Teoxena


Capítulo lxxj: De Theoxena, noble dueña de Thesalia, que descendía del linaje real, a la qual persiguió Philipo con toda su generación para que los degollassen, temiendo algún mal para su imperio; y como acaso ella fuyesse con Pórides, su marido, y sus fijos y nietos, tomada su nave ella se echó en la mar.


Theoxena, dama de Thesalia de noble linaje, de una parte por su dulce piedad y de otra por una severa crueldad, dexó de sí un noble testimonio y perpetua memoria para los venideros. Ésta fue fija de Heródico, príncipe de Thesalia en el tiempo que reynava en Macedonia Philipo, fijo de Demetrio. La qual tovo una ermana de padre y de madre llamada Archo. E como por crueza del mismo Philipo fuesse muerto su padre dellas, por successión de tiempo tanbién les mató sus maridos; y a cada una le quedó un fijo; y quedando ellas assí viudas, Archo casó primero con Pórides, príncipe de su gente, y parió d'él muchos fijos. Mas Th[e]oxena con más constante corazón, y de muchos demandada por mujer, siempre guardava la viudedad. Empero fallecida Archo, su ermana, hoviendo ella compassión de sus nietos que no veniessen a poder de otra madrastra o que el padre no los criasse con diligencia, y porque ella les podiesse mejor socorrer y que con mayor cura fuessen por ella como propios fijos nudridos y criados, casóse con el mismo Pórides, lo qual ninguna ley en aquellos tiempos defendía. Y començólos de criar con piadoso amor y diligencia, no de otra guisa que si de sus mismas entrañas nascieran, por mostrar que su casamiento con Pórides más haverlo causado el bien de los fijos que su propio provecho.

Estando assí algún tiempo, por desdicha y mala suerte acaheció que Philipo, rey de Macedonia, el qual era de no reposado coraçón, començó de refrezcar la guerra otra vez contra los romanos, que entonce mucho en el mundo florescían. Y como por esto con grande movimiento de su reyno hoviesse quasi vaziado todas las ciudades marítimas de Thesalia de los viejos moradores y los hoviesse mandado yr a tropeles a Peonia, región mediterránea, que después fue llamada Emathía, y por su boca hoviesse dado las ciudades despopladas a los de Tracia, como a más aptos para la guerra venidera y muy leales, y hoviesse provocado contra sí las maldiciones de los que él mandava yr, pensó consigo que ninguna cosa le sería segura contra los fijos de aquéllos que poco ante, él crudo, havía muerto, sino que los matasse todos. Los quales, después de mandados tomar y guardar en la prisión por no matarlos todos en una vez, mas por acabarlos poco a poco y successivamente, acaheció que Theoxena oyó el pregón y edicto de tan scelerado rey. Y recordándose de sí misma y de la muerte de los maridos de su ermana, pensó que tanbién matarían al fijo y a los nietos, y stimando que si en manos del rey llegassen que no solamente su crueza los menospreciasse, mas ahun forçando la necessidad de los que los guardarían havrían de ser sometidos a viltados enojos y ascorosas miserias. Por esquivar esto echó su pensamiento en una cruel fazaña, y osó dezir a su marido y padre dellos que si al no se podía fazer, que ella antes los mataría todos con su propia mano que suffriesse de venir en poder de Philipo.

Empero Pórides, abominando el tal remedio, prometióle por aconsolarla y por la salud de sus fijos que él se los levaría y los pornía en poder de amigos leales, y prometió de los acompañar. E sin más tardar, como hoviesse fingido de partir de Thesalónica diziendo que cad'año havía de fazer sacrificio a Eneas, fundador de la ciudad, y ende acabado aquel día con sollemnes cerimonias y conbites juntamente con sus fijos y mujer, en la tercera vigilia de noche, como que hoviesse de volver a su patria muy secretamente, subió en una nave que ende estava aparejada con propósito de yr a Euboea, y no a Thessalónica. Empero de otra manera le acaheció, ca apenas dexó el puerto de Eneas que de súbito en anocheciendo se levantó un viento contrario, el qual lo truxo a su pesar no a donde él desseava, mas de donde él havía partido. E como sus marineros en vano trabajassen con los remos en porfiar, por el contrario por no bolver allá amaneció, y mostróles cómo stavan cerca del puerto. Empero las guardas reales mirando dende el puerto cómo peligrava la nave, pensando que fuya, para la retraher luego en esse punto embiaron un leño armado, mandando so graves penas a los que en él yvan que al puerto no sin la nave volviessen. Empero Pórides, sabiendo el peligro que stava aparejado, como vio acercar el leño stava rogando con atención, quando a los naucheres, marineros y galeotes que trabajassen con todas sus fuerças, quando a los dioses que ayudassen a los que estavan en peligro. Lo qual mirando Theoxena y no ignorando el peligro de muerte que les tenía cercado y les stava aparejado, como si Dios le otorgara el tiempo de gracia quando vio a Pórides rogar, volviendo a la cruel fazaña primero pensada, luego destempló la po[n]çoña y arincó el cuchillo y púsolos a su fijo y nietos delante, y díxoles: "La muerte sola puede dar vengança y salud a todos nosotros; y para la muerte el cuchillo y esta bevida de po[n]çoña son nuestras carreras. Escoja cada uno la que más le pluguiere, ca de olvidar es y fuyr la real superbia. Por ende, vosotros, mis mancebos, levantad vuestros generosos coraçones, y los que soys mayores fazed lo que devéis con gran esfuerço y virilmente. O tomad el cuchillo o beved la poçoña, si quiçá tomáis plazer en más cruda muerte. Y corred a ella, pues el ímpetu de la mar fluctuante y tempestosa os defiende la vida".

Y allegávanse ya los enemigos, y la cruda mujer, capitana y causadora de la muerte, instava y dava prissa y forçava, y ponía coraçón a los mancebos que estavan dudando. Por lo qual los otros murieron de otra muerte, ca medio sin almas y tremiendo, ahún fablando Theoxena, se lançaron de la nave. La qual, como hoviesse induzido a la muerte por la libertad a los que piadosamente havía criado y nudrido, porque no paresciesse ella guardarse para la servitud que a los otros havía desconsejado, con grande coraçón abraçó a su marido, que ahún estava rogando, y tomóle para compañero en su muerte. Y lançólo consigo en el tempestoso mar, estimando ser mejor y más bienaventurado el morir en su libertad que viviendo estar y podrescer en servitud y cativa so mando de rey o señor iniquo, perverso y tirano. E assí vaziada la nave y dexada a los enemigos, quitó a Philipo el plazer y solaz de su raviosa crueza, y conquistó y ganó para sí esta mujer cruda y austera un monumento digno de memoria.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 74 v y ss.