Prólogo de Miçer Antonio Panormitano
sobre el libro segundo de los dichos
y hechos notables del rey don Alonso.
Como que algunos crean que mucha parte de lo que aquí escrivio es fingido por favorecer las cosas del rey don Alonso mi señor y de quien yo tanto bien he recibido y por tanto vengan a tenerme por vano, cosa que deve ser muy agena de cualsiquier hombre de autoridad especial del que quiere ponerse en escrevir para los otros. Mas al que tal sospechare, si alguno oviere que lo sospeche, verdaderamente él mostrará muy bien que ni sabe las cosas y naturaleza del rey don Alonso ni menos conoce mi condición, porque si estas dos cosas le fueren notorias, primeramente le (2) será cierto quán poca necessidad tengo de escrevir ni de dezir lisonjas al rey don Alonso para ganar su gracia, la qual pienso tener tan ganada quanto en el mundo se puede dessear con averlo servido veynte años continuamente leyéndole, guardándole mucha fe, lealtad en lo que me era encomendado, sirviendo sin jamás cansarme, mirando todo lo possible en las cosas de su servicio, aconsejando con toda verdad y limpieza en lo que me era proposado, y con estas cosas sabe todo el mundo quánto el rey me ha querido y estimado y no por cierto por halagos y lisonjas que yo le aya acostumbrado de dezir. Y en esto pongo por testigo su propia conciencia que sabe muy bien la verdad y es que nunca le fue cosa más odiosa que los mentirosos. No tuvo cosa más aborrecible que los lisonjeros ni que más alançasse de sí. Dezía él que eran pestilencia de los grandes señores y acostumbró siempre, en lugar de merçedes, darles muy notables castigos. Vea el lector que tan lejos voy de escrevir más de lo que él dixo o hizo y con verdad d'él puedo hablar, que por cierto me duele y en forma me da pena pensar que infinitas cosas muy excelentes y señaladas que dixo y hizo a mí no se me acuerdan y aun las que se me acuerdo sé bien que no las escreviré con la suavidad y el espíritu que por él fueron dichas o hechas, porque en la verdad él fue en su hablar muy alegre, gracioso y claro. Yo en esta fantasía de libro pongo las cosas que d'él se me acuerdan assí como me vienen a la memoria, señalando el tiempo y el lugar según me acuerdo donde acaecieron. No es mi propósito escrevir Hystoria, antes sacar esto de la Hystoria, tomando sólo algunas cosas que pueden servir para exemplos de virtud, bondad y esfuerzo de muchos, y para que se aprove -/Fol.XVIIIv./- chen los que cada día quieren hablar de las cosas del rey don Alonso y quieren loarlo en algunas oraciones que hazen o escriven d'él y para otros que por ventura en los tiempos venideros trabajarán imitarle. Esto baste quanto a este propósito. Aora tornemos a los dichos y hechos del rey don Alonso.
Estando el rey don Alonso en Valencia, vinieron a él los embaxadores de Carlos, rey de Francia, rogándole en gran manera que por quanto en aquella sazón el rey de Francia estava ocupado en la guerra de Bretaña que el rey don Alonso no le moviesse destotra parte alguna guerra de nuevo, porque en la verdad el rey de Francia tenía muy temido que viendo tan buena ocasión el rey don Alonso no le moviesse guerra, teniendo como tenía tanta razón, justicia y buen título para pedir toda la provincia de la Francia narbonense que comunmente llaman Lenguadoch. El rey don Alonso, vista su demanda les respondió: "Ya sea verdad que yo sé y me es notorio cómo muchas ciudades que son en Francia en la provincia de Narbona son mías y pertenecen a la corona de Aragón, y que el rey don Carlos contra justicia me las tiene ocupadas mucho tiempo ha. Empero aora que sé quán maltratado está de los de Bretaña y en quanta necessidad lo tienen puesto, yo delibero no hazerle querra ni ponerlo en más estrecho. Y es mi parecer no pedirle aora que está en necessidad lo que mis antepassados no le pidieran estando en su propiedad, porque es cosa del mundo menos honesta el príncipe mover quistion al que vee vencido ni pienso aver mayor crueldad que acabar de ahogar al que veys andar luchando en el peligro y fortunas del mar. Embío con esta grandeza los embaxadores maravillados publicando por doquier que yvan las ecelencias del rey don Alnoso.
/Fol.XIXr./
Estando en Valencia casó su heramana mayor doña Leonor que él mucho amava con Eduardo, hijo mayor del rey de Portugal, mostrando mucha grandeza y aparato maravilloso en todo lo que para las fiestas convino, de donde nació doña Leonor, la qual al tiempo que esta obra s'escrevía fue casada con Federico Tercero, rey de romanos que plega a Dios sea para bien, y todo con la diligencia y favor del rey don Alonso su tío.
Quando el rey don Alonso con su porfía y destreza ovo por combate tomado a Marsella, estando en ella le fue dicho cómo grandíssimo número de mugeres assí matronas como donzellas se avían retraydo en el monesterio de Sant Agustí cargadas de infinitas joyas y riquezas. El rey mandó que fuesse en el momento muy guardado y mirado que nadie osasse entrar en él. Las mugeres que dentro eran, avido su acuerdo con el gran temor que tenían de ser avergonçadas y afrontadas de los soldados, según que en tal caso la gente de guerra hazerlo suelen, embiaron al rey don Alonso a suplicarle que oviesse por bien recebir todas las joyas y riquezas qu'ellas teníen y darles lugar que sin ser avergonçadas se pudiesser yr. El rey mandó muy enteramente proveyo que les diessen manera como se pudiessen yr sin que fuessen vistas ni tocadas ni en la más pequeña cosa del mundo de sus joyas ni haziendas interessadas.
Estando sobre el cerco de Marsella, entre otras cosas señaladas y hazañosas que se vieron, fue que desde una isla /Fol.XIXv./ qu'está tres millas de Marsella que se llama las Pomeras, tiraron tiros de piedras con ingenios y se halló aver allegado y aun passado de la ciudad de Marsella siendo las piedras de peso increyble y quantidad maravillosa. Rompió assí mesmo y quebrantó una cadena muy grande y muy gruessa que estava en el puerto de Marsella por defensa d'él, cosa que fue tenida a gran maravilla y muy mayor se tuvo ver que aviendo entrado por fuerça en una ciudad tan rica y tan llena, ninguna otra cosa tomó ni consintió sacar d'ella sino sólo el cuerpo de San Luis, pareciéndole ser cosa injusta que reliquias tan preciosas quedassen en una ciudad vencida, rompida y desbaratada. Es cosa de poner en memoria junto con lo ya dicho, que quando el rey don Alonso se bolvía con la presa ya dicha de Marsella para venir en España, se levantó muy espantosa fortuna, tanto que temiendo todos a negarse la mayor parte de los marineros y de la otra gente pedían a bozes que bolviessen el cuerpo de Sant Luis a Marsella que por aquello les venía toda aquella fortuna. El rey empero jamás desmayó ni se mudó del propósito primero, antes estando en él todavía se truxo el sobredicho cuerpo del glorioso y bienaventurado rey, diziendo siempre que él se avía de anegar juntamente con el sobredicho cuerpo santo o lo avía de traer y poner en otra más noble y más generosa ciudad que no primero estava. De manera que su porfía venció y assí lo truxo a la noble y famosa diudad de Valencia, donde con gran pompa de ciudadanos y gloriosa solemnidad aposentó el cuerpo santíssimo del rey Luis assí como paga de sus trabajos y merced muy señalada de su claríssima victoria.
Tenía el rey don Alonso puesto cerco muy de propósito sobre los Berbes, isla muy nombrada no lexos de Túnez /Fol.XXr/ y que en otro tiempo creemos que fue llamada Lotofagita. Y por más del todo quitar la esperança a los que estavan en la dicha isla que pudieran ser socorridos, quiso un passo por donde pueden venir de tierra hasta entrar en la misma isla que es a manera de una puente, rompiéndolo y después haziéndose el fuerte allí con ciertas torres y defensas contra los que viniessen. Esto hacho no le quedava al rey otra cosa sino estrarse por la isla y saquealla y talalla y roballa y con la presa bolverse muy poderoso en sus tierras. Estando en esto a llegole un mensagero con cartas de Boyferio, rey de Túnez, que dezían d'esta manera: "El rey embía saludes al rey. Sabemos muy bien, rey don Alonso, que tu ánimo es tan grande que no te bastará a contentar la victoria de los berbes, por ende determinamos allegarnos a ti para que como dizen nos veamos cara a cara. Creemos que entre tanto no te yrás, por cuanto el huyr es cosa muy agenos de los reyes magníficos y esforçados. Vale." Cuando el rey don Alonso ovo recebido y leydo esta carta, viendo la ocasión de mayor gloria que se le ofrecía, determinó dexarse de la dicha isla de los Berbes y ponerse en orden para esperar este rey bárbaro, el qual, al tiempo dicho vino con sus huestes en que avría obra de cien mil hombres de guerra y assentó su real quasi un tiro de dardo apartado de la torre de la puente que los nuestros entonces tenían fortalecida y de allí començo a darnos grita y tirar artillería provocando a batalla los nuestros en todas las maneras que les era possible. El rey don Alonso tenía acordado darle otro día la batalla con sus vanderas tendidas y la gente puesta en orden, mas, como en semejantes casos acaece, el ardor de sus cavalleros y gente era tal que no les bastó la paciencia a sufrirse tanto, de manera que los nuestros que estavan en la isla passaron la puente y saltaron en tierra con los enemigos, en los quales con tanta determinación y furor hirieron y rompieron que en breve espa - /Fol.XXv./- cio los ovieron desbaratado y puesto en huyda. Tanto que muy poco le faltó para que el mismo rey de Tunez fuesse preso, porque en la verdad andando ya a pie turvado entre los nuestros y fuera de tiento acaso fue socorrido de un suyo que lo tomó a cavallo y lo salvó. Todos los que se avían determinado poner en su defensa no quedándoles tiempo ni lugar para huyr de necessidad fueron degollados y cortados a pieças a los pies del rey. Fue assí mesmo tomada la tienda real y saqueada, y fue presa toda la artillería y munición rompidos y quebrantados los ingenios de bronzo y de hierro que trayan, ganadas muchas vanderas. Y en fin fue inestimable la presa que en ellos se hizo y los nuestros truxeron consigo.
Avida esta vitoria tan gloriosa del rey de Tunez y de los suyos que más propiamente diremos de los africanos, el rey don Alonso con su flota se vino para Sicilia, donde no consintió que los cavalleros y gente de guerra se diessen al ocio ni con el hogar se tornassen torpes y haraganes. Antes mandó que luego refrescasse todas las naos y galeras assí de vizcocho y agua como de todas las otras provissiones y esto hecho passó sin tardança en aquella ciudad de Bervería que los penos comunmente llaman África, a la qual dio una vista mirando el sitio d'ella y de la manera y assiento del puerto. Después hizo presa en algunas naos de los enemigos que en el puerto estavan. De ay se vino lo primero para Sicilia de donde luego navegó para la isla vezina de Nápoles dicha isla. Una cosa noté que me pareció estraña en este viage de África que he contado, y es que quando fuymos en vista de la ciudad que oystes, sabiendo los de la ciudad que venía un rey en aquella armada, hizieron muchas alegrías con todos los instrumentos altos del música que podían, /Fol.XXIr/ assí de trompetas como de flautas y todo lo demás, tanto que los nuestros creyan que era señal de darse a la ciudad, mas después supimos que no era esto, sino que es tal costumbre entre los moros que quando por allí cerca passa algún rey, aunque sea enemigo, lo acostumbran saludar y honrar con todas aquellas fiestas y alegrías.
En su bever guardó tanta abstinencia que jamás bevía vino, o si lo bevía era muy en estremo templado con el agua. Y por exemplo suyo muchos de su corte hazían lo mismo, assí en esto como en otras muchas virtudes que en el rey veyan, en especial que muchas vezes el rey les contava las cosas de Alexandro Magno y les mostrava quánto daño hizo en su gloriosa fama la destemplança del vino. Traya el rey comunmente un refrán: que el vino turva el entendimiento y escurece el saber. Dezía tambien que sus hijos de la embriaguez son el furor y la luxuria.
Aviendo el rey don Alonso muy enteramente socorrido a la reyna de Nápoles doña Juana, y aviendo echado sus enemigos de todo el reyno, siendo assí mesmo ella restituyda en su primera hora, estado y reposo con el ayuda y potencia del rey, vínole nueva al rey como su hermano el infante don Enrique era despojdo de todos sus estados y hazienda y puesto en prisión por mandato del rey don Juan, rey de Castilla. El rey verdaderamente lo sintió mucho y recibió estraño enojo y alteración, porque amava en gran manera al sobredicho infante, hermano suyo muy más que a hermano por las partes excelentes y virtudes maravillosas que /Fol.XXIv/ tenía, de manera que el rey ovo por bien dexar los plazeres y estrañas recreaciones que en el reyno de Nápoles ya pacificado podía gozar, y puesto en orden, vino y socorrió a su hermano hasta tenerlo en libertad y en possessión de todos sus estados.
Estando el rey en la isla que diximos llamada Isda, adonde avía apostado juntamente con su exército y con mortandad que en él venía, tanto que era cosa estraña la pestilencia que entre ellos andava. Acaso fuele dicho cómo fray Anthonio Picente de la orden de los heremitas era muerto con una muerte muy penada; este frayle según se supo fue un estraño solenníssimo y muy señalado hipócrita y murió diziendo injurias y muy feas blasfemias contra Cristo redemptor nuestro y contra su Sacrantíssima Madre. Este fray Antonio fue aquel de quien biviendo por pública fama se dixo que ayunava quarenta días y quarenta noches continuas sin comer cosa alguna, tanto que con el nombre y fama de su santidad tenía llena toda la Italia, Sicilia y España, y avían hecho en él muy grande esperiencia para provar la d'esta abstinencia en muchos lugares, enderándolo en una celda y poniéndole guardas que lo guardassen, que en todo aquel tiempo ni le veyan comer ni bever ni en cosa de quantas Dios crió desayunarse, porque salteándole la celda el tiempo que él menos se avía de guardar, hallavan que aun alguna cosa que con olor bueno lo pudesse sustentar no la tenía ni consentí estar consigo. En fin todos lo creyan y la fama pública tal era que los ángeles estavan con él y cada día descendían a conversar y darle las cosas necessarias. La verdad del secreto era que él tenía unas candelas gruessas hechas de dentro huecas y por cima cubiertas con baños de cera. Estas candelas o cañas estavan llenas en lo hueco de una masa muy cordial compuesta de pechugas de faysanes capones y otras aves, y açúcar y harina y otras mezclas tales que poca quantidad dava mucha sustancia. Traya assí mesmo un cinto hueco hecho con tal ingenio que sin ser visto en él podía aver alguna quantidad de hipocras y otros vinos preciosos de que secrertamente bevía. Éste fue un hombre tenido en la mayor opinión de tanto de todos quantos se hallaron ni por oydas se supieron en sus tiempos acerca de todos los que d'él ovieron noticia. Quando el rey supo cómo era muerto de una muy amarga y miserable muerte y quasi comido de gusanos y descubierto el secreto de su maldad, el rey dixo: "Verdaderamente, yo creo que Dios castiga con tanta aspereza a los hipócritas porque en los engaños y maldades fingidas que hazen quieren tomar a Dios por escudo de compañero para engañar los hombres, de manera que es justo que biviendo con la mano de Dios sean açotados en presencia de los mesmos a quien quisieron engañar con título del mismo Dios. Y assí vean los hombres quánto deven guardarse de un tan mostruoso pecado, que Dios como indinado lo castiga no sólo con las penas infernales para siempre, mas aún con açotes en la vida presente".
Acaso un hombre allegosse a negociar en presencia de muchos con el rey don Alonso, y en el razonamiento que le hizo dixo grandes loores de otro que notoriamente le era capital enemigo, cosa de que todos los que lo oyan y sabían las passiones d'entre ellos estavan maravillados. El rey empero, como prudentíssimo siempre tuvo por sospechosos los loores que aquel de su enemigo dezía, y a parte -que aquel no lo oyó- díxonos a algunos que cerca le estávamos: "Mirad bien en ello que todos estos loores pararán en mal y daño /Fol.XXIIv./ del otro de quen aora tantos bienes dize". Y fue ansí que durole algunos meses dezir bien de aquel para ganar crédito con el rey que no se recelase y después començó a bolver en contra d'él, de manera que lo quisiera sacar del mundo. El rey empero que ya como sabio estava velando no dio lugar a la malicia d'éste.
Sabiendo el rey don Alonso cómo algunos reyes de Europa avían embiado sus embaxadores al concilio generalíssimo que en aquella sazón se celebreva en Basilea, sabiendo que todos los otros embiavan hombres de gran linage y personas poderosas y de mucha reputación acompañados de muchos servidores y cavalgaduras y fausto mundano, buscó para embiar de su parte no hombres de la condición que avemos dicho, sino hombres de muy gentil y noble ingenio de letras muy señaladas y provadas. Y assí embió a Micer Loudovico Pontano el más señalado y famoso jurista que en sus tiempos se halló. Y a Micer Nicolao Siculo, arçobispo de Palermo, uno de los grandes canonistas que en sus tiempos le vieron. La razón del rey era esta que donde se avía de tratar y determinar todo lo que se hiziesse por leyes divinas y humanas no era menester otra potencia ni fausto sino hombres que en esto fuessen bien señalados y en letras notablemente famosos.
Tenía el rey muy guardadas en un arqueta de marfil y quasi debaxo de su llave y mano muchas medallas de emperadores antiguos señaladamente las de Julio César, y para esto las hazía buscar por toda Italia. Dezía que pues no podía aver las estatuas ni otras memorias d'ellos, que con aquellas medallas se alegrava infinitamente, y sentía que le combidavan y encendían a casas altas y generosas.
Todas las vezes que salió en campo, jamás yva sin levar consigo los comentarios de César. No se le passava día que con mucha diligencia no leyesse gran rato en ellos. Loava mucho el estilo que tuvo en el dezir Julio César y la destreza que alcançó en el obrar. Parecíale que sus cosas comparadas con las de Julio César eran muy poco, puesto que (como él dezía) algunos querían ponerlo en cuenta de hombre no menos sabio entre los de letras que esforçado y diestro entre los de armas.
Traya por devisa un libro abierto, diziendo que no avía cosa en los reyes más necessaria que el conocimiento de las buenas artes, el qual no se podía aver sino mirando y rebolviendo los libros y por esto loava en mucha manera a Platón, que entre sus notables sentencias dexó escrito que los reyes deven ser sabios o muy amadores de los sabios.
Quando davan a saco alguna ciudad, villa o lugar, ya sabía el hombre que acertava en hallar algún libro que avía de traerlo al rey don Alonso, porque a todos era notorio que no avía cosa con que tanto se holgasse como con los libros. Y assí todos se tenían por dicho que en ninguna cosa podían hazer tanto servicio al rey como en traerle algún libro y presentárselo.
/Fol.XXIIIv./ Quando algún día se le pasava que algo no leya, dizíe que aquel día avía perdido. Oyendo una vez como Tito César solía dezir que el día en que no dava algo y hazía mercedes lo tenía por perdido, respondió que dava gracias a Nuestro Señor que él no se acordava jamás de aquella manera aver perdido día ninguno.
Sabemos que muchas vezes el rey se loava aver passado toda la Biblia quatro y aun diez vezes con todos sus comentos y glosas, y que a esta causa la tenía tan en la memoria que sólo las sentencias mas aun las mismas palabras en muchas partes se le acordavan.
Acaeció que la flota del rey y armada de mar, con gran fortuna desbaratada, vino a parar en las Islas dichas Escocadas, donde estando el rey con otros vieron venir una galera que a más andar se anegava, rompidas las velas y el timón perdido y ya sin poderse valer. El rey mandó a los que allí eran que prestamente soltassen algunas galeras y las fuessen a socorrer. Todos conformes rehusando el gran peligro dixeron que más valía que se perdiesse una galera que no todas. El rey viendo esto prestamente se puso en la galera capitana y mandó que la sosltassen para él en persona yrlos a socorrer. Todos los otros viendo lo que el rey hazía no pudieron hazer menos de seguirlo y ansí, aunque con grandíssimo peligro de todos ellos, socorrieron a la galera que en tanto peligro estava y la salvaron. Quando ya fueron todos en salvo, el rey les dixo: "¿No hos acordays quántas vezes yo hos he dicho que no puede vencerse un peligro sin otro. Por cierto a mí me parecía muy más honesto morir juntamente con mis amigos y valientes compañeros que sufrir a verlos perecer delante mis ojos sin yrlos a socorrer?"
/Fol.XXIIIIr./
Acaso un varón noble y de generoso linage que por salvedad de su honra aquí no nombro, fue acusado delante el rey que avía incurrido en el crimen que dizen lese magestatis, del qual crimen por el acusador delante el juez fue convencido y después que el rey vio le era provado no consintió que le fuesse dada pública sentencia ni castigo. Antes aparte y secreto él lo reprehendió, procurando que con esta clemencia y cautela la casa noble y familia generosa de aquél por la culpa de uno solo quedasse infamada.
Quando al fin después de tantos años vino a tomar por fuerça la ciudad de Nápoles que tan endureçida avía estado. ¡O maravilloso Dios, con quanta humanidad, liberalidad y mansedumbre los trató. Primeramente él estorvó que no fuesse saqueada ni robada con las furiosas manos de la gente de querra que traya. Y si no fue algunos pocos que en el primer ímpetu y furor del combate recibieron daño, después quanto en el mundo le fue possible escusó que ni en las personas ni en las haziendas ninguno fuesse agraviado. Y para esto él mismo con la espada sacada yva a cavallo por toda la ciudad proveyendo que ninguno fuesse osado hazer fuerça, agravio ni injuria a otro. En fin a los mesmos napolitanos, aunque rendidos y tomados por fuerça les dio leyes assí como a hijos, olvidándose de la dureza que contra él avíen tenido, y juntamente de la muerte del infante don Pedro, su hermano que él tanto amava y en el mismo cerco le avían muerto.
/Fol.XXIIIIv./ Aviendo ya tomado por combate y teniendo como señor la mesma ciudad de Nápoles, porque la gente de guerra con la victoria tan grande y vicios de la ciudad no se mal vezase a ociosidad y regalo, lo más presto que pudo ordenó las cosas de la ciudad y de ay puesta en orden su gente salió en campo contra los enemigos que aun en el mesmo reyno le quedavan de sojuzgar, de los quales era capitán uno que llamavan Antonio Caldoria, hombre muy señalado en cosas de guerra. En fin que el rey don Alonso vino a verse con él en el campo llamado Carpinavio, donde halló los enemigos muy puestos a punto y con toda determinación confiando en el número que eran muchos y en ser buena gente y determinada la que tenían. Quando el rey fue cerca d'ellos tuvo su consejo si era cosa devida hazer guerra a esta gente o no. Uno de los principales que en el consejo eran dixo que verdaderamente si el rey allí no estuviera presente fuera cosa muy devida pelear con ellos. El rey respondió: "A mi me parece que la cosa que más suele favorecer el exercicio y animarlo para dar la batalla es la presencia de su rey, pues si a Dios plaze aora no será lo contrario". Por tanto con el ayuda de Nuestro Señor mandó que la batalla se diesse, que muy presto verían por esperiencia que su presencia no les haría daño, antes mucho beneficio para la victoria y aun para la honra que esperavan ganar. D'esta manera ellos rompieron la batalla y travaron la pelea con los enemigos, la qual al principio fue assaz reñida para todos, peligrosa y dudosa la victoria. Fue, empero, tanto el bien que hizo el rey con su presencia animando y encendiendo la gente en el plazer, que en breve los desbarataron y prendiendo pusieron en huyda los enemigos. Entre los cavalleros que allí fueron presos era la mayor parte de los de Francisco Esforça. Fue assí mesmo preso el capitán Micer Antonio Caldoria, enemigo mortalíssimo del rey don Alonso, tanto que todos los del consejo y principales del rey eran de /Fol.XXVr./ parecer que luego fuesse sentenciado a muerte y hecha una señalada justicia en él. El rey con su acostumbrada clemencia mandó que le fuesse dada la vida y le fuessen assí mesmo restituidos todos los bienes suyos y de su padre. Mostrando en quan poco tenía ni para temerlos ni para tenerles odio a él ni a su padre Micer Jaume Caldoria que le avía seydo assí mismo muy mortal enemigo. Mandó también que todos los otros cavalleros presos en aquella batalla fuessen puestos en libertad, y aun a algunos d'ellos aunque se le avían mostrado enemigos, por la buena fama que d'ellos oya les hizo largas y señaladas merçedes. Hizo tanto esta clemencia y grandeza del rey que de ay en adelante todos los que le eran enmigos le quedaron muy fieles servidores y lo amavan como si verdaderamente les fuera padre. Y assí se le dio luego pacíficamente todo lo que quedava por ganar del reyno, que era desde el Aquila, ciudad de los pueblos marsos, hasta Rijoles, que es tierra de los pueblos brucios.
Él tomó por combate el lugar de Isda que estava en gran manera fuerte assí por el sitio d'él como por la gente que lo defendía, donde perdonó a muchos y muy duros enemigos que dentro halló. Puso assí mesmo allí muchos de los catalanes para que poblassen aquella tierra casándolos con muchas biudas y donzellas que avía. Esto hizo con pensamiento de lo que después le sucedió: que aviendo hijos d'estos matrimonios se trataría amor entre aquella gente y los que yvan de acá. Y assí todos serían conformes en amar, servir y guardar fialdad al rey. En esta mesma conquista de Isda le acaeció al rey otra cosa estraña y fue que avida la victoria él quiso passar en una varca a la otra parte de la ribera donde estava una yglesia de Nuestra Señora para hazerle glorias de la victo -/Fol.XXVv./- ria. En la varca que el rey yva fue tanta la gente que quiso entrar que después caminando la varca se vino a entrar y hundir. El rey no sabía nadar y assí hubo d'entrarse a hondo. En esta priessa y necessidad hallose uno de Baeta diestro nadador que socorrió al rey, y aviéndolo sacado del hondo y puesto en salvo, el rey dixo: "No puede lo mucho costar poco". Y al mesmo hombre que lo sacó que era un marinero harto pobre de baxa manera, mandole assentar cierta merced que cada un año le fuesse pagada y mandole dar el dote que era menester para casar cinco hijas que tenía.
Aviendo el rey tomado por combate un lugar de Apulla que se llama Icaro, la gente y soldados se ponían en saquearlo con mucho furor. El rey temió que este furor no redundasse en ofensa de la honestidad de las mugeres. Y assí con todo cuydado y diligencia proveyendo en ello mandó que fuessen todas buscadas y traydas fuera del lugar y puestas en una cierta parte apartadas del furor de la gente. Allí dio cargo a un cavallero llamado Juan Olzina y a mí que las guardássemos y mirássemos por ellas. Donde estuvieron muy a su honra hasta que passados ciertos días que todo fue reposado cada qual d'ellas muy al seguro fue entregada a su marido, hijo, o padre para que las levassen a donde ellas quissiesen yr.
Estando el rey en el lugar de Sanivo, allegole sin pensar nueva cómo los enemigos venían y eran ya muy cerca. Mandó prestamente tocar alarma y que toda la gente saliesse para venirles al encuentro, y assí aviendo marchado quasi tres mil passos los esquadrones puestos en orden, vino a poner y assentar /Fol.XXVr/ su campo a vista y bien cerca de los enemigos en un campo vezino al lugar llamado Troya. Los enemigos estavan en un lugar alto assí mesmo puestos a punto y muy en orden para romper quendo fuesse ora. El rey de propósito acordado no se movía para ellos por darles ocasión que ellos marchando contra él dexassen aquel lugar alto que tenían y abaxassen todos a pelear en el rellano. Y fue assí que confiando en que eran muchos y en la verdad con desegual número muy más que no los de la parte del rey abaxaron en el rellano y rompieron la batalla. Acuérdome por cierto que de mis orejas oy dar una boz al rey porque le estava cerca, en que dixo: ¡O, cavalleros que nuestra es la victoria! Y en esto junto con las bozes nos demostrava de qué esquadrón de los que peleavan se declarava ya ser nuestra la victoria, y assí arremetió en los primeros con gran deliberación contra los enemigos. Fácilmente creyera qualsiquier que la fortuna estava atenta a hazer las cosas del rey, viendo con quanta presteza rompió desbarató y puso en huyda sus enemigos. Tanto que siguiéndoles ell'alcance hasta meterlos por las puertas de la ciudad muchos d'ellos prendió, otros puso en tanta necessidad que se despeñavan en las cavas hondas no pudiendo más hazer, y algunos de los de Rijoles, mezclados con los enemigos, l'entravan por la una puerta de la ciudad, y después se salían por la otra y se bolvían al rey sin ser heridos de los enemigos. Muchas cosas señaladas acaecieron en esta victoria , entre otras fue que un cavallero viendo al rey tan luzido y tan rico más que todos y no sabiendo quién era, estendió contra él la espada diziendo: "¿Quién soys?" El rey alçó el braço con su espada encontrándole y dixo: "Soy el rey don Alonso". Dizen que en oyendo aquel cavallero al rey, se derribó en tierra y tornando su espada a la vayna se puso a la merced del rey como sujeto y cativo. Assí mesmo acaeció en esta jornada que tornándose el rey con toda la hueste a sus aposentos (como suele /Fol.XXVIv./ hazer), entendieron cada uno en curar de sí mesmo dasarmándose, limpiándose del polvo, remediando las heridas y el terrible calor y maltratamiento que trayan. El rey empero fue cosa de notar que viniendo no menos fatigado que los otros porque el tiempo era estío y en la Apulla es ardientissimo, ni consintió ser desarmado ni limpiado del polvo, calor y sudor que traya, ni comió ni bevió cosa alguna hasta que huvo oydo el officio divino, el quel muy solemnemente se celebró en su presencia ante que nada de lo sobredicho hiziesse. Y assí armado ayunó y fatigado de la batalla quiso dar gracias a nuestro redentor de la victoria que le avía dado.
Andando el rey a caça en los campos que aora comunmente llaman de Rosas le vino nueva cómo Micer Ricio capitán de la infantería de los de Rijoles, se le avía levantado y passado con los enemigos, y por trayción se avía apoderado de la villa de San Germán con el monte llamado Casinate, y de allí que se dava priessa en hazerse señor de todo lo que en derredor estava. Oydo que huvo el rey la nueva de presto algo alterado dixo: "Aquí ay necessidad de remedio presto con obras y no de consulta". Y assí como estava más para la caça que no para la guerra, tiró su camino para dende su enemigo estava, acompañado solamente de los cavalleros que en la casa con él andavan. Mandó notificar por las ciudades y lugares más cercano que lo que bien lo quisiesen prestamente por donde él yva lo siguiessen. De manera que él fue con el traydor de Micer Ricio antes que él lo pensasse, yva tanta gente en siguimento del rey que el Micer Ricio bien a la clara mostró estar arrepentido de lo començado con ver la súbita venida del rey y de todos los otros de Rijoles que lo acompañavan. Fue tan presta que a penas avía po -/Fol.XXVIIr./- dido combatir una fortaleza llamada Janicula en la que tenía puesta la mayor parte de su esperança para poder salir con esta negociación o trayción, por quanto empero el rey fue avisado como el Ricio esperava gran socorro de la parte de Roma que presto le avía de venir. Y con esto todavía durava en el combate de aquella fuerça que avía començado. El rey de parte de noche embió cierto número de gente avisados que passassen por junto a la torre de la yglesia de aquel lugar, la qual torre estava por el dicho capitán Ricio, y que quando passassen, dixessen que venían para socorrer al mesmo capitán, y assí yendo adelante baxassen a donde él estava a la punta del día. Y fue assí que al tiempo que la gente vino en vista del dicho Ricio creyendo que era el socorro que esperava començose alegrar en mucha manera. Después empero que conoció las vanderas y armas de los de Rijoles, sin más tardar con ponerse en huyda buscó la vida antes que el rey lo tuviesse encerrado de todo y fuera de remedio alguno. El resto de la gente que allí con él estava con falta de aviso fueron todos presos, mas usando el rey de su acostumbrada clemencia los mandó soltar todos sin daño ni castigo alguno, y el lugar fue tornado a cobrar juntamente al quarto día después que avía sido tomado del dicho capitán Ricio.
Tenía el rey un cavallero criado suyo tan pródigo y desptemplado gastador que ninguna cosa le bastava, de manera que después de averse el rey hecho infinitas mercedes y socorrido en sus cosas, un día tornándole a pedir, le dixo: "Amigo, si yo porfío durar en cada día que pides darte, me parce que tú me harás a mí pobre antes que yo te pueda hazer a ti rico. Porque yo hallo que no es otra casa dar a ti, sino querer henchir de agua un estanco que por baxo esté horadado.
/Fol.XXVIIv./
Saliendo una vez a recebir al rey don Fernando su padre que venía de camino y según parece venía enfermo y en unas andas, quando fue junto al rey él se apeó y lo acompañó viniendo a pie para si fuesse menester tomarlo en sus hombros y levarlo allí. El padre desde las andas le mandava que en todo caso cavalgasse y como venían otros muchos cavalleros que lo acompañavan a cavallo, él también viniesse. El rey don Alonso respondió: "Señor, estos cavalleros vean lo que les cumple y vayan en la manera que les pareciere que deven yr, que sin duda no podré acabar comigo otra cosa sino acompañando a mi padre y a mi rey que va enfermo yr yo a pie".
Acaso un día loava al rey don Alonso un cierto hombre en su presencia quiriendo engrandecer su nobleza con dezir que era rey, hijo de rey, nieto de rey, hermano de rey, y con otros loores d'esta condición. El rey entonces, atajando sus palabras le dixo: "Sepas que no ay cosa en el mundo que yo en tan poco tenga, como essa que tú tan encarecidamente loas y estimas, porque todo esse loor que tú me das, es de mis antepassados y no mío, porque ellos con su justicia, templança y otras excelentes virtudes vinieron a alcançar todo esso que has dicho y ser reyes. Los reyes para los que los heredan no son sino carga y si quieren que les sean para honra, es menester que sucedan más en las virtudes de sus mayores que no en le derecho del testamento. Y assí si tú procuras darme algún loor mira bien si puedes hallar en mí alguna virtud propia de que me loes sin que aya de buscar las de mis antepassados y muertos."
/Fol.XXVIIIr./ Estando cercano a la muerte el tan nombrado rey don Fernando, padre del rey don Alonso, dizen que lo llamó y le dixo assí: "Hijo, ya sé que es de justicia y a mí me plaze mucho d'ello que todos los reynos y señoríos que Nuestro Señor me ha dado vengan a ti para que los heredes y seas señor d'ellos. Querría empero en mucha manera si tú lo consintiesses y assí te lo encargo y ruego, lo ayas por bien, que las tierras y señoríos que tengo en Castilla queden a tu hermano el infante don Juan". Dizen que el rey don Alonso, entonces le respondió: "Señor y padre mío, yo bien veo que todos estos reynos y señoríos tuyos de derecho vienen a mí. Yo he tenido y terné simpre en más complir tu voluntad que gozar de quantos privilegios me pueden otorgar todas las leyes y derechos del mundo. En tanta manera que si conforme a tu saber y prudencia singular te fuere bien visto que conviene al bien d'estos reynos que mi hermano el infante don Juan te sea sucessor y quede por rey d'ellos. Desde aora digo que lo auré por muy bueno y ten señor, por cierto, que quanto yo biviere no seré menos obediente y conforme a tu voluntad que Alá y Dios que me crió". El rey don Fernando, que esto vio, diole su bendición y con lágrimas en los ojos dixo: "Hijo, Dios haga siempre mayor la piedad y obediencia que en tí veo por su infinita clemencia". Y assí por entonces se partió d'él.
Roger conde de Pallares, hombre en linage y esfuerço muy señalado se fue al rey y le dixo: "Señor, si tu voluntad es, sepas que yo esto determinado de hallarlo y me bastara el ánimo para esecutallo: de dar de puñaladas el rey don Julián de Castilla, tu tan rezio enemigo y adversario. Por esto mira si es tu voluntad y merçed que lo ponga en obra". El rey le respondió: "Por cierto no digo por alcançar el reyno y se- /Fol.XXVIIIv./- ñorío de Castilla, mas por alcançar el imperio y mando del mundo universo yo no consentiría en hazaña tan fea y tan detestable. No plega a Dios que la fama gloriosa que con toda virtud procuro y espero alcançar yo la escurezca con un hecho tan feo y abominable". La mesma repuesta dio a un florentín que andava desterrado de Florencia y le ofreció matar a Cosme de Medicis, que assí mesmo era enemigo capital del rey, diziendo que con solos treynta hombres fiados que le diesse, él se le ofrecía a degollárselo. El rey le dixo que verdaderamente él avía tenido y tenía otros enemigos muy mayores y más poderosos que no Cosme de Medicis, con cuya muerte pudiera aver alcançado reynos y grandes señoríos y que nunca jamás avía consentido en ello, que le fuesse en buenora y otra vez si le viniesse a hablar, le truxesse otras más honestas ofertas.
Mostráronle un día al rey don Alonso sus criados como por burla a un rústico qu'estava muy descuydado y a manera de bovo comiendo un razimo de huvas, y ellos quasi por escarnio señalávanselo con el dedo. El rey dixo: "Pluviesse a Dios que a mi me dexassen comer tan a mi plazer".
Aviendo recebido el rey don Alonso una carta de la reyna doña María, su muger, que fue una señalada persona en toda virtud, y leyda que huvo la carta pareciole tan bién que la tornó a leer otra y otra vez como muy agradado d'ella. Dixo luego: "Determinado tenía días ha jamás hablar de mi muger fuera del tálamo donde con ella me veo, porque loándola mucho no me tuviessen por hombre demasiado dado a ella o desonesto. Aora hallo que entermante devo /Fol.XXIXr./ mudar este consejo, y en quantos lugares me hallare por calles y encruzijadas doquier que gentes me puedan oyr, no hablar de otra cosa sino de la constancia y virtudes señaladas que en ella conozco.
Muchas vezes veyamos al rey don Alonso que reprehendía algunos nobles y principales de su corte porque hablando de otros que les eran amigos por no ser tan ricos o no tener tanto fausto como ellos, siempre los llamavan sus servidores. Y dezíales que el rey Filipo nunca acostumbró llamar a los hombres de aquella condición servidores ni vasallos como ellos hazían, sino amigos y familiares.
Desseando yrse a bivir don Alonso de Luna en senvicio del rey don Juan de Castilla, pidió cartas al rey don Alonso en que mucho le encomendasse al rey don Juan. El rey don Alonso se las dio muy complidas y favorables que en fin obraron tanto en favor del don Álvaro, que en breve tiempo subió a ser grandíssimo señor. Y quando se vio tan subido que era maestre de Santiago y condestable de Castilla, como ingrato olvidose del rey don Alonso por cuya intercessión avía comenzado todo su bien. Algunos le hablavan al rey de la ingratitud d'este hombre y el rey dezía que ya por muchas esperiencias tenía provado que una gran merçed y un beneficio muy señalado no puede pagarse sino con una notable ingratitud. Y assí dezía él: "Muchos ay que (3) dan, y muy pocos que sepan dar. Mas ni por esso jamás deven los hombres dexarse de hazer bien".
/Fol.XXIXv./ Que tan grande aya seydo la estima y alta reputación en que el rey don Alonso fue tenido, entre otras muchas razones me parece ser ésta señalada: que sus mesmos enemigos, siendo persona notable, muchas veces públicamente dixeron grandes loores d'él. Al tiempo que el muy Ilustre Francisco Esforça yva por Capitán General del ejército contra el rey don Alonso hazia el reino de Nápoles, estava en Florencia un grandíssimo enemigo del rey llamado Nicolao, Cardenal de Capua. Algunos sabiendo la verdad del dicho Francisco Esforça dixeron al rey don Alonso: "Señor, esto no es averlo con el duque Reyner". Dixo el rey: "Pues hagos saber que también conocerá Francisco Esforça que lo ha con otro que Filipo María. Micer Malferit embaxador, díxole al rey cómo avia oydo recontar lo sobredicho. Dizen que el rey le dixo: "Ya Dios quisiesse que todos mis enemigos me tuviessen en la cuenta que esse me tiene y me publica, porque soy cierto que no me moverían guerras, antes me dexarían bivir en paz y reposo que es la cosa del mundo que yo más ha que desseo".
A caso el rey don Alonso quería leer, y para traerle un libro hallaron su librería çerrada, y el que tenía la llave no era allí. El rey determinó él mismo quitar la cerradura con sus manos. Hallose presente Mateo Siculo, capellán suyo presona de mucha reverencia y santidad, y viendo al rey que de sus manos desclavava la cerradura dixo: "¡O, señor! ¿Y cómo un rey tan poderoso como tú te pones en hazer esso de tus manos?" El rey sonriéndose dixo: "Dezidme, padre honrado, ¿por ventura Dios y natura dieron las manos a los reyes de balde?"
/Fol.XXXr./ Don Enrique, rey de Bretaña, prendió en batalla a un cavallero muy señalado assí en linage como en su persona de nación francés llamado Juan Capicurcio, y tomando, púsolo en prisiones donde lo tuvo hasta tanto que con seguridad y fe dada prometió un rescate muy grande por su persona. El dicho cavallero, dexando su fe empeñada fue por muchos reyes d'esta Europa suplicándoles tuviessen por bien socorrerle para complir esta summa de su rescate que era grandáissima. En fin que aviéndolos andado quasi todos , no hallava remedio para su necessidad, teniendo que fue al rey don Alonso no sólo en parte como a los otros pedía, mas en toda la quantidad de su rescare le mandó hazer merced para que esta cavallero cumpliesse con su fe y cobrasse libertad.
Luego que el rey don Alonso, siendo aun muy moço por la muerte de su padre el rey don Fernando, tomó el regimiento y cargo de los reynos. Acaeció que un esclava preñada de su señor vino a pedir justicia, alegando la ley d'España que la esclava que pare de su señor es libre y franca. El señor reziamente negava que tal oviesse passado, creyendo que con negar él quedaría con la esclava y con el hijo. La esclava todavía más instava afirmando el caso y pidiendo justicia d'él. La provança d'este negocio estava muy difícil, mostrose empero en este caso la mucha prudencia del rey don Alonso, la qual en otras muchas esperiencias desde niño avían conocido. Y fue que mandó que puesiessen el niño en pública almoneda para que lo compresse el que más diesse por él. En fin que por concierto fingido libravan el muchacho al que más precio dio por él. El padre entonces no pudo sufrirse, y con lágrimas en los ojos tomó el niño confessando la verdad como era su hijo, y assí mandó el rey que el padre levasse su hi -/Fol.XXXv./- jo y la esclava cobrasse su libertad.
Un cavallero criado del rey llamado Juan de Caltagir, do fue preso en campo y luego que se vio restituído en su libertad, començó a pedirle y fue tan descomedido que no usando como devía de la nobleza del rey le pidió infinitas demandas. El rey tuvo paciencia y cumplió con su importunidad. Quando y el rey se vio libre d'él, dixo burlando a los que quedavan: "Por cierto, viendo tanta manera de demandas como este cavallero mío oy me ha traydo, he avido miedo que no me demandasse la muger".
Estando una vez diversos hombres de letras disputando en presencia del rey acerca de la felicidad de los reyes, depués que cada uno uvo dicho su parecer, el rey también quiriendo mostrar lo que en ellos sentía les dixo: "¿Para que hos fatigays cada qual buscando su razón por complir con esta quistión que aveys movido? ¿Cómo paréceos que pudo hombre del mundo mejor hablar en esso que habló el glorioso Sant Agustín. Y assí el rey les truxo lo que a cerca d'esto S. Agustín dize, y por ser cosa que nunca devría partirse de las orejas de los reyes, yo quise enxerirlo aquí. Dize pues sant Agustín: "Yo creo que los reyes son bienaventurados si en su mandar y regir guardan justicia. Si quando se veen tan loados y reverenciados no se ensobervecen, antes se acuerdan que son hombres y que han de morir assí como qualsiquer de sus súbditos. Si emplean toda su poderosa magestad con humildad y llaneza para engrandeciendo aumentar la honra de Dios. Si temen, aman y honran a dios. Si tienen más amor con aquel reyno soberano donde no les pesara ver mu -/Fol.XXXIr./- chos sus eguales, que no con éste donde ellos solos mandan a todos. Si son tardíos en vengarse y ligeros en perdonar a sus enemigos. Si hazen la venganza y castigo de alguno por el bien público y por tener la gente en paz, y no por satisfazer a su propia passión. Si quando perdonan alguno lo hazen con esperanza que assí mejor lo corregirán y trayrán al bien y no por negligencia de dexarlo sin castigo. Si saben usar de mansedumbre y misericordia quando es menester en el castigo de algunos, ofreciéndoseles ocasión que quasi los fuerça a castigarlo con rigor y aspereza, de manera que con sus beneficios todo lo aplacan. Si en la licencia de la carne y sensualidad tanto más son templados quanto más se hallan poderosos para no serlo. Si se precian más de tener mando sobre sus propias passiones que sobre ningunos pueblos del mundo. Si todo lo sobredicho hazen no con apetito de vana gloria, antes con verdadera caridad y amor de la bienaventurança, si no se olvidan ni menosprecian hazer devida penitencia de sus pecados, ofreciendo a Dios sacrificio de oraciones y limosnas. Sabed que tales emperadores y reyes como estos podemos dezir que son bienaventurados.
Avía un letrado llamado Micer Andrea Panormitano, que según al rey fue dicho era persona muy señalada assí en linage como también en la sciencia de los derechos. Y aun que era hombre de mucha edad nunca el rey avía sabido d'él. Luego empero que huvo esta información, le tomo grandíssimo desseo de verlo como a hombre que él tenía por muy bien afortunado.
El rey don Alonso acostumbrava muchas vezes yrse so -/Fol.XXXIv./- lo sin guarda ni gente qual los reyes acostumbran levar. Algunos que le eran muy servidores reprehendíanlo d'esto, diziendo que sería razón que levasse a doquier que fuesse la guarda de gente assí como otros reyes y príncipes lievan. Pareció a los miradores que le fue al rey áspero y quasi espantoso este consejo. Tanto que les dixo: "Sabed que yo no voy solo como vosotros pensays, antes voy acompañado, que es con seguridad de no aver hecho mal a nadie. Y creed que no ay cosa que haga al hombre tan seguro como es ser bien quisto y amado de sus ciudadanos, que con sólo esto no ay qué tema".
Dezía el rey que le parecía cosa muy grave ser rey por muchas cosas y principalmente porque la vida del rey no es sino un dechado de donde sacan los pueblos sus modos de bivir. Y es la desventura que siempre se hallan muy más aparejados para seguir los vicios que no las virtudas que veen, de manera que tienen necessidad grande los reyes de bivir bien y a derechas no tanto por sí mesmos quanto porque con su mal exemplo no hagan los pueblos mudándose al talle de las costumbres que veen en su rey, como la yerva llamada tornasol va siguiendo siempre el sol para do quier que camina.
Ofreciose una grave discordia entre doña Juana, reyna de Nápoles y el mesmo rey don Alonso, en que entrevinieron muchas maneras de personas importantes para concordarlos. Hasta que en fin los principales del reyno vinieron al rey, y prometiéronle sólo él fuesse contento que ellos le entregarían sin que la reyna lo supiesse quasi todo el reyno de Ná -/Fol.XXXIIr/- poles. El rey les respondió que verdaderamente él se lo agradezía, mas que tenía en muy más su fama y su honra que quantos reynos avía en el mundo, que su determinación era posseer aquel reyno quando a Dios y a la reyna doña Juana su madre pluguiesse con todo derecho y justicia, y no averlo con engaño ni con injuria de nadie y que si aora la voluntad de la reyna se mostrava estar mudada contra él, esto podían aplicar a la flaqueza que comunmente en las mugeres cae, mas que a él le convenía acordarse que era varón y rey.
Es cierto que mandó el rey avisar todos los juezes y governadores de su reyno y él de palabra se lo amonestava que ninguna cosa del mundo que embiasse a mandar la obedeciessen, si no era justa y honesta, porque a vezes o por importunidad de los que piden o por ganancia de los que conceden, se acostumbran sacar de la corte provisiones injustas. Y por tanto mandava a los otros juezes en cuyas manos avían de venir a essecutarse que todavía mirassen si eran justas antes que las cumpliesse, de manera que la primera y principal ley que en su reyno quería guardar era que no se hiziesse cosa contra ley ni contra justicia ni contra razón.
Quando alguno de sus criados o gente de sueldo les convenía yr o por negocios o por passatiempo jamás les negó licencia, antes con mucha liberalidad se la dava, y nunca consintió que por ser absentes perdiessen cosa alguna de sus quitaciones. De aquí vino que viendo la gente cómo el rey jamás les negava la licencia, muchas vezes después de averla avido no se querían partir o si se yvan luego se bolvían al rey. El /Fol.XXXIIv./ qual los recebía con mucho amor quando venían y dezíales que assí como él hazía guerra a sus enemigos porque lo dexasse bivir en paz, también ellos no devíen dexar de yr a sus negocios por estarse ociossos.
Érale muy común y familiar aquella sentencia de Antiftenes en que dixo si el hombre de necessidad avía de venir en poder de cuervos o de lisongeros que muy mejor le era venir en poder de cuervos, porque los cuervos no comen sino muertos y los lisongeros cómense los bivos.
Siendo muerto el Papa Eugenio, estando en elección de nuevo pontícipe, muchos assí del colegio de los cardenales como de otros muchos que en aquella negociación importavan, se vinieron al rey don Alonso que en aquella sazón estava en Tibur con exército grande y todos le ofrecían que si él mandava elegirían pontífice conforme a su voluntad. El rey les respondió con toda firmeza que ellos criassen Papa la persona de todas quantas podían ser que más abil, ydóneo y suficiente les pareciesse para governar una cosa tan grande y levar sobre sí una carga tan pesada y mejor con todo esto servir a Dios, y que de su parte les ofrecía estarse en Tibur todos aquellos días para asseguralles el campo y tiempo de la elección que de persona del mundo no pudiessen ser perturvados ni molestados en cosa alguna.
Sabiendo cómo de algunos de los que d'él recebían mercedes después salían desagradecidos y aunque hablavan /Fol.XXXIIIr./ a vezes cosas no devidas em perjuyzio del rey, solía dezir en este caso que ellos hablassen lo que quisiessen, que el pago y el fruto que él sacava del bien hazer era sólo aver hecho bien. Y contra los que dezían mal d'él reyase diziendo: "Está muy bien que la ciudad en que bivimos es libre y cada uno puede hablar como quisiere".
Dezía muchas vezes que avía de ser el príncipe como coraçón de la república y ella avía de ser el cuerpo y que siendo esto verdad como es se maravillava como podían hazer mal a sus súbditos pues si bien miravan eran crueles conta sí mismos.
Siendo el rey por algunos reprehendido que era demasiadamente piadoso y manso, perdonando como perdonava muchas vezes a los que aun gravemente le ofendían, respondioles que sin duda ninguna estava aparejado para tornarle al señor todas las ovejas que le avía encomendado de una en una siempre que se las demandasse y quería estar a punto si era possible para bolvérselas todas sanas.
Dezía que con la justicia él era bien quisto con los buenos y con la clemencia lo era también con los malos.
Quando algunos lo culpavan que para rey era demasiado humano, clemente y manso, él solía respondelles que esperasen tiempos en que reynassen ossos o leones, porque /Fol.XXXIIIv./ en la verdad la clemencia era parte de hombre y la feredad era cosa de bestias.
Dezía que era en estremo fea cosa ninguno tener mando sobre los otros si primero no lo savía tener sobre sí.
Esto fue una cosa de notar muy señalada en el rey don Alonso, que siendo señor de tantos reynos y señoríos, aviendo alcançado tantas glorias, honras y virtudas, jamás en él se pudo notar señal de vanagloria o destemplada fantasía.
Dezía que le parecía una cosa muy torpe y fea que los reyes fuessen regidos por otros y los capitanes fuessen guiados por otros.
Si el rey don Alonso veya o sabía de algunos muchachos que fuessen ábiles y tuviessen inclinación a las letras si eran pobres y por necessidad dexavan de seguirlas luego mandava que fuessen puestos con los maestro que convenía y que les fuessen dadas las cosas necessarias para estudiar. La mesma piedad tuvo para con los teólogos pobres, que muchos por ser pobres no podían graduarse ni dotorarse como era razón aunque tuviessen las letras y suficiencia. El rey jamás se enojó de ayudarles pagándoles las costas y honrarlos con estar presente a sus dotoramientos y fiestas.
/Fol.XXXIIIIr./ Era muy aficionado a la hermosura y belleza donde quier que la veya. Dezía él que (conformándose con la sentencia del filósofo Crissipo) la hermosura era flor que nascía de la virtud, nunca empero se halló con que hablasse cosa en injuria ni ofensa de otro por muy moço que fuesse.
Preguntáronle una vez al rey don Alonso qué le parecía de la honra sin provecho. Respondió que le parecía ser a manera de un hombre que tiene muy aguda y ecelente vista y está puesto en lugar tenebregoso que no puede valerse d'ella.
Disputando una vez al rey de quán benigna fue natura con el hombre dixo que aun en darle remedios contra los vicios no se avía olvidado, pues contra la luxuria le proveyó del matrimonio; contra la embidia, halló el remedar y contra hazer; con la pereza halló el assolazarse y recrear; contra la gula y desorden halló el comer templado; contra la avaricia, la templanza del gustar y reprehender los amigos; en lugar de la sobervia no consintió que usassen de nada. Esto se hizo para que conozcan los sobervios cómo son odiosos y detestables no sólo a los hombres mas a Dios y a natura que ni quiere a ella ni cosa en su lugar.
Viendo el rey don Alonso estar baylando y saltando una muger algo destempladamente y con más bollicio que la honestidad se requiere, dixo a los que allí estavan: "Estad atentos que esta Sibila presto publicará la profecía."
/Fol.XXXIIIIv./
Acostumbró tener en algo, no tanto saber y poder vencer los enemigos como depués de vencidos mirar por el bien d'ellos y procurar su remedio, porque dezía que lo uno era obra de la fortuna y lo otro estava siempre en su mano y era obra suya propia.
Diziéndole uno: "Guarda señor esta tu demasiada clemencia y mansedumbre no sea causa de tu destruyción", respondiole: "Antes delibero sufrir muchas cosas por no venir en embidia y odio de ninguno".
Tenía por costumbre abraçar consigo los que veya ser humildes y misericordiosos, y por el contrario alançava de sí los sobervios como aborrecidos a Dios y a los hombres.
Siendo reprehendido el rey don Alonso que teniendo él como tenía tan por aborrecido el dançar y baylar por qué quando vino el emperador Federico y Madama Leonor, su muger, él fue contento de danzar y baylar públicamente. Respondía él a esto y dezía que aunque oviesse dançado no lo aprovava, ya sea verdad que por hazer honra y fiesta al emperador y su muger él avía seydo contento de dançar juntamente con ellos. Dezía también gran diferencia avía en cómo se hazía este negocio (4). Porque si uno dançava por vicio y vana intención de complazer a mugeres, que era cosa de loco y embriago; mas que si dançava por sólo hazer honra y fiesta a persona que se le devía que podía el tal ser escusado /Fol.XXXVr./ y que no podía ser contado por loco el que una vez haze del loco en compañía de príncipes y grandes señores.
Una cosa hallamos entre las hazañas del rey don Alonso muy señalada y dina de todo loor, y es que jamás vio hombres especiales muy eminentes en letras o armas o consejo y esperiencia de guerra que no los recibiesse en su casa. Y después de averlos recebidos siempre les hazía muy señaladas honras y merçedes. Tuvo un tal Bracho, el más nombrado capitán y diestro en las cosas de la guerra que en sus tiempos se halló. A este, el rey don Alonso lo tuvo por su maestro en las cosas de la guerra desde que el rey era muy muchacho y assí lo honró mucho y le hizo muy largas merçedes. Este Bracho fue el que tornó a resucitar en Italia la fama y la sciencia de las armas que ya quasi estava muerta y la aumentó y hizo mayor. Tuvo el rey después d'este a Micer Nicolao Pichinino que fue desdiplo del mesmo Bracho y amolo mucho y hízole muy grandes honras y merçedes. De hombres de letras tuvo hombres muy notables: tuvo señaladamente a Bartolomé Facs, hombre de muy famosa eloqüencia y mucha suavidad en su dezir. Éste desseó en gran manera el rey que escribiesse las cosas y hazañas suyas, porque le pareció en estremo bien un libro que el mismo Bartolomé Facs le compuso en que hablava de la felicidad humana. Tuvo assí mesmo por su muy familiar y amó mucho a Jorge Trapezuncio, hombre doctíssimo en letras griegas y latinas. Tenía ya con él concertado que passasse del griego en lengua latina todos los libros de Aristotil que tratan de la historia natural, porque los qu'estavan traduzidos, que no se quién se los interpretó, estavan ásperos en el estilo y tan rudos que no avía hombre que los quisiesse leer. A Leonardo Aretino, que también fue /Fol.XXXVv/ hombre notable en humanidad en los tiempos del mesmo rey, harto lo desseó tener consigo, mas la edad del mismo Leonardo no lo sufría assí por ser viejo como por no ser bien sano. Mas quedaron cartas muy señaladas y galanas entre él y el mismo rey que mucho tiempo publicaran el amor que en medio estava. A Pogio Florentino, que también floreció en su tiempo, hizo grandes honras y mercedes, puesto que por ser hombre enfermo y que no podía seguir el palacio, no lo tuxo assí. Dexó a parte muchos y muy famosos teólogos que los truxo de partes muy remotas y todos los días del mundo los quería oyr y ver disputar en su presencia. Y en la verdad él los honró y beneficó en tanta manera que jamás de príncipe del mundo fueron mejor tratados, pues de filósofos, músicos y abogados fue cosa estraña tantos como en su casa hallarades tan ricos y tan honrados, todos en fin muy contentos del tratamiento y casa del rey don Alonso y si oviesse de contar solamente los nombres y méritos de cada uno d'estos sería un crecido volumen, por ende dexarlo hemos para en ciertos lugares que se ofrecerá hablar d'ellos y al presente ser bien que entremos ya en el libro tercero d'esta materia començada.