Capítulo xij: De Thisbe y Pyramo, naturales
de Babilonia, y mayormente de Tisbe, la qual tanto amó su enamorado que viendo
una leona le dexó su manto, y dio a fuyr. Y la leona tomado el manto, mordiendo,
ensangrientóle. Y sobreviniendo después Pyramo, creyendo ser ella por el león
muerta, matóse luego. Después tornando Thisbe, como le vido muerto, matóse sobre
él con el mismo cuchillo.
Tisbe, donzella de Babilonia, más por el fin de sus tristes amores que por
otra fazaña ha sido clara y notable entre las otras. De la qual, ahunque no
hayamos sabido de nuestros antepassados quién fueron sus padre y madre, empero
créese de cierto que tovo en Babilonia su casa, paret en medio con Pyramo, niño
de su edad. Cuya conversación, como fuesse contínua por razón de la vezindad,
y dende toviessen ellos ahun niños amores y afectión de aquella edad, causó su
desdicha la mala suerte, que cresciendo los años, como fuessen ambos muy hermosos
y el amor de niños se acrescentasse mucho y se encendiesse, y aquél demostrassen
y manifestassen a lo menos por señales entre sí algunas vezes, y allegándose a
la moçedad, como fuesse ya Tisbes un poquito mayor, començaron el padre y la
madre de tenerla [para] que no saliesse de casa, guardando para la collocar en
matrimonio. E como aquello fuesse a ambos muy enojoso y buscassen los dos con
mucha diligencia de qué manera podiessen alguna vez fablarse, fallaron en la
paret una fendrija en un lugar ascondido nunca antes visto por alguno. A la qual,
como hoviessen muchas vezes venido secretamente, poco a poco fablando con la
consuetud y la paret, quitando al uno y al otro la verguença, hoviessen ensanchado
la licencia de dezir claramente sus amores, muchas vezes vertiendo lágrimas,
echando sospiros, mostravan el fervor de sus enamorados desseos y todas sus
passiones. Algunas vezes, esso mismo, se pidían perdón (y abraçados de coraçón
y besos), piedad, fe y amor para siempre.
Finalmente, cresciendo la flama del amor, acordaron ambos de fuyr; y que
la noche siguiente, lo más presto que pudiesse cada uno dellos engañar los
suyos, saliesse de casa; y que el uno al otro se esperassen en un bosque cabe la
ciudad acerca de la fuente del rey Nino, cerca del
lugar donde se quemavan los cuerpos. E assí Tisbe, como más enamorada y
encendida, engañó primero los suyos. Y cubierta con un manto, quasi a la media
noche salióse sola de casa de su padre, y con la lumbre de la luna que guiava,
fue sin miedo a la selva. E como estoviesse esperando cabe la fuente y alçasse
la cabeça a qualquier movimiento que sentía, viendo venir una leona, dexado
descuydadamente el manto, fuyó para [e]l bosque. La leona, empero, después
de haver comido y bevido en la fuente, falló el manto; y fregándose en él la boca
y los dientes, según acostumbran los leones, dexóle despedaçado con las uñas y
sangriento; y fuese.
Entre tanto, Pyramo vino más tardío a la monte. Y como andoviesse por el
silencio de la noche muy atento y hoviesse fallado el manto de Tisbe despedaçado
y sangriento, pensando que alguna bestia fiera la hoviesse muerto y comido,
hinchió aquel lugar de bozes y lágrimas, accusando y culpando a sí mismo de
haver sido causa de la cruda muerte de aquella donzella su enamorada. Y assí,
menospreciando la vida, rancada la espada que consigo havía levado, cabe la
fuente púsosela por los pechos.
E a poco rato Tisbe, creyendo que ya la leona hoviesse bevido, porque no
paresciesse engañar a su enamorado o no le detoviesse mucho faziéndole esperar,
passito a passito començó de bolver a la fuente. Y como estoviesse cerca, sintiendo
toda espavorecida ahún mover a Píramo, fuese otra vez. En fin, con la lumbre de
la luna conoció que el que yazía era su Pyramo. Y como ella aquexasse por le
abraçar, fallóle con la ferida que manava sangre, ya espirando. Y como assí en el
primer aspecto se espantasse, empero triste, con grave llanto, esforçóse en vano
a ayudarle; y trabajó un poco de retener la alma con besos y abraçados. Empero
como no le podiesse sacar palabra, y sintiesse ninguna cosa aprovecharle los
desseados besos, y viesse todavía morir su enamorado, pensando que él se havía
crudamente muerto por no haverla fallado, con aquél que de niño havía tanto amado,
el amor y el dolor atizándole, deliberó de morir. Y quitado el cuchillo que estava
en la ferida fasta el mantín, con gran gemido y lloro llamó a Pyramo, y rogóle
que mirasse a su Tisbe que se matava, y que esperasse su alma porque fuessen
ambas juntas a qualquier lugar que hoviessen de yr.
Cosa es maravillosa a dezir, que el entendimiento ya defectivo del que
moría sintió el nombre de su tan amada amiga, y no podiendo suffrir de le negar
lo postrero que le pidió, abrió los ojos ya graves y pesados por la muerte y
miró a la que le llamó. La qual, luego en esse punto, se puso el puñal por los
pechos y se echó sobre los pechos del mancebo, y derramando sangre siguió la
alma del ya finado. E assí a los que la invidiosa fortuna çuffrir no quiso ni
consintió ayuntarse con dulces abraçados, no pudo defenderles que no se
mezclasse, a lo menos, y ayuntasse la desdichada sangre de aquéllos.
El que no havrá compassión de estos mancebos, el que por muerte tan
desdichada no echará siquier una lágrima, bien será por cierto de piedra.
Amáronse éstos dende niños, empero ya por esso no merescieron tan sangriento
infortunio. El amor de la fresca edad que está en su flor vicio es, mas no
abhominable a los que no son casados, ca deste pecado podía sortir después
matrimonio. Pecó la desdichada suerte, y quiçá pecaron sus madres desventuradas,
ca los fervores de los mancebos poco a poco deven ser refrenados, porque
queriéndoles con empacho súbito resistir no los traygamos a desesperar y
perderse. La passión del amor no tiene templança, y es quasi pestilencia de
los mancebos y peccado común, en los quales por cierto se deve suffrir con
paciencia, porque assí acahesce naturalmente que en la mocedad nos inclinamos
de nos mismos a fazer fijos porque no fallesca la natura humana, si el
ayuntarse con mujer se dilatasse fasta la vejez.
¿Quién dexará de se adolescer y haver manzilla de la tan cruel, tan
sin sazón, tan descuydada y lamentable muerte destos donzeles? ¿Qué priessa
de se atravessar la leona entre tales dos moços y acometer la desdicha de
engañar tales ánimos, y atreverse el cuchillo a derramar sangre tan limpia y
de su mesmo señor y acometer de una vez dos homicidios?, y tales qual espada
de tyrano cruel peor fiziera que fizo la del triste Pyramo, que nunca él
quiçá la arrincó y trahíala para defenderse con ella, y ofendió no solo al
cuytado mas a la que él tanto desseava la vida. ¡O cuchillo desapiadado,
triste y cruel, que tan poco miravas contra quien te ensañavas!
Mas bolvamos a la razón. Quán bien dize Virgilio:
¡Quán lezne resvala el que pone los pies en el camino de infierno!
¡Quán dulce que sabe la mortal poçoña de amor, si no
fuesse buelta con re[j]algar y veneno!
¡Quán presto queda con vos en infierno!
¡Quán antes de tiempo robó la muerte las vidas tristes destos
donzeles!
¡Quán para siempre llorarán su desdicha!
Monta que les queda logar de se ar[r]epentir ni tiempo de remediarse, ni manera de
se valer ni esperança de dar la buelta. Dos muertes son de llorar; mas puede
la primera dar fin a su saña, la segunda para siempre atormenta, no tiene freno,
no rienda ni templança ni medio, toda es mortal. Assí mata la esperança, y peor
que la vida; ya la vida en hora buena matasse, que aquélla muerta no ternía
qué matar, mas antes por matar más crudamente, más abiva la immortal vida,
que por esso immortalmente vive, porque para siempre viva el morir.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 18 r y ss.