Irene
Capítulo lviiij: De una mujer llamada Yrene, de una patria que no
se sabe, empero fue muy honrada y de grande estima y nombrada por el ingenio
de la pintura. Y fue fija de un Cratino, siquier
Cratinace, singular en aquella arte, al qual
la fija rem[e]dó muy bien o sobró.
Yrene, si fue griega o en qué tiempo floreció no se sabe de cierto, empero
créese que fue griega. Y es cosa cierta que fue fija de un pintor llamado
Cratino, y discípula suya, la qual tanto estimo yo ser más de loar quanto
paresce haver en arte y fama haver sobrado a su maestro, como su nombre
esté entre muchos en pie, siendo su padre quasi fuera de memoria sino por
ella, salvo si fue aquél del qual se lee que pintó en propia forma las rayzes
y fojas de todas las yerbas para dar noticia dellas, ahunque el que esto fizo
sea llamado por muchos Cratinax y no Cratino.
El ingenio desta Yrene fue muy grande y su artificio memorable. De cuyo
magisterio fue un argumento maravilloso: una mochacha pintada en una tabla
en la ciudad Eleusina, y en la misma el viejo Calipso,
y allende desto Theodoro el esgrimidor, y esso
mismo Abstítenes, egregio baylador de su
tiempo. La qual cosa por ser comúnmente ajena de mujer y que no se puede
alcançar sin gran fuerça de ingenio, lo que en ellas acostumbra ser muy a
tarde, pensé de honrar y enxalçar con alguna loor.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 65 r. y ss.