Polytes. Justina. Belisea.
Polytes.- Agora que voy en mi cabo, quiero prevenir con el entendimiento los passos desta jornada. Porque según el delicado sentimiento de Belisea, y lo que de ella /fol. xxj r/ este día pude collegir en sus palabras sangrientas, no está en más mi vida de antojársele a ella, que no ando en passos de su servicio ni le busco su honra ni tracto de su ganancia. Porque estas señoras y donzellas muy recogidas, la honra las suele tornar tan tímidas y sospechosas que, en lo que a ellas se les assienta una vez, tarde salen de tal escrúpulo; y con tal alteración, la pulga les paresce toro. Pues si mis passos y tramas salen en luz, descreo de la vida si al mejor librar sobre justo vel injusto, mientras saben cuyo soy y mientras conoscen que soy pariente de Floriano. Y de mientras acude Floriano por su honra y mi favor, sino me atacan las calças de color con algún jubón incarnado, bordado de la tignería y pespuntado por algún gurrea. Pues guárdeos Dios, de hecho es, que no me lo quitará Floriano. No en balde dizen: que estando con el conde, no mates el hombre; ni en huzia del favor, no seas malhechor; porque quien adelante no mira, atrás se halla. Pues querer yo librar a Floriano tan a mi costa es bovería, porque por otro tengo yo, y devo poner lo que él pondría por mí. Y por Floriano perder yo o arriscar lo que perdido me podría él restaurar, justo era. Pero la vida ni la honra mala suelda tienen; peor es que el vidrio, que al fin quedan las pegaduras a mejor librar. Pues pensar que me hiede ya el vivir quando aún apenas comienço, no es razón. E también yo sé que por librarme no dará Floriano muchos passos, aunque yo doy hartos por él y con assaz peligro de la persona. E oy en día, siempre en los palacios quieren los señores los criados sanos, bulliciosos, atrevidos, trabajadores, callados y no pedidores; pero si tantico afloxáys con el trabajo o mostráys cansancio de la carga, al punto no vale el criado nada. Y junto con esto páganle los servicios atrasados con una desgracia presente, y aun a las vezes con embia[r]le al hospital, sino tiene de proprio heredado y confía en lo ganado. E si por aventura, por sus buenos y muchos servicios passados, la razón les calla la lengua en el despedirle, también la ingratitud les ata las manos en el darle y les tulle la memoria en el acordarse dél para acorrerle. Por manera que de las ningunas mercedes tome él causa para se yr. Y ansí no le dizen que se vaya, mas házenle obras con que él se commida, y ellos huelgan /fol. xxj v/ de tomar occasión para escusar su ingratitud, diziendo que él se fue. Ansí que mancaos en su servicio que no faltará quien eche menos vuestro trabajo, aunque no aya quien mire en hazeros algún beneficio. ¿Pero yo qué digo? ¿Con quién lo he? ¿Yo no voy solo? ¿Quién me hizo a mí tan tímido en el daño que o será o no? Yo mesmo me paresce que llamo al desastre, pues lo lloro ya por presente. A la burla, que mientras el hombre hallare dónde poner los pies, siempre yrá adelante; que si cayere, buscar el remedio; y en tanto, holgar, pues Dios sabe lo que será, que los males, si han de venir, no se escusan. En tanto, tomar plazer, que el pesar él verná sin buscalle. E aun, quiçá, que primero que venga, o morirá -dizen- la burra, o quien la tañe. E la obligación, que yo más que ninguno de casa tengo a Floriano y su liberalidad, es razón que quite mi tibieza. Y lo que más me deve animar es la buena esperança que tengo de aver a Justina, y de ambas partes me viene la ganancia al ojo. La muchacha es como un oro, y su señora la ama; ansí que si quajassen las cosas, todos podríamos ganar y gozar. Porque con el gozo de entrambos, crescerles ya la franqueza en el dar, y nosotros en el recibir la medra, porque a río buelto, ganancia de pescadores. A la puerta estoy, y no sé qué camino tome. Gran temor me rodea. ¡Quán cierto es acompañar el temor al mal hazer! Pero si ello ha de ser para servirse Dios, Él me encaminará, pues muchas vezes de malos amores salen sanctos matrimonios. E aun agora va Dios delante, porque ay combidados de cena en casa de Lucendo. ¡Qué gran tavahola passa! Entro, encomendándome al nieto de santa Anna, que entre muchos no seré yo echado de ver. ¡Ea, Polytes!, si quieres honra y provecho, cata que a los osados ayuda la fortuna, y el que no aventura, no passa mar, ni aun se toman truchas a bragas enxutas. Quiero buscar algún paje que me llame a Justina. Diré me ser su pariente, que basta que los seamos de parte de Adam. Pero, ¡o, qué buena ventura la mía!, que allí la veo por so el corredor a una reja de los entresuelos baxos. Y aun creo que me ha visto y conoscido con la clara luna que reverbera del patio acá, en lo abscondido de la sombra. Allá voy, que me llama.
Justina.- ¡Hola, paje! ¡A, gentil hombre!, con perdón del atrevimiento. Dadme un guante, /fol. xxij r/ que se me cayó en el suelo.
Polytes.- Poco es daros vuestro guante quien os tiene dado su coraçón.
Justina.- ¡Ay, mala landre me mate, si no es el
paje de Floriano! Quiero escusarme con ser obscuro para mejor y
más sueltamente hablarle, pues él es bien razonado. Y
haré que no le conozco. [Ap.]
- ¡Ay, Jesús! ¿Y quién soys, que
tan suelto habláys sin saber con quién?
Polytes.- Más sin medida es vuestra crueldad, contra quien por conosceros no conosce a sí mesmo.
Justina.- No siento quién soys ni me cumple sabello; ni sé qué responder a tales pláticas.
Polytes.- Vuestra hermosura me tiene tal parado que no es mucho no sepa yo deziros quién soy ni vos desconoscerme, porque por vos mil vezes me hallo ser muerto; y sin jamás despedir la vida, siempre ando a los braços con la muerte.
Justina.- ¡Ay, válame Dios! ¿Y si soys algún cuerpo fantástico?
Belisea.- ¿Qué hazes ay, di?
Justina.- ¡O, qué buen salteamiento! Oye, oye maravillas de aquel mi requebrado, que acaso llegó aquí.
Belisea.- Mas, ¿quién es?
Justina.- El paje de Floriano, el de la carta de ayer del jardín.
Belisea.- ¡Ay, ay, quítate acá! Vamos, que ya cenan los combidados.
Justina.- Por tu vida, que oyas si buscas plazer. Y oye, que llama; no sienta que estás tú aquí.
Polytes.- ¡A, mi señora! ¿No queréys el guante?
Justina.- Ya le quisiera en la mano, y aun a vos absente, pues no me dezís quién soys.
Polytes.- Tomad, señora, vuestro guante; y perdonad que os le doy en la punta del espada, pues quedé tan baxo de cuerpo quanto en mérito ante vos.
Justina.- ¿E cómo puedo saber vuestro mérito sin conoscer vuestra persona?
Polytes.- Soy el que tiene puesta su vida en vuestras manos.
Justina.- ¡Ay, que no mirava en ello, pues devo ser médico! O si no, ¿cómo dezís que estáys enfermo y está en mis manos vuestra vida?
Polytes.- Verdaderamente con sólo vuestro querer me podéys quitar del todo la vida y tornármela a restituyr, pues vos sola bastáys a hazer movimiento en todas mis potencias; y sola podéys dar remedio a mi mal.
Justina.- ¿Qué te paresce, mi señora, si me puedo loar de tal requebrado?
Belisea.- Digo que bien sabe encarescer su pena.
Justina.- Pues espérate, que yo le haré
desbastar más.
-Dezid, galán, ¿conoscéysme por ventura, o
cómo me veys con las tinieblas de la noche?
Polytes.- Porque la claridad de vos /fol. xxij v/ procediente tiene lumbroso el circunstante ayre donde yo ando.
Justina.- Lo que entiendo de lo que dezís es que devéys de tener ojos de mochuelo, que veen de noche.
Polytes.- Como yo siempre ande en la noche del penar y en la obscuridad de mi tormento, como a vos os contemplo en mi memoria y os hallo en mi coraçón por la passión que por vos padesce, viéndoos, pues, en tal manera, no puedo sino veros en la noche, porque quanto más os contemplo, más por vuestro amor soy puesto en obscuro tormento.
Justina.- Como no os entiendo, no sé qué responder a esso, mas de que, pues sin más me conoscer, os mostráys tan penado por mí que no me maravillo que ansí engañéys a las no avisadas y recatadas mugeres con vuestras lástimas, que los hombres decoráys para las dezir, dentro de las quales va, como anzuelo en cevo, abscondida su perdición.
Polytes.- Tanto yo, mi señora Justina, os conosco, quanto por vos olvidando a mí no sé cómo llamarme, sino vuestro. Ni quiero sin vuestro conoscimiento conoscerme a mí.
Justina.- Ya, ya. ¡Jesús, Jesús, y qué ciega he estado en este punto! Porque en la desemboltura del hablarme te uviera de aver conoscido. Pero, ¿y qué mandas a tal hora, donde acaso te vi, cosa no acostumbrada?
Polytes.- Quería hablarte, señora, sin pregón. Y también traygo una carta.
Justina.- Pues no tengo de quién me recele, bien puedes hablarme, porque el que anda sin malicia -dizen- que anda sin temor. Ansí que, ¿para quién o cuya es, que no nos oye nadie?
Polytes.- Señora, perdóname el declararme más en cosa que a otro toca. Y si no me has entendido, entiende, que las paredes suelen oyr, mayormente de noche, donde la vista no anteviene la distancia del sonido de la voz.
Justina.- ¡Ea, mi señora! Dame licencia para que entre por esta portezuela del entresuelo, aquí tan sólo en esta sala.
Belisea.- Anda, déxame, que ni ya puedo oyr las vaziedades de aquel sandío ni a ti te querría tan golosa de tal habla. Pero porque no acabaremos oy contigo y también porque quiero avisar a esse paje que no aborrezca su juventud con tales venidas, anda, ábrele.
Justina.- ¡A, gentil hombre!, tocad a essa portezuela,
que la dexó un paje en denantes sólo apretada que
salió por ay, y tornándola pasito a apretar, subid.
- Y tú, mi señora, esfuérçate a
forçarte /fol. xxiij r/ en hablarle y responderle, pues ya
oyste que te trae carta.
Belisea.- Mucho deroga a su bondad la honesta muger en admitir mensajes semejantes, como quiera que vengan, y no menos abre puerta a su perdición en pararse a dar respuestas. Porque en estas cosas lo mejor es tapar los oydos y baxar los ojos, y tapiar la lengua y huyr el cuerpo. Porque ansí como el fuego de una morceña en otra se atisa y sube llama, ansí no menos de un mirar toman occasión de hazeros señas, y de atendelles las señas en hablaros; y de oyrles las sus hablas viene, por ventura, a ser abrasada la hembra y él enloquecido.
Justina.- Anda, señora, que al fin, aunque oya y él sea atrevido, la hembra con dura respuesta despide la importuna petición, y el duro adversario amansa las furias.
Belisea.- Bien dizes. Cierra essa ventana y descubre aquella vela porque nos veamos.
Polytes.- Dios prospere vuestra magnífica gentileza y prosperidad de estado.
Belisea.- Vengas, paje, en buen hora. Y porque de ley de
mensajero no meresces pena, aunque no te limpias de la culpa, quiero
acortar razones contigo. Yo sé que me traes carta, y aunque me
uviera de escarmentar tu mensaje e innocencia de raposo en lo
passado, pero por ver que nunca acabarás, quiero concluyr tus
mensajes no buenos. Da la carta a essa donzella, que yo ni la
tomaré ni la leeré. Y espera luego por la
respuesta.
- E tú, Justina, alúmbrame a este retretillo y
darásme alguna huelga con ver que hago lo que tú
quieres. Agora, por contentarte, me lee essa carta, que de mi
provecho ni bien yo sé que vendrá desnuda.
Justina.- E calla ya, mi señora, que ni tú eres ya vieja para no holgar y passar semejantes palacios, quedando entero tu señorío y bondad sana, y honra sin quiebra y honestidad limpia. Cata que éstos y otros tales suelen ser los seraos de las damas, que ríen y mofan de los galanes de corte, pero ¿por esso son tenidas algo en menos? E tú mira que n[o] has de ser monja, pues no querrá tu padre perder su heredera de mayorazgo. E dado que lo fuesses, aún no te estrañarías tanto sino fuesse a más no poder, como passa entre las que se conoscen para ello. Y dexando estas razones, te leo la carta, que trae buena letra.
/fol. xxiij v/ Es ya tan intolerable mi tormento, que con dolorosos sospiros que el mi tan penado de vuestro coraçón os embía, y con penosos alaridos y grandes vertientes de lágrimas que lançan de sí los ojos por mandado del triste coraçón, las duras y secas piedras insensibles tienen ya blandas y las indómitas irracionales fieras tienen inclinadas a mansedumbre y llenas de piedad, y dolorosas de compasión de la poca que yo tengo de mí mismo por vos, mi señora. Empero con todo esto, como el gran estado de vuestro merescimiento mora tan en la cumbre, y mi baxeza y poco merescer me tiene a mí tan submergido en el profundo, no alcançan las vozes de mis alaridos ni las muestras de mis dolores a subir al audiencia de vuestra misericordia. Porque de otra suerte, bien sé que oyéndome vuestra nobleza, en oyrme os despertaría a benignidad; y sabiendo vos tan gran daño, no sufriría vuestra generosidad no remediarme. Y esto sólo alcançaría para mí en vos vuestra bondad, sin tener atención en mis atrevimientos, viéndome tan perseverante en pediros favores con la gran fe que en amaros tengo. E pues las passadas peticiones no tuvieron audiencia, merézcala ésta con más algún favor. No porque agora me piense ser más ante vos, pero porque en el mérito de la tolerancia de la pena me juzgará el amor por mártyr vuestro, e porque vuestra misericordia se vea tan al claro como vuestra hermosura. De aquí confío en vos que respondiéndome me mandéys un de que o viva para más penar y en ello más os servir, o un al mi vivir, para que se concluya la passión déste que se osa firmar por vuestro. Floriano.
Belisea.- ¿Paréscete, Justina, que a un tan público adversador de mi honra y honestidad, que le devo de oyr ya más? Dame, dame tinta y papel, y salte fuera, que no quiero que se me passe la ira, para que con ella le dar su merescida respuesta.
Justina.- Aquí todo a punto. Y mira, mi señora, que la passión es un género de embriaguez que ciega las potencias. Y el ciego, aun llevando guía, no va bien seguro por llano que sea el trillado camino. E no te digo más. Y sálgome hasta que llames a esta sala.
Belisea.- Pon cobro allá fuera, y mira que no vean esse paje. Y no entre acá nadie, hasta que yo salga.
Justina.- En todo tendré cuydado.
(Allá quedarás, que agora, de Dios me ha venido este
rato que lo /fol. xxiiij r/ avremos Polytes e yo, y veré
qué tiene tras el buen razonar).
Polytes.- ¡O, qué gran merced a sido ésta, en no me dexar sin tu presencia en estos obscuros palacios!
Justina.- Pues agora que ay candela, no te congoxarás. Pero dime: ¿en mucho tienes esto que hago por ti?
Polytes.- Por gran parte de mi gloria.
Justina.- Anda, que plaziendo a Dios y andando el tiempo más haré y más podré, pues mucho más tú meresces.
Polytes.- ¡O, qué alegría me ha puesto tal esperança! Porque tu valor y mi baxeza quebravan las alas de mis altos pensamientos para esperar de ti algún favor.
Justina.- Anda, señor, como sea amor no ha de estar ocioso en que no obre algo el que ama por el que es amado. E, pues, por tu bondad yo te amo de un amor limpio y casto y seguro, no puedo no te servir y hazer todo plazer. Con tanto, me di cómo le va a Floriano y dime si está ya con más esperança de sus desseos.
Polytes.- Toda su esperança tiene él en ti, e yo toda mi gloria.
Justina.- Pues por mi salud que puedes tú dezir lo que te pagares, pero que me es el bien en cargo, aunque más lo es a ti, porque por ser tú el tercero soy yo acá de contino su abogada.
Polytes.- Pues por la solicitud tuya, para primera vista del processo te embía mi señor este collar de oro, no de poco precio ni menos galano; y embíate a dezir por mí que le perdones, que para más días le tienes y a mí para siempre por tuyo. E por tal, te pido essas manos y licencia para ponértele por mi mano al cuello.
Justina.- Al señor Floriano darás mis copiosas regracias de agradecimiento por tan magnífica merced. E tú tampoco te atrevas con mi soledad y buen amor a ser descomedido.
Polytes.- Perdóname, que mirava cómo paresces una reyna.
Justina.- ¿Sí? ¿Qué bien, pues, que te encomiendas para alcançar perdón?
Polytes.- Aquí me pongo de rodillas hasta que me perdones y me des essas tus manos por mi señora.
Justina.- Algo es bovo el moço. Estamos a solas y ¿pónese en cortesías? [Ap.]
Polytes.- ¿Qué dizes, vida mía?
Justina.- Que no hagas essos essos estremos tan sobrados y te sientes luego en tu silla.
Polytes.- No quiero desobedescerte.
Justina.- Pues menos me deves de destocar. Cata, amigo, que andas por quedarte solo. Mira que te quiero bien y tú no tienes razón ni occasión de enojarme, ni lo aciertas, y descubrirte ansí tan al primer golpe, no viendo en mí por qué.
Polytes.- De enojarte me guarde /fol. xxiiij v/ Dios. Cátame aquí hecho un cordero.
Justina.- Mucho necio ha comido el mancebo, que luego me cree que digo que me enojo. ¡Y él creo que piensa que le tengo yo de dezir que se desenbuelva! [Ap.]
Polytes.- ¿Qué dizes, mi vida? Que temo enojarte y tu hermosura me engolosina a ello.
Justina.- ¡Pues está quedo ya! Y baste, que aunque mi hermosura dizes que te dé licencia, mi honestidad te vieda tales atrevimientos, quando no oviesse muy descubiertas occasiones en mí.
Polytes.- Señora, ésta ha sido la fruta de palacio, y las señales de tenerte yo en obligación por señora y en amor perpetuo por esposa, pues que en tal vínculo, o a ti o a ninguna daré el sí.
Justina.- Pues yo a ti no menos. Y pues tal ha querido Dios, de aquí adelante te llamo de verdad mi señor; pues que, con el hazerte yo todo plazer, has querido que mi honra no tomasse quiebra tomándome por muger.
Polytes.- Digo que soy el dichoso en llamarte mi muger, y por tal, como en rehenes, te pido. Y tomo este abraço.
Justina.- ¡Ay, por Dios, que te baste ya! Pues agora me has de querer para más de un día. Y dexa de quebrantar más, que sale ya mi señora. E, pues, no hay más tiempo agora, toma éste en señal de marido; y para otro día que ordenares nos veamos.
Polytes.- En todo me hazes merced.
Justina.- Apártate, que pues para lo hecho no llamamos testigos no los tomemos en mala sospecha.
Belisea.- Toma, paje. Darás esta carta a el tan sobrado de tu amo. Y tú no veas más mi cara con tales embaxadas. Cata que la furia más alcança a los cercanos. Dígolo porque huyas de darme enojo. Y ve con Dios. E tú, Justina, cierra la puerta baxa y vente tras mí a mi recámara, que te aguardo.
Justina.- ¡A, señor! No sé qué llevas en essa carta allá, que las muestras de lo que acá queda no son de bien.
Polytes.- Lo que yo sé que llevo es que llevo respuesta a Floriano y voy yo amenazado de tu señora; y de ti muerto, aunque muy favorido. E ansí me tendrás cada día por acá, si tu voluntad no me lo vieda.
Justina.- Ya no podré quitar tus venidas, pues serán descanso mío. Pero ruégote que como por cosa tuya mires ya por mi honra, porque quiçá el amor que te tengo me pondrá a mí en esto descuydada alguna vez. E pues, ya de mi bien y de mi mal es tuya la parte, encargándote el silencio en lo hecho y el miramiento en lo por venir, te digo que no afloxes en tus embaxadas. Por- /fol. xxv r/ -que con el curso de los tiempos se mudan a las vezes los paresceres a las personas; y con mucho se tractar una fruta se haze madurar o ablandar antes con antes; y concluydo lo principal, avrá lugar nuestra ganancia y aún la publicación de lo que hemos hecho con nuestra honra. Y pues eres cuerdo, no pidas más para entenderme. Y en pago del collar y en señal que doy contigo por aprovado todo lo hecho, te doy este anillo de oro con este jacinto, el qual quito agora de mi mano y le pongo en tu poder para que quando tú te ovieres entregado en mí de todo en todo de lo que queda, me lo tornes. Y en tanto, sepas que éste te sea memoria de que traes contigo mi coraçón, y acá quiero me quedes el tuyo. Y ve con Dios, que viene lumbre por el patio; no encamine acá y se borre lo bien escrito por ser tan al fresco. E no des en mí mal cobro de aquello que, para te servir, yo tanto amo, que es mi honra.
Polytes.- Las entrañas se me arrancan en esta partida. Pero donde fuerça hay, derecho se pierde. Y en lugar del anillo te quedo mi coraçón en este abraço, y tráctamele bien como cosa tuya.
Justina.- ¡Ay, señor mío, no te
querría tan olvidadizo ni tan atrevido! E pues en el despedir
avré yo de hazer comienço, me perdona que cierro la
puerta. E quando vinieres, o sea por este lugar o por la puerta. Y ve
con Dios.
-Pero agora que se va resfriando la herida, veo, captiva yo,
quán desmandadamente me he governado, como mal prevenida
donzella. Pero, pues, a lo hecho no ay enmienda; y no
lleva más de voluntad y palabra, aún no es de llamar
yerro el mío, pues el matrimonio Dios le manda, y Él lo
encamina. Y encomendándolo a su majestad todo, me voy a mi
señora, bien descuydada de mis cosas. Y ansí veo en
mí que de pocas mugeres es de fiar su honra propria,
libertadas.
Polytes.- Desde aquí a casa en mi cabo quiero retornar sobre las palabras tan sangrientas de Belisea, porque a lo que ella mostró y dixo, e yo veo, yo ando el más cercano al peligro. E ansí, si mal sale, luego es en mi casa; y el mal que a otros costaría hazienda, a mí costará la vida, que no hallará en otra cosa donde tope. Pues, ¡ay de quien muere si no va al cielo! Y el yr al cielo no es de todos los que mueren, aunque el cielo se hizo para todos los que vivieren con razón de hombres. Pero dexando esto al saber divino, bovería mía es querer yo calças y ju- /fol. xxv v/ -bón si los tengo de atacar con la vida. Pues yo muerto, ¿para qué quiero huerto? Pero también, ¿que dexe yo de venir a gozar de mi Justina? ¿Y que huya yo la cara al favor de la Fortuna? Quiero seguir tras mi venturosa dicha y buscarla y amarla, y tenerla y morir por ella. ¡O, mi Justina!, no creas a lo que éste, tu anillo, te dixere de lo que agora en mí havrá sentido. Fuera estava de mí, no pensando en tu gracia en hablar y donayre en el meneo y aventajada hermosura. Nunca pensé ganar de ti lo que oy; nunca pensé ser recebido a tu servicio. Y que agora llevo el sí de muger, al estilo de nuestra christiana Yglesia; y que de oy más pueda verte y hablarte, aun sin ofensa de Dios ni tuya ni del mundo. ¡O, qué semblante de tristeza de amor me mostró al despedirme! Fuera, fuera ingratitud, que pues Dios me busca quiero salirle al camino. Y con esta deliberación, pues ya estoy en casa, me acojo a buscar de cenar, que la respuesta mañana daré a Floriano, pues duelo ageno del pelo cuelga, y pues, ración de palacio, quien la pierde no ha grado. Entro al hilo y bullicio de la gente, que a buen tiempo llego, que si me echaren menos a la mesa en el servicio, no me echarán menos en la mesa agora al mi provecho.
Felisino. Fulminato. Pinel. Marcelia. Liberia. Gracilia.
Felisino.- ¡A, hermano! Según veo que tan de re, mi, fa, sol aparejas el sentarte a cenar agora, no deves tener memoria que será tarde para lo que tenemos que hazer.
Fulminato.- ¿Y qué es? Que juro al sancto calendario que se me ha colado de la memoria, que traygo dividida en cosas que penden de mí. Di, di, que pienso que es el tracto que se ha de dar al bodegonero de la plaçuela, viejo por la demasía de su lengua en lo que ayer se dexó descoser. Pero reposa, que todas /fol. xxvj r/ las cosas tienen tiempo. Y en esto está seguro, que está en manos el pandero que le sabrá tañer. Y cata, que también quien no assegura no prende. Ni pienses que más de mi espada y braço sólo tengo de embaraçar en tan poca pesca, como él y toda su casa, ni aun me llevará vanagloria de cuchillada, porque espaldarazos o palos, o coces o talegazos le han de dar castigo, y aun quiçá que muerte y a otros escarmiento. Que ni pienses que ni tú con aquel borracho perderás sueño ni mi espada la vayna.
Felisino.- Agora te digo que no vamos por un camino todos.
Fulminato.- ¿Y cómo? Agora adevinas que uno piensa el vayo y otro el que lo ensilla. Pero dime qué es, antes que la chólera más reyne en mí sin saber el de qué.
Felisino.- En mí avía ella de reynar contra tu desacuerdo. En lo que sabes que se ha embiado a donde sabes.
Fulminato.- Que de Dios no me aparto si te entiendo; que en mi lenguaje no ay más de pan por pan.
Felisino.- ¡O, qué memoria de Aristótil? Anda ya, que es tarde para yr a la cal Nueva.
Fulminato.- Ya, ya, al cabo estoy. No nombres más que es de noche y ay muchos oydos. Vamos, que tal puesto no es de perder, que para esso llevarme has por un cabello sin quebrarle. Pero dime, ¿qué has embiado?
Felisino.- Porque no vayas con temor de aver hambre te lo diré. Allá estan dos pares de perdizes y tres aves y una pierna redonda de carnero, y un solomo de vaca y una gran puesta de pernil para hazer la olla.
Fulminato.- Vianda ay para diez abbades. Pero si no ay más no voy allá.
Felisino.- Ya te entiendo. Allá tengo de lo bueno de Toro, que passa de dos açumbres, tintillo; y de Madrigal blanco, poco menos.
Fulminato.- Pues marchemos, que la fruta de ante y pos yo la perdono con tales çumos.
Felisino.- Pues aún de esso ay provisión de dos dozenas de camuesas.
Fulminato.- Fino hombre eres. Pero mira que con tales embiones, presto desmancharás el partido, aunque mal pagado y bien servido.
Felisino.- Anda, vamos, e iréte leyendo una leción de baratar, porque veas que no lo sabes tú solo todo.
Fulminato.- Pues dime, ¿tienes de acá algún tercero?
Felisino.- Porque no creo que tendrá allá compañía de plato, no le llevo.
Fulminato.- A la fe, no creas, hermano, en tal sancto. Hi de puta, ¡pues qué cosa mugeres, para en oliendo un tal cevo no acudir como moscas a la miel! Y nunca faltará un dezir: . Porque bien sabes, /fol. xxvj v/ y si no lo sabías sabráslo, que ay primas que son para continuar el parentesco, y primas para travar nueva parentela. Y éstas llamo yo en mi lenguaje: primas para enbaxo de grado.
Felisino.- Primas de solo plato y cama, deves de dezir.
Fulminato.- Tales las hallan, pues, estas mugeres que buscan vida gananciosa. E ya que no pueden vendéroslas por primas, véndenlas por parientas o, como dixe, por vezina llamada para en vuestro servicio. En manera que quieren que les agradezcáys lo que ellas hazen por vuestra costa y su provecho. En especial que como en aquella casa vean que entran mancebos, luego acudirán como buytres al cevo. Pues después que las veys en torno de la mesa, no es gentileza no dezirles que alcancen del plato, y aun del hato.
Felisino.- Caladamente hablas, pero sean las que fueren que mientras más moros más ganancia. A Pinel, que me ayudó a llevallo de acá, será bien llamar, que es mancebo de bien y de pecho.
Fulminato.- Eslo, cierto. ¿Pero ya ellas no sabrán allá que para él que ha de aver compañía? Pues allá lo verás sino ay tercera. Y llámale y movamos, que son cerca de las diez y tañerán a queda.
Felisino.- Pues, ¿qué tienes tú con las campanas? ¿Temes quiçá al aguazil?
Fulminato.- Hallado as quien no dessea hallalle.
Felisino.- Pues de mí ve seguro, que te acompañaré.
Fulminato.- E aun, pues, por saber yo de ti esso y por conoscerme, que si lo topamos, con que presuma estorvarnos el passo, que con la vara le tengo de quitar juntamente la vida. Por tanto, no querría necessitarme a que se dilatasse la cena un hora por mi espada. E aun esto, si bien sabes, no es covardía, mas antes fortaleza, porque a la fortaleza acompaña la prudencia.
Felisino.- Es ansí, que no es de sabios y fuertes todo acometer, ni aun de necios ni covardes todo huyr, quando el esperar no espera vitoria.
Fulminato.- Pues esso sabes, vamos, que cata allí a Pinel a solas.
Pinel.- ¿Qué se tractaba de mí? ¿Y dónde bueno?
Fulminato.- Que vamos a hazer cierta riça en unos contrarios.
Pinel.- Pues a mí me tenéys a todo con persona, espada y capa y buena voluntad. Y vamos.
Felisino.- Pues ha de ser adonde ayer me ayudaste a desembarcar y acá a hurtar.
Fulminato.- Agora que vamos fuera, me aclara esse punto.
Felisino.- El botiller y despensero te lo dirán al echar de su cuenta.
Fulminato.- ¿Qué, por Dios, qué escotaron?
Pinel.- Mas pagar, dixeras mejor; porque si en todo lo /fol. xxvij r/ que allá está, ellos están confiados para el gasto de acá, saldrán del agalla con el sueño del perro, buscando tocinos donde no tienen estacas. Aunque al cabo todo lo paga Floriano, y del cuero salen las correas. Sólo les costará un item más de otros dos renglones.
Fulminato.- Descreo de los adoradores de Mars, sino soys los que yo buscava. Agora te digo Felisino, que avrá tercera y aun quinta donde vamos, porque de la miel del modorro, a cucharonadas.
Pinel.- A la fe, a la cuenta de sobremesa, si oviere más de para cada sendas, seremos tres a tres; y a las demás, dalles señal para otro día vaco. Pues todos los días no son yguales, ni todos los años abundosos.
Felisino.- Hablas al punto.
Pinel.- A la fe, hablo a uso de mi tierra.
Fulminato.- Y aun al uso de los cuerdos. Porque necedad es poner cartel quien no piensa salir con el campo. Ni con mugeres es bovo el que aun de lo que puede no les quita algo para tener que les dar otro día.
Felisino.- Anda ya que, dando lo que puedo, cumplo; pues ley humana ni divina no obligan a más del poder.
Pinel.- De ley, ansí es, y de razón. Pero no con las mugeres, que en tal desseo les falta ley y razón, porque no quanto puedes, sino quanto quieren te pidirán. Porque después de ser amigas de todo extremo, an en recibir y ganar el tal extremo, ya que salen con lo que quieren de mal contentadizas. Pocas vezes muestran que hazéys lo que y cómo lo dessean por quedar fuera de obligaciones de os dar gracias.
Fulminato.- No aguarda Fulminato a que me den las gracias, sino tómolas yo en cessar a la obra, mayormente en esta tecla; porque dizen que antes la muerte que la hartura hallan a la muger carnal.
Pinel.- Yo no jugava tan al descubierto. Pero pues tú guiaste, baste que en el comer y en el vestir son tan altas de pensamientos y de tan reales estimaciones de su merescer, que jamás hallan causa de satisfazerse de lo que les days por parescerles todo menos de lo que quieren y merescen. Y siempre en sus cosas querrían ser solas: solas en governar, solas señoras de todo passatiempo, solas en no ser contradichas, solas en su parescer, solas en mandarnos, solas en salir con sus temerosas porfías donde les vale el porfiar, solas en buscar arreos, aposturas, invenciones para embaucar los sandíos hombres. Y en todo lo que hazen quieren solas el loor, solas la estima, solas el servicio, solas el dar consejo. Pero en un caso, a mi ver, nunca se quer- /fol. xxvij v/ -rían solas.
Fulminato.- En la cama.
Pinel.- Ay sí, la compañía y no de mujer por temor de las fantasmas, pero de varón; y tal varón que no las dexe dormir en toda la noche. Y si él se descuyda, ellas como son tan medrosas, de puro miedo se meten en él, de manera que le sacan de aro. Pues después, desque os hallan el que quieren, luego os acuden con: De manera que al cabo de la labor le pagan al pobre su afán con un sobreçejo enojoso e ingrato.
Felisino.- Bien dizen que del agua mansa me guarde Dios... Espantado me tienes, Pinel, con lo que sabes.
Fulminato.- Ansí han de ser los hombres de seguida.
Pinel.- A la puerta estamos.
Fulminato.- Ya te paresce que querrías verte en la colación de sobre cena.
Pinel.- Óxala ya estuviéssemos en la color del paño, que todo sería, a faltar tiempo, acompañar parte de la mañana con la noche. Pero temo de quedar lavando mis manos, mientras vosotros amoláys los gañivetes. Porque vosotros ya traéys ojeados sólos dos platos de vianda que ay en esta casa, y entonces a mí paparme han duelos; y vosotros vestidos mofaréys de mí desnudo, diziendo: pésame de vos el conde.
Felisino.- Anda, que no hizo Dios a quién desmampare, que a donde oviere dos camas o dos platos para nosotros no faltará algún escaño o salsereta para ti.
Pinel.- Ansí te honren tus hijos desque los tengas. Pero, pues que no me embiaste al establo a despollinar pesebreras, me heziste honra. Pues avisa, que carne assan. Que te digo que tengo tanto y más mullida y segura la cama que tú, y no de peor ropa.
Fulminato.- Mas, ¡vao!, que venías tan a lumbre de pajas.
Pinel.- Anda, que todos sabemos la cal Nueva; y escucha si ay dentro caça, porque de tales no ay que fiar si os hazéys del bueno.
Marcelia.- No es possible, hijas, que no les ha succedido algún embaraço que ansí tardan.
Gracilia.- ¡Ea! Mira, prima, por essa gelosía.
Liberia.- ¡Ay! A la puerta están tres. Pero no serán ellos, que no avían de ser tantos.
Gracilia.- Anda ya, que también somos acá tres. Que Pinel, el un compañero suyo, será, que es un angelonazo.
Liberia.- Bien me dava a mí el coraçón que algo esperavan tus rodeos [Ap.]
Gracilia.- ¿Qué dizes entre dientes?
Liberia.- Digo, prima, que todas andamos tras una pesca.
Gracilia.- ¿Pues qué quieres, prima, que guardando la honra con algo ha de mantenerse oy la persona? Y aun esto /fol. xxviij r/ haze a tu madre acoger a estos moços, que más ayna desgajan el real que el hydalgote peynado, que os paga con largo haré. E tú prima, pues me entiendes y tienes tiempo, no aguardes allá a la vejez al caer de la hoja, quando entra el arrugado y triste y encogido frío. Y mira que con sola essa verdugada cada día, pocos inviernos harás.
Liberia.- Pues ansí me remedie Dios. Esto para contigo: que con entenderlo todo y ver la poca renta que nos quedó de mi padre, hago de la bova con mi madre. Porque bien mantenernos oy no pueden sóla rueca y almoadilla. Y buen vestido y pobreza no compadescen limpieza. Y la pública necessidad apregona lo que haze y no haze la muger. Por tanto, dessimulo por ver que quiere mi madre que reluzgamos al mundo, que no sabe perdonar cosa.
Felisino.- ¿Miras algo, Fulminato?
Fulminato.- Pensé que venía el aguazil y quíseme yr a él.
Felisino.- Con la justicia, que tiene horca y cuchillo, no te burles, porque al fin buscan cómo se mantengan de hazienda de bovos.
Fulminato.- Mala la tienen conmigo, que no me para blanca.
Pinel.- Mal de muchos es ésse. Pero si no con la bolsa, pagarlo yas con la gorja. Y al fin, la soga quiebra por lo más flaco.
Fulminato.- Sea lo que fuere. Llamo y quitaremos achaques de calle. Ta, ta, ta.
Marcelia.- Anda, anda, Liberia, abre sin llamar sospechosos vezinos, veladores sobre vidas agenas durmiendo las suyas.
Gracilia.- Anda, que yo voy a abrir. Apareja tú la mesa.
Fulminato.- Oye, oye, que esta voz no es de mis ovejas.
Pinel.- Anda, calla. Entra, sea quien fuere, que dentro podrás tomar tu ración. Y cada qual al tanto.
Gracilia.- Nora buena vengan los galanes, aunque tarde.
Fulminato.- ¿Esso me dizes?
Felisino.- Pues yo te sigo. Pinel acompañará a esta hermosa y cerrarán la puerta.
Gracilia.- ¡Ay, señor, que me heziste caer la candela de la mano! ¡Ay, por tu vida, que me dexes, que daré gritos!
Pinel.- Daré yo vozes. Y tú gruñe, que al fin eres muger.
Gracilia.- Asuadas, que otro día que yo me guardaré de ti. ¿Y qué tan atrevido eres? Sube, por amor de Dios. No des cuenta de ti y de mí a quien la podemos escusar.
Pinel.- Perdóname y sígueme.
-Buenas noches, señores.
Marcelia.- En buen hora vengas. ¿Y cómo subís a escuras?
Fulminato.- Calla, entendamos en cenar, que se correrá la hermosa.
Pinel.- ¿Pésate, o qué te va a ti de los otros?
Fulminato.- Que te digo que eres hombre de chapa. Siéntate, y tu señora Marcelia oy sea campo franco.
Marcelia.- Por amor de Florisino, /fol. xxviij v/ yo huelgo de todo lo que la mesa altar permite. Pero, pues la mesa es grande y no ay quién sirva, todo estará en la mesa y cada una coma con el suyo. E cata ay los plateles; corte cada uno lo que más le agradare, pues que sabéys que donde ay hombre siempre ha de servir de trinchar.
Fulminato.- E la muger ha de servir de plato de corte.
Liberia.- Ya dizes malicias acostumbradas.
Fulminato.- ¿E tú, que no la entendiste?
Pinel.- A la fe, la señora Marcelia haze bien, que anda tras el vino.
Marcelia.- No dizen que toda buena cena del bever comiença.
Fulminato.- Ansí dizen. Pero el vino más templado y no tan empinado, porque ansí pudrirte ha los hígados, siendo tan rezio.
Marcelia.- Bien sabes de médico. E tú no sabes que la muger que es de su naturaleza fría, e que por tanto ha menester calor, y ansí verás que usamos chapines todas. Y los hombres, si traen corcho, son pocos y necessitados de calor.
Pinel.- Yo de mala gana traería corcho. Pero menos me atrevería a ygualarte en essa corrida, porque con tres bocados de assado as bevido ya dos reventones. No sé qué harás al cabo de tanta cena.
Marcelia.- Aunque oveja que bala, bocado pierde, no dexaré de te satisfazer. Y sepas que el vino más cumple a la muger que no al hombre, que es más fuerte. Porque a la muger confórtale la virtud natural flaca, ayuda a la digestión, cría nueva y limpia sangre, alegra el coraçón, quita mal de madre, conforta la vista, sanea la memoria, haze buena tez, pone color viva al rostro, limpia la dentadura, da buen anhélito, ayuda al calor natural para el parir, cría leche y alegra la cría de las que dan teta a los niños.
Felisino.- Luego tú deves andar en essas occupaciones.
Pinel.- Calla ya, que la virtud sin el acto no hazen effecto.
Felisino.- Bien dizes, Pinel, que no miré que no era casada la señora Marcelia para el parir o criar.
Marcelia.- ¿También tú eres malicioso?
Liberia.- Anda, madre, que algo [se] le ha de pegar con quien tracta.
Fulminato.- Haga las pazes entre mí y ti, hermana Liberia, esta taza de tinto. ¡Que bevas, por amor de mí, porque te ayude al parir!
Liberia.- Si no por la mesa, dixérate que pariré para ti.
Gracilia.- Graciosamente das antes que amagues, Liberia prima.
Liberia.- Más gracia tienes tú en empinar.
Pinel.- Házelo por cortar bien las flemas y dormir mejor.
Felisino.- Veo que el que peor lo haze no ha menester yr a Francia.
Marcelia.- Anda, que el buen instrumento saca maestro, y el buen vino, él se beve. Y /fol. xxix r/ este que anda por la mesa es tal, porque tiene buen olor y buen color, y buen gusto y mal dexo.
Pinel.- Antes, lo que mejor ha de tener es buen dexo.
Marcelia.- Pues que no me entendéys lo que digo: , quiero dezir: , que de mala gana se dexe por ser tal.
Liberia.- Y aun por ser él y nosotros guardalle essa condición, nos ha dexado antes que le dexemos.
Marcelia.- Pues yo limpio este escamocho por assentar la cena.
Fulminato.- Siempre buscáys achaque para lo que os cumple.
Gracilia.- Dexemos las pláticas, pues ya la vianda está parada.
Fulminato.- ¿Pues aun, cuerpo de mí, que de los mal librados tú fuiste ya la mejor, y aún ya se te haze tarde?
Marcelia.- ¡Ea, digo, todo el mundo quedo! E tú, Felisino, no te desmandes con Liberia. Y tú, Pinel, no te quiero tan retoçón de mi sobrina, que soy muy zelosa, mayormente que aún estamos a la mesa.
Pinel.- Pues si la mesa lo estorva, yo acá me aparto. Buena pro haga.
Gracilia.- Ea, prima, guardemos todo esto; cada cosa en su lugar.
Fulminato.- Pues porque la fiesta sea entera, oye, señora Marcelia, una puridad al oydo.
Marcelia.- ¿Qué dizes?
Fulminato.- Que como al plato, seamos tres por tres al lecho.
Marcelia.- ¡Ay, Dios me guarde! No, no, tal cosa no en mi casa. Bástame que yo pequé contigo sin que dé a otros causa, en especial que Liberia sería por demás aunque yo quisiesse, porque no imagina ella cosa de varón en tal manera.
Fulminato.- Pues mal sería yrse a la calle, y yo con ellos a tal hora.
Marcelia.- A Dios gracias, para esso camas avrá en mi casa, que aunque pobre no faltarán un par de camas.
Felisino.- ¡A, Pinel, qué secretos de sobrecena son éstos de los dos! ¿Y las muchachas qué, se nos trasportaron?
Pinel.- Luego, ¿no has entendido cómo Fulminato gana la voluntad de la huéspeda para que nos dé las muchachas?
Felisino.- Pues terciemos jugando de mala, que por Dios,
que es marcado compañero Fulminato.
-¡A, señora Marcelia!, danos licencia al
compañero y a nos, que es tarde.
Marcelia.- Esso me estava diziendo Fulminato, que no se
quiere yr; ni aun sería hora de abrir la puerta ya, porque
tenemos vezinos sospechosos.
- Hija Liberia, aposentaréys a essos dos galanes en la
cama del entresuelo, y tú y tu prima en estotra camareta de
arriba, par de la mía.
Fulminato.- Pues que a mí me dexas solo, enséñame la cama, que luego marcho.
Marcelia.- Y espera, que sólo eres para ti. Daré cobro a estotros.
Liberia.- Cuida- /fol. xxix v/ -dos agenos matan a mi madre, sobre tener ella su cobro. ¿Pues, mándote yo? [Ap.]
Marcelia.- ¿Qué dizes, hija?
Liberia.- Que pierdas cuidado, que todo se hará bien.
Marcelia.- Pues, tú, sobrina, mira por la casa. Y a acostar todo el mundo, no oya yo más a nadie.
Gracilia.- Mira, prima, lo que ha de ser conviene que sea; tú alumbra abaxo a Felisino que yo llevo a Pinel a estotra cama, y después allá cada uno hara como viere.
Liberia.- ¡Ay, Jesús!, no osaré yr sin ti.
Gracilia.- ¡A, señor Felisino!, mi prima te yrá alumbrar y enseñar la cama, y sea luego. Y no la dexes subir sola, que es medrosa. Y tú, señor Pinel, sígueme.
Felisino.- ¿Cómo vas ansí tan rostrituerta y de mala gana conmigo, sabiendo quánto soy tuyo, mi señora?
Liberia.- Esta es la cama, ay queda essa vela; y quédate. Buenas noches.
Felisino.- Mi señora, perdóname, que me avisó tu prima que eras medrosa.
Liberia.- Pues ya que soy medrosa, ¿y para qué cierras la puerta? ¿Y ésso, señor Felisino? ¿Y forçarme quieres en mi casa?
Felisino.- Perdone tu hermosura mi atrevimiento, pues me fuerça tu amor a te forçar sin poder hazer menos.
Liberia.- ¡Ay, por su solo Dios, que me dexes!
Felisino.- Perdóname, pues aun tú no me lo tendrías a bien en tal tiempo comedimientos, pues bien sé que te has de quexar.
Liberia.- ¡Ay, cuitada de mí! ¡O, deshonrada de mi madre, y qué mala hija tienes ya en mí y qué mal huésped en Felisino! ¡Qué mal te ha pagado el buen hospedaje!
Felisino.- Pues que yo estoy desnudo y tú, vida mía, no te has de yr esta noche desta cámara, y lo hecho ya es hecho, para en lo por hazer te ayudo a desnudar, que es tarde.
Liberia.- Pues mi madre dio la occasión, y tú, Felisino, tienes de mí lo mejor, y yo soy forçada y donde fuerça ay, derecho se pierde, no te quiero negar lo restante. Y cátame aparejada a cumplir toda tu voluntad en todo mi daño y perjuyzio.
Felisino.- Pues, sobre tan soberana merced, mato la vela. A buenas noches.
Floriano. Polytes. Lydorio.
Floriano.- ¡O, el más triste de los tristes y el más sin ventura de los cavalleros, dime, muy confiado Floriano, qué esperança te promete tu atrevida confiança! ¡O, mi fiel mensajero, cómo te veo en gran afán para complir tu palabra! ¡O, cómo tu buen desseo te hizo no mirar primero el ningún favor que para tu mensajería te deva mi poco merescimiento! Bien veo que vas más acompañado de lealtad para servirme que de justicia para librarme con buena nueva. Mira, mira, que desconfío de la vida por pensar que no avrás revocación de quien me condena a la muerte. ¡O, cómo pienso y temo que negociarás solícitamente!, ¿pero alcançarás lo que un desfavorido puede en árduos e importantes negocios? ¡O, mi señora! ¡O, mi vida! ¡O, más que humana Belisea! ¿A qué has de mirar para el librar mis negocios cometidos a sólo un fiel paje? ¿Qué te ha de obligar, al responder a mi petición, algo de lo que pide tan atrevidamente? Porque si miras a mí, fáltame merescer; si a tu alteza, no podrás humillarla tanto; si a mi justicia, tengo mala probança. Pues mire tu poder a tu sola misericordia y a la inocencia del medianero y abogado. Porque aun así hallará entrada tu piedad delante el acatamiento de tu majestad para dar la vida a este muerto.
Polytes.- Agora que he cenado y complí conmigo, voy a cumplir con Floriano. E si duerme, ay está el día de mañana, porque en males agenos poco ay del lunes al martes.
Lydorio.- ¿Qué haze?
Polytes.- Aun agora llego a esta puerta de la cámara, y según me paresce está tañendo.
Lydorio.- Pues oye si cantasse algo de bueno.
Glosa al Romance de la scena quinta:
Floriano.-
La gloria que me esperava
del morir por quien ya muero,
quando en mí sólo mirava
porque bien no me empleava,
me mudó mi ser primero.
Y ansí me vi ser robado
del poder que en mí tenía,
y fuy de muerte llagado
quando con menos cuidado
mis cuidados yo sentía.
/fol. xxx v/
Lydorio.- Oye, oye, que me paresce que glosa el Romance que compuso este día.
Polytes.- E aún me paresce que va para merescer attención.
Floriano.-
Llagado, pues, de tal suerte,
alegre con ser herido,
con ser el golpe muy fuerte,
holgava llamar la muerte
del vivir ya despedido.
Y ansí, puesto en tal estado
que nada de mí sabía,
me conoscí ser llevado,
por nueva guía guiado
do mi desseo quería.Sin punto saber do fuesse
jamás un passo torcí,
y aunque mi dolor cresciesse
y mi fuerçá fallesciesse,
de mi fe no fallescí.
Pero sin perder la guía,
con verme más fallescer
proseguí con mi porfía,
ageno de compañía
sino sólo mi querer.Y aunque sentí inconveniente
caminar sin ver do fuesse,
con desseo muy ferviente
a todo mal consentiente,
quise ver lo que viniesse.
Por do con tal parescer,
pues de mí ya me olvidava,
puesto a todo padescer,
sin atrás passo torcer,
salí tras quien me guiava.De las penas que sentía,
lo que más pena me diera
era ver que, aunque moría,
ni la causa bien sabía
ni el origen do saliera.
Yo que en tal pena penava,
menos que mi mal meresce,
para ver de do manava
vime puesto donde estava
un sol que el sol obscurece.Cuyo nuevo resplandor
alumbró mi entendimiento
para ver claro y mejor,
que fue poco mi dolor
para tal restauramiento.
Pues si el coraçón padesce
pena tan cruda y sabida,
con la gracia se engrandesce
de una dama que meresce
ser de nadie merescida.Y aunque vi la que buscava,
con verla me vi perder,
porque vi quán alta estava
la gloria que desseava
por dar fin a mi arder.
De nuevo perdí la vida,
mi muerte ya desterrada,
pues subiendo di caída
do mi libertad perdida
hize punto a mi jornada.Hize punto al caminar
faltoso de atrevimiento
de poder imaginar,
ni me osar determinar
ver su gran merescimiento.
La fuerça de amor sobrada
muriendo me dio atrever,
aunque con vista turbada
de mí, mas siendo mirada
siempre vía más que ver. /fol. xxxj r/De mí, con un nuevo olvido,
olvidado mi tormento,
me mostré ser atrevido,
subir do nadie ha subido
los ojos sólo un momento.
Hufano de tal me ver
en tanta gloria y altura,
yo que lo arrisqué a perder,
propuse, pues, de saber
nombre de tal hermosura.Mas [porque] más mi castigo
dilatado me perdiesse,
aquesta dama que digo
no luego se fue conmigo
según que yo meresciesse.
Su silencio con mesura
pagó mi mal miramiento,
porque calló con cordura,
en pago de mi locura
y sobrado atrevimiento.Mas porque yo no llamasse
su tal callar consentir,
sin que punto más tardasse
me vi, sin que tal pensasse,
condenado a no vivir.
Y por más saneamiento
de mi muerte tan rabiosa,
dando yo consentimiento,
fuy lançado en un momento
en cárcel tenebregosa.Vime puesto en compañía
de otros que se atrevieron
a seguir do yo seguía
sin más fuerça ni valía,
y ansí también perescieron.
Allí mi alma gozosa,
que el penar siempre ha querido,
huelga en muerte rabiosa,
do con gran morir reposa
mi coraçón affligido.Pues nascí para penar,
siento gozo en tal muerte
y esso llamo descansar,
con que siento más pesar
de pena rabiosa y fuerte.
Pues vive tan sin sentido
el coraçón, a mi ver
de muy penado y affligido
que, aunque se siente perdido,
se dessea más perder.Concluye.Que mirando la alteza
de aquélla, por quien padesce,
y a la su propria baxeza,
se propone con presteza
a qualquier mal que se offresce.
Ansí que el más padescer,
mi coraçón tan herido
llama gloria al parescer,
pues siente no merescer
más premio del conseguido.Deshecha.Que yo bien me lo sé
que a tus manos moriré. /fol. xxxj v/
Soy ambicioso de gloria
y ansí busco el tal tormento,
que me da merescimiento
de ser puesto en tu memoria.
Esta es mi mayor victoria,
por cuya ganancia sé
que a tus manos moriré.
Lydorio.- ¡Por Dios!, que si los amores no diessen tal inquietud en este hombre, que por oyrle tales cosas avríamos de dessear que siempre ansí penasse. Pero, pues, ya calla, quiero entrar a despertarle de su desacuerdo, que passan de las dos. Veamos si quiere oy dormir, porque si con tanto desconcierto y cabiéndonos tanta parte su mal turasse, antes que él sane enfermaremos todos.
Polytes.- Entra, entra, señor, que ya todos duermen; e yo, que no me quedo en la posada, pero guardo la puerta.
Floriano.- ¿Quién me despertó del sueño del olvido de todo el mundo, y de la vela del acuerdo de mi señora?
Lydorio.- Déxate ya, señor, de esso y duerme, antes que el sol amanezca a otro día.
Floriano.- No busques en mí otro sueño sino el de la muerte. Porque como mi vivir sea un sueño de muerte, veniendo en mí su contrario, que es la vida, avría de deshazerse la unión deste compuesto para ser de nuevo governado con goviernos de vida. E ansí te digo que, si quieres que no muera, no me apartes del govierno de muerte con que agora mi vivir se sustenta. E si quieres mi descanso, incita y despierta y aviva mis passiones ya cansadas de affligirme. Porque mientras más cedo, éstos me acabaren; más ayna hará punto en mí mi presente morir y començará la vida de mi gloria en morir por Belisea.
Lydorio.- Mira, señor, lo que hablas.
Floriano.- Esto que oyes.
Lydorio.- Pues mira que esso es contra la razón, porque matarte poco a poco o matarte en un punto, causándote tú la muerte, todo es homicidio que llaman voluntario.
Floriano.- Pues dime, ya que esso, según sentencia de la razón sea matarme, ¿cómo podría yo executarla sin sentencia o licencia de mis señora? Sí, que Belisea me sostiene; Belisea me da el ser de glorioso penado de amor que tengo; por Belisea vivo; por Belisea tengo de morir.
Polytes.- Adóbame essa christiandad
Lydorio.- ¡A, señor, mira que lo que hablas deroga a tu cathólica nobleza!
Floriano.- Pero no contradize a la voluntad de Belisea. Porque yo, que tengo el vivir de su mano, no puedo sin su expresso consentimiento poner mi vida en las manos de la actual muerte, porque esto sería, hurtando, quitar a nadie lo que es suyo. Lo qual es, como sabes, contra todo derecho civil y canónico, divino y humano.
Lydorio.- Scrupuloso se me tornará entre manos. Este es el pecado de la lentejuela. No haze caudal de la charidad para con /fol. xxxij r/ Dios y consigo en hazer o no hazer lo que Dios manda o vieda, y haze hincapié en la charidad, -o por mejor dezir- locura para con el próximo en lo que no le toca, sino por sus imaginaciones. [Ap.]
Floriano.- ¿Estás ay, Lydorio?
Lydorio.- Esso, sí; esso, sí, para que la
locura te salve en las heregías. [Ap.]
-¿E cómo? Estoy, señor,
pesuadiéndote al sueño de que tienes y tenemos
necessidad y ¿dízesme si estoy aquí?
Floriano.- ¡O, cómo no miras más de lo presente! ¿Cómo podré para dormir despedir los anxiosos y temerosos cuidados que de aver acontescido a Polytes estoy lleno? Porque yendo él a lo que me cumplía, si le avino algún desastre por donde, peligrando su vida, mi honra ande a la vergüença por las plazas y a donde de mi señora se pudiesse dezir alguna quiebra, ¿esto pensando, quieres que duerma?
Polytes.- En tal coyuntura entro, porque seremos más
en ayudalle a la pena y tomará alivio, porque el dolor quanto
en más partes es repartido es menos en cada parte; y el gozo
comunicado le cresce.
-¿Cómo está tan callado?
Lydorio.- Está tal que le temo y he compasión.
Polytes.- ¡A, señor, toma esta carta escrita de mano de Belisea!
Floriano.- ¿Quién me nombró a Belisea? ¡O, mi mensajero! ¿Y tú eres? ¿Qué carta es ésta? ¿Es la mía, que no la pudiste dar? Desengáñame luego. Mira que no te creo, sino que es la mía. Cata, amigo, que no estoy para sufrir burlas.
Lydorio.- ¡O, perdido de hombre! ¿Dime, señor, no conosces tú la tu letra? Cata que esta letra es de muger.
Polytes.- Es de Belisea.
Floriano.- ¿De Belisea?
Polytes.- Sin falta.
Floriano.- Mucho dizes.
Lydorio.- Ábrela y veráslo.
Floriano.- Bien hablaste. Pero ya, ya en el temblor de mis carnes, que del temor reverencial del papel que deve aver estado en manos de mi señora es. Dime, dime, dichoso papel, ¿quién te hizo de tanto mérito?
Polytes.- Por mi fe, que pienso que aunque a solas se viesse con ella, que no hiziesse sino adoralla. [Ap.]
Floriano.- ¿Qué dizes, mi Polytes? Mucho te devo, cierto. Pero dezid, ¿por qué no os gozáys con mi tal huésped?
Lydorio.- No, sin causa, dizen ser de temer la próspera y no pensada fortuna tanto y más que la adversa. ¡A, señor, mira, por Dios, que con tanto llorar a ti consumes y la carta deshazes!
Floriano.- Calla, que el gozo obra en mí más de lo que yo siento. Y también temo que sea sueño esto o ilusión del demonio, que muestra una cosa por otra por engañarnos.
Lydorio.- Amuestra. Leértela he y verás y creerás.
Floriano.- ¡Ay, que el nombre de mi señora no ha de andar en todas /fol. xxxij v/ manos! E aunque yo no la meresco, la leo. Alúmbrame essa vela.
Es ya tanta tu demasía en ser atrevido, perseguidor importuno de mi honra, que me ha confirmado del todo en tu aborrescimiento. E ansí con tal intención forcé a mí mesma a te escrivir ésta de mi mano. Y no la tomes como favorescido en respuesta de tus vanas palabras y locas peticiones, pero como aborrescido la toma por despedida a tus devaneos. Y el que me pides sea: que si más cosa tuya viene delante de mí, que con darme a mí pena tú no ganarás honra, porque te tengo por manifiesto enemigo de mi descanso y destruydor de mi honra, y en esto podrás saber con quánto tu desamor quedó por tu mortal enemiga.
Polytes.- ¡O, válame Dios! ¡Señor, señor! A essotra puerta. ¡Tan muerto es como mi abuelo!
Lydorio.- ¡O, gran desastre y bravo mal! No sin causa temía leerla. Bien dizen que pocas vezes el coraçón se engaña. Échale de essa agua de azar, que desmayo es. ¡O, qué sospiro tan de las entrañas!
Floriano.- ¡A, mi señora Belisea! ¡O, ángel mío! ¿Quién te indignó contra mí? Mucho te engañó quien te me vendió por destruidor de tu honra. Pero, pues, no puedo no te amar, ni tú quieres sino aborrescerme, a lo menos podré servirte últimamente con matarme.
Lydorio.- ¡A, señor, despide essas congoxas!
Floriano.- No puedo, porque alegría no avrá lugar en mí. E, tú, Polytes, acabadas son tus leales pisadas e molestas mensajerías. Salíos fuera y cerrad puertas y ventanas; y no me entre luz hasta que la muerte acabe lo començado.
Lydorio.- Anda acá, Polytes, cierra essa puerta, que gran mal es éste. Llama, llama a Fulminato y a essos continos y gente, y armados acométase la casa de Belisea y tráygase a Floriano, que mejor se deliberará después con la justicia que agora con la tan determinada muerte.
Polytes.- Mas, yo voy en busca de Fulminato, que es registro viejo de males y sabrá de alguna alcahueta hechizera que esto negocie con el demonio, pues que Dios no quiere en ello parte.
Lydorio.- Pues, a tuerto o a derecho, haz cómo ya se remedie y no me digas más en ello hasta ver lo que allá acordaredes, pues esta cosa es peor encaminalla por vía de buen juyzio. Y entiende en esso, que yo me voy a descabeçar el sueño que ya amanesce. Y quando fuere menester me llamarás.
/fol. xxiij r/
Fulminato. Marcelia. Felisino. Liberia. Pinel. Gracilia. Polytes.
Fulminato.- ¡O, quán intorelable es el calor destas noches! Y en ser largas, no creo lo fue más la en que Hércules fue engendrado.
Marcelia.- Dime essa historia, por mi vida, que hasta oy no la sé cómo fue.
Fulminato.- Tampoco soy poeta. Pero dizen que Júpiter, enamorado de Alcmena, muger de Amphytrión, estando con ella, por parescerle pequeña la noche la hizo de espacio de veynte y quatro horas. Y de aquel juego salió concebido el Hércules.
Marcelia.- A lo menos, si esso fue ansí o no, poco te aprovechas de ello, porque a media noche andada nos acostamos, y agora toda la noche es de siete horas y aun, con apenas alborescer, ya te querrías ver mil leguas de mí.
Fulminato.- No te maravilles, que el fuego mucho gasta.
Marcelia.- ¿Pues qué fuego hallas so las sávanas?
Fulminato.- ¿Qué? ¿Que hazéys de la bova? Pues oy cerradas son velaciones.
Marcelia.- ¿Que aun responder no me quieres? Pues espera, que yo te quedaré a solas.
Fulminato.- ¡Allá yrás, diablo! ¡Qué caro me cuesta la cena de anoche, y ella mal pagada! Quiero agora dormir un poco.
Felisino.- ¡O, cómo es ya gran mañana!
Liberia.- Por mi vida, señor, que te he manzilla, que no has pegado ojo. Voyme arriba de presto, que ya siento pisadas de algún levantado; no nos halle aquí mi madre.
Felisino.- Pues, mi coraçón, aprieta la puerta y no me olvides.
Liberia.- Ya por demás es, pues me tienes por tuya. Pero, ¡o, cómo me hallo muy fuera de mí por Felisino! ¡O, qué robado ha mi coraçón! ¡O, cómo me hallo agena de mí! ¡Y como tal no puse más guarda en mi honra! ¡O, cómo he mirado mal lo que he hecho! Pero, pues, yo lo desseava y he ganado un tal amigo, perdiendo mis quexas por /fol. xxxiij v/ demás, voy a ver a Gracilia.
Gracilia.- ¡Ay, señor, déxame ya, que entrava mi prima y creo que de empacho se tornó.
Pinel.- Mas deve de andar al regosto por acá.
Liberia.- ¿Duermes, prima? ¿Que aún andáys en esso? ¡Donosa bova he sido yo con mi madrugada!
Gracilia.- ¡Ay, espera, que me despertaste!
Liberia.- Mejor te ahorquen que tú dormías. Pero de presto remédiese cómo mi madre, que ya se viste rato ha, los halle a los dos juntos.
Pinel.- Pues espera, que como un trueno me voy con el hato acuestas con Felisino, porque ayamos el día en paz.
Liberia.- Mas, ¿no viste quán liberalmente nos desembaraçó con todo su hato?
Gracilia.- Ansí han de ser los hombres.
Felisino.- Cata, cata, ¿cómo vienes huyendo?
Pinel.- Porque no nos halle juntos Marcelia, que ya es en pie.
Felisino.- Bien acordado fue. Échate presto y durmamos si nos dexaren, que creo que lo avremos menester.
Marcelia.- Buenos días. ¿Qué hazéys, hijas? Bien me paresce veros desembaraçar la casa. ¿Y aquellos galanes?
Liberia.- E tal qué sabemos, mas de que deven dormir, que abaxo algo está aparejado al no madrugar y ellos que no lo han de costumbre.
Marcelia.- A la fe, hija, yerva pasce quien lo paga, dizen. Ellos sirven buen amo; son muchachos; al mundo tienen en nada. ¿Quién les quitará el sueño una noche que acá se quedan?, sino que duerman y se harten. Y vosotras, ¿durmistes bien juntas?
Gracilia.- Antes muy mal.
Marcelia.- ¿De miedo?
Gracilia.- Parte de esso, pero yo de dolor de estómago que me ahogava.
Marcelia.- ¡Hi, hi, hi!
Liberia.- ¡Cómo se ríe mi madre del mal ageno!
Marcelia.- Anda, bova, que fue la madre, que se te alteró con el cenar tarde y acostaros luego, y salir de ordinario en el estómago. Que andando se te quitará y no te desarropes.
Gracilia.- ¿Pues, dónde con manto y sombrero tan de mañana?
Marcelia.- A Nuestra Señora de los Remedios. Luego, en oyendo la missa primera soy de buelta. No te vayas oy; quédate con tu labor hasta la noche, pues sobró vianda en abundo y aun para parte de la semana.
Gracilia.- Sea como mandares. Ruega allá por todos.
Liberia.- Gran cosa es ésta, que no ha de faltar mi madre esta missa. Pero haze bien, que siempre trae su par de panezillos y algo para ayudar de costa.
Gracilia.- Ya ves, prima, por tal señora lo haze. Pero no en balde dize ella tanto bien del sacristán, y agora veo que tiene razón. ¡Ay, prima, prima, qué boçal eres! Pero verás y sabrás y harás, que las que no /fol. xxiiij r/ tenemos otra renta, sino la labor, es menester que lo çanqueemos para sustentarnos. Pero dexando esto, entendamos en algo.
Polytes.- ¡Aún quál será, si
pierdo el tino a la casa? Pero aquella que se abre es, que
quiçá madrugan para salir sin testigos. Cata, cata, por
Dios, que la ensombrerada es la amiga de Fulminato, y aun que no le
hiede el huelgo. Pues que ya ella me conoscerá, allego.
-Buenos días dé Dios a tu loçanía,
señora Marcelia.
Marcelia.- ¡O, qué buena venida la tuya! Pues agora no dudaré salir de casa, pero hazer quiero una señal de tu venida.
Polytes.- Voluntad no falta para servirte, pero quien sirve a otro no es libre. Ni aun agora, si no viniera en busca de Fulminato, no tuviera esta libertad.
Marcelia.- ¿Pues qué ha de hazer acá y a tal hora?
Polytes.- ¿El qué? Essotro lo sabe.
Marcelia.- Gracioso eres.
Polytes.- ¡Hi, hi, hi!
Marcelia.- ¿Y qué es lo que te dio occasión de reyr? Por mi vida, que me lo digas, si es de verme yr ansí. Voy de mañana a un poco, por no ser de todos conoscida y por ser de ninguno juzgada; y aun también porque voy más a mi contentamiento tan endelgada.
Polytes.- Y aun al mío, que aún te querría más desnuda.
Marcelia.- ¿Y tú eras? Pensé que eras un sanctillo.
Polytes.- De pajares, que ardía él y no la paja. Pero aun creo que lo lleva a las veras. Pues, ¿cómo dexas la gran prisa y te entras a dentro?
Marcelia.- Y ven acá, que no te comeré, que aún es gran mañana y para todo tengo tiempo.
Polytes.- Yo que te las entiendo; pues espera.
Marcelia.- ¡Ay, mezquina de mí, que están durmiendo en este entresuelejo! Y déxame agora que, asuadas, que yo mire otro día de quién me fío; pues yo tengo el mal que merezco en sentarme contigo en este escaño por buena criança.
Polytes.- Todas tenéys esse gruñir y desagradescimiento.
Marcelia.- ¡Ay! ¿Qué dizes? Que con espanto de tu atrevimiento y mi daño, no te entendí.
Polytes.- Si no me entendiste al dezir, baste que me esperaste al hazer. Pero dixe que me perdones y vayas con Dios. Pero no sé dónde vas tú y otras muchas, que he topado una vez que he madrugado, que van de la suerte que tú.
Marcelia.- Esso ellas lo saben; yrán a lo que yo.
Polytes.- Tampoco sé esso. ¿Y tú dónde vas?
Marcelia.- A la missa de Nuestra Señora de los Remedios.
Polytes.- Ni aun soy tan bovo como esso, que agora passé por junto a la Trinidad y no ay sueño de abrir la puerta.
Marcelia.- Y aun esso quiero.
Polytes.- Peor es de entender una muger /fol. xxxiiij v/ que un concejo. Pero, atento que vas a missa donde no ay puerta abierta, ¿las que como tú he topado disfraçadas, cruzando callejuelas, dime, van contigo a representar autos de comedias en cas de los abbades o van por las llaves para abrirte la puerta donde tú vas?
Marcelia.- Asuadas, que no eres tú todo bueno, maguera muy mansito. ¡Ay, ay, ovejita de Dios, el diablo te tresquile!
Polytes.- No te rías tú de mi malicia. ¿Y no me confirmarás en el desseo de lo que te pregunto?
Marcelia.- Algunas yrán a lo que yo, y otras en estaciones.
Polytes.- ¿Y van a rezarlas con los abbades a las camas?
Marcelia.- Y calla ya; no apures tanto las cosas, que con algo se han de mantener en honra las que se defienden de la pobreza, de lo que a mí cabe gran parte por mis peccados.
Polytes.- Y aún creo yo que tú y las otras andáys estos passos en busca de los tales peccados. [Ap.]
Marcelia.- ¡Ay! ¿Qué dizes? Alguna malicia, asuadas.
Polytes.- La mesma. Pero digo que me agradas en darme a entender que andáys estas andolencias a partir con los encerrados las quentas del rezar, y las obladas con los sacristanes, y las raciones y capellanías con los clérigos, y los beneficios con los clérigos.
Marcelia.- Reyr me hazes con tus malicias. Pero, ¿y dónde dexas los canónigos y dignidades?
Polytes.- No, que éssos son bienes de por vida. Porque aunque las de éssos, aunque gastan más ropas en casa, no riesgan tantos chapines en yr y venir, pero están a pan y mantel; y en éstos se suffre mejor que en los otros. Ansí, porque la furia del provisor y justicia no alcança a los tales, como también porque la renta no suple para todo el vicio toda la costa, que en los desseos pienso que todos corren las parejas, quál menos, quál más, a ello inclinado.
Marcelia.- Malicioso eres.
Polytes.- Tu madrugada de herrero me da por qué. Como si tuviesses grandes tractos que proveer, ni las otras grandes males que remediar, para antevenir el día.
Marcelia.- Y di, ¿agora sabes que el madrugar que no es para los ricos ni los viejos? Porque los unos, con el no tener neccessidad, y los otros con no poder más, guardan las camas hasta medio día.
Polytes.- Antes hallo yo por mi cuenta que el madrugar es para los viejos, porque con la falta de virtud, no durmiendo quando quieren, toman el sueño quando pueden. E ansí levántanse de mañana para occasión de cansarse para después poder dormir, y también por temor de no tomar sepultura /fol. xxxv r/ en la cama. E aun porque como crezca en ellos la cobdicia, y falta la virtud natural para ganar hazienda, levántanse de mañana para no perder la acaudalada. Y en esto son como el sapo, que piensan que les faltará la tierra. E aun creo que lo hazen porque como ya viejos han conoscido el mundo y sus engaños, y ansí temen que quando ellos le han más menester, que no él a ellos, los dexará en vazío la hoja de todo lo en él adquirido. Pues los ricos, el temor de ser robados les quita el sossiego; y el poco sossiego no les da holgura en la cama; los desvela, y la mucha vigilia les quita el sueño; y la falta de sueño les añade congoxa y solicitud, y ansí antevienen al día por hazer perder el sueño sabroso y desseado y aun necessario a los de su familia y trabajadores para que su trabajo más largo de ellos y sudor les dé a los ricos más con qué poder regalar los cuerpos, que después serán saco de gusanos. Pues los malhechores también antevienen al día por perpetrar los males e insultos, que las rondas de las justicias les estorvan de noche; como también, sabiendo que el alguazil se pagará del sueño a la mañana por lo que le quitó el rondar de antenoche, y ansí los malhechores húrtanles el cuerpo con madrugar. Y por tanto, creo que madrugan las arreboçadas, y no lo digo por ti.
Marcelia.- No quiero más altercar contigo. Mira si acá buscas algo, que me voy.
Polytes.- Que me saques a Fulminato de rastro de so el cielo.
Marcelia.- ¿No sé qué te dizes?
Polytes.- Digo, porque me entiendas, que me saques de so el cielo de tu cama a Fulminato.
Marcelia.- Muy suelto eres en todo.
Polytes.- Mal me quieren mis comadres porque les digo las verdades.
Marcelia.- Que ya por demás es andar contigo, sino a las claras, pues todo lo entiendes y en todo soy tuya. Sube y llama primero, y hallarle has. Y quédate a Dios, hasta que nos veamos más de assiento, que me tardo.
Polytes.- Bien hazes en ser apresurada en el servir a Dios.
Pero al diablo la doy, que pegadiza es. Ya, ya, ¿acá
está la vezina? Asuadas, que ovo capirotada. ¡Y guay de
la despensa de Floriano, que lo suda todo!
-Buenos días, hermosa.
Gracilia.- Vengas en buena alborada.
Polytes.- ¿Dónde están Fulminato y los demás?
Liberia.- Asuadas, que aún duermen. Que no se les pega más cuidado a estos de palacio sino holgar en la mocedad y poblar los hospitales en la vejez.
Polytes.- Por muchos acontece esso; pero helo, sale quien /fol. xxxv v/ tiene las culpas.
Fulminato.- Buenos días. E, tú, Polytes, ¿a qué tan de mañana por acá?
Polytes.- A ver estas hermosas y en busca tuya, que eres bien menester.
Fulminato.- ¡O, descreo del inventor de la idolatría! ¿Y qué me dizes? ¿Son muchos o están muy armados? ¿O está puesto a saco el palacio?
Polytes.- Será de ti y essotros, según yo barrunto. [Ap.]
Fulminato.- Gran mal deve de aver, pues no me lo osas dezir, y bien paresce que falto yo de casa. Dímelo ya, porque llame la ira para dar a conoscer mi espada a los que no la conoscen.
Polytes.- Pamforrear. [Ap.]
Fulminato.- ¿Qué dizes? Habla claro, que me pones perplexo. Guía y dime por qué calle comience a descabeçar.
Pinel.- ¿No oyes, Felisino, qué obra passa Fulminato con Polytes?
Felisino.- Vámonos, que no tienen cabo las cosas de Fulminato, y despidámonos de las muchachas y dexemos a este hombre.
Fulminato.- ¿Pues no dizes en qué calle començaré?
Polytes.- Déxate de tanto orgullo delante de mugeres y vámonos, que ya van abaxo los compañeros.
Fulminato.- Pues sepamos si llevan las armas competentes al caso para que no se escape nadie.
Polytes.- Anda ya, que basta solicitud y cordura para que viva Floriano y tú medres.
Fulminato.- Esso me aclara agora que las moças se baxaron.
Polytes.- Que es menester que busques de tu mano alguna muger hechizera o alcahueta que acorra a Floriano, que ya sabes qual está y siempre empeora.
Fulminato.- Ya, ya. ¿Esso es? Pues dalo por hecho. Pero mira que el provisor anda riguroso y la justicia es mucha. Y cumple que esto se sienta, no se diga, porque en Dios val afrentan una muger de bien.
Polytes.- Al cabo estoy. Vamos, y verte has con Floriano, que te embía a buscar.
Fulminato.- Alto, hermanos, marchar para casa que ay bien que hazer. Y las hermosas perdonen por agora.
Felisino.- Señora Liberia, perdóname; y tú, señora Gracilia, que Pinel y yo daremos buelta en concluyendo estas prisas.
Gracilia.- Señor Felisino y todos, vays con Dios.
Fulminato.- Alto, vamos con reposo, porque si hay alguien recatado no le avisemos.
Gracilia.- Prima, ellos son ydos; y bien sé que te pesa y me pesa, pero un día viene tras otro. Vamos arriba y cierra essa escalera, y aderecemos estas camas y casa, que paresce mesón. Pero dime, ¿cómo te fue con la compañía?
Liberia.- ¿Y quál? ¿Luego no me sentiste tornar anoche luego a la alcobita de la chimenea?
Gracilia.- Yo otra cosa pensava. Pero si ansí es, como dizes, restitúyote la honra, aunque bien dizen que se toma antes el mentiroso que el coxo. ¿Y estas /fol. xxxvj r/ sávanas qué dizen, prima? Agora te digo que te avías guardado mucho, pues hasta esta noche no estropeçaste donde hiziesses sangre. Y dichoso Felisino, que tal joya se lleva.
Liberia.- Aunque me afrentas, que no es sino lo que suele avenir a las mugeres.
Gracilia.- Mas, ¿mira qué duda? Y no mires en esso ni te corras de mí, que también como muger passé por lo que tú esta noche. Mas ni aún por tanto, al nombre de las gentes donzella me llaman y ansí me dirán mientras la persona hiziere, pero guardaré la honra. E mira, prima, que oy en día muchas son donzellas, y aun de alta guisa, y pocas lo son; o muchas no son vírgines, aunque se casan por ello. Y ansí lo serás tú, y por tan donzella te tendrá tu madre como ayer. Y cata, que mejor es esto que no andarte deshaziendo de dentera de lo que hazen tus vezinas. Y no te me vayas, que quisiera aquí a Felisino para que me vengara de esse tu empacho. Guarda bien essas sávanas que dixeron la verdad que tú me encubrías, no las vea tu madre; que a mí el cargo que presto la sigas sus passos, porque bien aya el que a los suyos paresce.
Liberia.- Calla ya, que me hallo confusa.
Gracilia.- Agora te digo que eres bova; sobre hecho es. Toma plazer mientras turare esta triste vida.
Lydorio. Floriano. Fulminato. Polytes.
Lydorio.- Quiero yr a ver a Floriano, porque no sería justo desmamparalle en tal coyuntura. Él es mancebo dotado de bienes de fortuna y de natura, y está tocado de gran rabia. E, pues, en las afrentas se ha de ver la buena voluntad vestida de buenas obras, porque obras son amores que no buenas razones, aunque, por Dios, que quisiera no serle tan obligado por gozar de sus desatinos que haze y de los dichos delicados que dize. Cata, cata, razonando está. Oyr quiero él con quién, antes que entre no lla- /fol. xxxvj v/ -mando.
Floriano.- ¿Cómo es possible, mi señora, que con vuestras tantas y tan altas virtudes quepa una tanta indignación? Mira que en lastimarme a mí eres a ti enemiga. Mira que pensar tú matarme pierdes tiempo, porque a no me conoscer por muerto por ti desde que a ti conozco para te amar, en vengança tuya sería verdugo mío yo mesmo.
Lydorio.- ¡O, qué lástima es verle tan ciego, que piensa él agora que está delante la señora!
Floriano.- Y aunque a mi baxeza deva tu merescido silencio en respuesta, a ti mesma deves de satisfazerte respondiendo a esto que digo. Pero yo quiero responder sin tu licencia por ti a mi poca justicia, como no merescedor de oyrte. E digo y confiesso que justamente es castigado mi atrevimiento. Pero sea ansí, que me libertes para vengarte de mí en mí mesmo, porque no seas tenida por cruel en poner fuerças contra tu captivo y en matar al muerto ya de tu hermosura. Y ansí yo ganaré honra y loor de los que supieren que yo fuy merescedor de vengar tus injurias. Pero pídote una sola condición y merced, y es que sepa yo que tú sabes mi muerte ser por ti, para que yo me apressure al morir por ganar antes la gloria para que el amor me tiene. E tú firmarás la sentencia que yo execute para más certinidad mía de que tú sabes el por qué de mi morir, porque ansí el clamor del verdugo publicará delante tu majestad el por qué de tu justicia y mi pena. Y ansí sabrás ser tú el tal por qué; y ansí sabré yo que muero para descansar.
Lydorio.- ¡O, qué bien travado razonamiento! Pero ya toca la vihuela. Oyo
Floriano.-
Belisea, dime, di,
si en saber que por ti muero,
si te acordarás de mí. /fol. xxxvij r/Letra.Con aquesto soy contento
del dolor que por ti passo,
con que sepas mi tormento
y el gran fuego en que me abraso.
Pero dime si en tal caso
que aquesto pido de ti,
¿si en saber que por ti muero
si te acordarás de mí?Otro gualardón no quiero
en pago de lo servido,
sino que sepas que muero
y el dolor con que he vivido.
Mas dime lo que te pido,
que es, vida, saber de ti,
¿si viendo que por ti muero
si te acordarás de mí?Aunque sé que mucho pido,
pues que pido tu memoria,
dámelo, pues me despido
con este bien de más gloria.
Pues muriendo, más victoria
no espero sacar de ti;
lleve cierto, pues, que muero,
el quedar viviendo en ti.No pido que no me mates,
pues no puedes no lo hazer,
mas pido que me rescates
de tan largo padescer.
Questo puédeslo creer,
que muero sólo por ti,
y ansí pido Belisea
viva Floriano en ti.
Lydorio.- ¡O, qué lastima es ver perder un tal entendimiento! Fulminato viene. Quiero darle espuelas en buscar algo porque, aunque sea por malos medios, si Dios de ello se ha de servir, lo endereçará en bien.
Fulminato.- ¿He tardado con mi acorro?
Lydorio.- Anda allá por essa sala un poco, y luego sabrás esso.
Fulminato.- Pues de presto; y concluye, con que sea por vía de espada.
Lydorio.- Pues aún no estoy muy lexos de ello.
Fulminato.- Pues estarlo he yo, si puedo. [Ap.]
Lydorio.- ¿Qué dizes?
Fulminato.- Digo que no acabaremos de otra guisa, porque la fortuna es de los osados.
Lydorio.- Y aun, a vezes, contra ellos. Pero dexando esto, ya sabes la falta de sosiego que ay en casa, porque faltando la salud en la cabeça no pueden estar los miembros buenos.
Fulminato.- Todo lo alcanço y en todo te entiendo, que hartos ratos hurto a mis occupaciones para pensar qué fin ha de aver esto y qué remedio se podría dar; y no siento sino uno de dos.
Lydorio.- Essos me di.
Fulminato.- Lo primero, entrar en casa de Lucendo, porque avrá para Floriano que goze y para nosotros que robemos. Y para esto, si a mí me encargan el facto y me conceden el saco, ni la dama se quedará por traer ni arca por mirar. Y aun si fuessen menester dos dozenas de espadas como ésta, presto las hallará para tales hechos Fulminato. Ansí que boquéame esto tenerlo por bueno y presto verás hazañas, pues estas son mis missas.
Lydorio.- Desvarío sería pensar tal cosa, pues ¿en esso se han de poner los hombres con que piensen poder salir?
Fulminato.- Mas no, sino ponte a ello. ¿Y piensas que me tendrás? Que en balde te confiarás en mí. [Ap.]
Lydorio.- ¿Dizes algo?
Fulminato.- Digo que ¿para qué pides mi parescer, pues me conosces, si no me has de tomar el consejo? Mas no, sino espérate a ydas y venidas de un muchacho para que la tempestad, viniendo de golpe, nos atrampe a todos.
Lydorio.- ¿Pues, qué quieres? Vase Floriano tras esto sin freno; y al cabo del tiempo, y aun la hazienda, no sé qué cogeremos de la semen- /fol. xxxvij r/ -tera.
Fulminato.- Pues a peor librar, si mi primer consejo de ser por armas no se toma, algo más haría yo, pues con el argen en la mano hallaré alcahueta o hechizera que se la ponga en las uñas.
Lydorio.- Si esse era el segundo camino, no sé de qué me asga. Floriano se va a la muerte, su casa se desasosiega, su hazienda se dissipa. Mal aquí, peor allí; sospecha me pone todo. Pero al fin, dé do diere y guíalo por do quisieres tú, [Fulminato], que si de Dios es, Él sacará de malos principios buenos fines.
Fulminato.- No sé lo que Dios querrá, pero yo digo que vale más buena espada y mala posessión que sólo buen derecho.
Polytes.- Mucho me he detenido en no entrar a Floriano porque, si ay más mensajes con tal porte como los passados, presto caerá el pelo malo.
Fulminato.- Pues, señor Lydorio, si no te determinas en lo que yo deseo, entremos a esperar el parescer de Floriano.
Lydorio.- Mal differencia el ciego los colores. Pero ay viene Polytes. Entre a ver qué haze o si acuerda de comer oy.
Floriano.- ¡Pajes!
Polytes.- ¿Señor?
Floriano.- Di, Polytes, ¿qué buscas? ¿Qué, ya concluyéronse tus mensajerías?
Polytes.- Señor, entro a ver a quién llamas.
Floriano.- ¿Yo? A Belisea llamo, a Belisea invoco, a Belisea apellido; por Belisea sospiro, por Belisea vivo, por Belisea muero, por Belisea doy vozes, aunque no espero ser oydo. ¿Pero dime qué hora es?
Polytes.- Las doze.
Floriano.- ¿Del día o de la noche?
Polytes.- Señor, medio día es.
Floriano.- ¡Ay, que aún a mí no me ha amanescido por la claridad de mi señora! Pero, pues, ansí es, di al cavallerizo que me apareje un cavallo, que quiero yr a Sant Pablo a missa y encomendaré mi alma tan perdida a Dios, pues el coraçón tan ganado tiene mi señora. Y ve, di al camarero que me trayga una ropa que vista.
Polytes.- Donosa será la madrugada a la muger
del pastor, que a la noche se compone, me paresce Floriano.
¿Y mira, pues, a qué hora y dónde busca missa? Que
no salen más de círculo por sus compasses los frayles
que relox bien regido, y viven más a punto en su recogimiento
y cerimonias que gente de vela.
- ¡A, señor Lydorio!, Floriano pide vestido a gran
priesa, y manda ensillar un cavallo para yr a San Pablo a missa.
Fulminato.- Quiçá yrá a tener novenas o meterse frayle, porque a missa, sino es para con vísperas, no sé a qué vaya oy a Sant Pablo.
Lydorio.- ¡A, señor!, aquí traygo el vestido. ¿Mira si mandas abrir las ventanas de la quadra?
Floriano.- Ábrelas, porque más claro veas /fol. xxxviij r/ mis tinieblas, pues no es essa la luz que a mí me alumbra.
Lydorio.- Mucho te eres, señor, enemigo.
Floriano.- Antes lo sería si no conosciesse esto y me tractasse mal, pues mi señora se sirve de mi pena.
Lydorio.- Mi fe, si ella se quiere vengar de ti, si tú te matas, mal podrá executar en ti su furia. Y ansí te digo que te deves buscar la vida si quieres bien a tu señora, y a ti por ella, para que le des lugar con que en tu paciencia con su persecución se sirva de ti, executando en ti su rigurosa justicia.
Floriano.- Bien dizes. ¿Pero cómo sabré yo que ella, como cruel, aún se acordará de mí para matarme? Pero, ¡ay!, que me heziste llamar cruel a la misericordia. ¡Perdona, perdona, señora, el sólo yerro de lengua!, pues tan proprio tuyo es el perdonar como mío el offender tu merescimiento, pues que sola tú te meresces, y sola tú reconosces, y sola tú puedes hablar de ti mesma sin que se te haga injuria; y te sea gran bax[ez]a andar tu nombre en lengua agena sino fuere tú lo queriendo, que darás en tal caso con la occasión, méritos y tú perdonarás los defectos, pues obligas a ellos, porque no ay entendimiento humano que te entendiendo no sea rudo, ni memoria que no sea faltosa, ni voluntad que baste, ni lengua que no enmudezca, ni manos que no tiemblen, ni servicio que no te sea poco.
Lydorio.- ¡O, qué encarescimiento tan bien travado, aunque sin razón, porque por perfecta que ella sea, al fin es muger. [Ap.]
Floriano.- ¿Qué dizes? ¿No te parece, Lydorio, que occasionalmente y con razón me culpo? Dilo, dilo, que pues yo cayo en mi yerro, holgaré oyrte la verdad.
Lydorio.- Quiero otorgar con él; quiçá
por aquí le guiaré mejor. [Ap.]
-Bien veo, señor, que tienes razón. Pero
también querría que mirasses que, pues eres de Belisea,
aunque por ser tuyo te obligavas a te tractar mal siendo como te
publicas suyo, deves te tractar bien por ella, cuyo te conosces. Pues
aún dize el vulgar que quien bien quiere a
Beltrán, bien quiere a su can.
Floriano.- Bien veo que aciertas en esso, porque como todo yo sea suyo, yo me devo aver bien conmigo porque ella no reciba agravio en mí. Y por tanto, me levanto y quiero yr a Sant Pablo.
Lydorio.- Señor, dexa los frayles agora en su acostumbrado y loable recogimiento, y concierta tu casa y sustenta la vida, que dizes tener por tu señora, y come, que es aun tarde para ello, quanto más para yr a missa a donde tractan ya de yr a vísperas.
Floriano.- Pues anda allá fuera y llé- /fol. xxxviij v/ -venme al cenadero de comer para gozar de la música de las avezitas, que cantan con el mal que yo lloro.
Fulminato.- ¡En el nombre del señor San
Julián, y qué risueño sale Floriano! Quiero yr
por parte de su risa, porque con el plazer quiçá se
emburujará algún pedaço de medra.
-¡O, señor, y cómo el coraçón
no me cabe de plazer de verle ya en sí!
Floriano.- Yo te lo agradezco. ¿Pero, por qué no me vees?
Fulminato.- Como por acá ande en tu servicio, la falta de merescimiento me quita la osadía al entrar esperando ser llamado, lo que no haría en el acometer [a] diez offensores tuyos.
Lydorio.- Señor, siempre tiene más negocios que buen solicitador de causas.
Fulminato.- A la fe, siempre me precié ser uno entre los buenos, y hazer por todos.
Floriano.- E dime, ¿tienes ya algún conoscimiento en el pueblo?
Lydorio.- ¿Y cómo? Ansí que faltando un rato de casa le buscan más gentes de espada y broquel que me espanto.
Floriano.- ¿Y qué gente es éssa?
Lydorio.- Los que acompañan los alguaziles, que llaman acá porquerones.
Fulminato.- Alguno que tiene embidia a su officio les llaman tal nombre, porque por él les hazen el buz más de diez peynadetes. Y por su temor no osan andar de noche hartos valientes de nombre. Pero Fulminato, y aun los de su librea, por su causa no les molestarán passo.
Lydorio.- Y aun ansí les desbarretas tú por ti y por todos.
Fulminato.- ¿E tacha hallas a la buena criança, que a tantos haze bien?
Floriano.- En cargo te son mis criados y ternán por qué te acatar.
Lydorio.- Y aun como -y con razón-, como a padre de desconsolados y a remediador de huérfanas le vienen a buscar más hijas de maldición, que es una admiración. Y ansí como a las tales hijas les halla tales hiernos, todos le honran como tal padre de su consolación, y aun perdición.
Fulminato.- A la fe, por más que digas malicias, si hijas tengo no es con lo que tú les dotas.
Floriano.- Pues que avéys bastado a me hazer reyr, quédese para otro día la plática ansí apuntada y denme de comer. Y tú, Fulminato, ve que me adereçen de gineta un cavallo.
Fulminato.- Señor, yo voy a cumplir tu mandado y con desseo que nos mandes presto tornar a la plática travada.
Lydorio.- Ve, que en casa me hallarás para cada y quando.