Triaria


Capítulo xcvi: De Triaria, mujer de Lucio Vitelio, la qual una vez en un negocio exercitó y ampró tanto las armas como si fuera un buen capitán, y muchos de los enemigos mató de su mano.

Triaria no fue conoscida por otra nobleza de linaje salvo que fue mujer de Lucio Vitelio, hermano de Aulo Vitelio, emperador de Roma, cuya ferocidad, o porque amasse con mucho fervor a su marido, Lucio Vitelio, o porque naturalmente ella fuesse tal, fue tanta que fue digna de memoria, por tener cosa tan contraria a las mujeres.

Estoviendo, pues, en discordia sobre el imperio Vitellio César y Vespasiano, acaheció que como ya hoviessen entrado en Terracina, ciudad de los volscos, algunos guerreros hombres de pie, debaxo de un Juliano, capitán, y tanbién muchos marineros del estol y exército de Roma, el qual estol y exército estava so Apolinario, presidente, no lexos del monte Circeo, y la dicha ciudad hoviessen tomado los del bando de Vespasiano (y esto por negligencia grande y descuydo), por indicio de un siervo o esclavo acaheció que Lucio entró aquella noche. El qual como se hoviesse crudamente con el espada infiesta contra los enemigos y los de la ciudad, Triaria que siguiendo a su marido havía entrado de noche en aquella ciudad, codiciosa de la victoria de su marido, ceñida una espada y ayuntada con los cavalleros que levavan la bandera, entrava en los desventurados, yendo agora acá, agora acullá, por la media escuridad de la noche, entre gritos y clamores diversos y lanças que discurrían, y la sangre y los extremos solozcos de los que morían, sin dexar cosa alguna de la asperez militar, tanto que fizieron algunos relación haver ella entrado en los enemigos muy cruel y soperb[i]amente.

Grandes son, por cierto, las fuerças del amor del matrimonio en el coraçón y ánimo sano. Ningún miedo tienen, solamente sea enxalçada la honra de su marido; ninguna memoria tienen de la piedad y amor; ninguna vergüença tienen del sexo femenil; ninguna estima fazen de la qualidad de los tiempos. Pudo Triaria para la honrra de su marido emprender todas las cosas con poco y ligero trabajo a su ver, como las mujeres acostumbren no solmente no ser guerreras, mas ahun spantarse estando en el mismo seno de sus maridos, quánto más ésta que osó emprender cosa de que los mancebos ahun muy esforçados se suelen spantar. E si esta mujer con tan gran esfuerço y coraçón se levó en las armas y pelea de noche, ¿quién creerá haver sido ella esclarescida por esta sola fazaña? Como las virtudes comúnmente no acostumbren de reynar senzillas en los hombres por baxos o por excellentes que sean, yo por cierto creo que Triaria fue mucho más honrada por otros merescimientos, ahunque sean aquellas fuera de nuestra memoria.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 97 v y ss.