Y a las palabras añadió una fazaña y obra de gran nombradía, ca toviendo
ella muy gran casa en un callejón luengo, en la qual entonces ella morava
con su marido, tomó una parte della quanto podía abastar para fazer un
pequeño templo, y apartóla de toda la casa, y ende instituyó un altar y
llamó las mujeres de baxa condición y contóles la soberbia y denuesto que
le havían fecho las nobles. Y quexándose de la injuria recebida, díxoles:
"Yo os ruego, amoniesto y exhorto que assí como veys que los hombres desta
ciudad tienen continua contienda sobre la virtud, assí entre vosotras
toméys contienda sobre la honestad y castidad que a dueñas conviene,
trabajando que este altar que yo he dedicado a la castidad de las baxas,
con esfuerço de vosotras -si en algo podiéredes- crea todo hombre que
más santamente vosotras lo honráys que ellas, y parezca por obra
procurándolo vosotras, que tanbién infunde Nuestro Señor Dios almas
celestiales en las baxas como en las nobles".
¡O palabras sanctas y dignas de dueña tan noble! ¡O saña de loar!
¡O invención digna de ser fasta las estrellas enxalçada! No fizo Virginea
conjuración o monipodio para tomar y apañar la hazienda de los hombres o
para arreos de dissoluciones, mas para refrenar la concupiscencia y apetito
de los mancebos dissolutos y vellacos, y para merecer gloria de su castedad
con su buena regla y sanctos costumbres. Tanto que mucho después, como no
se diesse lugar de sacrificar en aquel templo sino a mujeres de una esmerada
castidad y honestad, y que no hoviesse havido sino un marido, y fuesse quitada
la sperança desonesta de los festejadores con ojos de fornicio y desonestos,
en santidad se ygualó al altar y templo de las nobles dueñas. Y no dudo que
dio causa a muchas, por la cobdicia y desseo de la honrra y por fuyr la
vergüença si las echavan del otro templo y del sacrificio de aquél, de tener
gran studio en guardar la castedad.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 67 r y ss.