Sofonisba


Capítulo lxx: De Sophonispa, cartagines[a] reyna de Numidia, mujer de Siphace. Cuyo caso fue muy triste, que siendo Siphace preso por los romanos, casóse con Massimissa, y como esto le despluguiesse a Scipión, al qual pertenecía en suma toda la guerra, en fin Massimissa forçado la exhortó que tomasse ponçoña, y diógela él a bever porque no fuesse cativa de los romanos.


Sophonispa, ahunque fue muy esclarecida y de grandíssima fama por haver sido reyna de los númidas, empero por el ánimo que tovo de recebir por su misma voluntad muy cruda muerte fue de mucho mayor renombre. Ésta fue fija de Asdrúbal, fijo de Gisgón, el gran príncipe de los cartagineses, faziendo Haníbal la guerra a Ytalia. La qual, siendo en la flor de su edad y de asaz fermoso gesto, casóla su padre con Siphace, potentíssimo rey numidiano, tanto por deseo de consograr y adeudar con linaje real, quanto porque deseava él como varón astuto, pues estava ya muy cerca la guerra de los romanos, no solamente por quitarles un rey estrañero, mas ahun por medio de los falagos de la fija traherlo a la parte de los cartagineses contra los romanos. Y no le engañó su astuto pensamiento, ca después que Siphax hovo fecho bodas, la infanta le traxo tanto a sí y a tanto amarla, favoreciéndole su fermosura, que ninguna cosa cara o delectable estimava Siphace sino a ella. Y assí como el desventurado estoviesse en ella embevecido, e como Cornelio Scipión de Sicilia con toda su hueste hoviesse de venir en Áffrica, Sophonispa por consejo de Asdrúbal tanto enlazó con falagos y ruegos el ánimo de Siphace, y tanto le allegó a sí y le truxo a su amor que no solamente dexó los romanos, con los quales tenía aliança, y se ajuntó con los cartagineses. Más ahun, de su misma voluntad tomó y emprendió de ser caudillo y capitán de guerra ajena. Por la qual cosa, perdida su fe y verdad que poco antes havía prometido a su huésped Scipión, le defendió por cartas la entrada ante que començasse de navegar para venir a la dicha provincia de Áffrica. Empero Scipión, mancebo de gran ánimo, condenada la maldad de aquel rey bárbaro y strañero, puesta y assentada su hueste no lexos de Cartago, fízole ante que a todos guerra por el rey Masimissa y su compañero Lelio, embaxador, por los quales desbaratada la gente de Siphace, él fue preso y levado a Cirta, ciudad real de Numidia.

Y como por ser cargado de cadenas fuyr no quisiesse, antes demostrava a los ciudadanos que se diesse la ciudad a Massimissa. El qual, como no hoviesse ahún llegado Lelio, entrando en ella, todos spantados del súbito movimiento de las cosas, topóse assí como estava armado con la reyna Sophonispa. La qual, sabiendo sus desventuras y accusándole dello su misma consciencia, como le viesse entrar primero que los otros en el umbral de la puerta y le viesse más insigne que alguno de los otros en armas, pensando que el era rey -como en verdad lo fue- y echada a sus rodillas y retuviendo el ánimo del primer stado, díxole assí: "Rey muy noble, a Dios ha parecido y a tu buena suerte que puedas en nos -que poco antes eramos reyes- todo lo que quieres, mas si permitido es que la cativa delante del vencedor y señor de la vida y de la muerte pueda quexarse y tocar sus rodillas y diestra, yo, desechada, te ruego por tu magestad, en la qual yo tanbién poco antes estava, y por el linaje real, y por el nombre común de los númidas, y que Dios te dé mejor ventura que seas mejor recebido que fue de aquí despedido Siphace, fagas conmigo -a quien nuevamente la adversa Fortuna ha subjugado a ti- lo que en tus ojos te pareciere cosa piadosa y honesta, solamente no sea yo entregada viva y puesta en el arbitrio ascoroso y desdeñoso de los romanos, y mayormente quanto a la pena, ca fácilmente puedes pensar lo que yo, cartaginés enemiga de los romanos y fija de Asdrúbal, dexo de dezir, [y] mujer de Siphace puedo temer. Y si en esto no se fallare otra manera alguna, ruego y suplícote faz que muera por tu mano, de guisa que nunca venga[m]e sea viva librada en poder y manos de los enemigos".

E como Massimissa tanbién era númida, y según el común natural inclinado a luxuria, mirando el rostro y gesto de la que le supplicava, ca su infortunio y su desdicha le havía acrescentado una gracia y piadosa fermosura, movido por su humanidad y atrahído por el appetito y affectión desordenada, como no hoviesse aún llegado Lelio, assí como estava en las armas estendióle su diestra y entre los quexos y llantos mujeriles y el tumulto de los cavalleros, que discurrían de quada parte, levantóla con su mano y tomóla luego en esse punto por mujer; y fizo bodas con ella en el medio exercicio de las armas en el campo, pensando por esta vía haver fallado manera para su appetito y para los ruegos de Sophonispa. En fin, el día siguiente recibió a Lelio que venía, y por mandado suyo con todo el arreo real y el otro despojo y con la nueva mujer tornando al real, y de primero fueron benignamente recebidos por Scipión por se haver bien havido, y después como fuesse por él reprehendido amigablemente por haverse casado con una cativa del pueblo romano, y él se hoviesse apartado y ydo a su casa, y ende a solas lleno de sospiros y de lágrimas hoviesse por mucho tiempo dado gemidos, tanto que le oyan los que estavan de cerca, forçándolo assí la ventura de Sophonispa, mandó llamar a uno de los suyos de quien más fiava, al qual havía encomendado le guardasse cierta ponçoña para los casos inciertos de la fortuna, y mandóle que aquél, destemperado y desfecho en el vino, lo diesse a Sophonispa y le dixiesse que de buen grado él le guardaría la fe que le havía dado por su voluntad si podiesse. Empero porque aquéllos que más podían le quitavan su arbitrio, y le dava aquella fe que ella le havía pidido, mas no sin gran dolor suyo para si quisiesse usar della. Conviene saber, que no llegasse viva en poder de los romanos. Ella, empero, recordándose del padre y de la patria y de dos reyes con quien poco ante havía casado, que tomasse el consejo que le pareciesse. La qual oydo el mensajero, con rostro constante dixo: "Recibo este aguinaldo y estrena de boda. Y si otra cosa alguna me podía dar mi marido, ésta le agradezco. Mas dile que fuera mejor haver yo de morir si no me hoviesse casado en mi muerte". Y no con menos esfuerço fabló que tomó la bevida, y sin mostrar algún señal de temor luego bevió toda la poçoña. Y sin mucho tardar, finchada la triste, cayó en la muerte que havía pidido.

Por cierto, a un hombre viejo que estoviesse enojado ya de vivir y no toviesse otra sperança alguna salvo la muerte fuera gran cosa y de mucha maravilla y digna de notar haver osado toparse tan esforçadamente y sin temor alguno con muerte tan cierta, quánto más a una reyna tan delicada y tierna, y de casa real que entonce entrava en el mundo, havido respecto al conocimiento de las cosas, y que entonce començava de gustar las dulçuras y deleytes d'él.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 73 r y ss.