Virginia


Capítulo lxiij: De Virginea. Virginea fue una de las más esclarescidas y famosas mujeres que hovo en Roma. Otra, empero, que aquélla de quien arriba fablamos en su capítulo aparte, ahunque ambas fueron de un mismo nombre y fijas de buenos ciudadanos.


Ésta empero fue de los más ancianos y poderosos, la qual por sus virtudes y constancia y por la nobleza de su linaje en aquel tiempo tuvo excellencia sobre todas las otras. De la qual sola una fazaña muy maravillosa deliberé de scrivir. En la qual se puede muy bien considerar de quánta honra y virtud fue su vida, por lo qual se puede ella muy bien poner en la cuenta de las esclarescidas mujeres. E parece ser que en Roma, en la plaça donde acostumbravan vender las bestias, que agora llaman Redonda, havía un templo edificado a honor y alabança de Hércules, en el qual havía una capilla especialmente dedicada a honor y reverencia patricie pudicicie. Conviene saber, a la madre de las constantes, limpias y nobles mujeres. En la qual, por special ley y ordenança, las mujeres de los más antiguos y nobles romanos -y que en sus casamientos no se havían menguado ni abaxado- solamente osavan entrar y ende fazer oración y exercitar sus devociones y offrecer a sus dioses. E como un día esta Virginea con otras mujeres entrasse en aquel templo para fazer oración, fue por las otras rigorosamente echada fuera, porque era desposada con uno de los comunes y populares, ahunque el año ante havía sido cónsul, llamado Lucio Volumio. Por lo qual entre las mujeres se levantó un gran alboroço, el qual cresció tanto que Virginea corrida y alterada se salió del templo diziendo: "Yo vengo de la más antigua y noble sangre de toda Roma, y en honrra ni constancia nunca mengua recebí. Por consiguiente, ahunque sea desposada con hombre baxo y común, injustamente y con gran sinrazón me echan del templo". E como tanbién ella considerasse las virtudes de su marido, en fin muy alterada fuese a su casa.

Y a las palabras añadió una fazaña y obra de gran nombradía, ca toviendo ella muy gran casa en un callejón luengo, en la qual entonces ella morava con su marido, tomó una parte della quanto podía abastar para fazer un pequeño templo, y apartóla de toda la casa, y ende instituyó un altar y llamó las mujeres de baxa condición y contóles la soberbia y denuesto que le havían fecho las nobles. Y quexándose de la injuria recebida, díxoles: "Yo os ruego, amoniesto y exhorto que assí como veys que los hombres desta ciudad tienen continua contienda sobre la virtud, assí entre vosotras toméys contienda sobre la honestad y castidad que a dueñas conviene, trabajando que este altar que yo he dedicado a la castidad de las baxas, con esfuerço de vosotras -si en algo podiéredes- crea todo hombre que más santamente vosotras lo honráys que ellas, y parezca por obra procurándolo vosotras, que tanbién infunde Nuestro Señor Dios almas celestiales en las baxas como en las nobles".

¡O palabras sanctas y dignas de dueña tan noble! ¡O saña de loar! ¡O invención digna de ser fasta las estrellas enxalçada! No fizo Virginea conjuración o monipodio para tomar y apañar la hazienda de los hombres o para arreos de dissoluciones, mas para refrenar la concupiscencia y apetito de los mancebos dissolutos y vellacos, y para merecer gloria de su castedad con su buena regla y sanctos costumbres. Tanto que mucho después, como no se diesse lugar de sacrificar en aquel templo sino a mujeres de una esmerada castidad y honestad, y que no hoviesse havido sino un marido, y fuesse quitada la sperança desonesta de los festejadores con ojos de fornicio y desonestos, en santidad se ygualó al altar y templo de las nobles dueñas. Y no dudo que dio causa a muchas, por la cobdicia y desseo de la honrra y por fuyr la vergüença si las echavan del otro templo y del sacrificio de aquél, de tener gran studio en guardar la castedad.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 67 r y ss.