APÉNDICE:

TRADICIÓN MITOGRÁFICA EN EL RENACIMIENTO.

A continuación expondremos unas notas sobre los tratados mitográficos más destacados del Renacimiento, con los que probablemente tendría contacto Luis Hurtado. Nos acercaremos a cada uno de ellos por separado antes de hacer un análisis en conjunto de cómo se aborda el tratamiento de la fábula en estos repertorios renacentistas. Hemos incidido sobre todo en aquéllos que nos interesan más directamente en la anotación propuesta para la Sponsalia de Amor y Sabiduría... de Luis Hurtado.

1.- La Genealogía de los dioses paganos, de Boccaccio:

Es una obra de importancia capital en todo estudio diacrónico de mitología por actuar como gozne entre Edad Media y Renacimiento y por su indiscutible relevancia en el Humanismo, pues continuaba siendo durante la primera mitad del XVI «la fuente mitológica capital»(1). Además, nos interesa especialmente por el contacto seguro que Luis Hurtado tendría con ella.

De lo poco que se sabe de la vida de Boccaccio nos interesa sobre todo la importancia que desde el comienzo tiene para éste la mitología en sus creaciones literarias(2). Ya en su primer período, denominado napolitano (1330-40), compone obras en las que la mitología es un componente vital. Pensemos, por ejemplo, en su Amorosa Visione, donde el protagonista se deja conducir por una bella dama a través de un paraje alegórico-dantesco tupidamente poblado de dioses gentiles, hasta que entra en escena Cupido que, como dios del amor, hace uso de su atributos incitando a amarse a los dos viajeros. La importancia de esta obra radica, no sólo en el gusto por la mitología, sino en la tendencia de Boccaccio a relacionar y mezclar las influencias de la mitología clásica con aportaciones de otros autores modernos como Dante, que influye con su Divina comedia, o su gran amigo Petrarca con los Triunfos.

Así pues, la Genealogía de los dioses paganos es la culminación de los intereses que desde siempre demuestra el florentino por la mitología. Y aunque dice escribir la obra a petición de Hugo IV de Lusignano, rey de Jerusalén y de Chipre, estaba abocado a crear esta gran enciclopedia genealógica(3) de los dioses gentiles sin que necesitase para ello ninguna solicitud. Ésta es la gran obra del florentino, en cuya composición invierte casi veinticinco años. Fue escrita entre 1350-60 y sometida a revisiones y adiciones constantes hasta su muerte en 1375.

Pero, debemos destacar que al ser un tratado de transición entre Edad Media y Renacimiento, es en muchos casos deudor de la tradición medieval. No sólo en su envergadura, comparable a la enciclopedia de San Isidoro, sino en una serie de características que destacamos a continuación:

Por una parte, aunque comenta al iniciar el libro que se propone hacer una consulta directa de las fuentes(4), los estudiosos han demostrado cómo su modo de trabajar no difiere en esencia del de sus antecesores. Se sabe que en ocasiones cita a griegos a partir de comentarios de latinos; por ejemplo, las escasas referencias que hace de Hesíodo -y siempre de la Teogonía- están mediatizadas por los comentarios de Servio o Fulgencio(5). Además, demuestra haber consultado tratadistas propiamente medievales como el Albrici Philosophi Liber Ymaginum Deorum(6).

Por otra parte, en la mayor parte de los casos, y a pesar del rigor que pretende conferirle al contenido de su obra(7), le da el mismo grado de credibilidad a todas las fuentes empleadas. Boccaccio recopila datos procedentes de lugares muy diversos, en muchos casos difícilmente conciliables; aunque bien es cierto que la relación de estos datos no le preocupa y se limita a adjuntar la máxima información posible evitanto las incongruencias flagrantes entre las fábulas atribuidas a los mismos dioses presentando homónimos de esas mismas deidades. Es un método que se empleaba desde la Antigüedad -en la interpretación estoica, por ejemplo-, y que denunciaba ya Cicerón en La naturaleza de los dioses(8), aunque él mismo lo emplee al referirse a los dioses en el libro III de dicha obra.

Pero, sobre todo, tienen raigambre medieval algunas ardorosas interpretaciones moralizantes de las fábulas, en las que mezcla la simbología pagana con entidades cristianas(9) combinándolas en ocasiones con interpretaciones astralistas. Característica que comparte con estudios mitológicos posteriores como puede ser Los doze trabajos de Hércules, del Marqués de Villena, quien en el último parrafo de la obra identifica al héroe con Dios porque los dos son domadores «de todos los viçios e de todas las bestiales costumbres»(10).

2. Los doze trabajos de Hércules, de Enrique de Villena:

Esta obra de Don Enrique de Villena es muestra de una suerte de prerrenacimiento mitológico en el terreno español. Se escribe en la segunda mitad del siglo XV y se difunde ampliamente en numerosas copias hasta que sale impresa en 1483. Es una obra que está a caballo entre la Edad Media y el Renacimiento.

Los doze trabajos de Hercules se inicia con una «Carta» (11) al caballero catalán Pero Pardo, tras la capatatio benevolentiae típica del exordio de la carta, ensalza, como hacía Boccacco, la labor de consulta de las fuentes necesaria para llevar a cabo la exégesis moralizante que tiene como meta; tal como se daba por supuesto en la carta que el caballero catalán le dirige: «opinando vos yo oviese leido los istoriales que desto han tractado e poetas que con ello guarnesçieron sus ficçiones»(12).

En el siguiente apratado de «Introducçion»(13) justifica el método empleado en la disposición de la materia. Ésta se divide en doce capítulos correspondientes a los doce trabajos del Héroe, estructurados cada uno de ellos en cuatro apartados o párrafos atendiendo a la siguiente dispósición: en el primero se expone la «Istoria nuda» o exposición fabulosa; en el segundo párrafo se hace la «Declaraçion», que encierra la explicación moralizante útil a todos los lectores; a continuación se añade la «Verdad» de la historia, que sería una asimilación del hecho fabuloso con fenómenos o personas del contexto vital humano; y, finalmente, en la «Aplicaçion» de la fábula se concreta la segunda parte o «Declaraçion» en un estado determinado intentando siempre la regeneración de las costumbres de sus integrantes.

Como característica básica de la obra destacaremos la envergadura de su carácter moralizante, como es lógico al ser una obra compuesta a comienzos del Renacimiento español y al manejar los materiales mitográficos medievales(14), que como sabemos inciden sobre todo en esto.

3.- Las diez quistiones de los gentiles, de Alonso del Madrigal, (El Tostado):

Es un tratado que tiene una gran relevancia en las obras mitológicas sucesivas. Se imprime en 1506 la versión abreviada y un año más tarde una más completa(15).

En este tratado se justifica muy someramente el método de interpretación alegórica que se empleará(16) aludiendo a la gran profundidad de las palabras que podrían ser objeto de un estudio mucho más detenido del que se va a iniciar: «Las prouestas questiones quien segun la dignidad dellas satisfazer quisiesse, ternia mucho que extender su palabra»(17).

El Tostado dedica cada una de las cuestiones a algunos dioses olímpicos como Apolo, Cupido, Venus, Juno, Neptuno... y a las Edades y Virtudes. La mayor parte de las cuestiones dedicadas a los olímpicos se inician con unas consideraciones genealógicas que dan paso a interesantes disquisiciones sobre los distintos nombres con los que se designa a cada una de las divinidades, para pasar finalmente a las causas de por qué les hacen sacrificios los gentiles. Es en este último apartado donde se localizan las interpretaciones que se hacen de las fábulas desde un punto de vista físico, moral, astrológico o histórico. Si bien es perceptible en la obra un interés por la organización estructural de la materia presentada, no se alcanza la sistematicidad del tratado de Enrique de Villena.

Si comparamos desde el punto de vista del contenido estas dos obras, ambas compuestas en el terreno hispánico, se puede observar cómo el carácter exegético -tan importante en la obra de Villena- cede terreno en el tratado del Tostado a la presentación de los hechos fabulosos, que en ocasiones complementa el autor con comentarios sobre el significado léxico de algunos términos o perífrasis que suelen tener un carácter anecdótico(18). Al mismo tiempo, en el plano de la interpretación, gana terreno la histórica o etiológica frente a la puramente moralizante. Por otra parte, el Tostado hace gala de una utilización mucho más fluida de los antiguos que Enrique de Villena, aunque no se pueda comparar el suyo con el bagaje cultural de Boccaccio, humanista que se halla en la base de las aportaciones genealógicas de los dioses y de las disquisiciones sobre los nombres de las divinidades que aporta Alonso del Madrigal.

4.- Tratados mitográficos italianos en la segunda mitad del XVI:

Se produce en Italia una eclosión de tratados mitográficos en la década de los cincuenta, en un espacio de seis años se publican tres textos de gran envergadura que estudian casi complementariamente tres aspectos distintos ofreciéndonos un estudio integral de la mitología pagana. Nos referimos a La Historia de los Dioses, de Lilio Giyraldi (1551), que se centra en un estudio de los nombres y los epítetos de los dioses; la Mitología de Natal Conti (1551), que se caracteriza por su enfoque alegórico-moralizante; y Las Imágenes de los Dioses de Vincenzo Cartari (1556), que se centra en la iconografía de los dioses. Esta última obra nos interesa en cuanto que nace con intención de ser útil a los artistas, relacionando de nuevo la tradición plástica y la literaria.

De estos tratados mitológicos nos interesa especialmente el de Natal Conti, que tiene una enorme difusión en el momento y que probablemente conocería Luis Hurtado. Todo el capítulo I de la Mitología es una justificación de la obra, que se presenta como un modo de recuperar la relación difuminada por el paso del tiempo entre filosofía y fábula. Para ello, apela a los diversos conocimientos, algunos de ellos filosóficos, cifrados en las fábulas mitológicas sin apartarse en nada de lo expuesto por Boccaccio siglo y medio antes(19). Tampoco innova, como podemos fácilmente observar, en los distintos conocimientos que presenta como susceptibles de ser interpretados en las fábulas: astrológicos, morales, históricos y -en ocasiones muy contadas- religiosos. El último capítulo de la obra es estrictamente interpretativo, aborda la explicación de cada una de las divinidades desde el plano interpretativo más conveniente.

N. Conti se propone hacer el primer estudio profundo de las fábulas mitológicas:

Pero hasta ahora, según me parece, no se ha encontrado a nadie aceptable que haya sacado a la luz desde las oscuras tinieblas de las fábulas los dogmas de la filosofía que tienden o a poner de manifiesto las fuerzas y acciones de la natruraleza o a conformar las costumbres y regular la vida con rectitud o a entender las fuerzas y movimientos de los astros.(20)

Ignora, como podemos observar, tanto a Boccaccio -cuya influencia es innegable- como a Gyraldi, aunque los emplee como fuentes(21). Natal Conti organiza su obra atendiendo a un planteamiento temático, agrupa las fábulas en base a los contenidos subyacentes susceptibles de ser interpretados en ellas, con lo cual la deuda con la tradición alegórico-medieval es evidente.

Efectivamente, incluso en estas obras de mediados de siglo XVI persiste una indiscutible raigambre medieval. Ésta se nota no sólo en la primacía que se da a los conocimientos universales interpretados en los textos -hilo articulador de la obra de Conti, por ejemplo-, sino en algunas otras características que comparten los tres manuales italianos tratados en último lugar: El aparente rigor crítico en la consulta directa de las fuentes antiguas se desvanece inmediatamente al ver que han abusado de las enciclopedias medievales(22).

No se innova en la ordenación de la materia fabulosa, presentada de nuevo al margen de coordenadas espaciales o temporales, aparejando con ello un desorden que llega a compararse con la simple concatenación de fábulas en las Metamorfosis.

Además, se presta una insuficiente atención al material artístico que tanto había evolucionado a lo largo del siglo XIV(23).


APROXIMACIÓN A LAS MITOGRAFÍAS RENACENTISTAS.

Aportaremos a continuación unas notas básicas sobre la configuración estructural y contenido de los manuales mitográficos renacentistas. Manuales que emplearía el poeta comúnmente en su trabajo y que en muchos casos le excusaría de la consulta de las fuentes literarias antiguas.

Así pues, este tipo de tratados serían comparables a los florilegios y polyantheas que eran repertorios de citas o lugares comunes, agrupados de acuerdo a criterios normalmente temáticos, en los que el pseudo-humanista encontraba las citas necesarias para teñir de falsa erudición sus escritos(24). De modo parecido, las compilaciones mitográficos le ofrecerían al interesado la información más relevante sobre cada uno de los personajes mitológicos; desde datos sobre su imaginería hasta las acciones en las que se había visto involucrado con su correspondiente interpretación alegórica. En las sucesivas ediciones de estos tratados se va procurando facilitar la consulta dotándolos de índices y sumarios que los acercan a los repertorios(25).

Para abordar el análisis de las obras mitográficas, destacaremos en ellas dos partes: la fábula o recopilación de datos fabulosos como tal y el comentario o interpretación de los datos expuestos.

La fábula: aquí se incluyen los datos referentes a los personajes mitológicos: su aspecto físico, cualidades morales, atributos con los que suelen representarse y las aventuras en las que tradicionalmente se ven envueltos. Para la compilación de dichos datos los humanistas acudirían a fuentes clásicas en el mejor de los casos y a mitografías medievales a menudo.

Como hemos tenido ocasión de destacar anteriormente, los mitógrafos, ya desde Heráclito, hacen una justificación de las fábulas basándose en las enseñanzas que ocultan bajo su modesto ropaje(26). En este aspecto destaca Boccaccio, quien en los dos últimos libros de la Genealogía de los dioses paganos expone una interesante justificación de la poesía, de los poetas, de las fábulas, y finalmente de su obra. Nosotros aquí nos centraremos tan sólo en la justificación de la licitud de la materia fabulosa en base a las enseñanzas contenidas en ella. El autor de la Genealogía de los dioses paganos se convierte una vez más en este aspecto en autoridad parafraseada en la mayor parte de obras mitográficas posteriores.

Hace un alegato en favor de los poetas que se dedican a las fábulas defendiéndolos de las duras críticas recibidas de aquellos soberbios o ignorantes que no han sabido leer su auténtico significado(27) pues, debajo de estos cuentecillos aparentemente triviales se encontrarían grandes enseñanzas:

En esos significados alegóricos se encerrarían importantes preceptos filosóficos. De hecho, compara explícitamente a los poetas con los filósofos a la hora de presentar la interpretación física o astrológica de Marte(29). Así pues, no sería justificable la crítica que muchos le achacan a la poesía como actividad dañina. Boccaccio le busca los más nobles orígenes; «esta ciencia es infundida en las almas todavía puras desde el seno de Dios»(30), y ha sido inventada por Moisés al escribir el Pentateuco en versos heroicos, dictado por el Espíritu Santo(31).

Una vez que los mitógrafos han justificado la materia fabulosa se dedican a la vieja tarea de interpretación alegórica de la misma.

Interpretaciones: tienen que ver con esos supuestos conocimientos cifrados que los poetas esconden en sus fábulas y que los mitógrafos ponen al descubierto en sus estudios, son conocimientos que, como ya hemos avanzado, apuntan a divesos campos del saber.

En este aspecto, observamos cómo en el Humanismo se da una confluencia de todas las vetas interpretativas vigentes a lo largo de la historia. Para aludir al humanista pionero de esta reunión sistemática de interpretaciones hay que recurrir de nuevo a Boccaccio:

Las compartimentaciones de estas interpretaciones alegóricas que sacan a la luz los poetas son muy diversas, pero frecuentemente se suelen agrupar en: física, histórica y moral. De querer mantener esta división tripartita consideramos que es necesario hacer ciertas observaciones y -subdivisiones en alguno de los apartados. Particularmente pensamos que es más significativo hacer una cuádruple distinción entre: interpretación moral, histórica, física o natural y mística o anagógica.

a) En la interpretación moral, propiamente alegórica, el personaje mitológico personifica, a veces un vicio o una virtud, pero muy a menudo simples cualidades abstractas como es el caso de Venus la Magna en la Genealogía de los Dioses paganos, que simboliza la belleza del rostro y el atractivo del cuerpo(33). En muy pocas ocasiones se da el desarrollo moralizante tan farragosamente como en la tradición medieval, de la que se alimenta especialmente la obra del Marqués de Villena.

B) Por interpretación histórica o etiológica entendemos el asimilar los sucesos mitológicos con fenómenos o elementos de los más variados, a veces triviales, que forman parte del contexto cotidiano del ser humano: su historia, su flora o su fauna. Se ofrecen explicaciones, a veces llamativamene fantásticas, de los más diversos fenómenos que nos rodean. A esta interpretación apuntaría la «Verdat» de los Doze trabajos de Hércules.

En este apartado incluimos también los residuos de tesis eumerística que podemos encontrar en alguna de las obras manejadas. Destaquemos aquí, a modo de ejemplo, la justificación que hace Boccaccio de la naturaleza humana del Primer Júpiter. Éste había sido un hombre, llamado Lisanias, dedicado a regenerar las costumbres y modo de vida de los habitantes de Atenas:

Comportamiento que había ganado la gratitud y admiración popular elevándolo al rango de Dios. Y lo justifica destacando que es muy común entre los Antiguos deificar a determinados fundadores de las ciudades rindiéndoles culto y consagrándoles templos para potenciar la nobleza de su origen.

C) La exégesis física o natural es una de las más importantes en las obras, si bien también es una de las categorías más amplias. Alude a la relación de los mitos con las fuerzas cotidianas de la naturaleza, la constitución de los elementos, y -sobre todo- las interpretaciones de carácter astroló gico que tanta importancia tienen en aquellos personajes mitológicos que han sido identificados con planetas o astros. Por ejemplo, Boccaccio comenta cómo se considera a Venus hija de Cielo y de Día por su naturaleza planetaria; es hija de cielo porque se encuentra clavado en él y es hija de Día porque es más luminosa que otros planetas(35).

D) Finalmente, por interpretación mística o anagógica entendemos la relación de un determinado mito con la religión cristiana, que tanta importancia había tenido a final de la Edad Media y que nunca desaparece totalmente del terreno mitográfico. Las referencias anagógicas que vamos a encontrar sobre todo en las obras mitográficas de la segunda mitad del siglo XVI -en las que se destaca la supremacía de la religión cristiana sobre los dioses paganos- eran necesarias en el momento para no mostrarse irreverentes con las exigencias de Trento. Como referencia modelo destaquemos a N. Conti, que después de exponer la necesidad de la existencia de un solo dios -perfectamente asimilable con el cristiano- niega a los dioses paganos en los siguientes términos:

Actitud que ilustra perfectamente el comportamiento de los mitógrafos de la Contrarreforma, que se encargan de dejar clara la preponderancia de Dios -única causa y sostén del universo(37)- sobre cualquier alusión mitológica.

Hastá aquí han llegado las notas, simplificadas al máximo sobre las mitografías de consulta frecuente en el Renacimiento español y con las que debió de tener contacto el autor de la Sponsalia de Amor y Sabiduría...