentarse al mundo protagonizan La dona i el detectiu en la Beckett, Belén Ginart, El País, 13-12-2001.  

 

Ella tiene 36 años y acaba de ser despedida, de la noche a la mañana, de su empleo como camarera en un francfort en el que llevaba una década trabajando. Él es detective, cliente habitual del establecimiento, y se dedica a investigar asuntos sencillos, especialmente infidelidades conyugales. Tienen en común el estar cerrados en sí mismos, temerosos de enfrentarse al mundo exterior, paralizados ante la necesidad de tomar decisiones. Estos dos personajes protagonizan La dona i el detectiu, la obra de Mercè Sarrias que puede verse hasta el 20 de enero en la Sala Beckett de Barcelona.

El montaje está protagonizado por Pere Ventura y Resu Belmonte, y ha sido dirigido por Toni Casares, responsable artístico de la sala. Éste es el tercer texto de Sarrias, que se estrena en la Beckett. Casares explica que el teatro de esta dramaturga y guionista nacida en Barcelona en 1966 le gusta por su sencillez, por el hecho de abordar asuntos cotidianos con un lenguaje sencillo. "Me gusta mucho porque no presenta personajes o imágenes grandilocuentes, es más sutil. Habla de personajes y situaciones más próximos, con los mismos miedos y frustraciones que tenemos todos", afirma.

Y así, con palabras llanas "pero que sugieren caminos que trascienden lo que dicen", según Casares, la mujer y el detective van aproximándose uno a otro, ayudándose mutuamente a superar sus miedos. Ella acude al despacho del investigador porque, aunque sólo le conoce de vista, siente que él puede entenderla y ayudarla. Y es que ha proyectado en él una imagen que no corresponde a la realidad: le imagina metido en grandes casos, como en una película de cine negro, y espera contagiarse de la emoción que imagina en su vida. Pero la realidad es mucho más prosaica.

Este género cinematográfico ha influido mucho en la puesta en escena del espectáculo y se ha convertido en algo más que fuente de inspiración. La acción transcurre en el despacho del investigador y, en un juego poético, una de las paredes de la sala, supuestamente la ventana al exterior, es en realidad una pantalla de proyección de vídeo. En ella se suceden diferentes imágenes que van pasando progresivamente de la realidad, con proyecciones de situaciones cotidianas, a la ficción, mediante fragmentos de películas que corresponden a lo que imagina la mujer.

La obra tiene mucho de comedia, "aunque la situación de la mujer es bastante trágica", apunta la autora.

siguiente