Julio ALONSO ASENJO
Universitat de València
Introducción.
El estudio de la producción bibliográfica de las prensas valencianas de los Siglos de Oro me regaló una obra desconocida: la Breve descripción de Jerusalén y lugares circunvecinos de Cristiano Adricomio Delfo, traducida por el dominico valenciano Fray Vincente [o Vicente] Gómez, editada por Roque Sonzonio e impresa por Juan Crisóstomo Gárriz, junto al Molino de la Rovella, en 1603, obra que, para mi sorpresa, llevaba a la postre añadido el breve relato del Viaje de Jerusalén de Francisco Guerrero. La obra en su conjunto despertó mi curiosidad, ya que mis estudios habían tenido estrecha relación con esos parajes, que recorrí hace ya treinta años. La celebración de unas jornadas sobre Literatura de viajes en el mundo románico me animó a recobrar añejos recuerdos y vivencias. Se lo merecía la obra descubierta y, por otra parte, su estudio, siquiera inicial, venía de perlas como celebración del IV Centenario de la muerte de F. Guerrero. De este modo nos sumábamos con provecho (y así fue ya cuando en el decurso de la ponencia escuchamos varias piezas del compositor sevillano) y desde nuestra propia especialidad, a los homenajes que en la efemérides se han dedicado a un excelso músico que supo unir emoción y arte de la palabra.
1. Francisco Guerrero, músico.
Francisco Guerrero, de familia acomodada, nació en Sevilla, en 1528 (1), y murió de peste en la misma ciudad el 8 de noviembre de 1599 (2). Es uno de los compositores que integran la tríada estelar de la música polifónica española de los Siglos de Oro, con Cristóbal de Morales (ca. 1500-1553) y Tomás Luis de Victoria (ca. 1548-1611), como reflejan los versos del esdrújulo B. Cairasco de Figueroa:
Y de aquel tiempo moderno
aquel hispano terno
de Morales, Guerrero y de Victoria,
que parece en su vuelo
que aprendieron música del cielo. (3)
Aunque no está probado que fuera niño cantorcico de la Catedral de Sevilla bajo el Mº. Pedro Fernández de Castilleja, a sus 14 años (1542) Guerrero era cantor contratado de la Catedral de Sevilla. Fue discípulo, en primer lugar, de Pedro Guerrero, su hermano, autor de motetes y madrigales, y de C. de Morales, quien lo "encaminó en la compostura de la música bastantemente para poder pretender cualquier magisterio" (4). Genio de la música, tañía varios instrumentos. Con 18 años fue Maestro de Capilla por oposición y desde los 27 años Maestro de Capilla y Maestro del Coro de la Catedral de Sevilla, la institución musical de más prestigio de toda la Península Ibérica y con más músicos de gran valía en su entorno (5). En esta ciudad vivió durante la mayor parte de su vida en un ambiente musical de gran importancia, relacionado con los grandes vihuelistas y polifonistas, así como participante de los cenáculos o academias interdisciplinares de su ciudad, como la de Mal Lara (de la que formaba parte F. Pacheco, a quien debemos el retrato del músico) (6), o la del marqués de Tarifa, a la que pertenecieron poetas como Gutierre de Cetina o Baltasar del Alcázar, de quienes F. Guerrero tomó textos poéticos para composiciones suyas (7).
Tarea de un Maestro de Capilla de Sevilla era formar musicalmente a los seises o niños cantores de la Catedral, buscando buenas voces y, examinados doquiera estuvieran, escogerlos personalmente para que desarrollasen sus funciones de tiple, alto, tenor y bajo (8). Era maestro del coro, de la capilla de música, de los ministriles (músicos de instrumentos de viento) y de los organistas, debiendo enseñar órgano, contrapunto y canto llano. Viajaba a menudo, sea para reclutar voces, presidir oposiciones o para allegar fondos con que costear sus ediciones de música. Con este fin visitó a personalidades regias en Yuste, Madrid y Lisboa. Al frente de la Capilla de la Catedral Hispalense, acompañó al arzobispo de Sevilla al recibimiento en Santander de Dª. Ana, esposa de Felipe II. Viajó a Venecia y Roma para la edición de sus obras, que, caso bastante insólito entre los polifonistas españoles, fueron impresas aún él vivo. Es más, el impago (en Roma) de deudas contraídas por gastos de impresión hizo que se dictara contra él auto de prisión, que lo llevó a la cárcel en Sevilla en 1591, de la que finalmente lo libró el abono de la deuda por el Cabildo sevillano. No le bastaron, pues, para vivir sin dificultades económicas ni siquiera las buenas relaciones con reyes y papas, a quienes dedicó composiciones o colecciones de obras musicales, pues su producción musical fue muy extensa y quiso difundirla (y eso exigía grandes inversiones) y asegurar su disfrute a las generaciones futuras. Por dar sólo una muestra, conservamos de él casi una veintena de misas de 4 a 9 voces (París, 1566; 1582, 1584). Guerrero fue muy estimado de sus contemporáneos y elogiado tras su muerte. Todos sus biógrafos ponderan sus singulares cualidades para el arte musical, sus virtudes humanas y sacerdotales.
Como profesional de la música, probablemente el máximo elogio lo recibe del literato a la vez que músico Vicente Espinel, quien, en sus Diversas Rimas (Madrid, 1591), inicia la visita de los aposentos de la música con un encendido elogio:
Fue Francisco Guerrero, en cuya suma
de artificio y gallardo contrapunto
con los despojos de la eterna pluma
y el general supuesto todo junto,
no se sabe que, en cuanto al tiempo suma,
ninguno llegase al mismo punto,
que, si en la ciencia es más que todo diestro,
es tan grande cantor como maestro.
Según F. Pacheco, F. Guerrero:
Fue el más único de su tiempo en el arte de la música y escribió de ella tanto que, considerados los años que vivió y las obras que compuso, se hallan muchos pliegos cada día, y esto en los de mano. Su música es de excelente sonido y agradable trabazón. (...) Fue hombre de gran entendimiento, de escogida voz de contralto, afable y sufrido con los músicos, de grave y venerable aspecto, de linda plática y discurso y, sobre todo, de mucha caridad con los pobres (de que hizo extraordinarias demostraciones que, por no alargarnos, dejo), dándoles sus vestidos y zapatos hasta quedarse descalzo. (...) Hizo memoria de él el famoso Josefo Zarlino (...), que no es la menor de sus grandezas que el hombre más eminente que se ha conocido hasta hoy en la Música y otras Artes estimase tanto a nuestro valiente español.
Por sus abundantes composiciones a la Virgen María, en las que logra expresar los matices más sublimes, Guerrero fue el cantor mariano por antonomasia, pese a tener contrincantes tan extraordinarios para la posesión de este título como C. de Morales y T. L. de Victoria (9).
Como buen renacentista, Guerrero se sintió atraído desde muy joven por la utilización de las estructuras musicales que otorgaban mayor libertad al artista en la expresión de su sentimiento, fuera del férreo esquema de misas, himnos, magníficats, oficios. De ahí el intenso cultivo de los motetes (motecta o sacræ cantiones), breves piezas que permitían un ligero apoyo en textos sacros o tradicionales y también ejercicios de originalidad en la composición, y que podían insertarse ad libitum en varios momentos de la liturgia, incluso en los más solemnes, para mayor lucimiento del compositor. De Guerrero conservamos no menos de 112 de estas composiciones, que son sólo la parte más escogida de ellas.
Por otra parte, el género que resumía las nuevas tendencias artístico-literarias (en cierto modo variante profana del motete), nacido en Italia en las primeras décadas del XVI en relación con la ed. del Canzoniere de Petrarca por P. Bembo, era el madrigal. La letra suelen ser versos de 7 y 11 sílabas y el tema amoroso, aunque también se transponen impresiones de la naturaleza, y todo ello puede volverse a lo divino. En estas composiciones el nuevo arte y la maestría técnica llevaban a una unión particularmente estrecha entre palabra y música, que teorizaría Zarlino (10). La música debe expresar todo lo que la letra porta en fondo y forma. F. Guerrero, amigo-admirador del veneciano creció ya en este ambiente y en la composición de madrigales, que llamaría canciones, uno de los dos grande bloques de composiciones con texto romance. En este bloque y denominación caben igualmente las composiciones poéticas a las que Guerrero (como otros compositores contemporáneos suyos) (11) dotó de expresión musical. Ésta fue su primera dedicación o una de las primeras, siendo muy joven. A ella se refiere el también poeta Cristóbal Mosquera de Figueroa:
Fue Guerrero de los primeros que en nuestra nación dieron en concordar con la música el ritmo y el espíritu de la poesía, con ligereza / tardanza, rigor / blandura, estruendo / silencio, dulzura / aspereza, alteración / sosiego, aplicando al vivo con las figuras del canto la misma significación de la letra, como lo sentirá el que quisiere en sus obras advertirlo. (12)
Otro bloque de composiciones con texto romance son los villancicos religiosos (de los escasos conservados de la segunda parte del siglo XVI), que Guerrero, en su Viaje de Jerusalén llama "chanzonetas", así como, por aproximación a composiciones llamadas en Italia villanelle, las "villanescas". Villancicos y chanzonetas eran composiciones efímeras que cantaban los seises en las más importantes festividades, o en acontecimientos de especial celebración, señalados con procesión del cabildo sevillano. Véanse estas dos muestras:
Oíd, oíd
una cosa |
Vamos al portal |
Las villanescas vienen a ser madrigales de carácter más popularista, como aproximación a modos de expresión pastoriles. De ellas puede ser muestra la que sigue:
Prado verde y florido, |
El fresco y manso viento |
Se hicieron tan populares las villanescas de Guerrero que andaban de mano en mano, deformándose ("se iba con el tiempo perdiendo la fidelidad de su compostura" - Mosquera de Figueroa); así que muchos rogaron al autor que las publicara. Lo hizo hacia el fin de sus días, pero, dada su condición social -presbítero-, las revisó y editó volviéndolas a lo divino, si no se trataba de composiciones morales (14). Así Canciones y Villanescas publicada en Venecia en 1589, fue una de las últimas colecciones en publicarse (15), cuando había sido la primera en componerse (Ruiz Jiménez, 10s). Precisamente es la que se estampó mientras él realizaba el Viaje de Jerusalén.
Mostró Guerrero un perfecto manejo de todas las técnicas contrapuntísticas y compositivas de su época, y por su "gran dulzura y sensibilidad", su "edulcorada sensibilidad", en contraste con el estilo patético de C. de Morales, se le llamó "el dulce". Otros estudiosos destacan en la música de Guerrero su "misticismo ingenuo y lírico", la "docta calidad" de su polifonía, los "deliciosos villancicos navideños que conservan el espíritu ingenuo de la fe popular" y un "candor expositivo" (16). En cualquier caso y tras su etapa juvenil, Guerrero fue un compositor de piezas sacras, que en tiempos recios y opuestos a la utilización de la música polifónica en las ceremonias del culto católico, debido en parte a su profanidad, la defendió con firmeza, de palabra y con su buen hacer técnico-artístico e inspiración espiritual. Para ello, apartó sus composiciones de las "inflexiones más lascivas", siendo su objetivo confeso "excitar los piadosos ánimos a la digna contemplación de los misterios sagrados". Un madrigal a lo divino causó las delicias de Lope de Vega, que reproduce su letra:
Si tus penas no pruebo, oh Jesús mío,
vivo triste y penado.
Quiéreme, por el alma que te he dado,
que, si este don me hicieres,
¡ay, Dios, cómo veré lo que me quieres!
Como ya se ha dicho, lo mismo que Juan del Encina, otro gran músico que en 1519, a sus 50 años hizo una peregrinación a Jerusalén para allá celebrar su primera misa y de la que nos dejó testimonio en composiciones métricas como la titulada Tribagia ('camino santo'), F. Guerrero, cumpliendo un deseo acrecentado a lo largo de su vida, en 1588, a sus 60 años, se atrevió a realizar su viaje a Tierra Santa.
2. Viaje a Jerusalén.
2. 1. Idea y concepción del viaje.
F. Guerrero había vivido en su fantasía desde muy joven, con gran fuerza, las escenas del nacimiento de Jesús en Belén y en el ejercicio mismo de su profesión de Maestro de Capilla había recreado y plasmado su vivencia en excelente música. En este contexto se le impuso la idea de hacer un viaje a Tierra Santa:
Y, como tenemos los de este oficio por muy principal obligación componer chançonetas y Villancicos en loor del Sanctíssimo Nacimiento de Iesu Christo, nuestro Saluador y Dios, y de su santíssima Madre, la Virgen María, nuestra Señora, todas las vezes que me ocupaua en componer las dichas chançonetas y se nombraua Bethlehem se me acrescentaua el desseo de ver y celebrar en aquel sacratíssimo lugar estos cantares en compañía y memoria de los ángeles y pastores que allí començaron a darnos leción desta diuina fiesta. (Pról., A3 r).
Al hacer el viaje, lo que realmente quería era revivir esas sensaciones; asegurarse de que no eran engañosas y dar con el soporte real: ésa era la amarra de su fe, más allá de la predicación y de la palabra sagrada. En contacto con los lugares sacros revivirá los sentimientos que lo embargaban al ejercer su oficio de compositor: "... viage tan santo y gustoso: que yo les certifico que, quando lo ayan andado, no truequen el contento de auerlo visto por todos los tesoros del mundo" (p. 80: conclusión). El entusiasmo vivido en sus composiciones navideñas revivirá al encontrarse en la cueva de Belén. Basta oír cualquiera de sus composiciones navideñas, para entender lo profundo y real de su devoción (17), al mismo tiempo que su sensibilidad artística, con ella fundida y a ella encaminada. Así, pues, el viaje a Jerusalén de Guerrero será una peregrinación ad loca sancta.
Pero la concepción del viaje de peregrinación había variado desde la Edad Media, al compás de nuevas sensibilidades, cualquiera que fuese la crítica realizada desde las corrientes erasmistas y reformistas, hacia la vivencia devota del católico de la Contrarreforma. El viaje de Guerrero será, por tanto, distinto de los viajes medievales a Tierra Santa. Ya no habrá ceremonia paralitúrgica alguna de entrada en la orden de peregrinos; ni el viajero llevará un atuendo específico con la cruz, insignia del peregrino (C. Domínguez, 104-108). Más bien dirá Guerrero en su Relación que, en contra de los usos de entonces de viajar con la mejor indumentaria, para mostrar la categoría social del viajero, que lo que conviene, en prevención de los asaltos y robos, es llevar poca ropa (p. 19). Tampoco encontramos en el relato ninguna relación explícita con la concepción cristiana de la vida como viaje; ni con la invitación de Jesús de Nazareth a seguirle "tomando la cruz", embarcándose por una vía dolorosa y asumiendo como el Maestro el riesgo de perder la vida, pues que a ella se renunciaba en la ceremonia de iniciación de la peregrinación. El viaje de Guerrero tampoco respondía ya a fines penitenciales o expiatorios, o al cumplimiento de una promesa. Lo excluye explícitamente: "propuse (aunque no hize voto) de que, si Dios me daua vida más larga que a ellos [sus padres], de hazer este santo viaje" (Pról. al lector).
El viaje de Guerrero será una peregrinación devota. La devoción, raíz del viaje, preside su realización y su relato (18). "Devoción" es término que se repite continuamente a lo largo de su relato:
... es lugar de gran deuoción (p. 37).No se puede dezir la grande deuoción que aquí se halla, considerando que todo lo que en el Evangelio dezimos, se obró en aquél santíssimo lugar (p. 52). Esta estancia del sacro monte Caluario es tan agradable y deuota para el alma y cuerpo, que no cansa estar en ella, que parece que estamos en el parayso (p. 53).
La misma se expresa también de otras maneras:
nos apeamos besando muchas vezes la tierra, dando muchos loores a Dios y mil suspiros deuotíssimos, dando cada uno su deuoción a la santa ciudad, reyterando muchas vezes: Vrbs beata Hierusalem (19) (p. 18); la muy dichosa y desseada ciudad e yglesia de Bethleem (p. 41); vn pedazo de peñasco tan dichoso que gozó (si se puede dezir) del resplandor y gloria del Dios humanado (p. 43); la santa Ciudad (passim); ... llegamos antes del medio día al bendito Río Jordán, que, aunque no fue por esta parte el bautismo de Christo, por ser el mismo río, fue grande el alegría y deuoción que nos dio su vista. Apeámonos todos (...) y llegamos con grande ansia al agua, y beuiendo quanta se pudo beuer, y lauándonos las cabeças y rostro y manos, parecía que desseáuamos convertirnos en peces, por no salir de aquella bendita agua (p. 65); ...este bendito Río (p. 65).
Además, en F. Guerrero asistimos a una visión individual y personal. La preocupación más urgente e inmediata es el mejor aprovechamiento de la coyuntura óptima para la realización del viaje: naves prestas, buen tiempo, conciertos y contratos económicos ajustados con armadores y capitanes de la nave en cuanto a precios del pasaje, régimen de comida y bebida, itinerarios más rápidos, seguros y ventajosos. Si Guerrero va en grupo o comitiva (y siempre acompañado por un discípulo suyo), es para mayor seguridad y mejor rendimiento del tiempo del viaje. Pero la peregrinación responde a deseos y planteamientos personales.
Para nada se alude en su relato a una posible Cruzada para recobrar la Tierra Santa, como era el caso de la Tribagia de Encina y del Viaje del Marqués de Tarifa. Guerrero, si acaso, razona la posibilidad de recuperar el reino de Chipre, recién perdido por Venecia (en 1570-71), en un momento en que el Sultán de Constantinopla estaba embarcado en una guerra contra Persia (que lo hacía vulnerable en Occidente) (20). Pero Guerrero es realista: nunca se ha visto que los Turcos cedan un palmo del territorio conquistado: "ya tenemos experiencia que lo que estos bárbaros vna vez conquistan, tarde lo pierden" (21) (p. 11): con lo cual se cierra el horizonte de tan quimérica posibilidad.
Asistimos también a una secularización del viaje, aunque nunca se convierte en una jira (o gira) turística, ni, por supuesto en algo criticable, como era toda peregrinación para el autor del ficticio Viaje de Turquía (1980, 119-121), para quien cualquier peregrinación no acarrea sino perjuicios (22) o, como en el caso de Juan De-voto-a-Dios, es la ocasión para enriquecerse a costa de la peregrinación y los peregrinos, sea relatando un viaje a Tierra Santa nunca hecho (c. III, 125-127), o erigiendo hospitales de peregrinos, de una magnificencia falsamente votiva, que sirven de tapadera de la explotación; la peregrinación en sí puede ser el medio para hacer el agosto, como es el caso de los supuestos tudescos entre los que se camufla Ricote en Quij II, 54, 1068ss (23). El autor del Viaje de Turquía opone el viaje espiritual al viaje real. El primero debe estar motivado por el estudio de la Sagrada Escritura o por una conversión interior, que transforme en una nueva persona al peregrino, como ha sucedido a Pedro de Urdemalas (24).
En plena Contrarreforma las coordenadas han cambiado. Guerrero no opone viaje real o material a viaje espiritual o interior: el viaje real, el contacto con la realidad a través de los sentidos (ver, tocar, oler, gustar...) conmoverá al peregrino, hará brotar sentimientos y emociones que lo reafirman en una fe unida a la sensibilidad y al obrar: obras de devoción. Para la piedad emocional que ahora se vive, el roce con los lugares sagrados, con los objetos relacionados con los santos, especialmente con Jesucristo en su vida humana y con María, su madre, y con los Santos (Jerónimo en Belén) y personajes bíblicos (Jonás en Jafa; David pero también Esteban y Santiago, y Joaquín y Ana en Jerusalén; Lázaro y Marta en Betania, la Magdalena aquí y en su pueblo en ruinas junto al mar de Galilea...) es muestra de fe y ahondamiento y enriquecimiento de la vida religiosa. Este contacto físico que mueve fantasía y emociones es paralelo de las experiencias espirituales que los reformados experimentan en su contacto con la Escritura, que comunica gracia y seguridad de elección divina y salvación personal (25).
2. 2. La realización del viaje.
F. Guerrero veía su deseo de viajar a Belén como un sueño imposible: "Y aunque esta pretensión era cosa tan grande que me parecía estar muy lexos de conseguirla, por muchos inconuenientes que auía (especialmente el de mis padres)..." (Pról., A3). Pero el deseo era tan fuerte que, apenas se le presentó la ocasión, ya desaparecidos sus padres, no tuvo la menor duda en ponerlo en práctica. Las circunstancias fueron éstas: el gran músico acompañaba a su arzobispo, D. Rodrigo de Castro, gran mecenas de músicos españoles (26), en su viaje a Roma, llamado por el papa Sixto V. Pero, prolongándose la estancia del Cardenal en la Corte de Madrid por los calores del verano, Guerrero solicitó de su Superior acercarse a Venecia a encargar la estampa de unas obras suyas. Obtenida la autorización y "el ayuda que fue menester para la jornada", salió Guerrero de Madrid hacia Cartagena, y de aquí a Génova, al arrimo de las galeras del gran Duque de Florencia. De Génova se trasladó por tierra a Venecia. Apenas llegado, conociendo que la impresión de sus obras llevaría unos meses, concertada y dejada al cuidado de su amigo Josepo Zarlino, aprovechando la temporada favorable, decidió y emprendió su ansiado viaje a Jerusalén, entre el 14 de agosto de 1588 y el 19 de enero de 1589.
3. El "Viaje de Jerusalén" como relato.
3. 1. El libro de viajes, género multiforme.
El libro de viajes (tomado el concepto en su sentido más lato) siempre tuvo gran atractivo sobre estudiosos, lectores u oidores desde la Antigüedad clásica y civilizaciones precedentes (C. Domínguez, p. 18s). Como sucederá de nuevo entre los humanistas, era uno de los baluartes de la enseñanza de la geografía. Los humanistas se mostraron muy aficionados a la lectura de los libros de mirabilia y tuvieron gran curiosidad por los relatos de exploraciones, como lo demuestra el interés por los descubrimientos en Indias de L. Marineo Sículo, H. Pérez de Oliva y otros.
El relato de viajes es un género que responde a múltiple y variada demanda: de aventureros, mercaderes, misioneros, embajadores, peregrinos... Es, pues, necesariamente un género multiforme y fronterizo, ya que puede englobar geografías, corografías, descripciones de ciudades, elementos de historia, itinerarios, relatos de viajeros, con la oferta de aventuras e información biográfica, artística, etológica que acarrean (27). Concita, por tanto, multitud de intereses y asegura el éxito editorial por la amplitud del público a que suele ir destinado. Concretamente el Viaje de Jerusalén de Guerrero, relato de peregrinación, abarca, además, otro tipo de la literatura de viajes: la guía del peregrino. Y es, en concreto, entre gran variedad de relatos de peregrinaciones a santuarios y lugares santos, un relato de peregrinación y guía del peregrino a Tierra Santa, característico de la cultura occidental.
3. 2. Viajes a Tierra Santa.
Desde los primeros tiempos del Cristianismo (a imitación de su fundador y siguiendo su propuesta), los cristianos sintieron el deseo de realizar peregrinaciones y la necesidad u obligación de dar cuenta de ellas: ahí están, desde época muy temprana, el Iter Burdigalense (330) y la Peregrinatio Egeriæ (ca. 380). Los libros de viajes, también los de viajes a Jerusalén o Tierra Santa, como la anécdota que les dio origen, pueden deberse a la curiosidad: "Si buscas curiosidades, no pases adelante...", dice A. del Castillo a su lector en su Viage de Tierra Santa (Herrero Massari, 99). Pero, normalmente, su recepción arranca de otros presupuestos. Si se consideraba una gran merced y regalo incomensurable poder visitar los Santos Lugares, también era causa de gran regocijo su evocación por escrito, para dulce memoria propia y contento o beneficio (o ambas cosas) del lector del relato:
Hay que entender la fuerza del efecto que en el lector devoto causaban, por ejemplo, las evocaciones de la llegada ante los muros de la ciudad de Jerusalén. Ciudad mítica por excelencia, a ella habían dirigido sus pasos innúmeros peregrinos reales o imaginarios casi desde los albores del Cristianismo, construyendo a su alrededor la fama de [una fascinación] singular. Escuchar o leer tales relatos era práctica que al lector u oidor del Siglo de Oro le resultaba sucedáneo casi real de la experiencia vivida. Y la peregrinación a Tierra Santa, que aún concitaba en el siglo XVI el interés de los devotos deseosos de ver cosas y satisfacía la sed de aventuras y de historias peregrinas de viajeros y lectores, no sólo seguía siendo una de las experiencias más ambicionada del hombre occidental, sino también de las más dignas de ser contadas (Herrero Massari, 104s, en parte reconstruido. Véase su nota 135)....este viage tan santo y gustoso: que yo les certifico que, quando lo ayan andado, no truequen el contento de auerlo visto por todos los tesoros del mundo (Guerrero, p. 80)
Aviendo (por la misericordia de Dios) ydo y venido a la Santa ciudad de Ierusalem y visitado lo que en ella ay, y lo demás de la Tierra Santa, como adelante se dirá, muchos curiosos y deuotos me han persuadido a que escriuiesse este tan santo viage (...). Y yo, por condescender a sus desseos y por el gusto que tengo de la dulce memoria de auerlo andado, no me será pesado hazer una breue relación de todo lo que he visto(Guerrero, Inicio del Prólogo, A2 r).
3. 3. La configuración del Viaje de Jerusalén de Francisco Guerrero.
Para determinar si en la aceptación de un relato influyó su condición literaria, habrá que precisar, en primer lugar, el concepto de "literariedad". Esto, en el momento actual de la crítica literaria, deberá llevarse a cabo adoptando un punto de vista histórico, como hace Herrero Massari: una obra literaria será la que en estrecha dependencia con su momento histórico se entendía como tal. Pero también debe caber en el horizonte de expectativas del lector actual (28). En segundo lugar, deben examinarse las características o rasgos del género (y su relación con otros) y si se dan logradas en una obra determinada. En tercer lugar, tener en cuenta la historia editorial y la relación de la obra con los lectores. Y no olvidar el grado de ficcionalización o realismo y los primores de su prosa o estilo.
Verdad, provecho del relato. Dos valores supremos se buscaban a la literatura en el siglo XVI. El provecho y la verdad; mejor, el provecho que deriva de la verdad, o, al menos, de la verosimilitud. Faltando esto, se podían dar libros de entretenimiento, cada vez más solicitados a partir del desarrollo de la imprenta y de la aparición de un nuevo grupo de lectores: los no cultos. Pero el producto que satisface esta demanda sólo pasará de un "género editorial" (libros de gran éxito) aceptable a ser valorado positivamente por quienes establecen la jerarquía de géneros, cuando confluyan los otros valores mencionados; y aun así no se estimará literatura de primera la que, de acuerdo con el género a que pertenezca, carezca de incitación a un comportamiento ético, la reflexión crítica sobre la realidad, el provecho del conocimiento o los valores de la experiencia religiosa.
Apliquemos estos principios al Viaje de Jerusalén de F. Guerrero. En primer lugar, F. Guerrero relató su experiencia, impresa por vez primera probablemente en Sevilla comoViage de Hierusalem (Juan de León, 1592) (29), a solicitud de "muchos curiosos y devotos", según exigencia generalizada del género:
Cualquier peregrinación auténtica es una experiencia, no un mensaje. Aquéllos que completan la jornada y obtienen la merced buscada pueden llegar a sentirse forzados a ayudar a otros peregrinos en sus viajes. Se comprometen entonces a poner por escrito sus experiencias como una suerte de guía o recuento de sus logros, o como prueba del beneficio espiritual del viaje. Y hay siempre, pese al esfuerzo de evitar la vanidad, un toque de autosatisfacción, incluso en el más humilde y anónimo relato...(Jones, 9; texto ligeramente modificado).
En efecto, no era Guerrero el único que visitaba Tierra Santa, "que todos los años van y vienen de Jerusalén más de dozientos peregrinos" (Juan Ceverio de Vera, 1597; en Herrero Massari, 100). Es normal que así fuera, como anhelo o de hecho, cuando por la prohibición de traducir la Biblia al romance tanto por edictos y requisas Inquisitoriales como por decretos tridentinos, estaba vedada la lectura de las Sagradas Escrituras. También, cuando se estaba desarrollando, en plena Contrarreforma, una espiritualidad basada en la emoción y el sentimiento. En este marco, tanto el viaje como la vivencia de él a partir de los relatos de los peregrinos encuentran adecuada justificación. Si era posible (sobre todo si se tenían posibles), había que hacer el viaje. A veces el miedo a los múltiples peligros del viaje paralizaba la decisión.
Al libro de viajes, ya avanzado el siglo XVI, más que maravillas (novedad de lo descubierto) se le pedía relatos de afanes, penalidades, victorias y fracasos del protagonista. F. Guerrero, como sus contemporáneos, sabe que todo viaje supone incomodidades y penalidades, incluso para los ricos. Por eso Carlos V en su abdicación recuenta uno por uno los viajes realizados recorriendo su amplio Imperio: gran mérito. Son desplazamientos siempre lentos y de larga duración, con peligro de secuestros y cautiverios, naufragios, robos e incluso de muerte. De ahí que se asocien con trabajos y que se desarrolle en esta época la novela bizantina. El término aparece incluso en el título de alguno de esos relatos, como el de Cervantes: Los trabajos de Persiles y Sigismunda. La visión del peligro de un viaje en tiempos antiguos podía llegar a extremos inconcebibles para nosotros. Se estimaba que una peregrinación podía convertirse incluso en ocasión de pecado, pues podía llevar a maldiciones y arrepentimientos a causa de sus excesivas penalidades. Por eso Guerrero con su relato comunica ánimo e información a los futuros peregrinos. Aunque, como no podía ser menos y en aras de una información veraz y útil, Guerrero hace una extensa reseña de peligros y dificultades: comidas y extorsiones; latrocinios y exacciones por bandidos que viven de eso; inquina de turcos contra españoles, aunque el peligro máximo, paradójicamente, él lo sufre en el Golfo de León (o puede acechar junto al golfo de Rosas), ya sea a manos de organizaciones de saqueadores del Languedoc (30) o de los corsarios turco-berberiscos: "Digo ciertamente que, con auer andado entre turcos y moros y alárabes, no tubimos pesadumbre ni peligro sino en Francia" (p. 79s) (31).
Ay de Seuilla hasta Ierusalem mil y quatrocientas leguas de ida y, por la vuelta que hize por la ciudad de Damasco, hallo que de yda y buelta son tres mil leguas (32). Es fácil andarlas, que, pues yo las anduue siendo de sesenta años, no sé por qué los moços rezios y que tienen possibilidad emperezan de hazer este viage tan santo y gustoso: que yo les certifico que, quando lo ayan andado, no truequen el contento de auerlo visto por todos los tesoros del mundo (p. 80: conclusión).
Por lo mismo, también, tiende a relativizar y minimizar los peligros de un viaje por él durante tantos años no menos deseado que temido (no fueran a quedarse sus padres sin su ayuda). Insistirá por tanto en la normalidad del viaje y en la ausencia de grandes riesgos, siempre que se sea y se esté "avisado".
Aviendo (por la misericordia de Dios) ydo y venido a la Santa ciudad de Ierusalem y visitado lo que en ella ay, y lo demás de la Tierra Santa, como adelante se dirá, muchos curiosos y deuotos me han persuadido a que escriuiesse este tan santo viage, para encender sus ánimos a procurar hazer el mismo camino y ser informados de lo que para ello es menester. Y yo, por condescender a sus desseos y por el gusto que tengo de la dulce memoria de auerlo andado, no me será pesado hazer una breue relación de todo lo que he visto (Inicio del Prólogo, A2 r).
Pero cuando, pese a todo, no se podía realizar el viaje, siempre estaba el sucedáneo del relato de otros. Lo sabemos por el testimonio crítico del Viaje de Turquía: Juan De-voto-a-Dios se ganaba la vida, entre otras trampas, con el relato de un supuesto viaje a Tierra Santa (c. III, p. 125-127) (33). Y así lo expresa en 1597 Juan Ceverio de Vera, otro peregrino y relator de su experiencia viajera a Tierra Santa, contemporáneo de Guerrero:
... al verdadero christiano, aunque codicioso de enriquecer su alma en los muy ricos mineros de los lugares santos (...) el temor que del peligroso viage tiene resfría su devoción, siendo tan freqüentado y seguro (...) Pues, desseando yo que mi nación española goce destas divinas y verdaderas riquezas espirituales (...), quise servirle con este copioso viage, para que, sabiendo su seguridad, pierdan el temor (Herrero Massari, 100).
Así, pues, la descripción de los lugares, testigos elocuentes de los hechos de la historia sagrada, se convertía en necesario sucedáneo de la lectura directa de esa historia sagrada. También otro peregrino, Antonio de Aranda, que dedica el relato de su experiencia a unas monjas, insiste en este aspecto. Escribe su relato para comunicar "con este medio de la escriptura", "la merced a mí en particular hecha" (Herrero Massari, 97s). Es decir, estamos ante libros de provecho: de máximo provecho espiritual, como sucedáneos de la peregrinación misma, concebida como experiencia fundamental del cristiano (Herrero Massari, 115)
La respuesta del lector. De esta manera, el conjunto de estos posibles peregrinos y reales lectores y oidores era suficiente para mantener durante años una demanda constante que agotara unas tiradas de 1500 a 2000 ejemplares cada 4 ó 5 años (34). Lo que explica el elevado número de obras de este género escritas en España en estos siglos (35) y el crecido número de sus ediciones. Especialmente de una de las preferidas (36), el Viaje de Jerusalén de F. Guerrero, que tuvo, además de la príncipe de Sevilla, dos ediciones en Valencia: la de 1593, por los Herederos de Juan Navarro (ed. electrónica de Solano Cazorla, 2000), y otra varios años después, en 1603, en las mismas prensas del Molino de la Rovella, ahora llevadas por Juan Crisóstomo Gárriz. Salió esta edición del Viaje como apéndice o complemento de una obra de más altos vuelos, que la duplica en páginas y la supera en el aprecio de personas de mayor dignidad y relevancia social: la Breve descripción de la Ciudad de Jerusalem y lugares circunvecinos (37) del holandés de la ciudad de Delft (por eso llamado "Delpho"), Cristiano Cruz Adricómico o Adricomio (38), traducida por Fr. Vincente Gómez (Valencia, ca. 1565-17, abril, 1638), doctor, Maestro en Teología y profesor de Teología que fue del Estudi General o Universidad de su ciudad natal, dedicada al Arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquía, y en aquel momento Virrey y Capitán General del Reino de Valencia, don Juan de Ribera. Así, en la portada de la edición de esta obra se lee: " Va añadido a la postre el Viage de Ierusalem que hizo Francisco Guerrero, para que el curioso vea la grande differencia que ay en esta ciudad, de aquel tiempo al de aora.".
En conjunto, del Viaje de Jerusalén de F. Guerrero he podido registrar en España no sólo 20 (Herrero Massari, 28n. 40. 103), sino al menos 22 ediciones en los siglos XVI y XVII, cuatro más en el s. XVIII, más dos portuguesas y dos en el s. XIX (39). Dos de estas eds., la de Gárriz de 1603 y la última antigua, de 1799, con la Breve descripción de Jerusalén... de C. Adrichem Van Delft; las restantes, sueltas. Si queremos calibrar este éxito, hemos de tener en cuenta que el Quijote en conjunto no tuvo más de 19 eds. hasta fines del siglo XVII y que por las 20 ediciones andan tanto el Amadís como la Cárcel de amor de Diego de San Pedro y La Arcadia de Lope de Vega (como también anota Herrero Massari, 109). Pero allí hay que añadir nada menos que cien a las "nueve" atribuidas a la Celestina, y recordar también las más de 40 de las Guerras Civiles de Granada, las 32 de la Diana de Montemayor, las más de 23 de Garcilaso (y Boscán), del Lazarillo y de La Araucana.
Veremos luego la estructura del relato del Viaje de Jerusalén de F. Guerrero. Pero ya el formato mismo responde a los objetivos que se había planteado: animar a hacer el viaje y ayudar al peregrino en su realización. Las ediciones del Viaje de F. Guerrero se hicieron en 8º (una incluso en 12º), para que fueran manejables, y constan de poco más de 80 páginas. La extensión del relato permitía este formato, sin que pesara ni apenas abultara. Por otra parte, las ediciones valencianas, aparecen no en la reputada imprenta de humanistas y cultos (la de Mey-Huete), sino en la comercial imprenta sita "Junto al Molino de Rovella", que responde a un público de lectores mucho más amplio (40). El Viaje de Jerusalén de Guerrero, así plasmado, resultó muy apreciado por su utilidad, a la vista de su extraordinaria acogida. Pero, para explicar este éxito, tendremos que tener en cuenta también los otros factores.
El primero, que se trata de un libro religioso o de provecho espiritual, que es el mayoritariamente demandado y producido por la sociedad española de los Siglos de Oro. Así se ha dicho con razón: "Despite the success of a limited number of imaginative works, Golden-Age printing in Spain is dominated by prose non-fiction, by devotional, moralizing and historical works (41). Y lo prueban en efecto los mayores éxitos editoriales en España, que, sin olvidar los señalados antes, son obras devotas y provechosas.(42)
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que reúne, además, una serie de rasgos que favorecen su acogida: es un relato de viajes, más concretamente, un relato de peregrinación a Tierra Santa y, además, particularmente bien planteado y escrito. El relato de Guerrero cumple el principal rasgo genérico del libro de viajes: es una narración autobiográfica de viaje, escrita una vez finalizado éste, con la intención de darlo a conocer a un destinatario colectivo (Herrero Massari, 17). Con el uso de la primera persona, estos libros se integran en el subgénero de la autobiografía y, también, de esta manera, persiguen la identificación en el relato entre escritor y viajero. Tal sucede en el Viaje de Guerrero, desde su exposición de la idea del viaje y circunstancias de su realización en el "Prólogo al lector", a su organización: una voz filtra la explicación sobre la visita y transmite el sentimiento personal, pues punto de partida fue la devoción sentida y presentida y la posteriormente experimentada (reacciones emocionales frente a los santos lugares), que en el lector, por obra del relato se plasmará igualmente en viaje real o imaginario (43), o en lectura previa o lectura contemporánea del mismo. Logro del relato de Guerrero es la combinación equilibrada de narración de la experiencia propia con información y avisos útiles para el futuro peregrino, con indicación de los lugares en el itinerario expuesto, su descripción y la historia a ellos referida.
Organización del relato. El relato de Guerrero está organizado de modo excelente. Su centro son, como en un relato de viajes que quiere ser también guías de peregrinos, las coordenadas del espacio(-tiempo) (44). Ofrece un itinerario con datos prácticos de cómo y en cuánto tiempo llegar a la meta, por dónde y cuándo ir, qué peligros sortear, e indicaciones de qué cosas hay que visitar, cuándo, cómo y qué valor o utilidad tienen. Guerrero es ordenado y preciso al señalar las etapas del itinerario. Para un español (de su tiempo), el punto ideal de partida para Tierra Santa es Venecia. (Lo es especialmente para Guerrero, que aprovecha su estancia y vuelta a aquella ciudad para hacer imprimir una de sus obras en los cinco meses que duró su peregrinación). Se contarán los días de navegación por etapas. Se insistirá en la espera en Jafa para obtener los visados de entrada. Al tercer día, parten los peregrinos con un guía árabe hacia Jerusalén en jumentos. (De Jafa a Jerusalén hay 12 leguas; de Jafa a Rama (45), 4 leguas). Tras un nuevo descanso de tres días en Rama, llegan en uno más a Jerusalén. De Venecia a Limasol han transcurrido 27 días (p. 10); de Venecia a Jafa 32 días (p. 12) (46). Entran en Jerusalén a 22 de setiembre, después de 37 días de viaje desde Venecia (habían salido el 14 de agosto). La estancia en Jerusalén fue de un mes (p. 57).
De modo semejante se narra la vuelta. No convenía hacerla por Jafa, porque la costa no era segura al entrar ya el invierno. Resolvieron, pues, ir por tierra hasta Trípoli. Con guías indígenas ("moros"), salen de Jerusalén camino de Damasco (80 leguas), y aprovechan para visitar otros lugares santos que ese recorrido les brindaba: Sichar (Siquem), los "quatro montes muy preciosos" de Galilea (p. 61); alrededores del lago de Tiberíades. Alcanzan y atraviesan el Jordán, por un paraje cercano a unas lagunas llamadas "aguas Meronas" (47), y de aquí suben a la meseta de Siria (Golán), camino de Damasco, en cuya descripción muestra su arte literario F. Guerrero:
El día que entramos en Damasco, y la tarde antes, vimos salir y entrar en la ciudad más de mil camellos con prouisión y otras cargas para la ciudad. Antes de llegar a esta ciudad quatro leguas la vimos. Descúbrese muy bien por ser muy torreada, assentada al pie del monte Lybano. Tiene una grandíssima vega donde se siembra en grande abundancia. Legua y media antes que entrássemos passamos muchas huertas y acequias y fuentes y mil frescuras. (...) En todas las calles ay por lo menos vna fuente. Es tan abundante de todo lo necessario, assí de cosas de comer como de mercaderías, sedas, brocados, lienços y telillas, que no ay más que buscar. Ay el mejor pan que yo jamás he comido y frutas quantas ay en el mundo, y una que se dice musa de muy buen sabor (48). Esta ciudad será de población poco más o menos que Seuilla. Las casas por defuera no son muy buenas, aunque ay muchas principales en lo de dentro. Ay (según nos dixeron) quatrocientas mezquitas, todas bien edificadas con sus fuentes a las puertas, donde se lauan para entrar a hazer su oración (p. 67).
En Damasco, quedan cinco días y, con nuevos guías, la comitiva de peregrinos y frailes emprende el camino hacia Trípoli, no por el Monte Líbano, que era el camino más recto, porque "auía muchos alárabes ladrones y estaua muy nevado" (p. 70), sino dando un rodeo, de modo que "llegaron como hasta veynte y cinco leguas a nuestro mar Mediterráneo. Ribera de la mar vimos mucho lugares, y entre ellos a Tiro (49) y Sidón" (p. 70). Atraviesan Beirut y sus "muy frescas huertas" (p. 70). El relato describe rápidamente el paso por el montuoso territorio costero libanés con sus cristianos maronitas, sus "perdizes y caças" y abundantes torrentes. Llega a Trípoli después de haber recorrido 45 leguas (225 km.). Rápidamente da la situación de Trípoli y menciona su puerto de mercaderías "que es la escala de medio mundo" (p. 72), adonde llegan los viajeros y mercancías que vienen de China. De Trípoli, por mar, a Venecia, con paradas de descanso (50). Emplean 66 días (p. 73) y entran en Venecia el 19 de enero de 1589. Del día de la salida de Venecia (14 de agosto de 1588) a la vuelta habían transcurrido "cinco meses y cinco días" (p. 74).
Acabada la impresión de sus Canciones y villanescas
espirituales por Giacomo Vincenti, F. Guerrero toma el camino de
regreso a Sevilla, por Ferrara, Bolonia, Florencia, Pisa y Liorna
[en italiano, Livorno], donde embarcan y navegan con las
galeras del Duque de Florencia (52)
hasta Marsella. Aquí fletan un bergantín a Barcelona.
En este trayecto sufren por dos veces cautiverio y robos,
hallándose Guerrero una vez a un paso de la muerte por disparo
de un arcabuz que apuntaba contra su cara (p. 78). Socorridos
finalmente por el secretario de un señor católico
(53), pariente del patrón
del bergantín, previo pago de rescates (54)
(p. 79), salen libres y con salvoconducto que los libre de otras
naves piratas de idéntica jurisdicción. A los 4
días, sin más percances, llegan a Barcelona, libres de
franceses y de galeotas turcas, de que estaba infestada esa costa
(los genoveses acababan de apresar nueve de éstas)(55).
De Barcelona van a Montserrat a dar gracias a la Virgen y, por camino
derecho (Valencia, Murcia y Granada), llegó el músico
sin novedad a Sevilla.
El relato del viaje, va precedido de un Prólogo, que expone a grandes rasgos la vida de F. Guerrero hasta que hizo realidad su ilusión de hacer el viaje a Tierra Santa. El relato mismo del viaje está dividido en 10 capítulos, organizados como una secuencia a partir del espacio: punto de partida y punto de llegada (Venecia; o, si se incorpora el Prólogo, Sevilla) con las etapas que unen ambos puntos. Por lo demás, cada una de las unidades aporta gran riqueza informativa y útil, aunque de diverso tipo. Por eso pueden distinguirse en el relato:
a) dos secciones consagradas casi en exclusiva a la exposición del itinerario. La primera, más externa, configurada por el relato del traslado por mar (de Venecia a Jafa, c. 1, p. 8-12), o por tierra (de Trípoli a Sevilla -con el trecho marino de Marsella a Barcelona- cc. 9 y 10, pp. 74-80). La segunda sección ciñe más de cerca el lugar de peregrinación. En dos capítulos se unen viaje y visitas o peregrinación ya en Tierra Santa: capítulo de la subida a Jerusalén desde Jafa (2, pp. 12-19) y el de la salida de Jerusalén, por Damasco, al puerto de Trípoli (c. 8, pp. 58-72).
b) la parte central, abarca cinco capítulos (cc. 3-7), dedicados al recorrido de las estaciones (56) de Jerusalén y alrededores (lugares circunvecinos), por este orden: c. 3: Jerusalén, Monte Sión y estaciones (pp. 19-27); c. 4. Valle de Josafat (pp. 27-32); c. 5. Monte Olivete y Betania (pp. 32-40); desde aquí hay un recuerdo a Jericó, de la que se afirma que se ven algunas casas y se describe el Mar Muerto; c. 6. Belén (pp. 40-46); c. 7. Iglesia del Calvario y Santo Sepulcro (pp. 46-58).
La obra está, así, bien organizada y equilibrada, tanto literaria como cuantitativamente. La parte central abarca un total de 39 pp. = 50%; el segundo núcleo, unas 20 pp.; quedan 10 para portada y asuntos preparatorios o conclusivos del viaje. El relato de la estación en el Calvario y Santo Sepulcro se reserva para el final, aunque sólo sucediera así en el primer recorrido oficial de los Santos Lugares. De este modo, da relieve a la cima de su peregrinación, como se le daba en la apreciación contemporánea y en la realidad, pues los peregrinos estuvieron encerrados cuatro días en el Santo Sepulcro. Por eso, como en la Tribagia y en relatos medievales, Jerusalén, como el paraíso, ocupa el centro del mundo (57). Y es que, según la creencia (y doctrina teológica), en el Calvario o Gólgota ('lugar de la calavera', es decir, de la [condena a] muerte) habría sido enterrado Adán. Y junto al Calvario está no sólo geográficamente próximo ("porque ambas cosas se pueden ver juntas" -p. 53) al Santo Sepulcro vacío, símbolo de la Resurrección o vida: ubi mors -cráneo de Adán, árbol del paraíso-, ibi vita: árbol de la cruz y patente y clamorosa ausencia de muerte (mortaja abandonada y sepulcro nuevo vacío). Donde el viejo Adán perdió a la Humanidad por un árbol, allí el nuevo Adán. Jesucristo, la rescata en el árbol de la Cruz. Por eso, sin aludir a esta creencia, Guerrero coloca Calvario y Santo Sepulcro, cima y suma de la redención, en el centro y remate de su relato. Allí, por tanto, culminan subida y estaciones, así como su relato de la estancia en Jerusalén, centro de la Tierra. Tras su visita, aunque en realidad recorriera otras muchas estaciones, comienza la vuelta. La peregrinación ha logrado su efecto transfigurando al peregrino: "...este viage tan santo y gustoso: que yo les certifico que, quando lo ayan andado, no truequen el contento de auerlo visto por todos los tesoros del mundo" (p. 80: conclusión).
Todo responde en realidad a una configuración literaria del viaje, según se deduce de alguna afirmación del autor: "En estos días [cuatro, sobrantes después de la visita ordenada de las estaciones] reyteramos muchas vezes las demás estaciones del monte Syón y Oliuete" (p. 56). "Después que estos frayles anduuieron las estaciones en diez o doze días, en las quales yo los acompañé, porque nunca cansa el yr y venir a ellas" (p. 57). Además, el narrador ha organizado los materiales, como se ve en el hecho de que reserva noticias o comentarios para más tarde ("que más adelante se dirá" -p. 25), o adelanta comentarios y sucesos, como cuando hace un excurso sobre Loreto, describiendo este santuario desde la cercanía de Nazaret, cuando va camino de Damasco (p. 61s). No se trata, pues, de un diario, sino de un relato de viajes ordenado (escrito sin duda en fecha muy próxima a su acabamiento, como sugiere Calcraft -p. X), y, además, tratándose de un viaje a Tierra Santa, velis nolis de una peregrinación, debe narrarse de acuerdo con cánones o modelos bien establecidos. Tanto que es muy posible que, tanto para el relato del viaje como para muchas particularidades y detalles del recorrido de las estaciones (referencias bíblicas, orden de la visita indulgencias y oraciones para cada lugar, distancias e itinerarios, y tantos datos útiles), Guerrero, como otros autores de relatos de peregrinación, tuviera a su disposición el Ordinario de Tierra Sancta (58), fuente hoy perdida, citada por Aranda (Jones, 315), y otros escritos o impresos para estas circunstancias, en particular el Manual-guía para peregrinos de Tierra Santa que con tanto ahínco ha buscado y tratado de reconstruir Brefeld (59) (Jones, 87-90). Cabe incluso postular la existencia algún pliego suelto, a modo de folleto turístico, que la misma compañía de navegación veneciana entregara a los pasajeros, dada la exquisita organización que presidía las dos peregrinaciones anuales tan costosas (y también, por eso, tan rentables). Quizá por eso (o con eso) la narración de la visita en el Viaje de Guerrero es clara y neta, como una guía turística: se fijan ordenadamente los principales itinerarios, incluidos el que supone la subida a Jerusalén y la vuelta; se añaden dos en los alrededores: Monteolivete con Betania y Betfagé, Belén y los tres de Jerusalén, alrededor de tres puntos centrales: 1) Monte Sión; 2) Cedrón y Valle de Josafat; 3) Calvario y Santo Sepulcro, punto supremo y final. En esta dependencia de arquetipos radica la fundamental semejanza de los relatos y su concordancia en tantos detalles. Y en su desaparición radica nuestra dificultad para distinguir lo que un relato debe a los modelos y lo que es aportación personal del peregrino-narrador (la diversidad / originalidad de su mirada sobre en la captación de la realidad), tan importante para nuestro sentir contemporáneo.
Pero, aun confesando Guerrero esa centralidad teológica de Jerusalén y en ella Calvario y Santo Sepulcro, para el músico (y ésta parece ser aportación personal suya) hay un lugar en Tierra Santa tan importante como Jerusalén (60), que responde al paraíso: éste es Belén, que nos comunica en su inmediatez las reacciones del compositor. El comienzo del relato revela auténtico entusiasmo:
Capítulo VI. Del bendito camino y ciudad de Bethleem. Tiempo es ya de tratar del bendito y alegríssimo camino que ay desde Ierusalem a Bethleem (...) Desde la casa de Helías se descubre en un cerro la muy dichosa y desseada ciudad e yglesia de Bethlehem (p. 40s).
Y el centro de Belén y su iglesia es la cueva o gruta del Nacimiento. El relato de esta visita es una de las secciones que mejor revelan profesión, carácter, temperamento, emociones y sentimientos, creencias y estilo de F. Guerrero:
Entramos en un passage angosto para entrar en la Capilla del Nascimiento, que parece que entráuamos en el Parayso. Esta Capilla donde parió la Virgen al hijo de Dios es en la peña biua como essotras; será de doze passos de largo, y de ancho quatro y de dos estados en alto. Toda ella está cubierta de mármol y jaspe, y de mosaico hermosíssimo. Ay un altar que es una losa, y debaxo della está vazío, porque el suelo es el lugar puntual donde nació Iesu Christo hijo de Dios, hombre y Dios verdadero. Está señalado este santíssimo lugar con una losa muy blanca y en medio una estrella de jaspe (...) Dos passos deste altar está un lugar como una pileta de mármol quadrada más baxo que el suelo, donde fue reclinado el Niño Jesús nuestro Dios en el pesebre. Aquí está descubierto vn pedaço de peñasco tan dichoso, que gozó (si se puede dezir) del resplandor y gloria de Dios humanado, y digo verdad que este peñasco nos dio más contento que todos los demás jaspes y mosaicos... (p. 43).
En la comunicación de sus sentimientos es donde Guerrero conecta con sus lectores. A pesar de su realismo, el relato tiene encanto y seduce. Y es que realmente también aquí la visión y vivencia del compositor respondía a sus aspiraciones.
Informaciones y avisos. Finalmente, el relato de Guerrero tiene vocación informativa sobre un viaje, en este caso real y no imaginario, con informaciones de varios tipos. Las hay sobre la organización y condiciones de realización del viaje, que se ofrecen desde la perspectiva de aquello que el narrador tuvo que hacer para lograr, en las mejores condiciones, su propósito de viajar. Otras versan sobre las costumbres de las gentes de lugares aún desconocidos para el lector (y futuro seguidor) y la realidad y condiciones de las tierras que el viajero se encontrará, normalmente relacionadas con su utilidad para el mejor desarrollo del viaje, y con atención a características propias del peregrino. Así, pensando en uno de los padecimientos del viaje, la sed, se hará mención de la existencia de sandías: "ay olivares y viñas y otras frutas, y entre ellas vna fruta mayor que melones que en Italia se llama anguria (61), muy fresca, y vsan de ella mucho los turcos, porque entretiene mucho la sed" (p. 15). Guerrero ofrece los términos con que se designa algún producto esencial como el vino, que se dice jarap. Pensando en los peligros de beber agua en malas condiciones, señala dónde hay vino y debe hacerse provisión. Por ejemplo en Zante (p. 9).
Es lógico que el músico tenga bien presente el ya para su tiempo tradicional enfrentamiento entre los imperios español y otomano. Por eso indica a los españoles la necesidad de hacerse pasar por gente de otra nacionalidad, para evitar ser molestados (tomados por espías) y esclavizados. Por otra parte, esta relación beligerante de españoles y turcos aviva la atención de Guerrero sobre el comportamiento y aspecto del temido adversario. Describirá con todo detalle la fiereza de un guerrero turco:
A este tiempo llegó un Turco a cauallo; y él comió sin apearse lo que le di de mi mano: estuue mirando su buen talle y el buen donayre que traya para la guerra. Él traya vna lança y cimitarra y vn arcabuz, y arco y saetas, y vna porra donde auía ocho nauajas y daga y martillo, que, a mi parecer, podría entretenerse con diez enemigos y aun matallos; vean si es menester yr bien en orden con esta gente (p. 17s).
Los caballeros turcos parecen haberlo impresionado, como se vuelve a ver en el siguiente pasaje:
andando yo [en Damasco] por vna calle donde hauía mucha gente, andaua un genízaro turco a cauallo, corriendo por entre la gente, que era menester mucha destreza para no ser atropellado. Lleuaba desnudo vn alfange y venía borracho (62), y hauía dado a un moro vna cuchillada que le abrió la cabeça; yo me escondí entre los moros y passó como vn rayo; escapéme d'este por buena diligencia, porque no ay duda sino que gustara de dar otra tal cuchillada a un christiano (p. 68).
Son muchas las informaciones y avisos útiles que proporciona Guerrero, aparte lo ya visto sobre organización, sus costes, mejor tiempo para la navegación, distancia en leguas y en días de las distintas etapas del viaje y peligros del recorrido. Nos dirá, además, que, arribados a Palestina, se necesita un salvoconducto del Subasi (63), o alguacil de Rama, y la concesión de un guía (C. Domínguez, 137). Describirá las humillantes condiciones de hospedaje (bien cobrado) a la llegada, en las atarazanas de Jafa, inmundas cuevas. Para evitarlas y poder dormir en la nave en los días que tarda en llegar el salvoconducto, habrá que pagar un nuevo impuesto (la palabra para este peaje es gafar -p.16): un cequí (64). Siguen los obligados pagos a los grupos de alárabes, totalmente descontrolados (bandidos). Y nuevos peajes para entrar en Jerusalén y en la Basílica del Calvario y Santo Sepulcro (dos cequíes de oro en cada caso) (65). Sigue vigente desde 1167 la prohibición para los cristianos de utilizar caballos, mulas o machos en sus desplazamientos por el territorio del Imperio otomano. En Damasco, dice, "entramos a pie, porque no consienten los Turcos que los christianos entren en sus pueblos caualleros" (p. 66). Muchachos malos pueden correr a los peregrinos cristianos por las calles a pedradas (p. 21). Los viajeros no deben toser ni escupir, para que no interpreten "los moros que burlamos dellos" (p. 21). Quienes quieran emprender tal viaje lleven poca ropa, por seguridad... (p. 19). Al despedirse de los Franciscanos, guardianes de la Tierra Santa, que han cuidado del recibimiento, hospedaje y guía de los peregrinos, deben darse en compensación limosnas al P. Guardián (como ya se había hecho durante la estancia en Belén), y del P. Guardián se reciben "las patentes y testimonio de nuestra entrada en Jerusalem, escritas en pergamino y con el sello del Santo Cenáculo" (p. 57s). En esto, nada había cambiado desde el viaje de Encina y del Marqués de Tarifa.
Guerrero, como hijo de su tiempo y peregrino católico, ofrece también avisos sobre los beneficios espirituales. En el ambiente de la Contrarreforma destaca en la categoría de lo útil la posesión de reliquias (recuerdos santificados: astillas del leño de la veracruz, aceite de la lámpara del S. Sepulcro, tierra...) y la acumulación de indulgencias. Realmente el interés por las reliquias no parece relevante en F. Guerrero, frente a lo que sucede entre sus contemporáneos y en la iglesia de su tiempo. Pero tampoco ofrece el menor atisbo de crítica o rechazo:
Vimos en un campo gran suma de piedras tan pequeñas como garuanços, y de su hechura: lo que se dice desto es que la Virgen vio a un labrador sembrar garuanços, y le pidió le diesse dellos; y él respondió burlando, que no eran garuanços sino piedras, y assí se quedaron hasta oy. Estos garuanços yo los vi y traxe dellos" (p. 40s).
Al beneficio de las reliquias el peregrino añadía la ganancia de indulgencias, adscritas a la estación o visita de determinados lugares sacros en condiciones establecidas, aparte la general o plenaria conseguida por el hecho de realizar el viaje mismo: "y que nos dispusiéssemos a ganar las indulgencias, confessando y comulgando" (p. 20) (66). Guerrero menciona globalmente la ganancia de indulgencias, con expresiones como "ay muchas indulgencias":
[los frailes] huelgan de tornar a andarlos [los santos lugares] por ganar las indulgencias que en ellos ay (p. 21); aquí ay indulgencia plenaria (p. 22); y ganamos las indulgencias del santo Cenáculo (p. 23); en todo esto ay muchas indulgencias (p. 26); y gánanse grandes y muchas indulgencias (p. 28); En todos estos Santuarios ay grandes indulgencias (p. 29); se ganan muchas indulgencias (p. 42); con la indulgencia que se gana (p. 50); ay muchas indulgencias (p. 51).
Pero la más importante de las informaciones para el lector, la de mayor fruto para quien no vaya a efectuar él mismo el viaje, reside en la descripción de los lugares santos según el itinerario expuesto, con continuas e imprescindibles referencias a la historia sagrada relacionada con ese lugar. Se aportan así descripción e historia; lo cual implica contacto con las Sagradas Escrituras. Guerrero nos dice cómo una de las actividades relacionadas con esos lugares era la lectura de los correspondientes pasajes bíblicos o su resumen, a lo que seguía la respuesta en forma de gestos como arrodillarse, iniciar una procesión y cantar himnos o celebrar la misa in situ.
F. Guerrero es un católico español de su tiempo, un creyente normal y sencillo. Y, ni su mente, ungida por la piedad, ni la coyuntura de su época (Contrarreforma), aferrada a la defensa de la tradición y las tradiciones, podían permitir que en él surgiese el crítico que pone en duda creencias ni leyendas piadosas, las cuales, siempre que no engendren mentira, pueden resultar útiles, como afirma Adricomio de Delft. La formación cultural del compositor le hace ver que hay intereses que llevan a la creación de leyendas tradicionales o falsas sobre lugares y acontecimientos (y recíproca relación) de la Historia Sagrada, tengan o no su base en la Biblia: huella del pie de Jesús sobre una losa del Monte de los Olivos / Ascensión; hoyos donde se clavaron las tres cruces en el Calvario a excesivamente reducida distancia uno de otro (67). Normalmente el músico asiente a las informaciones que se le dan, ante todo por respeto al libro sagrado tomado como libro histórico. Por eso se refiere a sus autores como "Coronistas sagrados" (p. 61): "No se puede dezir la grande deuoción que aquí se halla, considerando que todo lo que en el Evangelio dezimos, se obró en aquél santíssimo lugar" (p. 52).
Además, Guerrero tampoco duda ni se plantea en la mayoría de los casos problemas de veracidad, porque, como no especialista, acoge las explicaciones que ofrece el guía de Tierra Santa, que siempre acompaña a los peregrinos. Así, pues, acepta leyendas como la de la presentación de la Virgen o la de la casa de sus legendarios padres: "Esta piscina está cerca de la puerta de la ciudad, y de la casa de San Ioachín y santa Anna, padres de nuestra Señora, donde fue su santa Concepción; aquí entramos en este santo lugar, que está casi debaxo de tierra..." (p. 26s). En Belén, junto a la capilla mayor de la basílica está "el altar adonde el Niño Dios fue circuncidado" (p. 45). También se le muestra la cueva donde estuvieron escondidos José y María cuando el ángel les dijo que huyesen a Egipto (p. 45); "Más arriba es el lugar donde los Apóstoles compusieron el Credo" (p. 33). Incluso elementos de parábolas se convierten en lugares reales: "Vimos en esta calle la casa el Rico auariento que no quiso dar al pobre Lázaro sus migajas" (p. 25). Otras veces, cuando la objetividad del dato es menos asentible, Guerrero recurre a fórmulas que no lo comprometen, como "dizen", "que dizen", "lo que se dize desto"...:
Vimos una casa que dizen fue de la muger en cuyo poder nuestro Señor dexó señalado su rostro sanctíssimo en vn lienço en dos partes, que el uno vimos en Roma, que le llaman el Vulto Santo y el otro en la Iglesia de la ciudad de Iaén(p. 25).En esta cueva [hoy llamada Gruta de la Leche] dizen que dando el pecho la Virgen al niño Jesús, cayó de la leche en el suelo, y así llevan por devoción tierra de este lugar para dar a mugeres que tienen falta de leche... (p. 45s).
Subimos un poco más y paramos en un lugar donde dizen que recibió la cinta de nuestra Señora el apóstol santo Tomás (p. 33).
Y en medio está una piedra de dos palmos poco más en alto, que dizen que nuestro Redemptor dexó estampado quando de allí subió a los cielos: el otro pie dizen que lo lleuó un Príncipe Christiano, no sé quién es. Este pie besamos muchas vezes con deuoción...(p. 34).
Lo que quizá exprese así no sin un guiño de duda o una pizca de humor. Pero, en verdad, que Guerrero pocas veces expresa su desconfianza en las leyendas piadosas. Como cuando en Damasco les mostraron "una piedra en una plaza cercada con una rexa, que dezían que de allí subió a cauallo S. Jorge, quando fue a matar la sierpe: lo que vi, y nos dixeron, esso escriuo" (p. 69) (68). Pero no discute otras inverosimilitudes, como "la casa donde estuuo Helías" (p. 41, junto a Belén); el "lugar [de la] cisterna de buena y mucha agua adonde los santos tres Reyes Magos se recrearon y alegraron en gran manera, porque allí les tornó a aparecer la estrella que se les auía escondido» (p. 41); el vado del que David tomó piedras para su honda (c. 2); la rama cortada del árbol bajo el que descansó la Virgen (c. 6), etc. Y no queramos pedirle que, en contradicción con las expresiones de fe y no de historia que son los evangelios, se plantee si realmente Jesús de Nazaret nació aquí, o allá en Belén. Sería exigir demasiado a su mentalidad e incluso a su época que fuera de otro modo. En cualquier caso y aparte estas reliquias de época, su relato quiere ser veraz y útil: mejor, útil por verdadero: "yo he dado cuenta en este tratado de mi viage a la Tierra Santa, con toda verdad christiana, a quien quisiere saber deste camino" (p. 80). Además, vale la pena por sus frutos espirituales.
4. El valor literario del "Viaje de Jerusalén" .
El valor literario de una obra, como venimos viendo, depende de muchos factores: de la feliz plasmación de los rasgos de un género; de la variación, apertura, ruptura o voladura controlada o lograda del mismo. Pero el valor literario, especialmente en nuestra época, depende, en el caso de los relatos, de las experiencias y fantasías con que nos permiten soñar, de las vivencias e informaciones que transmiten y del gozo que procura el uso del lengua, por su corrección, claridad, elegancia, sentido del ritmo, etc. En el Viaje de Jerusalén de Guerrero hemos encontrado en alto grado todos esos rasgos, según se ha visto. Destaco especialmente unas pocos.
4. 1. Realismo frente a mirabilia.
El relato de Guerrero es ante todo realista. No porque no aparezca en él algo muy buscado en su época: la relación de aventuras. Donde hay viaje, siempre habrá aventura: "lo maravilloso es la espuma del viaje" (Kappler, citado en Herrero Massari, 147), aun cuando las navegaciones transoceánicas del Renacimiento habían desacreditado las maravillas del relato medieval. Pero todo viaje, como queda dicho encierra riesgos, dificultades, riesgos y peligros. Y todo viaje aleja del mundo conocido. Por eso la maravilla, al menos como forma de hechos, realidades y comportamientos que son fuente de sorpresa y admiración, no desaparece del todo, ni la perspectiva del asombro ante lo desconocido o inesperado (los corsarios franceses, por ejemplo). Especialmente cuando el viaje es largo y se desenvuelve en un mundo hostil y ajeno (el Imperio otomano), sorprendente y que encierra peligros. Por más que Guerrero quisiera menguar esta dimensión, los lectores le reconocieron el arrojo propio de un héroe y de joven, y él implícitamente lo concede: yo con sesenta años... me comporté como un "moço rezio": ha corrido aventuras. Pero no se ofrecen maravillas propiamente dichas en su relato, pues no podía hacer esos descubrimientos en... el Mediterráneo. Apenas si se detiene en descripción de obras de arte (basílicas del Santo Sepulcro y de Belén con sus mosaicos, mezquita de la Roca, etc.), descripción de ciudades o de cosas que en algún grado superan lo ordinario y conocido: la ciudad de Damasco, el mar Muerto, el lago de Tiberíades..., realidades cuya rareza y maravilla reside especialmente en ser tomadas como espacio y soporte de manifestaciones de lo numinoso.
Por otra parte y, como es lógico en los tiempos modernos (racionalistas, con tendencia a la experimentación y a mediciones objetivas e incluso precisas y científicas), cualquier realidad, por muy alejada que esté de la experiencia del lector, se acerca a éste mediante comparaciones con el mundo conocido y cotidiano. A Guerrero le suelen bastar unas breves pinceladas y la conexión del lugar con hechos de la historia sagrada. Su preocupación está en las antípodas de la búsqueda de riquezas o exotismo oriental en los edificios. Al contrario, lo que encuentra y describe suelen ser realidades miserables y edificios en ruinas:
Llegamos a Bethania, que será al presente de sesenta casas, y más parecen madriguera de conejos que casa de hombres, porque están casi debaxo de tierra (p. 36s); Deste lugar fuimos pocos passos más adelante, y vimos un Castillo y casa que fue de S. Lázaro: que aunque está a la mayor parte arruynado, bien parece haber sido casa de hombre principal (p. 37). Fuymos a casa de María Magdalena, y a otra de Martha, las cuales están destruydas (p. 38). [En Belén] Lo que está arruynado se puede reparar, mas no quieren los Turcos (p. 46). Es de considerar ver esta ciudad [Sebaste] donde residieron tantos Reyes, tan destruyda que apenas ay 50 casas y esto se vee por toda esta tierra de Palestina: que passamos por ciudades que fueron muy grandes y no vimos sino piedras y algunos paredones (p. 60); etc.
Las ruinas aparecen continuamente en el Viaje de Jerusalén y son una constatación: "Ay muchos Santuarios destruydos, de muchos mysterios" (p. 26). Se ponen en conexión con el paso irremediable del tiempo que todo lo altera, como los mosaicos del Santo Sepulcro: "A la una parte está el retrato de Santa Helena, y de la otra el del emperador Constantino, su hijo, de rico mosaico muy antiguo, y otras figuras de santos, que casi no se parecen, de muy mal tratadas de la antigüedad del tiempo" (p. 55); "este santo lugar [donde fue la santa Concepción] (...) está casi debaxo de tierra, y en general los más de los edificios lo están, porque con la antigüedad del tiempo, ha crecido la tierra, cayendo unos edificios sobre otros" (p. 27). "...muchas poblaciones que fueron en otro tiempo ciudades principales, entre ellas Capharnaúm, y Chorozaím y Bethsayda; y al presente no ay más de sus ruynas" (p. 64). No hay en el Viaje de Guerrero (sí en la Tribagia), una consideración de las ruinas como visión de la sucesión de las edades ni como muestra de la barbarie de los infieles, que destruye los edificios; lo cual exige una nueva cruzada (C. Domínguez, 119s). Aunque la idea de la responsabilidad de los no cristianos en esta desolación aparece en dos ocasiones: cuando describe la desnudez de la iglesia superior de Sta. Catalina en Belén:
Esta santa yglesia que está encima del Nascimiento es hermosa en gran manera, porque todas las paredes y suelo de ella estuuieron cubiertas de losas de mármol, y los Turcos las han quitado de pocos años a esta parte para lleuar a sus mezquitas ( p. 44).
Y al lamentar el poco cuidado que los musulmanaes tienen de los monumentos que controlan:
Y aunque da tristeza ver el maltratamiento que estos lugares tienen por estar en poder de Moros, la deuoción y la fe de los Cathólicos no desmaya, porque consideramos que esté esto desta manera aora, por su secreto juyzio (p. 37).
Pero más que despotricar contra los adherentes a otra religión (69), atribuye a penalizaciones de malas conductas tales desastres: "Que passamos por ciudades que fueron muy grandes y no vimos sino piedras y algunos paredones. Y bien parece ser la voluntad de Dios estén assí, por los pecados de aquel tiempo" (p. 60).
No pueden, pues, encontrarse en el relato de Guerrero restos del mito de la tierra que fluye leche y miel (C. Domínguez, 124-6) (70), sino un territorio destruido y convertido en tierra fragosa y áspera, en línea con el Viaje del Marqués de Tarifa, quien anota que el terreno de Jafa a Jerusalén sería fértil si no faltara el agua. También Guerrero distingue entre la franja costera, fértil, y la fragosidad y pobreza de la tierra que circunda Jerusalén. Aunque resulta normal en un renacentista su natural consideración de las formas del paisaje y los cultivos: "Es este camino [a Belén] muy apacible, porque la una legua dél toda es heredades de viñas y olivares y frutas, y muchas torrecillas y casas que hazen una hermosa vista..." (p. 40). Por eso destaca el detalle con que ofrece la vista panorámica de Jerusalén desde el Monteolivete. Pero ni las ciudades ni otras realidades se constituyen en núcleos de expansiones narrativas.
4. 2. El primor del estilo
El Viaje de Jerusalén tiene el primor del estilo, que, en consonancia con su objetivo, es natural, sin afectación, como exigían los cánones renacentistas de Castiglione y Garcilaso (71). Reúne gran sobriedad, concisión, tersura y claridad. La palabra sin adornos y pegada a lo real gozaba del prestigio de contener más verdad. Por ello acierta de plano Guerrero cuando, escribiendo un relato de viaje a Tierra Santa, muestra un estilo sencillo. Por otra verdad, aunque fuera capaz de escribir para sus músicas composiciones poéticas donosas, no es un prosista. Nueva razón para ser espontáneo y personal en su escritura, sin que tenga que pasar sus experiencias o vivencias por el tamiz de las convenciones de los profesionales. Las descripciones se reducen a sobrias pinceladas, que, más que buscar efectos ornamentales, ofrecen la realidad experimentada con inmediatez y claridad, siempre en aras de la utilidad. Ésta es quizá la raíz principal de su estilo. Lejos de la prolijidad, el relato va derecho ad rem, con sencillez, sinceridad y con la frescura de la confidencia, aviso o recomendación de amigo a amigo. El período es corto y sin complejidades sintácticas. El tono coloquial, digno y decoroso, canaliza tecnicismos propios del género y palabras extranjeras que, por una parte, sugieren al lector lo que está más allá de su vivencia cotidiana (la parte de aventura, exotismo y maravilla que la ilusión toma como deseable y real), trasladándolo a un mundo para el que su curiosidad está bien despierta. Por otra parte, estos términos serán de utilidad a quien decida finalmente repetir la experiencia del narrador. Lengua transparente como los aires de la sierra de Judea, o clara como la luz que se derrama desde la limpidez del desierto.
4. 3. El humorismo.
No falta tampoco el humor o al menos el gracejo, que, como el valor y la decisión, se le escapan a Guerrero insensiblemente como en una acotación marginal que suaviza la gravedad del relato. Así es cuando, por temor a ser reconocido por español por los turcos elige un nombre alemán (Alberto), fingiendo serlo (c. 7), o en varias situaciones. Atalá, el guía palestino del grupo de Jafa a Jerusalén, dice a los peregrinos que él es cristiano con los cristianos y moro con moros. Y Guerrero le dice: "agora sed con nosotros Christiano" (p. 15). Cuando atraviesan el Jordán, es tanta la alegría y aprecio del agua santificada -en un paraje en el que ni siquiera había sucedido el bautismo de Jesús de Nazaret- que se lavan, beben...y hasta: "parecía que desseáuamos convertirnos en peces, por no salir de aquella bendita agua" (p. 65). Está, además, la referida anécdota del jenízaro alocado de Damasco (p. 68). Y la comparación de los lugares sagrados de Betania con madriguera de conejos (p. 36s). Resulta gracioso el modo de rechazar una leyenda o etiología asociada al nombre del río que llaman del Can "por cierta fábula de los gentiles que dizen que este can o perro, que era de piedra, hablaua a los desta tierra quando hauía de hauer guerra o alguna nouedad y después lo echaron en este río. Yo lo vendo al precio que lo compré; crea cada uno lo que quiere" (p. 70s).
4. 4. Retórica de la emoción.
Pero este relato es también una comunicación personal portadora de sentimientos y emociones individualizados. Se diría que Guerrero consigue aquí con la prosa, con un relato con su manejo poético de la palabra, lo que era capaz de lograr con su dominio de la técnica artística musical. Destacan los especialistas en sus composiciones musicales: "espíritu ingenuo de fe popular", "candor expositivo", "misticismo ingenuo y lírico" en las composiciones poéticas que servían de soporte a su música y con la cual ésta se compenetraba y "edulcorada sensibilidad": es lo que logra también con la palabra en su relato. Y, de modo particular, a partir de lo que era su vivencia básica comunicada: la de la música. Lo que como músico percibe, como escritor exhibe. Las palabras son ecos de fantasías musicales o vivencias de motetes, canciones y coros asociados a lugares, momentos y situaciones imaginados en toda su fuerza y plasticidad. Es como si la palabra fuera un refrescante surtidor de agua o de licor que manase de la enorme presión artística contenida en las vivencias musicales del genial compositor.
5. La música en el "Viaje de Jerusalén" de Guerrero.
Y, por supuesto, característica del relato de Guerrero es la presencia de la música. De la música brota el relato y a las músicas vuelve: entre soñadas o recordadas músicas se desenvuelve y se escribe (72). La recreación musical de los hechos sagrados es lo que le impele a hacer el Viaje, que, en cierto modo, no es sino el afán de contrastar la ensoñación con la realidad, que habrá que trascender en su apariencia. Lo que hará el sentimiento religioso: cuando la realidad se muestra hosca o mezquina, quedará transfigurada por la idealización o ensoñación. De ahí que la música adquiera un relieve particular. De su primer contacto con la liturgia griega / bizantina en Zante dice F. Guerrero, que la música utilizada en ella era "canto llano muy simple e ignorante" (p. 9).
La música acompaña la visita de las estaciones:
Es de saber que para todos los sanctuarios que se andan en toda la Tierra Santa lo primero que se haze es dezir un Hymno y Antíphona y Verso y Oración, que para todo se lleva libro desto (p. 22)
Echará en falta la música en lugares especiales: "Muy bien parecerían aquí cantando algunos discretos músicos las Lamentaciones de Ieremías, mirando y considerando el Calvario y Santo Sepulchro" (p. 53). "A la media noche es gran contento oyr a todas estas naciones dezir maytines, y cada uno en su lengua, y canto" (en la Iglesia del Santo Sepulcro: p. 56). "Es gran contento oyr": aunque la realidad ofreciera un des-concierto de berridos. Pero es en Belén donde se sueña con músicas celestiales y coros angélicos. Belén, legendario lugar del nacimiento de Jesús, le produce el arrobo y el traslado al empíreo:
Quando la vimos [Belén] todos los peregrinos y frailes con nosotros yuan, de rodillas en tierra cantando hymnos y oraciones y dimos muchas gracias a Dios. Fuimos cantando hasta llegar a la ciudad y puerta de la yglesia....(73) (p. 41).Entre el lugar del Nascimiento y el del pesebre está un altar de mármol, que señala el lugar donde ofrecieron los Reyes sus dones. Yo, como músico, tuue mil ansias y desseos de tener allí todos los mejores músicos del mundo, assí de bozes como de instrumentos, para dezir y cantar mil canciones y chanzonetas al niño Iesús y a su Madre santíssima, y al bendito Joseph, en compañía de los Ángeles y Reyes y Pastores que en aquel diuersorio se hallaron, que, aunque era al parecer tan pobre, excedía a todas las riquezas que se pueden imaginar (p. 43s)
F. Guerrero concentra toda la fuerza de su fe en este lugar y momento por el que desde siempre tuvo una llamativa fijación, fruto de su piedad mariana y encarnacionista (navideña). Por otra parte, también se aprecia la pena que sintió cuando, pasando en su viaje de vuelta junto a Nazaret, no puede acercarse al lugar. Su relato derrama sentimiento:
El otro monte es donde está la bendita ciudad de Nazareth, adonde vino el Ángel S. Gabriel a saludar a nuestra Señora, y donde encarnó el hijo de Dios. No subimos al lugar, porque nuestros moros no nos dexaron; sólo vimos blanquear las ruynas de los edificios (p. 61).
Se diría que las ruinas blancas de Nazareth son una metonimia de las lágrimas de su dolorosa frustración.
Conclusión
Hasta aquí algunas consideraciones sobre el Viaje de Jerusalén de F. Guerrero en el IV Centenario de la muerte del compositor. Escribió un relato sencillo, sobrio, ordenado, con elegancia natural; útil y lleno de noticias y avisos; personal, transido de afectos y rebosante de piedad. Impulso activo hacia la realización de la peregrinación para unos pocos a quienes se lo permitiera su circunstancia personal, económica y familiar. Un placer para la memoria e imaginación del autor en la relectura, y el garantizado embeleso para devotos lectores y oidores. Pequeña joya, que, como cualquiera de los motetes o sacras canciones, nos legó F. Guerrero, "para excitar los piadosos ánimos a la digna contemplación de los misterios sagrados": a la belleza de la vida.
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APÉNDICE
La edición valenciana de 1603 del Viaje de Jerusalén.
El Viaje de Jerusalén de F. Guerrero, como ya sabemos, apareció como apéndice o complemento de la Breve descripción de la ciudad de Jerusalén y lugares circunvecinos de Cristián Adricomio de Delft (74), traducido al castellano por Fr. Vincente Gómez de la edición original latina en Theatrum Terræ Sanctæ et Biblicarum Historiarum cum tabulis geographicis ære expressis, que tuvo en España al menos 7 eds. (Palau, I, p. 81s). Fue su editor en Valencia Roque Sonzonio, quien la dedicó al entonces Arzobispo y Capitán General de Valencia, don Juan de Ribera y encargó su impresión en 1603 a Juan Crisóstomo Gárriz, en la estampa junto al Molino de la Rovella, continuador, por tanto, del negocio de Juan Navarro y sus Herederos, en la mismas prensas que habían imprimido la anterior edición valenciana (1593) del Viaje de Jerusalén de F. Guerrero.
Cristián Adricomio o Adricómico había nacido en Delft (Holanda), a 15 de febrero de 1533. Presbítero católico desde 1566 e ilustrado escritor polemista, que murió en el destierro (en Colonia, 20, junio, 1585), arrastrado por el torbellino de la Reforma. Escribió una vida de Jesucristo (De vita Iesuchristi, ex quatuor evangelistis conte[x]ta, Amberes, 1578) y la Crónica del Viejo y Nuevo Testamento (1584?), llamado Cronicón o Chronicón de Christiano (que es el Chronicon duplex: ver nota 75), que tuvo varias eds. en español (17 hasta 1780: Palau, I, p. 82). Como tercera obra de Adricomio se conoce su ya citado Theatrum Terræ Sanctæ, etc. (Colonia, 1590) (75), que engloba la anterior, de la que Fr. V. Gómez aprovecha:
1. la Descripción de la ciudad de Jerusalén (Descriptio urbis Hierosolymæ (pp. 145-181 de las mencionadas eds. de Colonia) "con el número y instrucciones que están en el libro", es decir, según reza la portada, las referencias a los textos bíblicos y a obras contenidas en el siguiente
2. Catalogus auctorum quibus auctor in toto opere usus est, o Catálogo de los autores de quien me aproveché en componer esta descripción y delineación de la ciudad de Ierusalem (2 págs.) y
3. el Index universalis verborum et rerum memorabilium, traducido como Tabla de los lugares y historias más principales. Estas son la parte y secciones de la obra de C. Adricomio que nos interesan, especialmente la primera (la Descripción), que explican el adjetivo Breve en la ed. de Roque Sonzonio, ya que sólo ocupa las páginas 145-181 (el Theatrum es mucho más extenso -pp. 1-144). Y, añadido "a la postre de su primera parte " (la Descriptio urbis Hierosolymæ traducida), encontramos el Viaje de Jerusalén de F. Guerrero.
La Breve descripción de C. Adricomio no hace especial justicia al título, porque, más que una descripción, como la de Antonio de Aranda (Herrero, 96-98), es una obra de erudición bíblica: compilación enciclopédica de noticias históricas o legendarias y geográficas directamente concernientes a la cultura judaico-cristiana, alrededor o con la excusa de los lugares sagrados (de Jerusalén "y lugares circunvecinos"). De ahí el amplio caudal de referencias al margen de la Biblia, de escritores antiguos, patrísticos y eclesiásticos que certifican el texto. Es lo que se llamaba un libro de "antigüedades", según dicen tanto el Vicario General censor, el editor y el traductor de la obra: "libro curioso y de prouecho para la intelligencia de muchos lugares de la Sagrada Escritura para los que tratan della" (sign.: + 2v) (76). En su Dedicatoria, el editor dice:
Aquí hallarán los ojos en qué recrearse, la imaginatiua qué contemplar; la Voluntad, y el Entendimiento dónde descansar. Fruto [que] redunda generalmente a todos, pero principalmente a los Theólogos, y personas que tratan las Divinas Escrituras (sign. + 3v).
Editor (e impresor) se prometían sin duda un provecho notable de la obra así concebida. Ante todo, lanzaban una nueva obra al mercado con el patrocinio y probablemente también con la "bendita limosna", que diría Quevedo, de un entonces todopoderoso mecenas. Lo cual, a su vez, repercutía favorablemente en la publicidad de la obra, teniendo en cuenta el público principal al que se dirigía: "los Theólogos y personas que tratan de las Divinas Escrituras". Y no hay razón para poner en duda esta aseveración, aunque sí debe desentrañarse el valor de la segunda parte: "personas que tratan della[s]", pues, pese a sus explicaciones, no quedan en claro todos los objetivos de Sonzonio, que parece compartir el Vicario General, Dr. Pedro Juan Asensio, encargado de censurar y dar licencia de impresión española. El público potencial necesariamente tenía que ser más amplio que el de los especialistas en Sagrada Escritura, pues los teólogos, pese a ser muchos, no eran suficientes para justificar la tirada de la edición y las ganancias que de ella se esperaban, especialmente cuando no necesitaban la traducción al romance de la obra del holandés. Ahí está inconmovible la realidad del vehículo lingüístico utilizado: el romance. Así que los teólogos, a no ser como referencia ideológica, no eran los más buscados destinatarios de la traducción (ni por supuesto del anexo). Los principales (más numerosos) compradores o lectores eran esas otras "personas que tratan las Divinas Escrituras", amplia demografía de clérigos, religiosos y religiosas, que sabían poco o nada de latines, y los patricios, profesionales y oficiales, medianamente instruidos, que, aunque quizá capaces de entender la Vulgata, no la leían sin dificultades, sintiéndola, además, como un libro ajeno, por el distanciamiento de su normal vehículo de comunicación y cultura. Probablemente es a este público ampliado de gente devota a quien se dirige la traducción y edición de la obra del holandés, complementada, actualizada y amenizada por el relato del Viaje de F. Guerrero, de candente actualidad y, como sabemos por las ediciones, solicitado con afán y durante un largo período de más de un siglo por mucha gente. Por lo demás, Adricomio insiste en el prólogo en los lugares pasionistas que podrán verse o revivirse a partir de la lectura de su obra. Podemos leer una "Summa breve de la Passión de Christo" en los fols. sign + 5r.-7r. Y esos lugares pasionistas podían ser conocidos a partir de una pluralidad de fuentes: predicación, libros de horas, vidas de Cristo, teatro religioso, certámenes poéticos, pinturas e imaginería, etc. Lo que ampliaba considerablemente el público necesitado de información y concreción de noticias. En la misma línea se sitúa (reforzando el argumento) la publicación anexa del Viaje de Guerrero. Además, a este último golpe propagandístico ("dos por uno") podía responder una circunstancia concreta: que el Viaje de F. Guerrero, si no tenía como objetivo dar salida bajo forma de una emisión (con actualización de la portada) a los ejemplares de una edición anterior en la imprenta junto al Molino de Rovella, siempre resultaba (especialmente dada la brevedad de la obra) una nueva edición hecha sobre otra anterior, con lo que esto facilitaba y abarataba la nueva. La ventaja era también notable para los más o menos enterados de la Sagrada Escritura, pues con el librillo de Guerrero podían actualizar sus conocimientos sobre la Tierra Santa y sus monumenta, viendo "la grande differencia que ay en esta ciudad de aquel tiempo [supuestamente "de Christo N. S."] al de aora" (en la portada). Además, si así se deseaba o en caso necesario, la obrilla del músico sevillano podía utilizarse como guía de viaje, o porque se encargaba su encuadernación por separado, o desgajada de la obra mayor. Por su parte, Guerrero respondía perfectamente en su obra a "cuestiones de devoción práctica" (Herrero Massari, 104 y 105), con lo que el comprador o lector potencial crecía aún más.
Por si todas estas ventajas o alicientes fueran pocos, la Breve descripción entresacada del Theatrum de Adricomio resultaba de gran utilidad a los lectores al ofrecerles una completa Tabla o índice de la obra con temas, topónimos y antropónimos y la referencia a la página o al número de sección asignado en el texto a cada elemento. Aún más, antes de esa Tabla, como cierre o broche de su oferta de autor culto que quiere lucirse y / o poner su saber a disposición de sus correligionarios, les brinda el raudal de fuentes de las que había ido entresacando sus conocimientos: es una interesante lista de obras, de mapas o referencias escritas u orales sobre itinerarios y particularidades de los Santos Lugares. Aquí el estudioso contemporáneo de literatura de viajes y, especialmente, quien se ocupe de relatos de peregrinación a Tierra Santa, puede encontrar, esencialmente fiel al original, el Catálogo de los autores de quien me aproveché en componer esta descripción y delineación de la ciudad de Ierusalem.
Jones (p. 389s) ha constatado que en este Catálogo no están todos aquéllos de los que C. Adricomio podía disponer, algunos de los cuales, anteriores a la composición de la obra se pueden leer en la curiosa Aprobación por el Dr. Zamora de la Relación nueva, verdadera y copiosa de los lugares sagrados de Jerusalén y Tierra Santa... (1622) de Fray Blas de Buyza, comenzando por Adamano de Hibernia, O.S.B., resumido por Beda el Venerable (en el tomo V de sus obras con el título De locis sanctis) hasta varios contemporáneos o posteriores a la publicación de C. Adricomio. Dice que no se atreve a transcribirlos, al no poder deducir una fecha de composición o impresión que el autor omite. Yo mismo, tras un cotejo del Catálogo en las tres ejemplares de otras tantas ediciones conservados en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia, he podido constatar que en la traducción de Fr. Vincente Gómez (Valencia, Gárriz, 1603) se han producido inevitablemente algunos errores o erratas, especialmente en los nombres de los autores (las ediciones latinas también ofrecen variantes), y también omisiones. Sin embargo, algunos casos que pueden parecer errores (particularmente fechas de impresión o forma de impresión, como Vu, uu por W, w) bien pueden encubrir una referencia del traductor a otras ediciones más accesibles para él o para sus lectores españoles.
Consigno aquí lo más significativo:
1) hay un salto en la numeración de las páginas de p. 138 a 239, que se mantendrá sin corrección hasta el final. Así se entiende mejor el título: Breve descripción: son 139 pp., y no 239;
2) se omiten referencias a las ediciones de las Biblias manejadas por el autor y a varios escritores antiguos, probablemente por haber sido utilizados casi exclusivamente para el Theatrum y la sección del Chronicon, que no se publican en la edición valenciana;
3) Bernardo de Breidenbach aparece como Bernardino de Brerdembach: fue autor de una Peregrinatio Hierosolymitana et montis Synai (hecha por el autor con el conde Juan de Solms y el militar Felipe de Bicken (y no "Iuan Compte en Solms y de Philippo Bichen", que leemos en la ed. de Gárriz);
4) Vuolcende debe leerse Wolzende y Campî o Campis equivale a Kempen o Kampen (Holanda);
5) Adricomio data la obra de Rodolfo Lang, de 1517, en 1476, refiriéndose así quizá a la composición, pues a continuación menciona la edición impresa en Colonia por Eucario Cervicorno (Hirtzhorn); en la ed. valenciana leemos dos veces 1517.
6) Los nombres de los peregrinos de Delft a Tierra Santa en 1521 deben escribirse Heuter o Heuterio (por Henter), Schorel (no Scorel) y Varick (no Valick).
7) Para los 23 libros de Historia de la Guerra sagrada (de Guillermo Tyrio o Tirio), el autor se refiere a la impresión en Basilea 1583: el traductor español remite a Basilea, 1564, y añade el impresor: Nicolao Birlingero (por "Officina Brylingeriana"), como aparece Nicolo Briling, por Bryling, en la referencia a otra obra sobre el mismo tema compuesta por Basilio Juan Herol (por Heroldo) e impresa también en Basilea, según el autor (mejor, sus editores de 1593), para la que en la ed. valenciana se da la fecha de 1560. En esta edición se pone en 1556 el viaje a Tierra Santa de G. Juan, abad del Monasterio de Abcou (no Abcon) de los Bátavos. En el último párrafo debe leerse Bironio por Brionio y en la ed. latina se lee M. Aitzingerus por M. Eyzinger en la española;
8) omite año de impresión (1593) del mapa de Jerusalén y de Tierra Santa realizado por Tilman Stella [Stern?], sigenense; atribuye, en lugar de 1559 del original, la fecha de 1589 (quizá hubo una nueva edición este año) a la impresión de la Urbis Ierusalem delineatio de A. Reiznero (Reisner). La descripción de otra obra de Reisner (Ierusalem civitas ex sacris litteris...), ampliada por J. Heydero (Heydeno, Heyden o Heiden) concluye "impressa en Francoforte por Iorge Coruina ad Memum", donde hoy quisiéramos leer "impresa en Francfort de Meno...") y omite la fecha: 1563. También omite la fecha de impresión (1593) del Camino del Calvario o Via Calvariæ, que le dio P. Adriano Schyf de Oudeuuater; en el original "Scyf ab Oudewater".
9) en la ed. española leemos Borculio por Borculoo de la ed. latina; Vuolfolgo Vueissemburgio por Wolfgang [Wolfango] Weissenburg [o Weissemburch]; Ziegliro por Ziegler y Vander Mueler por Van der Muelen.
Y, 10), creo que con buen criterio, atendiendo a que recoge sólo una parte del Theatrum de Adricomio, la edición valenciana de 1603 omite la referencia a obras generales de cronografía, historias de la Iglesia, de los Concilios, de los Papas, de los Emperadores, Martirologios, Comentarios de la Pasión y Resurrección de J. Hessel, concordancias de los evangelios, Crónica de Holanda y otras referencias justificadas en una obra de gran erudición.