Capítulo xxxxvij: De Tamires, reyna de los Scithas, muy esclarecida por
la insigne victoria que hovo contra Ciro el Mayor,
rey de los Persas, el qual como hoviesse venido contra los Scithas y hoviesse
vencido al fijo de esta reyna y muerto, la madre tovo tanto osar de haver
vengança que destruyó a Ciro con toda su hueste, y cortóle la cabeça y púsola
en un odre lleno de sangre.
Tamires fue illustre reyna de los Scithas, los quales como tengan su
tierra muy stéril y no fructifera, y estén so una parte del cielo y ayre muy
fría juntos con los montes Ripheos y Yperbóreos, y dende a sí mismos solamente
notos y conocidos. Quién fueron su padre y madre de Tamires, no se sabe. Por esto es ella,
quanto a las insignias de la nobleza, de major nombre y fama y mujer señalada
que tovo imperio sobre pueblos fieros y indómitos, toviendo Cyro los reynos
de Asia. El qual como toviesse codicia del reyno de los scithas, quiçá porque
más fuesse conocida Tamiris, más por enxalçar su gloria que por acrescentar
su imperio, porque havía oydo ser los scithas hombres pobres y salvajes,
empero que fasta entonce nunca reyes algunos grandes los havían vencido ni
conquistado. Movido y atrahído desta codicia de honra, armó su hueste contra
Tamires, reyna viuda. Cuya venida y aparejo, sabido ante por Tamires, ahunque
toda la Asia y quasi todo el mundo por sus grandes fazañas le temiesse,
empero no espantada, como mujer se escondió y fue a buscar las cueuas. Ni
pidió paz por medio de algún rey d'armas, mas ayuntadas sus esquadras y
fecha ella caudilla de la guerra, como podiesse resistirle si quisiera
ponerlo por obra y vedarle el passo, dexóle passar con toda su hueste el
río Araxes y entrar en su frontera y tierra, arbitrando la astuta mujer
mejor poderse vencer la ravia y codicia de Ciro dentro de su tierra que
fuera. Y avisada cómo havía entrado ya muy adentro en el reyno, dexó a un
fijo solo -que tenía la tercera parte de su gente- y mandó que se adelantasse
a pelear con Cyro.
El qual Cyro, assí considerada la qualidad de los lugares y de los
costumbres de aquella gente, como oida sintiendo venir el mancebo con la
hueste, deliberó más de vencerle con engaño que con armas. Y dexadas sus
tiendas y real muy bastecido de vino, el qual no havían aún conocido los
scithas, y de otras viandas y manjares y deleytes, fingió de fuyr. Y como
el mancebo llegó y falló todo él vazío y desamparado, como vencedor ledo,
el enemigo fuydo, con los scithas como convidado no a guerra mas a preciosos
manjares, començaron anchamente de tragar de aquellas viandas y bever liquor,
por ellos fasta entonce nunca conocida. De lo qual, dexada y dissolvida la
disciplina militar y arte del campo, tomóle sueño al mancebo y a su hueste,
el qual sepultado y dormiendo como un muerto, sobrevino Ciro y matóle con
los otros. Y como cierto de la victoria, passó más adelante. E como Tamires
supo el destroço de su gente y el estrago della, aunque siendo biuda
estoviesse muy atormentada y affligida de la muerte de su fijo único,
empero no se dio -como las mujeres acostumbran- a llorar ni derramar
lágrimas; antes aquéllas con la ira y deseo de vengança amansadas y
apaziguadas, con el restante de su gente, con la misma arte que havía
oydo haver sido engañado su fijo, sin que dexasse sus tiendas y real
lleno y bastecido de mucho vino, pensó poder engañar a su enemigo, aunque
muy astuto. Y como aquálla que sabía bien la tierra, fingiendo de fuyr
traxo a su codicioso perseguidor y enemigo a un passo angosto entre unos
montes stériles y fríos y helados, y encerrólo ende. Y falleciéndole quasi
todas las cosas necessarias, bolvió entre aquellas ásperas selvas y passos
de montes y destruyóle con toda su hueste. Y ni aun el mismo Ciro escapó
sin fartar la saña y ira de la biuda con muerte muy cruda y sangrienta.
Ca Tamiris mandó buscar entre la gente muerta el cuerpo de Ciro, el qual
fallado mandó que le cortassen la cabeça y la pusiessen en un odre lleno
de sangre de los suyos. Y como si hoviesse fecho una rica y digna sepultura
a rey tan sobervioso, dixo: "Fártate de la sangre de que tanta set hoviste".
Mas que ninguna otra fazaña si no ésta leemos de Tamires, tanto empero
más noble quanto fue mayor el imperio de Ciro.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 54 v. y ss.